Las protestas en Francia, detonadas por el alza a los precios de los combustibles, se han extendido no sólo a los ciudadanos conductores, sino a los trabajadores y pensionados, a quienes viven de su sueldo. La prensa y los analistas están desorientados, no menos que los gobernantes, que no consiguen detectar los motivos de un movimiento que se mantiene y se extiende. Desde Paris, escribe Luis Casado