Quizás lo más certero es lo obvio: reconstituir el espacio político de las izquierdas, pero empezando por el trabajo en los sectores populares, sin pensar en ellos como simples...
En definitiva, si hay derrota cultural-intelectual se hace carne la derrota electoral y política. Habrá que pensar en nuestros foros y ámbitos de discusión progresistas o de izquierda que es urgente al decir del teólogo de la liberación brasilero Frei Betto: “Volver al trabajo de base y promover la alfabetización política del pueblo”.
La Casa de Papel en versión latinoamericana tiene un final diametralmente opuesto a lo que ocurre en la serie. En la ficción, el dinero se lo queda un grupo de gente anónima, pero en la realidad el botín impreso va a parar a la cuenta de resultados de unos cuantos bancos a costa de las economías de la región. Veremos qué pasa en la próxima temporada.
En la recién concluida G20 dominaron los intereses de las grandes potencias, en tanto los problemas cruciales de los tres países miembros latinoamericanos fueron echados a un lado.
Solo a partir de la década del 60, los sangrientos hechos, en los que el gobierno colombiano se “hincó ante el oro yanqui” y apuntó sus armas contra miles de trabajadores, comienzan a hacerse visibles en investigaciones históricas al respecto.
Otros conflictos tensionarán también el escenario: La parálisis de las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur (ahora también debilitado tras el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil), las propuestas sobre una reforma a la Organización Mundial de Comercio, el acuerdo nuclear con Irán, la guerra en Siria, el acuerdo climático de París y la negativa de Trump en firmarlo, y la crisis migratoria en Estados Unidos y en Europa.
La unidad de los pobres y explotados contra los ricos es lo que debe forjarse en el ámbito de nuestra región. Y en esa confrontación de clase- y nacional / internacional por añadidura- los trabajadores organizados deberán arrastrar tras un proyecto liberador a todos los sectores del pueblo…
Tanto espacios neoconservadores como progresistas están asediados por dos fragilidades: la del vínculo y la que introducen los individuos en sus percepciones e imaginaciones. Vamos hacia liderazgos no de masas, como se creía en el siglo XX, sino hacia liderazgos que se reconstruyen desde el proceso de individuación