Para Lina, su caso y demás procesos contra otros estudiantes son estrategias del Estado para derrotar al movimiento social, dar condenas ejemplarizantes como advertencia a todos aquellos que piensan...
Su delito fue haberse negado a ser “aconductado” y en cambio haber retado al poder hegemónico y mantener con firmeza su condición de revolucionario, del que no cede en sus principios, ni considera ninguna lucha terminada.