Petro, capitalismo y libertad

El naufragio de esa nave de piratas, graduados en el despojo a miles y el mantenimiento de privilegios a unos cuantos capataces oligárquicos, da la sensación de haberse hecho trizas en medio de los desafueros que, un juguete del ya descaecido “mesías”, cometió durante el cuatrienio a punto de terminar.

“Del discurso de la victoria, en el que Gustavo Petro advirtió que no traicionaría al electorado, hay que destacar las consignas de no gobernar con odios ni sectarismos. Estos sentimientos, en una larga historia de desastres, han sido derramadores de sangre y lágrimas, en especial para el pueblo raso, siempre carne de cañón y víctima eterna del poder”.

Aquello tan principesco y feudal de “el que diga Uribe”, mandamás de una especie de hacienda-país durante más de 20 años, parece haberse hundido quizá para siempre. Más de 6.402 razones se propalaron a todos los vientos para poner en jaque un dominio feroz en el que se conculcaron derechos a los trabajadores, se ferió el país, se suscribieron leoninos tratados de libre comercio, se marchitó el agro y se dio vuelo al poder terrateniente.

El naufragio de esa nave de piratas, graduados en el despojo a miles y el mantenimiento de privilegios a unos cuantos capataces oligárquicos, da la sensación de haberse hecho trizas en medio de los desafueros que, un juguete del ya descaecido “mesías”, cometió durante el cuatrienio a punto de terminar. Con el triunfo del Pacto Histórico se derrumba, al menos en apariencia, un imperio de “embrujos autoritarios”, corrupciones, politiquería y otras podredumbres oficiales.

Se puede decir que ha concluido un período, aunque no del todo ha muerto su influjo mefítico, ni sus tentáculos han sido cercenados. Pero es evidente el comienzo de un tiempo distinto, que, según los ganadores en estos comicios desaforados, es la escritura de “una historia nueva”. El triunfo electoral de Gustavo Petro y el Pacto Histórico, con abrumadora votación, ha sido el puntillazo (o eso parece) para el agonizante uribismo, cuyos estertores se han manifestado en este cuatrienio infame.

Para el señor feudal ha debido ser un recto a la mandíbula. De fracaso en fracaso con sus “ahijados”, primero Óscar Iván Zuluaga, al que despachó sin consideraciones para reemplazarlo por Fico, un muñeco de ventrílocuo (similar al que aún es presidente de Colombia) que, al ser derrotado sin apelaciones, se metamorfoseó en un patán con arranques de playboy, admirador de un genocida y al que, según se vio, la Virgen (y no propiamente una de medianoche) le cobró sus blasfemas vagabunderías.

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 21 de junio de 2022

Editado por María Piedad Ossaba

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