El Sujeto de Manchuria

En el laboratorio de experimentación conoció, no sin asombro, lo más avanzado en compuestos químicos para transformar la mente humana en una esponja capaz de absorber sensaciones inimaginables.

Maneco se las sabía todas, o eso creía. De pibe les gustaban las armas y la química, era un poseso desde corta edad en eso de usar armas de juguete y mezclar sustancias de aquel juego de química que le había regalado su tío Claudio, único miembro no castrense de aquella familia de soldados.

El primario lo hizo en el San Ingnoto, ahí aprendió los preceptos de la religión como ‘deben ser’, la bondad del que manda, la caridad del que tiene, todo lo que conforma la liturgia de los aspirantes a gente de bien, respirando la santidad de los  iguales más iguales que otros. Era un poco liero y tuvo que ir el coronel a hablar con los maestros un par de veces para bancarse los descarríos del nene, que ya pintaba de lo lindo. Terminó sexto y siguió en la enseñanza media, privada, como no, y allí conoció las manteadas a los primerizos, las ninguneadas de los superiores, la práctica de la esclavitud en el contexto de las jerarquías, en el marco del ‘orden, jerarquía  y justicia’, emblema de la institución.

Aborrecía la tierra, a la que comparaba con el rostro de los ‘negritos’ que pululaban por la ciudad, su ‘ciudad’, norte semipaqueto de esa capital de blancos para blancos. El aire lo asustaba un poco, quería volar alto, le gustaban las alturas, pero el vacío, ese vacío a sus pies cuando el avión se balanceaba y bailaba entre nubes tormentosas no fueron incentivos para su vocación castrense.

Eligió el agua, quizás porque el fluido limpiaba toda impureza humana  y moral que inundaba, vaya la contradicción, la vida de los virtuosos. Pero cuando pretendió ingresar a la Escuela Naval no pasó el pinet y quedó afuera. La vocación frustrada de militar, por un lado, y el resentimiento hacia los guerreros a los que a admiraba y odiaba a la vez templaron su carácter: serio, implacable, ordenado, insolente, altanero, decidió ingresar a la facultad de Química de esa universidad con nombre de santo, como no. Y allí cursó la carrera con fruición. Su relación con la química tuvo que ver con la transformación de una cosa que nunca volvería a ser como antes a través de un proceso de manipulación.

Nunca hubiese podido elegir una ciencia semejante para dar rienda suelta a sus instintos y objetivos: experimentar, transformar, convertir, dominar entes. Química: materia, energía y sus cambios. Y aunque los hombres, según Maneco, no eran materia sino alma, la energía podía cambiarlos y convertir esa ‘sustancia’ material (y espiritual, ojo) en otra según las interacciones a las que eran sometidos.

El ingreso a la Armada de Maneco como ‘profesional’ no tardó en concretarse. Test psicofísico, orientación religiosa y política, familia como Dios manda, incluidos ambos apellidos, antecedentes, psicografía integral y…adentro. El ‘químico’ ingresó al agujero naval como por un tubo. Y lo enviaron, no se sabe cómo, él quería ir a la dirección de Material, a Inteligencia.

Era la época de las grandes epopeyas militares contra la ‘subversión’. Y Maneco no pudo aportar desde su metier grandes ideas ni ejecutar operaciones directas para combatir a los ‘apátridas’, sobre todo a los prisioneros que la Fuerza mantenía sepultados en los chupaderos y que él decía ignorar.

Maneco era científico, un experimentador.

Hombre de su tiempo y su arma, fue un buen alumno, sobresaliente en su oficio de transformar la materia, y fue becado a los Estados Unidos para perfeccionarse en su quehacer.

La civilización occidental y cristiana, en todo su esplendor, lo esperaba para, mediante la química mental, transformarlo decididamente en un malandrín de lujo.

–    Hello, ¿haw are you?…sit dawn, please

Antes de permitirle sentarse a ese adyentain que se había cuadrado como un autómata frente a aquel hombre de media sonrisa, éste se presentó

–    I am Big Dog, Chemical Division Chief of Ci Ai Ei …así lo deletreó (CIA).  I have heard about you very well…

Un retrato de Sidney Gottlieb, antiguo jefe de la División Química de la CIA, fundador y jefe del programa MKULTRA en la era de los 50/70, presidía aquella reunión desde el centro de una blanca pared.

Y bueno, se consoló una vez más Maneco. Cuando ni bien llegó a los esteits* lo enviaron allí, donde no había que experimentar con materiales para la industria naval ni nada por el estilo, las funciones de un químico en Inteligencia eran distintas. La oficina naval USA le hizo llenar formularios y demás papelerío de rutina, y especialmente uno en donde se consignaba que de aquí en más todo lo que viese, escuchase o experimentase no podía ser divulgado ante nadie, solo a sus superiores consignados allí para tutorizarlo en su misión, so pena de traición.

En su país, le dijeron muy amablemente mediante un traductor, todo lo aprendido le serviría para acometer el sagrado deber de llevar a cabo la Tercera Guerra Mundial contra el comunismo y llegar al cenit del Arma, con el apoyo los USArmy, por supuesto. Y de allí lo enviaron a la CIA, coberturizado como un capitán de fragata que iba a cursar  en un instituto naval- travestido en una dependencia de la CIA- un programa de química de guerra naval.

