La respuesta a esta pregunta parece ser simple: durante los gobiernos del PT los brasileños vivían mejor. Entre 2003 y 2015, en el gigante suramericano se crearon 22 millones de puestos de trabajo, más de 36 millones de personas salieron de la pobreza, se implementaron planes sociales que alcanzaron a más de 52 millones de ciudadanos y Brasil fue declarado país libre de hambre. Todo eso cambió con el golpe de Estado de 2016 y con la llegada de Jair Bolsonaro al gobierno.
Todo parece indicar que es solo cuestión de tiempo para que Luiz Inácio Lula da Silva vuelva a ser el presidente de Brasil (ya sea en la votación del 2 de octubre o en la segunda vuelta, el 30 de ese mismo mes).
¿Por qué es tan contundente el apoyo al ex presidente y líder del Partido de los Trabajadores (PT)? A diferencia de tantos otros fenómenos políticos que se dan en la región y en el mundo, la respuesta parece ser simple: durante los gobiernos del PT los brasileños vivían mejor.
Los datos son contundentes: entre 2003 y 2015 (durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff), se generaron 22 millones de puestos de trabajo, más de 36 millones de brasileños y brasileñas salieron de la pobreza, el poder adquisitivo de los trabajadores se incrementó, todas las personas tuvieron mayor y mejor acceso a la salud y a la educación, se implementó el plan Bolsa Familia (similar a la Asignación Universal por Hijo, de Argentina), programa con el que se asistió a 52 millones de brasileños y la mejora en las condiciones de vida hizo que Brasil saliera del mapa del hambre que registra la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En 2005, al igual que lo hizo el gobierno argentino de Néstor Kirchner, en un gesto de recuperación de la soberanía política e independencia económica, el gobierno de Lula pagó la totalidad de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el plano internacional, Brasil lo transformó en la sexta economía mundial y en uno de los principales impulsores de la unidad regional y en la consolidación de un mundo multipolar. En ese período, el gigante suramericano se sumó a los BRICS (bloque conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tuvo un rol fundamental en la nueva reestructuración del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y en el surgimiento y consolidación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Tras el golpe todo fue peor
En 2016 se produjo el golpe de Estado encabezado por Michel Temer y en 2018 (mientras Lula estaba proscripto ilegalmente), Jair Bolsonaro asumió como presidente. Las políticas llevadas adelante por Temer y Bolsonaro generaron que, en la actualidad, según un informe de la Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red Penssan) más de 33 millones de brasileños sufran hambre y más de 125 millones padezcan inseguridad alimentaria.
#PraLerNaMadruga | A análise crítica e material da fome elaborada por Josué de Castro trouxe à baila os impactos negativos do colonialismo, da concentração de terras, da exploração do trabalho e dos processos migratórios humanos. #ValeLerhttps://t.co/SKZBlTRFr1
— Brasil de Fato (@brasildefato) April 6, 2021
Bolsonaro eliminó el programa Bolsa Familia y lo remplazó por otro denominado «Auxilio Brasil», pero de mucho menor alcance.
Otros datos indican que, en la actualidad, el desempleo en el gigante suramericano alcanza el 11,6 %, lo que en números concretos representa a 12,4 millones de personas. A ello se suma que el 40 % de las personas que tienen trabajo se encuentran en la informalidad, es decir, 38,6 millones de brasileños y brasileñas.
Un informe de UNICEF (publicado a principios de 2022) señaló que «en Brasil, más de 18 millones de niños y adolescentes (el 34,3 % del total) viven en hogares con ingresos per cápita insuficientes para adquirir una canasta básica de bienes. Pero la pobreza en la niñez y la adolescencia es aún mayor. Esto porque, para entender la pobreza, es necesario ir más allá de los ingresos y analizar si las niñas y los niños tienen garantizados sus derechos fundamentales».
El estudio advierte que «el 61 % de las niñas y los niños brasileños viven en la pobreza, siendo pobres monetariamente y/o privados de uno o más derechos».
Una investigación del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) muestra que, en los últimos dos años, en el gigante suramericano el número de niños y niñas de 6 y 7 años que no sabía leer o escribir subió de 1,4 millones (2019) a 2,3 millones (2021), lo que representa al 40,8 % de los niños y niñas de esa edad en Brasil. Dicho de otra forma, de cada 10 niños de esa edad, cuatro no aprendieron a leer ni a escribir.
Las políticas de Bolsonaro, quien definió la pandemia como «una gripecita», llevaron a que 34,6 millones de brasileños se contagiaran y 686 mil fallecieran a causa de la covid-19 (datos al 28 de septiembre de 2022). En la actualidad, en Brasil, más de 100 personas mueren cada día por la pandemia.
La pérdida de soberanía en el país también se vio reflejada en las políticas de privatizaciones impulsadas por Bolsonaro y su ministro Paulo Güedes. El máximo símbolo del programa neoliberal del actual gobierno fue la privatización Electrobras, la empresa eléctrica más grande de Latinoamérica. El gobierno ya había anunciado que pretende privatizar 115 activos estatales.
Los datos son claros y contundentes y el pueblo de Brasil se ilusiona porque sabe que con Lula, «tristeza tem fim».