Escenarios de trauma electoral: Primarias atravesadas por la fragmentación y la crisis de las representaciones políticas en Argentina

En los tres esquemas posibles el gobierno aparece conminado a combinar medidas gubernamentales con una discursividad capaz de polarizar con Milei, sin dejar de escuchar al mensajero al que hizo referencia, 21 siglos atrás, Plutarco de Queronea.

El tsunami electoral originado por el tercio de votos conseguido por el candidato ultraliberal continúa suscitando debates acerca de cómo abordar el fenómeno en términos políticos y sociológicos. Las interpretaciones tienden a asociar en forma directa la caracterización sobre Javier Milei con el perfil de los siete millones de votos obtenidos por su lista, la Libertad Avanza. Plutarco, en Vidas Paralelas, relata la historia de un mensajero que le anunció al rey armenio Tigranes la llegada de las poderosas legiones romanas bajo el jefatura del general romano Lúculo. Las funestas novedades transmitidas al monarca enfadan de tal modo a Tigranes que este decide cortarle la cabeza al mensajero. A partir de ese momento –relata Plutarco– ningún hombre se atrevió a llevarle otra información. A partir de ese momento sólo le comunicaron aquellas noticias que no lo disgustaban. Pero se quedó sin información respecto a lo que realmente sucedía en su reino.

Plutarco.

Los mensajeros son los votantes de Milei: no existe confirmación acerca de que su decisión tenga un correlato con las propuestas y la caracterología del candidato freak. Expresan una forma de hartazgo frente a dos coaliciones que se enfrentaron en un territorio ajeno al de la solución eficaz de los problemas existentes. Los votantes del candidato dolarizador enuncian una crisis de representación basada en profundos cambios estructurales y en la ausencia de soluciones para los problemas que dichas mutaciones generan. A eso se le suma una desnaturalización del debate político producido por la proscripción y el intento de asesinato de una de las referentes centrales del sistema político, Cristina Fernández de Kirchner. El tercio de los votantes de las PASO no se convirtió en fascista de la noche a la mañana. Expuso su desconcierto, hartazgo y desencanto con el restringido herramental ciudadano y político con el que cuenta, vapuleado en forma sistemática por las fake news y los algoritmos de la confusión mediática. Grandes colectivos de nuestra sociedad, además, se encuentran disociados y ajenos a debates que evalúan como inentendibles y lejanos de su quehacer cotidiano.

En julio pasado, un mes antes de las primarias, se divulgó el relevamiento titulado Percepción democrática de las juventudes, coordinado por Nahuel Sosa, en el marco de un proyecto conjunto de FLACSO y Argentina Futura. En ese estudio se abordaron cinco ejes analíticos:

En julio pasado, un mes antes de las primarias, se divulgó el relevamiento titulado Percepción democrática de las juventudes, coordinado por Nahuel Sosa, en el marco de un proyecto conjunto de FLACSO y Argentina Futura. En ese estudio se abordaron cinco ejes analíticos:

participación y movilización juvenil;
percepción sobre el Estado y las políticas públicas;
visión de futuro;
trabajo y educación; y
salud mental.

Algunos de los resultados del relevamiento remiten al fastidio ante el conflicto nominado como la grieta, la consideración de que la “la política está alejada de sus problemáticas cotidianas”, la percepción negativa de la inflación y la inseguridad –como temas prioritarios– y la caracterización de Milei como exégeta de una necesaria implosión del status quo.

Trauma electoral

Una porción relevante de los votantes del candidato ultraliberal fueron jóvenes –mayormente varones– entre 16 y 30 años. Dicho segmento etario se encuentra más atomizado que sus mayores. Tienen una menor inserción en el trabajo formal, menor articulación asociativa y una limitada percepción acerca de qué son los derechos provistos por el Estado. Su cotidianeidad está atravesada por la fragmentación social, sobreimpresa en la nula conciencia de ser parte de un colectivo. Se perciben como sujetos aislados, emprendedores solitarios e individuos desligados de relatos políticos que sienten ajenos e inentendibles.

Sus vidas cotidianas están plagadas de pantallas (Instagram, Tik-Tok, circuitos de gamers, trap, cumbia y Spotify, entre otras) y su inserción en el mundo del trabajo es mayoritariamente precaria, ajena a toda sindicalización. Sus referencias laborales están vinculadas a las denominadas economías de plataforma, que brindan una supuesta independencia de los empleadores y una ficción de autonomía plena en la gestión del tiempo. Ese vínculo –o esa aspiración de materialización en criptomonedas–, sin embargo, los condena a una relación full time y a una desconexión de sus congéneres: un sujeto que se cree lo suficientemente libre para trabajar en constante vínculo con un celular y en una guerra de todos contra todos, sin cooperación ni asociatividad.