Un poco turbado frente a aquel importante personaje, el adyentain se sentó y comenzó a hablar en su medio inglés. El hombre apretó un timbre y llegó, sonriente, un intérprete. Y allí se decidió que hacer con aquel Maneco, que al tiempo y luego de un aprendizaje intensivo del idioma y otras cuestiones se transformó – oh, la química – en Sam Horn. El Patricio Hornos Wild, nombre de pila del treintañero Maneco, pasó a ser un renglón, seguido de varios renglones, en una ficha de la Compañía. Ya estaba adobado para aprender y asimilar la técnica más poderosa del mundo en cuanto a combatir la escoria roja.

Un duro entrenamiento forjó al personaje.

En el laboratorio de experimentación conoció, no sin asombro, lo más avanzado en compuestos químicos para transformar la mente humana en una esponja capaz de absorber sensaciones inimaginables. Odio, temor, excitación paroxística, profundas depresiones y otros estados de ánimo, prodigios de la ciencia, fueron desfilando ante los ojos y oídos atónitos de Maneco-Sam. ¡Qué cosa poderosa la química, cuanto se podía hacer combinando elementos para defender al mundo libre del materialismo marxista! – se dijo para sí, aunque el asombro y la duda no dejaban de turbarlo. Él era un químico naval, diseñado en su país para crear y transformar materiales apto para la guerra en el mar y vencer a los enemigos…si bien sabía que su misión consistía en perfeccionarse para combatir al comunismo no esperaba ver y escuchar cosas como las que descubrió allí.

El instructor puertorriqueño de Sam, de nombre Fire Bird, se esmeraba por impartirle al nuevo recluta todos los dimes y diretes en eso de transformar a los hombres en piltrafas o robots agresivos, según se tratara, a través de compuestos que carecían de olor, sabor, densidad, y que se podían administrar por vía bucal, parenteral, aspiración; a través de las gotas de sudor, de la piel, cual vapores indetectables en cualquier ambiente.

-Este compuesto lo hemos creado y experimentado conjuntamente con la Oficina de Investigación Naval, hombres de tu arma…- sonrió al fín el latino norteamericanizado.

Y de una alacena donde se hallaban enfrascados diversos fluidos extrajo uno y lo expuso ante Maneco como si fuese una obra de arte.

-Nadie se resiste frente a este…el ‘blanco’, al ser administrado, pierde la noción del tiempo, del espacio, de su propia vida…o expulsa lo que tiene en su inconsciente o enloquece…y muere…

Maneco intentó disimular ese algo de temor que ya había contraído y tragó saliva … en su subdesarrollado país no se conocían estos compuestos, salvo el pentotal sódico y alguna que otra minucia que había escuchado se utilizaba para interrogar prisioneros, eran más gruesas las formas de hacer hablar o transformar a los hombres …su asombro se contradecía con algo que no comprendía y que comenzaba a aflorar en relación con su pasado, la enseñanza religiosa, la formalidad del bien con mayúsculas, el alma… claro que la guerra contra la subversión era una guerra santa, pero esas técnicas tan sofisticadas, explicadas con tanta displicencia por aquel morocho yanquizado lo turbaban, no llegaba a asimilar el conocimiento tal como debía ser: sin remilgos, tan natural como ver y escuchar llover.

-Esta otra la desarrollamos hace tiempo, es una joya de la Compañía- siguió Fire Bird- es muy conocida, LSD … ácido lisérgico…- y levantó el frasco como si se tratara de un trofeo obtenido en un torneo.

Sam-Maneco había escuchado hablar sobre ese compuesto utilizado por los hippies, tan odiados por él, sucios, desgreñados, amorales, que se oponían a la guerra de Vietnam. Algo sabía sobre el LSD, pero no estaba al tanto de quienes lo habían producido…creía hasta ese momento que había sido obra de los hippies mismos, pero no de los químicos de la CIA travestidos en hippies…

-…y aquí tenemos otras joyas de nuestro arsenal de guerra ‘no letal’, como le llamamos aquí- siguió despachándose el puertorriqueño.

Sam -Maneco se convertía, tal doctor Jekiil y en un instante, en Sam y en Maneco, según las circunstancias, pero ahora era Maneco el que escuchaba con las cejas arqueadas…

-…heroína, marihuana, cocaína, mescalina, éter, thorazine, nembutal, seconal, phenotiazine, tetradoxin, scopololamina, acetilcolina, BZ, burundanga…compuestos para producir bloqueos de memoria, delirios, parálisis, amnesia, anular juicios y voluntades, quebrar a los enemigos, estimular o disminuir la agresividad…se puede decir que Dios nos ilumina con su sabiduría- ancló el instructor. Y agregó, antes de que Maneco-Sam-Sam-Maneco…tragara a ese Dios mentado por el puertorriqueño…

