Tal como se preveía, el líder izquierdista ganó la primera vuelta de las elecciones de Colombia. Sin embargo, se la ha cruzado un rival más difícil de derrotar en la segunda, un empresario populista de la estela de Trump
Tal como pronosticaban todas las encuestas, Gustavo Petro ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas de este domingo, pero no con el número suficiente de votos para evitar una segunda ronda, que se celebrará el 19 de junio. La sorpresa de la jornada electoral es que su rival no será Federico Gutiérrez, a quien apoyaban las poderosas maquinarias políticas del país y el influyente expresidente Álvaro Uribe, sino Rodolfo Hernández, un polémico y casi siempre sonriente empresario de 77 años, ingeniero de formación, que comenzó en los últimos días a repuntar en los sondeos. Hernández hizo una intensa campaña por redes sociales –básicamente TikTok- al mejor estilo trumpista, con un eficaz lenguaje populachero y un discurso polimorfo que oscilaba entre algún flirteo progresista (comprometerse con el acuerdo de paz) y, las más de las veces, posiciones de extrema derecha. El eje central de su campaña fue la lucha contra la “politiquería” y la corrupción –en sus palabras, “acabar con la robadera”-, pese estar él mismo imputado en un escándalo de corrupción.
El resultado electoral trastoca por completo el escenario político. Hasta la víspera de los comicios todas las informaciones y los análisis se centraban en la posibilidad de que, por primera vez en la historia del país, un izquierdista llegara a la presidencia de la república. A partir de ahora se hablará mucho del ingeniero Hernández. Petro obtuvo 8,53 millones de votos (el 40,32), apenas 400.000 más que en las elecciones de 2018 frente a Iván Duque, lo que parece indicar que en torno a esa cifra está su techo electoral. Hernández consiguió 5,95 millones de votos (el 28,15%), pero seguramente podría contar con la maquinaria que apoyó a Gutiérrez (5,05 millones de votos, el 23,91%) y con un buen número de centristas que no quiere ver de ninguna manera a Petro en la Casa de Nariño. El candidato izquierdista estaba obsesionado con ganar en la primera ronda (“cambio en primera”, era el lema), consciente de las dificultades que entraña una segunda vuelta. El desafío inmenso que tiene ahora, en las dos semanas que quedan para los comicios, es buscar votantes bajo las piedras para reforzar su ventaja. Cabe presumir que alguna porción de los centristas se inclinará por él, pero el mayor esfuerzo lo tendrá que hacer en la bolsa de abstencionistas. Hernández tiene un reto no menor: reunir entre tres y cuatro millones de votos adicionales sin contar con el apoyo de las maquinarias que hoy ataca con vehemencia; o, en el caso de recibir ese apoyo, intentar justificarlo ante quienes le han creído su discurso rupturista con la vieja política.
Hernández nació en Piedecuesta, un pueblo de la provincia de Santander, al noreste de Colombia, y fue alcalde de la capital de dicha provincia, Bucaramanga, entre 2016 y 2019. Saltó a la fama por abofetear a un concejal que denunció un caso de corrupción en que estaba implicado un hijo suyo. En otra disputa relacionada con su gestión gritó a su interlocutor: “Jueputa, le pego su tiro si sigue jodiéndome”. En una entrevista sobre su actividad empresarial en el mundo de la construcción, dijo: “Yo cojo las hipotecas, que esa es la vaca de leche, ahí tienes 19 años a un hombrecito pagándome intereses, eso es una delicia”. En otra entrevista manifestó: “Yo soy seguidor de un gran pensador alemán. Se llama Adolfo Hitler”. Preguntado sobre el papel de la mujer en la política, dijo: “Es bueno que ella apoye desde la casa. La mujer metida en el gobierno, a la gente ni le gusta”. Es el estilo del personaje que podría presidir Colombia.
Algunos analistas sentenciaron al conocerse los resultados que la noticia más importante de la jornada es el “fin del uribismo”, con el argumento de que el candidato por el que Uribe había apostado, Gutiérrez, quedó fuera de juego. Sin embargo, otros sostienen que Hernández es un “plan B” del expresidente. Entre ambos existe una simpatía recíproca. Lo que está por ver es adónde llegará esa relación en las nuevas circunstancias políticas. Hernández, quien se presentó al frente de un movimiento llamado Liga de Gobernantes Anticorrupción, no solo necesita votos para esta segunda vuelta; en el caso de ser presidente, necesitará también apoyos parlamentarios para sacar adelante sus proyectos, puesto que carece de representantes en el Congreso.
Petro sabe que ahora lo va a tener más difícil para llegar a la Casa de Nariño. El rival que más le convenía era el exalcalde Medellín Federico Gutiérrez, pues le permitía plantear la segunda vuelta como un duelo contra el cada vez más desprestigiado uribismo. Con Hernández deberá ensayar otra estrategia, a menos que se empeñe en probar que este no es más que una ficha del expresidente Uribe o que cuenta con el apoyo de la corrupta clase política tradicional. Lo que está por ver es si le daría resultado. Hernández sigue presentándose como un adalid del “cambio”, al igual que Petro. “Hoy perdió el país de la politiquería y la corrupción, perdieron las gavillas”, proclamó tras los comicios, distanciándose de la clase política tradicional. Casi al mismo tiempo, el candidato Gutiérrez y el uribismo se ponían a su disposición. Vienen quince días de vértigo para Colombia.
Marco Schwbaks
@marco_schwartz