“Esto no es una manifestación, es un levantamiento” dijo una señora en París con su chaleco amarillo rodeada de barricadas, fuego y policías antimotines. Resulta apresurado decir si lo es, aunque algunas cosas parecen claras. Lo primero, para entrarle al asunto, sería señalar la existencia de un ciclo y tres tiempos. El ciclo es el del neoliberalismo, que comenzó a principios de los años 80, conducido por el modelo político bipartidista que gobernó desde entonces. Ese proceso de desarme progresivo de conquistas y Estado de bienestar se vino haciendo como la metáfora/estrategia de la rana: si se pone una rana viva en una olla con agua fría y se la va calentando de a poco, la rana no se da cuenta de la muerte a la cual está yendo, y cuando lo hace ya es tarde. Ese ciclo neoliberal es el que continúa actualmente Macron, un presidente creado en laboratorios políticos/comunicacionales para tener una respuesta a la zona de crisis a la que había entrado el bipartidismo.
Ese ciclo tuvo diferentes respuestas según tres tiempos -planteados de manera esquemática. El primero es el tiempo de las clases medias urbanas, progresistas, que en el 2016 llevó adelante, por ejemplo, lo que se conoció como Nuit Debout, una toma de la plaza de la República durante cerca de dos meses. El segundo tiempo es el de las barriadas populares, del cual se han alejado los partidos de izquierda, que está atravesado por la cuestión migratoria -que trae varios debates a la vez-, y que ha tenido protestas contra la violencia policial, y episodios explosivos como las revueltas del 2005 donde cada noche incendiaban centenares de autos. El tercer tiempo es el de las zonas semi-urbanas, rurales, del interior del país en particular del norte, ahí donde el desempleo es grande como en las barriadas urbanas, y la extrema derecha ha ido creciendo -una base social que podría pensarse con paralelismos con la que le dio la victoria a Donald Trump-. Podríamos agregar un cuarto tiempo, que permitiría cruzar los tres, aunque con gran dificultad: el del movimiento sindical, el mundo del trabajo.
Lo que se ve en estos días no solamente en París sino en Francia, es la emergencia del tercer tiempo, junto con sectores del universo sindical, pauperizado por el modelo, que se ha levantado contra un aumento de gasolina con una pregunta sencilla: ¿por qué pagan siempre los mismos, mientras a las grandes fortunas se les ha quitado los impuestos? Lo que parece verse es cómo ese movimiento está logrando un efecto de irradiación, y a su alrededor se aglutinan una serie de demandas sin respuestas acumuladas por los impactos del neoliberalismo, y parece estar en medidas de convocar al primer tiempo, urbano, progresista. Alguno/as compañero/as trabajan para eso. En caso de lograrse, ya se ven indicios, la protesta tomaría mayor fuerza. Sumar al tiempo de las periferias urbanas parece más complejo por los niveles de desencuentro que se han acrecentado en los últimos años.
Hasta el momento Macron ha respondido con arrogancia y represión, y los grandes medios han puestos sus cámaras sobre los episodios incendiarios para deslegitimar el movimiento. Habrá que ver si modifica su estrategia y descomprime el conflicto, para lo cual parecería tener margen de maniobra. Lo que no va a modificar es el rumbo neoliberal y derechizante de las ideas: es la misma dirección que tenían los gobiernos anteriores de Chirac, Sarkozy y de Hollande, del cual Macron formó parte. Sucede además en el contexto mundial de choques de bloques de poderes, crisis del capital y su desigualdad creciente a niveles anteriores a la primera guerra mundial -como analiza Piketty-, salida del Reino Unido de la Unión Europea, renegociación de reglas del comercio internacional que explican entre otras cosas el fenómeno Trump y su política internacional.
Si los tiempos populares encuentran un espacio común en la protesta estaríamos ante lo que en Francia se llama la “convergencia de las luchas”. Veremos. Difícil saberlo en este momento. Como sea el devenir del movimiento que irá evolucionando -o no- en estos días, es bueno ver que la estrategia de la rana encuentra resistencias populares, que miles de hombres, mujeres, jóvenes, gente grande, dicen basta y no le temen a la calle y al fuego.
Marco Teruggi para La Pluma, 2 de diciembre de 2018