-Nuestro maestro Sidney Gottlieb- y señaló el retrato que colgaba de la pared- nos marcó un camino, como el doctor Ewen Cameron, genio de la psiquiatría, el doctor Harold Wolff y otros. Antes de morir, Sidney se encomendó al Altísimo, que lo había guiado en sus acciones para defender a los Estados Unidos…

Cuando escuchó otra vez nombrar a Dios, Maneco se sintió zamarreado…

El instructor siguió con su periplo; cual guía turístico llevaba a diario a Maneco-Sam a los distintos destinos paisajísticos de la química y otras ciencias aplicadas a la Inteligencia, tal como lo definía aquel morocho que hablaba inglés sin un acento distinto al resto de los demás norteamericanos. Maneco-Sam escuchaba atentamente a aquel personaje que, al revés de la frase de aquel Martín Fierro que había leído de pequeño en su casa materna, era ‘un instructor que ¡bruta! sabía su oficio’, y como lo sabía, que joder…la pucha que sabía…y al recordar esa frase Maneco-Sam o Sam -Maneco dubitaba…aunque ponía atención en aquel interlocutor se revolvía en las contradicciones de sí mismo, que ni la química podía resolver… cuando sentía que era Maneco se tenía un poco de bronca, él debía ser Sam Horn y nada más, olvidarse de aquel Maneco que confesaba ante el cura de aquella iglesia paqueta los pecados infantiles: le había contestado a su madre, insultado a su hermanita, pensado que su padre era muy riguroso con él, con su educación, su sentido de la honestidad, la moral…y mientras Fire Bird seguía mostrándoles las joyas de la Compañía, el químico de mar retornaba sin quererlo a su adolescencia, cuando el cura lo había mandado a rezar cinco avemarías y un padrenuestro por haber confesado el haber tocado con sus manos temblorosas el seno de Felicitas que lo hizo erectar…pero bueno, eran cosas del pasado, había sido becado para aprender las técnicas más adelantadas y civilizadas para combatir a los enemigos de la Patria con mayúsculas…

El instructor acompañaba diariamente al ‘nuevo’. Todos los efluvios líquidos en eso de atormentar al prójimo se hallaban apilados, uno al lado de otro, en esas estanterías. Y Maneco-Sam se convertía en algún momento en Sam –Maneco, deslumbrado por esa panfernalia científica que, claro, negaba el alma guerrera que acompañaba siempre a aquel frustrado infante de marina, porque alguna vez eso hubiera querido ser aquel químico, que ahora no soñaba ni pretendía soñar con algo más que hacer una carrera decente en ‘la Fuerza’ de su país.

Continuaron las teorías, sonrisas, deslumbramientos, descubrimientos de mezclas químicas desconocidas para el químico marino de southamérica*, hasta que llegó el día.

-Mañana prepárate, todo lo que has aprendido lo verás aplicado, y entonces comprenderás lo maravilloso de nuestro esfuerzo por luchar por el mundo libre.

Comenzaban las clases prácticas, un ligero escalofrío surcó la espalda de Maneco, pero por suerte Sam lo ayudó. Se despidió y corrió a ducharse a su camarote de tierra, cercano a una piscina donde se remojaban otros reclutas. Hacía calor y el agua, la única que había allí, brotaba de las canillas de bronce dorado y dormía en aquella piscina rectangular.

Cuando llegó temprano esa mañana al centro de instrucción lo esperaba Fire y dos acompañantes. Sin presentaciones, Fire lo invitó a subir a un auto. Sam no preguntó adónde iban, la prudencia y la discreción eran moneda corriente en esos quehaceres. Enfilaron por una carretera hacia la periferia de la ciudad, se adentraron en un camino asfaltado de una sola mano, avanzaron unos kilómetros hasta llegar a un edificio bastante vetusto, amplio, parecido a un Ministerio de la Argentina, situado en un bosque, emergiendo entre jardines cuidados que se hallaban dentro de una cerca de alambre que rodeaba el perímetro del inmueble. Torretas con guardias en las esquinas delanteras de aquella mole llamaron la atención de Sam, que ya travestido en Maneco volvió a inquietarse

– ¿Qué carajo cuidan estos guardias si esto no es un cuartel? más bien parece un hospital o un ministerio – caviló para sus adentros.

No había terminado de interrogarse cuando el auto se detuvo frente a la cerca del edificio, bajaron los cuatro ocupantes, Fire caminó unos metros hasta el portón de entrada, tocó timbre…un custodio salió y saludó al puertorriqueño comúnmente, no se cuadró ni estaba uniformado, solo levantó el brazo, abrió paso a los visitantes, cerró el portón y desapareció.

Los cuatro avanzaron hasta la misma puerta de entrada, se asomó un hombre de blanco.

– Hello, how are you

– Find, y el instructor mostró una credencial

-Ok, come here, please…

Fire hizo un ademán con su brazo y sus acompañantes, junto a Sam Maneco, se adentraron por corredores vacíos que parecían no terminar nunca, sólo alguno que otro personaje luciendo guardapolvo aparecía, saludaba y seguía su camino. Al fin llegaron a un recibidor, donde un hombre esperaba de pie tras un amplio escritorio.

