“La realidad no le perdona ni un solo error a la teoría…” Lev D. Trotski
En razón de la reciente crisis que nos lleva de cabeza se me ocurrió sugerir que suspendamos hasta nuevo aviso la validez de la Ley de la Gravitación Universal, –tú ya sabes, la de Newton–, e interrumpir sine die la aplicación del Principio de Indeterminación de Heisenberg, esa virguería ligada a la dualidad onda-corpúsculo de las partículas elementales que nos priva de la posibilidad de conocer al mismo tiempo su posición y su cantidad de movimiento.
Digo yo, visto lo que pasa con la Teoría Económica estándar, cuyos principios en este momento sirven mayormente para limpiarse el culo, sin que ningún economista digno de ese nombre –de preferencia pseudo premio Nobel de Economía– diga esta boca es mía.
Por ejemplo Ben Bernanke, ex presidente de la FED, banco central del Imperio, que acaba de recibir el Nobel y el billete que lo acompaña por ser un especialista de la Banca y de las crisis financieras.
Uno que es mala leche recuerda que Ben Bernanke presidía la FED cuando se produjo la crisis de los subprimes, y Ben dejó quebrar al famoso banco Lehman Brothers para alegría de sus competidores, otros bancos aun más piratas.
Las malas lenguas dicen que los amos de las grandes finanzas, Bernanke entre ellos, se hicieron los peras cocidas y miraron para el otro lado cuando Lehman Brothers disponía de activos suficientes para garantizar la ayuda que le pidió a la FED y le fue denegada.
Bernanke y sus pares conocían con mucha antelación la génesis de la crisis y se cachondeaban al respecto. En septiembre de 2006, Richard Fisher, presidente del banco central de Dallas (la FED es la reunión de 12 bancos centrales regionales), contaba un chascarro en plena sesión de la FED: “El único tema que ha sido más estudiado que la situación de los créditos inmobiliarios (subprimes) es el nacimiento del bebé de Brad Pitt”.
Bernanke –especialista de la Banca y de las crisis financieras– fue un insigne inútil, pero para el tema que nos ocupa ahora Bernanke es calderilla, plata de limosna dominical, monedita al pedo como la lepta –véanse los evangelios de Marcos (12, 41-44) y Lucas (21, 1-4).
Porque las bases teóricas del neoliberalismo están sirviendo de bayeta para limpiar moho, orín, herrumbre y caca de oca.
Me explico. La Teoría del Equilibrio General (TEG) que la Humanidad le debe al genio de León Walras (Dios le tenga en su Santa Gloria), sostiene que toda intervención externa al arbitrio del libre mercado, así fuese para mejorar las condiciones de funcionamiento del libre mercado, es perjudicial para el libre mercado. Si tal intervención proviene del Estado, es peor aún: según la Teoría de Walras el libre mercado y el Estado son como el aceite y el vinagre.
No obstante, los gobiernos del mundo libre, área geográfica que coincide con las fronteras de los más augustos defensores del libre mercado, han suspendido de facto los efectos benefactores del libre mercado y la libre competencia.
Emmanuel Macron, presidente francés venido directamente del banco Rotschild, estima que todos los europeos debiesen negociar juntos el precio del gas, formar algo así como un cartel. Y agrega: “Le diremos con mucha amistad a nuestros amigos estadounidenses y noruegos ‘Uds. son súper, nos suministran la energía del gas, pero hay un truco que no puede funcionar mucho tiempo, y es que no podemos pagar el gas cuatro veces más caro de lo que Uds. le cobran a sus propios industriales’”.
Macron, un eminente banquero, acaba de descubrir el agua tibia, la especulación, la ley del más fuerte y, sobre todo, que la formación de precios no tiene nada que ver con la libre competencia, y mucho que ver con quién es el que la tiene más larga.
La Comisión Europea, gobierno de la UE que pasa lo más claro de su tiempo imponiéndole las duras reglas del libre mercado a los países miembros, busca imponer un precio máximo del gas en el mercado europeo. Así, los neoliberales se pasan la Teoría del Equilibrio General por el arco de Augusto, sin avisarle ni a las escuelas de Economía del Viejo Continente que siguen enseñando boludeces.
Si esto no es una intervención externa al libre mercado y a la libre competencia… ¿qué es?
Para no hablar de la presión ejercida por el Protector, EEUU, que hace todo lo posible –incluyendo algún atentado terrorista en los gasoductos– para que la Unión Europea no dependa de la energía barata que suministraba Rusia, sino de la amigable energía a precio de oro que quieren vender amigablemente las empresas yanquis.
Si eso no es una intervención externa al libre mercado y a la libre competencia… ¿qué es?
Cuando sugiero invalidar temporalmente la validez de las teorías de la Física Clásica y de la Mecánica Cuántica en razón de esta enésima crisis, no hago sino tomar en serio a los pinches economistas que han pretendido desde hace lustros darle a la economía el mismo valor científico que a las ciencias duras. Inventando con ese objeto un mogollón de fórmulas matemáticas que no entienden ni ellos.
Como queda en evidencia una vez más, el valor científico de la Economía depende de quien tiene petróleo. O gas. O es capaz de realizar el mantenimiento de sus centrales atómicas haciéndole pagar la factura a los pringaos. Como hace Francia ahora, sin perder de vista que cuando todo funcione, como conviene, habrá que volver a privatizar los beneficios.
Mientras tanto ahorra papel: límpiate con la Teoría.
Luis Casado para La Pluma
Editado por María Piedad Ossaba
Publicado por Politika, 13 de octubre de 2022