Beatriz Sarlo, la desertora: notas sobre el pensamiento colonial (e imperial) en Argentina

Beatriz Sarlo ha abandonado a su Patria, no la reconoce como propia, ni siente responsabilidades por su Nación.

Lejos de mi país, como en casa

La ensayista Beatriz Sarlo (Buenos Aires, 1942) en una reciente entrevista (3-8-2021) realizada por el periodista Paulino Rodríguez del canal de TV por cable La Nación + declaró: “las islas Malvinas son territorio británico. […] Cuando la gente dice ‘las Malvinas son argentinas’ no se sientan ni un minuto a pensar si son argentinas, si no son argentinas, ni qué son las Malvinas. Galtieri mandó militares a Malvinas y eso fue un acto nacional psicótico. […] Reivindicando tierras que, aparentemente, fueron de la Argentina en la década del 30 del siglo XIX… Es decir, cuando la Argentina aún no se llamaba Argentina. Cuando aún no estaba unificada como país. Cuando aún no tenía Constitución. Todavía hoy se agita eso cada vez que se quiere hacer cierta propaganda nacional”.[1]

Beatriz Sarlo: “Las Malvinas son territorio británico”

No es la primera vez que Beatriz Sarlo se manifiesta a favor de la ocupación colonial británica en las Islas Malvinas Argentinas. En uno de sus libros publicado, Viajes. De la Amazonia a Malvinas (2012: 175), en un capítulo que ella tituló: “Una extranjera en las islas”, escribe: “Entre los votantes, más de la mitad, casi un 70%, nombra su identidad como pueblo: isleños de las Falklands (si se lo quiere traducir a una denominación argentina: malvinenses). La nacionalidad argentina no aparece en estas opciones. Sería extrañísimo que apareciera”. En este libro, Sarlo se mueve como pez en el agua, con un registro que no es preciso ni busca serlo: por momentos se expresa como una científica, por momentos como una viajera amateur que se sorprende como una niña perdida en un territorio que parece desconocer: su propia Patria. Como suele ocurrir en otros libros de la autora –y de autoras y autores ubicados en la corriente llamada “historia de las ideas en Argentina”– esas divagaciones posmo-existencialistas son festejadas por los intelectuales. Ciertamente, son muy personales –y superficiales– si uno las compara con las divagaciones de los autores y las autoras que admiran –Jean Paul Sartre, Albert Camus o Simone de Beauvoir. Lo cierto es que al menos estos franceses estuvieron debajo de las bombas alemanas en la Segunda Guerra: esas vivencias les dan ciertos permisos para sus divagues. Por el contrario, Sarlo es una desertora, nunca ha querido luchar por los suyos: lejos y muy alto, desde su torre de marfil, mira y escribe sobre una tierra que ha abandonado hace mucho.

También tengo yo divagues personales. Fui alumno de ella en la cátedra Literatura Argentina II en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Para el programa de esa materia, Sarlo había elegido una serie de autores y autoras, todos reconocidos y desertores de los problemas argentinos: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan José Saer, Ezequiel Martínez Estrada, Silvina Ocampo, entre tantos otros.

Los Pichiciegos de Fogwill, lo que leyó Sarlo y la lectura de Julio Cardoso

El escritor Rodolfo Fogwill (Quilmes, 1941-2010) de alguna manera intentó alertarnos sobre el problema de los desertores en su novela ambientada en la Guerra de Malvinas: Los Pichiciegos (1983). Sin embargo, Beatriz Sarlo leyó el libro de una forma lineal. De allí que la propuso como “la” novela de la Guerra: “produce esta verdad de la Guerra de Malvinas” al permitir comprender lo que “una guerra (no cualquier guerra, sino esta, la desencadenada por la aventura de Galtieri) hace con los hombres”, al hundirlos en unas “condiciones de miseria simbólica” tales que, “para honrar a los caídos y hacer justicia a los veteranos”, solo sería posible “ofrecerles un lugar como víctimas” (Sarlo, 1994 y 2012).

Recordemos: Los Pichiciegos cuenta la cotidianeidad de un grupo de desertores que intenta colocarse al margen de la guerra, se encierra en su propio búnker y desde ahí despliega estrategias para obtener calor, comida y seguridad. Transan lo que haya que transar, incluso aceptan marcar blancos para los ingleses a cambio de alimentos, porque entre ellos el colapso de todos los valores ha suprimido el horizonte donde la solidaridad, la dignidad, la lealtad y la traición, por ejemplo, hubieran podido distinguirse y tener algún sentido.