-Hello, dijo Fire, we come for ‘manchù’

-its ok, fill out the form and sign, respondió, y le alcanzó a Fire un formulario que llenó y firmó

Cuando terminó, el hombre abrió una puerta y los tres, junto con Sam Maneco, ingresaron a otra ala del edificio. Recorrieron un nuevo pasillo, a ambos lados se observaban puertas de metal con mirillas…cada cinco metros hombres de blanco observaban y saludaban al paso del cuarteto.

Maneco fijó unos segundos la vista sobre uno de ellos, buscó alguna identificación abrochada a su vestimenta y no la halló, levantó la vista y se encontró con cámaras de observación que registraban todo movimiento en ese corredor.

En algún momento las miradas de Sam y Fire se cruzaron, Fire detectó la duda en su discípulo. Sin que de Maneco surgiera una palabra Fire habló en castellano

-Ya llegamos. Aquí está el sujeto manchú…

Y esbozando una sonrisa dijo

-…el experimento comienza ahora…

Los cuatro traspasaron una puerta de metal, custodiada, ahora se veìa claro, por dos guardias que, como los demás, vestían de blanco.

Sam entonces dio paso definitivamente a Maneco. Para no quedar completamente descolgado, el adyentain preguntó en inglés

– ¿what is the subject manchú ?

El puertorriqueño sonrío mostrando los dientes.

-I will explain it to you later in spanish……ahora lo verás con tus propios ojos…

Entraron a una habitación en donde las paredes se hallaban acolchadas y revestidas de tela blanca. Una camilla, aparatos de distinto tipo, tubos de oxígeno, barbijos, mascarillas de respiración, computadoras, aparatos de consignar ritmos cardíacos y cerebrales y un sinfín de instrumentos y frascos se apilaban uno al lado de otro sobre un cobertor que semiocultaba una mesada de acero.

Dos hombres de blanco ladeaban una puerta que se hallaba en el fondo de la habitación. Fire ordenó a sus tres acompañantes calzarse guardapolvos blancos y calcetines quirúrgicos, él hizo lo mismo. También se colocó una gorra de operaciones y ordenó a colocárselas a los otros tres, incluido Maneco Sam, que cuando quiso calzarse uno de los calcetines rasgó la tela y debieron alcanzarle otro. La fuerza que hizo para ponérselo denotó una gran tensión y Fire enseguida lo consignó.

– Tranquilo- dijo- siempre ocurre la primera vez

No pasaron cinco minutos cuando la puerta se abrió y entró un camillero transportando a un hombre del cual solo se veía el rostro, parecía muerto, pero había algo de color en su piel.

-This is de subject manchú – sonrió el puertorriqueño, señalando al individuo de la camilla, el camillero se retiró y fue suplantado por los dos hombres de blanco que acercaron la camilla rodante hacia la que parecía ser la mesa de operaciones o experimentos. Uno de ellos tomó una jeringa de la mesada de metal, la introdujo en uno de los frascos e inyecto el contenido en el brazo izquierdo del sujeto horizontal.

El encamillado se hallaba en coma inducido hacía casi dos meses, según explicó Fire, y durante todo el tiempo se le hacía escuchar consignas a través de auriculares que, siempre según el instructor, lo liberaban de su ‘personalidad’ anterior. Era un enfermo mental, uno más de los que vegetaban en ese edificio, un Mental Institute de la CIA, coberturizado como tal. El ‘sujeto manchú’, tal cual lo había definido Fire, parecía ser un masculino de unos 45 años, que según informó padecía esquizofrenia. En él, según explicó el instructor, se habían utilizado potentes drogas que permitirían- asociadas a electroshocks emitidos a través de voltímetros estilizados- borrar toda personalidad anterior y ‘crearle’ una nueva. Según se explayó el puertorriqueño, esta vez asesorado por los dos ‘especialistas’ situados a ambos lados de la camilla que explicaban en inglés lo que él repetía en castellano a Sam -Maneco, el sujeto despertaría en poco tiempo con una nueva mente- sin recuerdos anteriores ni rescoldos de lo que había anteriormente en su inconsciente- cuidadosamente moldeada por los especialistas de la CIA. Sería lo que se dice un robot viviente, al servicio de sus creadores, nosotros. Su cerebro y sentidos serían los que la Compañía quería que fuesen y sintiesen. Sin culpa ni remordimientos de ninguna especie, podría acometer los más sangrientos asesinatos sin que se le moviese un pelo, obligar a cualquier prisionero a hablar sin ahorrarle ningún tipo de sufrimientos y hasta darle muerte y suicidarse, si eso hacía falta…

– …aunque eso casi nunca ocurre – acotó Fire a Maneco girando la vista hacia el  adyentain. -A través de la aplicación de LSD o BZ, mezclada con otros compuestos, al ‘blanco’ (se refería al prisionero) este revelaría hasta por demás sus pensamientos y secretos más ocultos. Claro, eso llevaría un tiempo, que nuestro sujeto manchú no tendría en cuenta, puesto que cumpliría con su tarea todo el tiempo que nosotros deseásemos. La noción del tiempo no formaría parte de su nueva personalidad…estaría programado….

