El impactante resultado electoral genera importantes debates. Considero clave tener en cuenta al menos diez cuestiones:
1) El crecimiento exponencial de la extrema derecha es un fenómeno global que comenzó en 2015 y 2016 con los triunfos de Trump y Bolsonaro. Boric y Petro ganaron sus ballotages contra candidatos del mismo tipo y esas fuerzas son parte de todos los parlamentos de Europa. Hay una etapa histórica nueva, de gran inestabilidad económica y política y el fortalecimiento de fuerzas de una derecha extrema.
2) A nivel global esa derecha radicalizada se manifestó de dos maneras. O con el surgimiento de nuevas fuerzas, como Vox, o con la radicalización de partidos tradicionales, como en Estados Unidos. En Argentina están sucediendo ambas cosas al mismo tiempo. Esas derechas tienen distintos programas económicos en el mundo y no caben todas fácilmente en estereotipos sobre viejas derechas extremas.
3) En el caso argentino son neoliberales recargadas. Tienen candidatos relacionados a la dictadura y otros que son parte hace décadas de la vida democrática. En el fondo son xenófobos, la abrumadora mayoría anti derechos de las mujeres y diversidades, pero tienen ambivalencias porque no todos piensan igual y además porque por ahora no es eso lo que está funcionando en la sociedad. Lo que funciona es inventar una supuesta salida sencilla para una crisis económica ya insoportable. “Dolarizar”, “casta” y una promesa de represión y orden los lleva a este desempeño electoral.
4) No hay que confundir el hecho de que los candidatos y sus equipos formen parte de la extrema derecha con los votantes. Hoy la abrumadora mayoría de ese voto es anti estatu quo, anti establishment y en parte anti “políticos”. Se parece al voto a Bolsonaro de hace 5 años. En cambio, el voto a Bolsonaro del año pasado ya tenía un gran componente ideológico posfascista. En 4 años Bolsonaro dejó a un cuarto de la población ideológicamente consolidada. Eso aún no ocurrió en Argentina.
5) Evidentemente las emociones juegan un papel relevante. Donde crece la derecha extrema, hay sentimientos de bronca, hartazgo, frustración, ira. Eso no significa que sea un voto “emocional” en contraposición a un voto “racional”. No hay política sin emociones. Los peronistas lo saben bien, por “cris pasión” y porque “el peronismo es un sentimiento”.
6) Este crecimiento global se produjo después de la crisis económica de Lehman Brothers, con las frustraciones en muchos países para que los partidos tradicionales mantuvieran las certidumbres del estado de bienestar, con la crisis de la pandemia y la inflación de los años posteriores. Un crecimiento exponencial de la desigualdad.
7) En Argentina posiblemente el fenómeno llegó más tarde por la relevancia histórica del Pacto del Nunca Más y el rechazo a la violencia política. Pero al mismo tiempo la crisis estructural, producto de la deuda y ahora de la sequía, es más grave que en otros países.
8) Un candidato puede subir o bajar en intención de voto de una semana a otra. Pero en la actual etapa política la derecha extrema ha venido a Argentina y América Latina para ser parte del paisaje y de las disputas políticas centrales. Si hay algo que caracteriza a las derechas extremas es que rompen las reglas formales de la política (por ejemplo, invaden el Capitolio, inventan fraudes si pierden) pero también las reglas informales en muchas de sus formas de comportamiento, incluyendo la violencia verbal o haciendo fake news incesantes. Hasta ahora no pudieron en esta etapa abolir las reglas mínimas de la democracia liberal, lo cual tuvo implicancias relevantes en Brasil y Estados Unidos.
Un fantasma recorre el mundo de hoy, y sin duda no es el comunismo, sino una nueva derecha que gana espacios en Europa, los Estados Unidos y América Latina y que, ya sea por rechazo o perplejidad, casi nadie entiende.
9) Las fuerzas del campo popular deben asumir sus dificultades y sus desaciertos para poder empatizar con el sufrimiento de gran parte del pueblo. Y para poder reorientar su orientación en todo lo que sea necesario.
10) Ante esta nueva etapa política, el campo popular necesita estar más organizado y unido que nunca. Con un programa económico y social que construya un horizonte claro y contundente para las grandes mayorías populares. Y tiene que estar dispuesto, como Lula y el PT, a construir alianzas muy amplias para defender la vida, la paz y los derechos fundamentales del pueblo.