El poeta, cineasta, escritor, artista y excombatiente Julio Cardoso (Buenos Aires, 1956-2017) le respondió a Sarlo sobre esa lectura del libro y de la guerra: “La lectura que Sarlo efectúa de Los Pichiciegos nos presenta un ‘teatro de la memoria’ en cuyo escenario sólo caben algunos actores muy precisos (los victimizados y solo ciertos victimarios), una sola dramaturgia de la guerra y del conflicto (la del general loco y su banda de criminales ambiciosos) y unas directivas de selección muy severas acerca de qué relatos poseen un genuino ‘efecto de verdad’ y cuáles serían nada más que el despreciable efecto de la adicción ‘al alucinógeno del patriotismo despótico’ (que, según su propia descripción, fue ingerido por la mayor parte del pueblo argentino, salvo ella y unos pocos más, naturalmente, quienes en la ‘mayor soledad’ se sentían ‘extraños en nuestro propio país’). Palabras más, palabras menos, el guion propuesto por Sarlo es el que finalmente ha venido a ocupar las marquesinas de prácticamente todos los escenarios masivos de este 30° aniversario, única narración con ‘efecto de verdad’ certificado por los administradores del saber. En algunos cines de estos días se puede oír una conocida frase de Carl Jung: ‘Debe haber más de una bisagra en el Universo’. Y efectivamente, las hay. Así como son posibles otras lecturas de Los Pichiciegos, también hay teatros de la memoria que no eligen la victimización como núcleo central de sus representaciones de la historia”. Además de esta percepción selectiva de Sarlo, Cardoso expone la lectura superficial que la ensayista tiene de Los Pichiciegos: “Fogwill ha dicho repetidas veces que ‘Los pichiciegos no fue escrita contra la guerra, sino contra una manera estúpida de pensar la guerra y la literatura. […] Contra las maneras equivocadas de nombrar y de convivir con nuestro destino’. Los Pichiciegos, sigue Fogwill, ‘podría leerse como una alegoría del sistema cultural argentino’” (Cardoso, 2012).

Notas sobre el pensamiento colonial –e imperial– en Argentina

Arturo Jauretche en 1948 señalaba: “En las naciones coloniales, despojadas del poder político directo y sometidas a las fuerzas de ocupación extranjera, los problemas de la penetración cultural pueden revestir menos importancia para el imperialismo, puesto que sus privilegios económicos están asegurados por la persuasión de la artillería. La formación de una conciencia nacional en ese tipo de países no encuentra obstáculos, sino que, por el contrario, es estimulada por la simple presencia de la potencia extranjera en suelo natal. […] Pero en las semicolonias que gozan de un estatus político independiente decorado por la ficción jurídica, aquella colonización se revela esencial, pues no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en cierto grado de su evolución, se truecan en fuerza material. De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado de la cultura argentina o pseudo argentina, forjada por un signo de dictadura espiritual oligárquica” (Jauretche, 1948: 146).

Sarlo, Saer, Cortázar, Borges, Martínez Estrada, Ocampo, y otros tantos y otras tantas, nacieron en Argentina. No obstante, sus pensamientos, divagaciones, exploraciones y reflexiones se suspenden en el aire universal, sin techo ni suelo. Como sabemos, lo universal no es un espacio justamente universal, sino que es un constructo moderno situado en el Atlántico Norte (Di Vincenzo, 2020). En pocas palabras, para entrar en el panteón universal hay que golpear la puerta de los literatos de la OTAN y firmar una suerte de papeles en donde se aceptan sus artificios, normas, reglas y demás mecanismos sofisticados, que les permiten seguir dominando el poder simbólico de ese ficticio universo. Los historiadores de las ideas como Sarlo, con sus trabajos vinculados a los relatos, la performance, la teoría del discurso y las resignificaciones posibles de un texto, actuaron y actúan desvirtuando las verdaderas discusiones. ¿Por qué afirmo esto? Porque, sin preocuparse en estudiar y reflexionar sobre las posibles respuestas a nuestros problemas históricos más profundos, ellas y ellos –sociólogos, historiadores, antropólogos y filósofos– también fueron responsables del naufragio de nuestra región durante buena parte del siglo XX. Desde el campo científico que obtenía financiamiento de los diferentes Estados latinoamericanos encuentro muy pocos autores y autoras que hayan elaborado lecturas desde nuestra región y para nuestra región. Incluso observo que la producción desde el mundo de las ciencias sociales en esos años se ha dedicado especialmente a silenciar a autores y autoras que han elaborado estudios, investigaciones e intervenciones vinculadas a diferentes exploraciones teóricas fundamentales para responder a nuestros problemas: el imperialismo británico, francés o norteamericano, la integración latinoamericana, las características de nuestro sistema democrático, las distintas constituciones nacionales, los dueños de los medios de comunicación o la discusión sobre el control los recursos naturales (Di Vincenzo, 2018).