Maneco apenas podía creer lo que veía y escuchaba, pero había sido enviado allí desde Argentina para aprender y no dejarse tentar por asombro o sentimiento alguno que le impidiera cumplir con su misión.

Por varios minutos los visitantes observaron el quehacer de los especialistas, que medían y observaban reacciones, si las había, del encamillado que a futuro ‘renacería`, Fire se apartó un momento con los especialistas y dialogó con ellos en inglés y en voz baja, Maneco no se animó a hablar con los acompañantes de Fire, que durante toda la visita no emitieron palabra. Al fin el instructor saludó a los de blanco, mandó quitar los atuendos a sus acompañantes y los cuatro se retiraron… a otra sala…

________

Amplia, exhibiendo los acolchados de rigor en sus paredes, esa sala era especial. Fotos de internos del ‘hospital’ colgaban de las paredes laterales, algunos de frente y perfil, otros demacrados y despistados, otros sonriendo desdentados, otros serios y con rictus agresivos…

Fire enseguida detectó el semblante de Maneco

– Estos son algunos de los sujetos con los que estuvimos trabajando con compuestos y mecánica- se refería a los electroshocks e intervenciones quirúrgicas cerebrales-. La mayoría reaccionaron como lo programamos, otros no…algunos se fueron…

Maneco arqueó las cejas

Sí- agregó el puertorriqueño- es lo que tu piensas, son efectos colaterales no deseados, nada en relación con lo que logramos positivamente…

Tres sujetos de blanco ingresaron a la sala con una pantalla a ser proyectada y una computadora. Mientras uno armaba la pantalla, otros colocaban la computadora y el cañón proyector, todo era automático, no hacía falta electricidad ni enchufes para que el aparato funcionara. Fire explicó algo sobre su uso que Maneco no tuvo en cuenta, varias sillas con porta brazos, donde había anotadores y bolígrafos, se alineaban a unos pocos metros de la pantalla. Una vez que todo estuvo dispuesto

-veremos cine, seguro- se dijo para sí Maneco

Fire comenzó a hablar en inglés, sus acompañantes, como siempre, no emitieron ni gestos ni palabras, uno de los que había organizado la función casi susurró

– Which one?

– Number three-  indicó Fire.

El otro abrió una valija cuadrada, de las que usan los CEOS empresariales, sacó de ella lo que parecía ser un pendrive o algo así, lo insertó en la consola y luego de saludar a Fire se retiraron los tres.

Fire entonces habló para Sam, en castellano

– Tu preguntaste por el sujeto manchú? bueno, cuando nosotros intervenimos en Corea y casi logramos ingresar a China en 1950 para reestablecer la libertad e instalar la democracia en esos países, algunos de nuestros soldados cayeron en manos de los comunistas. Estuvieron un tiempo prisioneros …y cuando regresaron aquí se comportaron en forma hostil con nuestros comandantes y hasta con nuestro presidente…cuestionaron todo lo que habíamos hecho allí…que para qué habían ido…que fueron a morir y a sufrir por grandes empresas militares que enriquecían a unos pocos…que los chinos y coreanos – puaff, espetó Fire- …eran pacíficos y solo defendían su patria…cosas así. Nosotros supimos que les habían lavado el cerebro, los habían ‘dado vuelta’ como decimos acá…

Maneco escuchaba con atención aunque notó que los dos acompañantes de Fire lo observaban y tomaban nota en sus respectivos anotadores…trató de disimular cualquier reacción que le produjeran las palabras del instructor, que seguía hablando

-…como lo que declaraban los ‘dado vuelta’ era consignado por periódicos y demás medios de información, la Compañía decidió hacerlos callar, por un lado, y por otro costear un libro y un filme, cuyo autor decidió llamarlo El candidato de Manchuria. En él nuestro escritor se refirió a los lavados de cerebro que chinos y coreanos llevaron a cabo en Manchuria con nuestros prisioneros… el libro se convirtió en un éxito, y lo mismo el film, que fue premiado en todo el mundo libre…a partir de esos hechos la Compañía decidió experimentar para que los prisioneros comunistas no solo confesaran sus secretos sino que pudieran ser modificados en su…mente, al igual que cualquier individuo que profesara esas ideas. Como se trata de fanáticos, cuyos argumentos pueden ser convincentes, logramos neutralizar sus conciencias a través de procesos que permitieran romperlas, quebrarlas, y convertirlos en individuos proclives a aceptar nuestro modo de vida, nuestra pertenencia al occidente libre y civilizado…por ello a los sujetos que elegimos para experimentar los denominamos ‘sujetos o candidatos de Manchuria’, haciéndoles de paso saber a los comunistas que nosotros seríamos más eficientes que ellos en eso de convencer a sus acólitos que sus ideas o pensamientos son errados, tiránicos, demenciales…

A Maneco no se le movía un pelo ni un músculo del rostro ni de ninguna otra parte del cuerpo, se sentía observado por esos dos mudos que fijaban en el la vista unos segundos y tomaban nota de no se sabía que…

– Bueno, concluyó  Fire, ahora verás algunas escenas de nuestros experimentos, y te aseguro que te asombrarás…

Fire ordenó a uno de sus acompañantes que difuminara las luces de la sala. Se colocó detrás del cañón proyector y comenzó la función

En el primer cuadro del filme aparecía un hombre de unos 25 años, rodeado de público, en un acto llamando al fín de la guerra de Vietnam, en otro aparecía el mismo personaje, ya entrado en años, escribiendo, y en otro hablando a jóvenes que parecían ser universitarios. 

