Nunca nadie acusó a los actores políticos de coherencia intelectual, ni de continuidad y consistencia en sus razonamientos. En su día, Descartes propuso un «método» que buscaba ‘bien conducir su razón’. Ese método aun no llega al campo de flores bordado, dice Luis Casado.
Los franceses aseguran ser cartesianos y lo proclaman alto y fuerte. René Descartes (1596-1650), matemático, físico y uno de los fundadores de la filosofia moderna, imprimió su modo de razonar en el Hexágono o al menos eso pretenden los cartesianos. Los objetivos perseguidos por Descartes fueron enunciados por él mismo: “bien conducir su razón”, y “buscar la verdad en las ciencias”.
Servidor no le aplaude todo a Descartes. Pero su célebre Cogito ergo sum, que invierto sistemáticamente como el buen materialista filosófico que soy, señala un método –si oso escribir– en el que el gran hombre expone una tesis que tiene por verdadera, extrayendo inmediatamente lo que considera sus consecuencias epistemológicas y ontológicas evidentes: Pienso, luego existo.
Yo lo diría el revés: Existo, luego pienso. Pero lo mío no va de corregir a Descartes, sino de poner de manifiesto el carácter profundamente anticartesiano que, para bien o para mal, prevalece en la copia feliz del Edén.
En la jerga chilensis la proposición de Descartes podría escribirse: Pienso, luego podría existir o tal vez no, en todo caso no mucho, ni tan poco, más bien los dos, habría que ver… En fin, es según.
Daniel Jadue acaba de darnos un ejemplo luminoso de lo que avanzo. En pocas palabras afirma todo y su contrario, sin temer la incoherencia. Mira ver.
Primera proposición, Jadue declara: “Marcel es un fiel defensor del credo neoliberal”.
Hasta ahí yo mismo. Uno de los más recientes combates de Mario Marcel consistió en proteger la autonomía del Banco Central que presidía, aunque nadie, nunca, probó que un Banco Central autónomo haya hecho otra cosa sino expulsar la democracia de la gestión de un bien común: la moneda. Las políticas monetarias son asunto reservado de los “expertos”, circula, circula pinche ciudadano, esto no te concierne. De ese modo Marcel le rindió un servil homenaje al llamado Consenso de Washington, confirmando lo que fue, lo que es y lo que será: un neoliberal encallecido. Para tus archivos, he aquí lo que los neoliberales dicen del Consenso de Washington:
“El Consenso de Washington fue el conjunto de fórmulas económicas neoliberales impulsadas por varios organismos financieros internacionales en los años ochenta y noventa. El economista británico John Williamson acuñó el término inconscientemente en un artículo de 1989 en el que revisaba las diez medidas económicas que profesaban el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, todas ellas con sede en la capital de Estados Unidos, Washington D. C. Estas propuestas conformaron un decálogo del neoliberalismo recetado para abordar la crisis económica de 1989 en Latinoamérica, sumida en una larga recesión conocida como la década perdida.” (elordenmundial.com).
El economista yanqui Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía 2001, ex vicepresidente del Banco Mundial, asegura en su exitoso libro La Gran Desilusión que nunca en la Historia un país con un Banco Central autónomo creció más, o mejor, que un país con un Banco Central sometido al control de los poderes Ejecutivo y Legislativo. ¿Qué motiva pues a Mario Marcel? A mi modesto entender, la detestación de la democracia y su servilismo hacia el Imperio. El flamante ministro de Hacienda de Gabriel Boric es muy poco sospechoso de simpatías reformadoras.
Volvamos a Jadue quien, en vez de extraer las conclusiones de su tesis, en el siguiente suspiro agrega: «es muy probable que el Marcel que conocemos no sea el Marcel que vamos a ver a partir del 11 de marzo”. ¿Porqué? Misterio gozoso que Jadue no se molesta en aclarar. Marcel es un fiel defensor del credo neoliberal, pero a partir del 11 de marzo, al llegar la primavera, hará como las crisálidas: se transformará en mariposa.
Guillermo Tellier, de evidentes orígenes galos, ratifica no obstante el carácter profundamente anticartesiano chilensis. Sus declaraciones valen el desvío. Primero pretendió no conocer a Mario Marcel. El presidente de un partido político con presencia en el Parlamento nunca oyó hablar del presidente del Banco Central… Luego, recurriendo a su diestro manejo de la dialéctica, se rajó con un ataque contra el escepticismo:
“Es probable que la historia de cada uno de los nombres pueda generar dudas para algunos, pero lo que tengo claro es que valoré bastante los criterios con los que el Presidente estableció su gabinete. Además, todos y todas han comprometido la voluntad para llevar a cabo los cambios y las transformaciones que Chile demanda, y que Apruebo Dignidad comprometió”. Luego hizo un llamado a que la discusión sobre el equipo de ministros no sea en base a “prejuicios”.
Su llamado contra los “prejuicios”… ¿se refiere a Mario Marcel? Tal vez no, visto que no lo conoce…
Su camarada Jadue, decididamente más diserto, osó contrariar otra convicción de Mario Marcel, por principio opuesto a los retiros de las AFP: “Nunca fui partidario de que los trabajadores pagaran el costo de la crisis con sus propios ahorros”. Pos bueno, pos vale, pos m’alegro, pero la cuestión de fondo no son los retiros sino el fin de las AFP y conseguir salarios dignos. ¿Alguna vez Mario Marcel, o su jefe, se pronunciaron al respecto?
A Gabriel Boric no le puedo exigir ser cartesiano: que uno sepa sus orígenes son croatas, pueblo históricamente más cercano a Prusia y a Alemania, que hoy simpatiza con “occidente” contrariamente a sus vecinos bosnios y serbios. Es de desear que las raíces históricas y culturales del presidente le sitúen más cerca de Josip Broz Tito que de Ante Pavelić. Lo cierto es que Boric definió su voluntad reformadora adosándole los adjetivos “razonable, moderada y lenta”.
Puede que lleve razón. El tema mapuche solo ha durado 500 años… Podría esperar otros 500. Ya puestos a ser lentos…
El pillaje de las riquezas básicas –cobre, litio, oro, plata, agua, mar, etc. – es tremendamente radical y definitivo (quedan el hoyo, la aridez y un océano infértil), lo que descartando a Descartes puede justificar soluciones moderadas. Habría que buscar a alguien como Mario Marcel pienso yo, visto que el tipo se define como “socialdemócrata”. Basta con ver lo que los socialdemócratas han hecho en Europa: inspirarse de la Concertación para destruir hasta los cimientos el Estado de bienestar tan duramente logrado. Más moderado… ¿dónde?
En cuanto a ser razonable… comenzar reculando es extremadamente razonable. Si no me crees, pregúntale a un cartesiano llamado Napoléon…
Así como vamos, la célebre frase de Descartes será inscrita en el mármol en una versión chilensis que el mundo entero nos envidiará:
Ni pienso, ni existo: la firme es que ni quiero…