La realidad es más que la idea y el tiempo es más que el espacio

Beatriz Sarlo afirma que la novela de Fogwill sobre un grupo de desertores es “la novela de la Guerra de Malvinas”. Obviamente, es su lectura del libro, es su idea. El programa radial Malvinas Causa Central, en el aire desde hace nueve años por radio Megafón UNLa, ha entrevistado a cientos de excombatientes: no he escuchado que ninguno de ellos se arrepienta de haber ido a luchar a Malvinas; tampoco he escuchado a nadie manifestarse a favor de la deserción, ni relatos de desertores. Al mismo tiempo, para Sarlo es más importante el espacio que el tiempo: un artificio ya conocido y empleado por el nazismo para justificar las invasiones de los años 1939-1940 en Austria, Polonia, Hungría o Yugoslavia. Hitler afirmaba: “Donde haya un alemán está Alemania”, una clásica lógica imperial, invasora, agresiva (Alberdi, 1870). En la historia de Malvinas, antes de los ingleses hubo gauchos e indios nacidos en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Recordemos la línea de continuidad que enlaza la soberanía ejercida por la Madre Patria España desde 1776, con sus 32 gobernadores, y la soberanía de las Provincias Unidas ejercida tras la Revolución de Mayo desde 1810, por el derecho que ejercen las naciones occidentales desde los tiempos romanos llamado de Utis possidetis iure. Este derecho afirma que las antiguas posesiones coloniales pasaban a ser parte del territorio de las naciones independizadas (Di Vincenzo, 2020b). Luego, la continuación del dominio, por la tradición de los títulos jurídicos de España a favor de las Provincias Unidas, otorgaba el derecho a disponer, administrar y gobernar a todas las Islas del Atlántico Sur.

En este sentido es indispensable desenmascarar la operación de desmalvinización que ejerce Beatriz Sarlo cuando intenta vilipendiar y denigrar a nuestra tradición hispánica. Muñoz Azpiri (1966: 39) en su monumental obra sobre la historia de las Malvinas deja una reflexión al respecto: “No consideramos a la historia de España como una indefinida sucesión de decadencias, ni aplicamos a su estudio un criterio calamitoso que impusieron las pautas iluministas y obedecieron con tal ceguedad los hispanoamericanos”. Luego agrega: “Debemos dejar de continuar utilizando módulos ideológicos herrumbrados, fruto de otras latitudes y otros intereses”.

Beatriz Sarlo y la deserción de los intelectuales argentinos

Los ‘intelectuales’ nacieron en Francia a fines del siglo XIX durante el affaire Dreyfus. Nacieron enfrentando al Estado francés: eran los portadores de la verdad, sin ataduras ideológicas, pero con los pies en su Patria; estaban comprometidos en salvar a su Nación. Luego, los Albert Camus, los André Malraux, los André Gide, y otros tantos y otras tantas, resistieron la ocupación alemana, algunos con fusiles en las manos, otros con sus plumas. Beatriz Sarlo se infla el pecho cuando habla de estos franceses y afirma a viva voz: ¡yo soy una intelectual! Sin embargo, ni los intelectuales del affaire Dreyfus, ni los de la Segunda Guerra, desertaron. Beatriz Sarlo sí: ella ha abandonado a su Patria, no la reconoce como propia, ni siente responsabilidades por su Nación. Para entender mejor cómo definir a Sarlo vale revisar la etimología de la palabra desertor. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra desertar proviene del latín desertare y significa “abandonar las obligaciones”, También se la suele vincular con el término en latín desertoris, que básicamente significa “el que abandona” y en el uso se aplicó mucho en el sentido de quien “traiciona una causa” –muy empleado por Cicerón. De deserĕre tenemos también desierto –lugar abandonado– y desertar.

Referencias

Sarlo B (2012): Viajes. De la Amazonia a Malvinas. Buenos Aires, Seix Barral.

Cardoso J (2012): “Los otros Pichiciegos”. Infonews, 21-4-2012. http://malvinas30mvs.blogspot.com/2013/04/los-otros-pichiciegos.html.

Sarlo B (1994): “No olvidar la guerra”. Punto de Vista, 49.

Sarlo B (2012): “El patriotismo despótico”. La Nación, 27-1-2012.

Jauretche A (1948): Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica. Buenos Aires, Peña Lillo.

Di Vincenzo F (2020): “Los intelectuales del Atlántico Norte y su lectura de la pandemia. Loris Zanatta y otros Posmo-Coloniales de nuestro tiempo”. Viento Sur, 6-6-2020.

Di Vincenzo F (2018): “La colonización historiográfica. Reflexiones acerca de una Historia Moderna y Contemporánea para Latinoamérica y el Caribe”. Viento Sur, 19.

Alberdi JB (1870): El crimen de la guerra. Buenos Aires, Losada, 2016.

Di Vincenzo F (2020b): “Una Soberanía celeste, terrestre y marítima. Reflexiones a 200 años de la toma de posesión de las Malvinas por las Provincias Unidas”. Megafón, 10-11-2020.

Muñoz Azpiri JL (1966): Historia completa de las Malvinas. Buenos Aires, Oriente.

Notas

[1] La entrevista completa puede observarse en la página web del diario La Nación, y parte de ella en el artículo: “El verdadero pensamiento de Beatriz Sarlo sobre Malvinas”, La Nación, 4-8-1921.

Facundo di Vicenzo

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por : Revista Movimiento, 1 de septiembre de 2021