Fire detuvo el filme un momento

-A este sujeto lo venimos controlando hace años, es comunista…o por lo menos lo era, y peligroso, sabía convencer a la gente cuando podía pensar, hablar y ser escuchado…ahora verás…

Continuó con el filme y en otro cuadro aparecía el mismo personaje charlando con varios alumnos en un descanso de clase…uno de sus alumnos le convidó con un cigarrillo, el sujeto no aceptó y sacó de su bolsillo un chicle que conservaba…la cámara, invisible para el personaje, enfocó el chicle y al sujeto cuando se lo llevaba a la boca…el cuadro siguiente, sonoro, mostró al sujeto hablando a un auditorio… de pronto comenzó a decir frases incoherentes y a rascarse la cabeza…hablaba mientras se rascaba, guturalizaba a veces intentando explicar alguna cosa…de pronto comenzó a rascarse la entrepierna…un alumno preguntó algo y el individuo le contestó de mala manera e hizo varios gestos obscenos…la clase comenzó entonces de a poco a retirarse, el individuo pareció decir algo a una alumna que se retiraba y esta lo increpó…al poco tiempo la clase quedó vacía…solo el sujeto parecía hablar para sí, como un demente …

En el último cuadro cuatro policías y dos enfermeros sacaban al entonces profesor fuera del claustro…una cámara clandestina enfocó su rostro desencajado, el cabello revuelto, la bragueta del pantalón abierta…fín

Fire rio con ganas.

– El sujeto injirió un compuesto preparado por nosotros, dietilamida del ácido lisérgico, LSD, ya lo conoces…Fire sonrió buscando complicidad en los observadores que tomaban nota y que parecían comprender el castellano…sabes que altera la mente e induce a la locura,  nosotros le vendimos el chicle en un comercio que solía frecuentar, nosotros le ofrecimos el cigarrillo sabiendo que no iba a fumar, ya que estaba dejando la adicción y en su lugar masticaba chicle de la marca que nosotros sabíamos utilizaba…nunca más pudo convencer a alumnos o cualquier joven de nada, quedó totalmente desacreditado, quedó internado por un tiempo y le seguimos dando el ácido sin que supiera, nunca supo nada de eso, debió jubilarse y al retornar a su normalidad se dedicó a cuidar el jardín de su casa…

Sam no hizo gesto alguno de asombro, aprobación, desaprobación o algo que pudiera llamar la atención de los mirones…se sentía pesquisado y de reojo veía a los dos ayudantes de Fire tomar nota luego de observarlo…había algo que olía a trampa, a the troof, ¿lo estaban poniendo a prueba?

La segunda parte del filme había comenzado cuando Maneco estaba de regreso de sus coartadas gesticulares, el primer cuadro transcurría en un burdel, varios individuos eran filmados allí cuando pretendían penetrar a prostitutas…uno de ellos perdió la calma porque no podía erectar y la golpeó, en otro cuadro se enfocaba a un segundo individuo muy excitado y blasfemando, en un momento se tomaba la cabeza entre las manos y se sentaba en la cama, la impotencia sexual había hecho presa de él y la prostituta sonreía y no salía de su asombro, tanto uno como el otro eran individuos jóvenes…un tercero, filmado en otra habitación se deprimía y lloraba cuando la prostituta se quitaba el corpiño y las calzas, el hombre gemía y pedía por su madre, la llamaba por su nombre…

Fire, sin sonreír, cortó el filme y explicó

– Estos sujetos, sin que supieran, claro, fueron seleccionados debido a su juventud y salud mental, y además porque sabíamos que profesaban ideas opuestas a nuestro modo de vida, para probar compuestos que causan impotencia, depresión y deseo de asesinar…no llegaron a ello porque oportunamente nuestra gente ingresó al prostíbulo haciéndose pasar por agentes del FBI y en unos minutos detuvo a los ‘candidatos’, los sacó de circulación por un tiempo embutiéndolos en un espacio clandestino y luego, después de drogarlos, los abandonó en distintos puntos de la periferia citadina, de donde fueron verdaderamente arrestados por la policía del condado…supimos por nuestros informantes que no recordaban nada de lo pasado en ese prostíbulo, ni siquiera el haber estado en él…

Maneco se hallaba verdaderamente turbado, no sólo por la exhibición de esa panfernalia química en acción sino por la manera que el puertorriqueño daba cuenta de ella durante el filme…los acompañantes seguían anotando y observando, el marino adyentain hubiese querido salir de allí pero supuso que dentro de los experimentos de la Compañía se incluía el suyo propio…¿estaba siendo instruido para operar en su país, donde todo lo que aprendía allí no se conocía en absoluto o muy poco, y sus instructores querían ‘formarlo’ para que hiciera buen uso de sus experiencias?…eso pensaba y se tranquilizaba un poco…pero esos acompañantes, esos bolígrafos garabateando el papel con anotaciones que quien sabe que decían, que consignaban…

