La usurpadora “presidenta” Dina Boluarte sigue adelante con sus planes de permanencia prolongada en un gobierno que asaltó como parte de un plan de la derecha. A la vez, pone énfasis en la idea de que la mejor receta es una brutal represión para los que ella denomina “vándalos”, que no son otro que el pueblo peruano descontento con el golpe fujimorista. Ya van alrededor de 30 muertos, centenares de heridos y detenidos, y además la implantación de un estado de militarización que no se veía desde los tiempos del dictador Alberto Fujimori. Esa es el verdadero rostro de quienes, por la fuerza, desalojaron del gobierno al presidente legítimo Pedro Castillo.
Por otro lado está el Congreso corrupto, copado abiertamente por la derecha fiel a Keiko Fujimori y que cuenta con la anuencia, por no haber tenido una mínima vergüenza para renunciar a sus cargos, de congresistas llamados de “izquierda”. Esos son los que le dan “legalidad” a una institución que es el buque insignia de cualquier democracia burguesa que se precie. Son, además, parte del “golpe dentro del golpe», al insistir en votar un adelanto de las elecciones para seguir desconociendo que el único presidente que el pueblo respalda está secuestrado en una cárcel de Lima. Así es que esos “izquierdistas” dieron quórum y muchos de ellos votaron con las dos manos para que los comicios se celebren en abril de 2024.
Pero es importante insistir que una parte de ese discurso de “adelantar elecciones”, impuesto a sectores de la población como “una solución”, es parte del mismo entramado golpista. Veamos: La primera pregunta que hay que hacerse es: ¿por qué razón hay que adelantar elecciones si el mandato de Pedro Castillo vence recién en 2026?. Eso que tan bien han comenzado a ver amplios sectores del pueblo que se movilizan en todas las regiones contra el golpe, y que exigen “restitución de Castillo, asamblea constituyente y cierre del Congreso”, parecen no quererlo entender los que se dicen “progresistas dentro del Parlamento.
Esto no ocurre por casualidad, ya que recordemos que la llamada “izquierda caviar”, claramente socialdemócrata, fue con su propia candidata, Verónica Mendoza, a la primera vuelta de la elección que ganó Castillo. Luego de una estruendosa derrota, obligados por las circunstancias, metieron violín en bolsa y se sumaron a darle apoyo a Castillo, que se impuso en la segunda vuelta. A partir de ese momento, la izquierda light trató de mil maneras de acercarse a Castillo para influenciarlo a fin de que rompa amarras con el partido Perú Libre -ese sí, de izquierda real, marxista-leninista- que fue el que le brindó la estructura partidaria para concurrir a las elecciones. Tanto insistieron que finalmente lo lograron: en un de esos permanentes cambios de gabinete que hizo Castillo, le tocó el turno de treparse al gobierno a los “caviares”, pero claro, duraron poco, porque del embate del fujimorismo no se salvan ni los más radicales ni los tibios. A todos los «terruquea», esa ultraderecha fascista que son los que aplicaron el Terrorismo de Estado, cuando gobernaron Fujimori-Montesinos, para asesinar a decenas de miles de campesinos, indígenas, obreros y estudiantes.
Ahora, que ya está consumado el último eslabón de la trama golpista, ahora que la “Dina asesina” (como la denominan los de abajo) sueña con llegar con sus secuaces hasta el 2024, y que los militares y las fuerzas policiales campan a sus anchas, allanando, torturando, matando, mientras el Congreso de la infamia, con todos los políticos entreverados en su propia mierda, se prepara para seguir dictando leyes represivas e imaginando alguna estratagema para liberar a Fujimori, sacan de la galera lo de un nuevo llamado a comicios donde participarán los mismos de siempre, a los que la calle les grita “que se vayan todos”. Ellos amasarán la torta y después se la comerán.
Por allí no viene ninguna solución, sino todo lo contrario, seguirá anudando la dependencia con Estados Unidos, cuya embajadora le da instrucciones a la Boluarte y a varios de sus ministros. No se trata de seguir perdiendo el tiempo con falsas promesas, es la hora de defender adentro de Perú, la táctica de la insurrección popular, como hasta el presente, para restituir a Castillo en el cargo y cumplir con lo que él dispuso antes de ser apresado: disolver el Congreso y convocar a la Constituyente. Y a nivel internacional ejercer la solidaridad concreta con los que luchan, dejando al descubierto a esos vendedores de “espejitos de colores” que son los que quieren nuevas elecciones. Por acción u omisión son cómplices del golpismo fujimorista.