El Gobierno ecuatoriano ha permitido el retorno del FMI, que trae consigo la misma receta con la que ha condicionado al país en 16 ocasiones anteriores.
Mientras eso acontece, el país también se consagra como un intermediario de facto para los paraísos fiscales y para la salida, sin controles, de sus recursos monetarios. Otra vez los intereses privados triunfan sobre el interés público nacional.