En el último tramo del filme distintos expositores, con sus rostros difuminados, explicaban operaciones cerebrales que permitían modelar personalidades acordes con cada arquetipo que la Compañía pretendía incentivar. Instalación de chips cerebrales, extirpaciones y /o manipulaciones de lóbulos frontales, inoculación de compuestos químicos en presos de distintas prisiones, sin que ellos supiesen, para producirles enfermedades venéreas, estados de ánimos, alucinaciones…los que hablaban parecían ser científicos, no sólo químicos, sino psiquiatras, cirujanos, neurólogos, hasta sociólogos, antropólogos y psicólogos conductistas, reflexólogos y otros.

La visita al Mental Institute de la CIA duró casi todo el día. Maneco-Sam-Maneco- Sam…, transfigurado tantas veces como segundos, minutos y horas insumió esa jornada, se hallaba exhausto, pero no gesticuló ni decayó en su ánimo de comprender y asimilar lo visto y oído hasta que llegó a su cuarto y corrió hacia la ducha.

El agua caliente destensó su cuerpo, relajó su mente, desbrozó las espinas mentales del sinuoso camino recorrido ese día. La lluvia caía sobre su rostro y se perdía en la rejilla del baño, que contaba con tina de inmersión. Maneco no pudo esperar a que se llenase, o no quiso, la tina llena se le antojaba un buque de su arma que se iba a pique. Se refregó el rostro

– Estos tipos están locos- balbuceó.

Y comenzó a secarse.

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Patricio ‘Maneco’ Hornos Wild, químico adscrito a la armada argentina como capitán de fragata, concurrió al sitio de instrucción portando buen semblante y disposición de ser Sam Horn. Intuía, pasado algún tiempo, que experimentaban con él los tutores de su misión USA y el puertorriqueño, que cada vez más se introducía en los laberintos de la tortura y manipulación del prójimo con verdadera fruición narrativa. Ya Maneco sabía que los acompañantes de aquella visita al Mental Institute formaban parte de los ‘instructores’, eran la sombra de Fire, de ese Pájaro de Fuego, y las cámaras de vigilancia de él mismo.

La comunicación le llegó por carta, aunque tardía. Habían pasado dos meses desde que su madre, Aurora, como la canción a la bandera, le había escrito realmente preocupada.

– ‘Papá salió (la misiva citaba una fecha y una hora) y nunca regresó. Me dirigí a la comandancia del Arma, solicité una audiencia al comandante del Ejército, que me recibió de muy buenas maneras aunque negó conocer la suerte de tu padre, el coronel Alcides Hornos. Sí me indicó donde concurrir- hospitales, sanatorios, Campo de mayo, Escuela de Infantería, de suboficiales y hasta morgues- pero nadie supo darme noticias de Alcides. El mismo comandante me prometió ocuparse del asunto de tu padre, pero no supe nada hasta ahora que te escribo. No quiero que regreses, estarás aprendiendo mucho allí, están muy adelantados, Marita, tu hermana, tus tíos Amado y Claudio, tus tías, las chicas de los viernes de canasta, todos y todas los que quieren a papá y admiran su sentido del honor y patriotismo, su moral y sentido del bien, su honestidad, están tratando, junto a nosotros, de encontrarlo, de saber que le pasó, si tuvo que ir a alguna misión (aunque sabes que está retirado) secreta, o algo así…No pensaba escribirte para alarmarte, pero estoy casi desesperada y sos mi hijo, Manequito, tenés que saber lo que está pasando…’

Entre la fecha en que su madre citó la desaparición de su padre y la llegada de la carta habían pasado más de tres meses. Nadie había llamado por teléfono a su destino falso, en donde el adyentain recibiría mensajes- el Comando de la Armada USA, división Química, – ni particularmente ni institucionalmente. La Armada Argentina, que lo había destinado a esa misión en EE.UU., había brillado por su ausencia en ese momento, solo le había enviado Memos institucionales y noticias del Arma.

Maneco recibió la carta en la dirección figurada de la Armada USA, y de allí le avisaron de su llegada.  Cuando la recibió  se sumió en una profunda duda …dudaba, dudaba de él, de la carta (si no era apócrifa), de la experimentación sobre él mismo, de la verdadera intención de sus tutores norteamericanos, del puertorriqueño instructor, de los acompañantes mudos…

Logró salir ese día de la instrucción alegando un malestar pasajero. Como contaba con un auto a su disposición, y un chofer, agente de la Compañía, le pidió a éste que lo acercara a la ciudad más próxima a fín de comprar algunas cosas. El chofer dudó por un momento, se comunicó con alguien por el walkie- talkie cerrado del auto y accedió luego a la petición de Sam Horn, único nombre que conocía, de trasladarlo hasta la ciudad. Al llegar, Sam le pidió en su inglés elemental – aunque había cursado inglés intensivo se hallaba como alejado de ese idioma y todo lo que connotaba – que lo esperara. Entró en una tienda y observó al chofer, cuando éste se descuidó Maneco salió y en un restaurante preguntó dónde había un teléfono público para hablar a larga distancia. Y hasta allí fue.