Pandemia, casta y misoginia

Es muy probable que este grupo haya sido, además, golpeado por la pandemia de forma particular y diferenciada: en un reciente artículo, Conrado Yasenza conjetura que las políticas sanitarias de aislamiento tuvieron un efecto especifico en el segmento etario que orientó mayoritariamente su voto al economista egresado de la Universidad de Belgrano. La etapa vital que puja por mayor socialización emocional fue sacudida justificadamente por política sanitarias que salvaron cientos de miles de vidas, pero que al mismo tiempo cortaron vínculos adolescentes. Mientras eso sucedía se divulgaban las fotos del cumpleaños en la Quinta de Olivos y Mauricio Macri se alquilaba un avión privado para visitar a Horacio Cartes, ex Presidente paraguayo, acusado de contrabando y de vínculos financieros con el narcotráfico. El sonido de la palabra libertad parece tener una significación más trascendente entre esos segmentos juveniles.

Existe otro elemento, quizá más solapado e invisibilizado, ligado a los cambios que se observan en las relaciones de género, la reivindicación de los derechos de los colectivos LGTBI y la lucha contra la discriminación que sufren sus integrantes: Milei asume un discurso misógino y homofóbico que no es rechazado por su votantes. De hecho, pareciera que empatiza con los varones que ven debilitados los principios identitarios masculinos de índole patriarcal con los que fueron educados, y sobre los que basan su pretendida fortaleza.

El candidato de cabellera desgreñada aparece como un reparador de los efectos que posee la marea verde en varones disminuidos:  expresa la venganza de quienes se sienten incómodos en relación a los colectivos que imponen límites a la violencia machista. Milei, al igual que Donald Trump, Jair Bolsonaro y el líder de VOX en España, Santiago Abascal, constituye la vanguardia reaccionaria contra el feminismo y otras luchas identitarias de colectivos vulnerados.

Un tercer elemento que aparece es el referido al discurso político. En el caso del libertario, sus votantes valoran las consignas simples, su convicción y su disposición para defender sus convicciones. Esa elección supone, al mismo tiempo, una crítica al lenguaje distante, elaborado y ajeno que expresan los referentes de las dos coaliciones que ocuparon el segundo y el tercer lugar en el podio electoral. Si las tres preocupaciones de la sociedad son la inflación, el salario y la seguridad, el monetarista ofrece soluciones simples y comunicables: dolarización, libre circulación de armas y represión. Una tríada implacable apta para el consumo de una sociedad astillada en la que el 40% –y el 60 en el caso de los jóvenes– vive en la precariedad de trabajos informales.

Un cuarto elemento se vincula con el hartazgo de una pelea política que los votantes de Milei no entienden ni quieren comprender, en la que sus últimos dos gobiernos traicionaron sus contratos electorales. El macrismo se comprometió con la consigna de pobreza cero, la lluvia de inversiones y la voluntad de no recurrir jamás al FMI. Alberto Fernández aseguró que no iba a pagar los créditos –otorgados por el ente multilateral financiero– a costa del hambre de los asalariados y los jubilados. Los electores de Milei se sienten estafados y creen ensayar el camino de algo novedoso, sin reparar en los ostensibles nexos programáticos con José Alfredo Martínez de Hoz, el menemismo y Domingo Cavallo, que confluyeron en la tragedia del 2001. La paradoja es que los seguidores de Milei repiten la consigna creada por la organización de izquierda Podemos, en la que se referían al bipartidismo ibérico, entre el PSOE y el Partido Popular, como La Casta.

Los escenarios para las elecciones generales de octubre sugieren esquemas atravesados por estas cuatro dimensiones: los tres tercios limitarán la posibilidad de un triunfo en primera vuelta para los tres candidatos, y las posibilidades de segunda vuelta ubican en mejor lugar a Javier Milei y a Sergio Massa que a Patricia Bullrich. Esta última tiene menos posibilidad de ocupar lugares hacia el centro del espectro político, so pena de perder en su flanco derecho aquello que conquistó en las PASO.

Una potencial segunda vuelta entre el candidato de la Libertad Avanza y el frente liderado por el peronismo podría poner en tensión al votante radical, sobre todo por los lazos simbólicos construidos en torno a la educación pública y los recursos manejados en las universidades públicas por Franja Morada, repitiendo la crisis impulsada por Ricardo López Murphy en el gobierno de Fernando De la Rúa. En los tres esquemas posibles el gobierno aparece conminado a combinar medidas gubernamentales con una discursividad capaz de polarizar con Milei, sin dejar de escuchar al mensajero al que hizo referencia, 21 siglos atrás, Plutarco de Queronea.

Jorge Elbaum para La Pluma