– Hola tío Claudio, habla Maneco desde los Estados Unidos…si claro tío…estoy en un público, contame rápido, ¿qué pasó con papá?…ah, claro…¿Cómo?…

Maneco comenzó a transpirar en aquella cabina…cada dos o tres minutos miraba hacia afuera…y seguía escuchando…,

– Si Manequito, tu papá había discutido con el Comandante, vos sabés como es tu viejo…no…la discusión fue porque Alcides no estaba de acuerdo con el rumbo que había tomado el ejército en cuanto a la lucha contra la subversión…claro…claro…tu viejo siempre fue fiel a sus principios, en la guerra se mata pero al enemigo hay que respetarlo, ese era su lema…no, no…él no estaba de acuerdo con las ‘desapariciones’ ni la represión ilegal, además amigos le pidieron que averiguara sobre el destino de sus hijos y el viejo se movió, fue de aquí para allá, recurrió a gente conocida de la Fuerza y nadie le dio una respuesta,  estaba muy enojado y…claro…se lo espetó al comandante en su propia cara, imagínate…y sí, creo que sí…a los pocos días de esa gran discusión, que transcurrió en el propio despacho del comandante, en el mismo Edificio Libertador, desapareció…parece mentira pero así es Patricio …claro, claro…comprendé Manequito, la cosa es así, vos hacé lo que te parezca pero creo que a Alcides lo desaparecieron por lo que hizo y dijo a boca de jarro al comandante, y con estos no se juega, yo sé que vos sos también militar y debés comprender que aquí la cosa así no va, no vá…de acuerdo sobrino, te queremos todos acá…pensalo Patricio, pensalo…te tengo que cortar porque a lo mejor escuchan lo que estoy hablando contigo, vos sabés…yo también te mando un gran abrazo…si, si…le voy a decir a Aurora que hablaste, así la pobre se queda por lo menos tranquila con vos…chau  Manequito, chau…Felicitas está bien, sobrino, te espera y quiere casarse , ja…bueno, chau, hasta pronto, y pensá lo que vas a hacer…

Maneco ya no era Sam Horn, no podía serlo. Dios mío, se dijo para adentro, que ha quedado de todo lo que papá respetaba, siempre claro y sin vueltas el viejo, siempre así, ni podría comprender lo que estoy viviendo yo acá, él no estaría de acuerdo con esto como no estuvo de acuerdo con lo que vio y vivió allá, sentiría asco y rabia, eso… ¿Qué le habrán hecho a mi papá, como estará, lo habrán matado?..¡Hijos de puta!…¡¡¡son hijos de puta como estos, iguales…que occidente ni tercera guerra mundial hijos de puta, que cristianos ni altísimo basuras, eso son, basuras!!!

Patricio salió de la cabina telefónica puteando por lo bajo…y lo alto, nadie comprendía lo que decía, hablaba castellano, spaniol como decían allí… aunque era blanquito, alto, de ojos claros, era de otra parte, del sur…no, se dijo, no seré nunca como ese puertorriqueño de mierda, negro de mierda chapoteando en la mierda amèrican way, si algún día deja de ser agente de la CIA lo meten en un contenedor y lo reenvían a su país, ya muerto, efecto colateral no deseado dirían… ¡hijos de putas!…

Cuando regresó al auto el chofer estaba semidormido

– Hello! – dijo al verlo- ¿its find?

– Si…yes, i am find, very well…

– Ok…ok…wait  a moment, y need to go to the bathroom.

El chofer paró en una estación de servicio, era media tarde, se perdió en la entrada del baño.

– Debo ir a la estación, Fire estará esperando mi regreso, ese hijo de puta y sus dos monos… ¿cómo voy a salir de esta, papá, donde estarás…?

Un imperceptible vapor se coló por la ventanilla semiabierta, el emisor se alejó caminando, Maneco ni se percató…despertó en su camarote, en la estación…

– Hello Sam, how are you?… Los dos acompañantes, mudos,  se acercaron a Maneco, que intuyó algo y ensayó una defensa inútil….

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En aquella habitación, un nuevo foreign student ci ai ei se aprestaba a observar su primer experimento. La puerta del fondo se abrió y emergió el hombre de blanco empujando una camilla.

El instructor era tipo caucásico, tal como dicen allí. Los acompañantes, mudos, observaron al alumno, los especialistas se acercaron al sujeto de la camilla, que se hallaba en coma profundo…tenía un semblante sereno, el cabello cortado al ras le daba un aspecto de marine…

– He is marine?, inquirió el nuevo

– No, he is south american schizophrenic, but now will serve our cause.  

La jeringa ingresó en el brazo izquierdo de aquel hombre.

Nadie vio, o no quiso ver, esa mínima lágrima que corrió por su pálida mejilla y se perdió rostro abajo…

Jorge Luis Ubertalli Ombrelli para La Pluma, 5 de enero de 2021

Editado por María Piedad Ossaba