En medio de un escenario abiertamente hostil, la Comisión de la Verdad escuchó la versión del expresidente Álvaro Uribe Vélez. ¿Qué dijo el exmandatario y que causó indignación a las víctimas de los crímenes de Estado?
16 de agosto. Lunes festivo. Con un despliegue mediático a media máquina, característica general en los días feriados, la Comisión de la Verdad y las redes tanto del Centro Democrático como del expresidente Álvaro Uribe Vélez anuncian que este rendirá testimonio ante la institución que emergió gracias al Acuerdo de Paz.
Los primeros tropiezos hacen prever que la entrevista será tensa. La Comisión insiste en mantener la privacidad de la reunión, pero el equipo de prensa del exmandatario reitera que ya está lista la transmisión en vivo. Finalmente, se imponen las condiciones del anfitrión. El teatro ya está montado.
Las redes sociales explotan en escepticismo y críticas. La desconfianza está en la mínima probabilidad que de la reunión salga una sincera contribución para esclarecer la verdad. Por otro lado, la incomodidad se concentra al escenario donde el “contribuyente” tiene una evidente posición de superioridad sobre su contraparte.
Bombazo
En el lente de la cámara que transmite en vivo están Álvaro Uribe y el presidente de la Comisión, Francisco de Roux. Al sacerdote jesuita lo acompañan la comisionada Lucía González y el comisionado Leyner Palacio, y al expresidente lo escolta su hijo Tomás y el equipo de prensa. La finca de Rionegro como escenario, el relincho de los caballos como ambientación y un jugo de mandarina como refrigerio.
El primer bombazo era previsible, teniendo en cuenta que el expresidente es uno de los principales opositores al Acuerdo de Paz. “Yo no reconozco a las instituciones que surgen de La Habana”, afirmó el entrevistado, al mismo tiempo que insistía que hacía su contribución con un documento de 62 puntos ya preparados.
La esperada entrevista de Uribe Vélez con la verdad no solo sería en calidad de exmandatario, sino también como exalcalde de Medellín, exparlamentario y exgobernador de Antioquia, cargos que ejerció en momentos históricos caracterizados por la agudización de la violencia política, la emergencia y consolidación del paramilitarismo en el departamento que gobernaba y el posicionamiento de la política de “seguridad democrática”, hoy seriamente cuestionada en materia de derechos humanos por ser el determinante del fenómeno sistemático de ejecuciones extrajudiciales, mal llamados “falsos positivos”.
Un relato oficial
La reunión empezó a las diez y media de la mañana y se extendió durante toda la tarde. La primera parte se identificó por ser un monólogo donde quedó en evidencia el relato oficial que tiene la extrema derecha ante el conflicto. De manera desordenada, pero sin dejar la hostilidad discursiva, el expresidente Uribe Vélez defendió a capa y espada su vida como dirigente político.
Habló de todo, pero no profundizó en nada. Se limitó a recitar una historia de lugares comunes y referencias de compadrazgo propias de un finquero antioqueño. Sobre su gestión como joven senador, recordó que de buena fe apoyó el proceso de paz con el M-19 así como el indulto del cual fue beneficiado esta guerrilla. Recordó que, con motivo de los asesinatos de Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur ocurridos en Medellín en 1987, hizo un grandilocuente discurso en el Congreso de la República. Esta última remembranza fue una explicación que nadie pidió.
Sobre su familia, pero en especial sobre los “ataques injustos” que ha recibido su hermano Santiago, habló sobre la finca La Carolina y el progreso económico y social que trajo la presencia de los hermanos Uribe Vélez en Yarumal, Antioquia, pero evadió cualquier tipo de referencia al grupo paramilitar “Los doce apóstoles” que hoy tienen al menor de los hijos de Alberto Uribe con problemas judiciales. Por supuesto, no dijo nada de la Hacienda Guacharacas y del grupo paramilitar Los Macetos (luego Bloque Metro de las AUC), hechos que siguen siendo objeto de investigación y que comprometen seriamente a Uribe Vélez.
A propósito de su gestión como gobernador de Antioquia dijo lo que siempre ha dicho. Que protegió a la Unión Patriótica, que impulsó una institucionalidad de paz junto al sacerdote Isaías Duarte Cancino, que en la Masacre del Aro los paramilitares mienten y que en el asesinato de José María Valle no le podían endilgar responsabilidad como determinador, pues el solo dijo una verdad, que el defensor de derechos humanos hacía política con un discurso anti fuerzas militares.
Seguridad democrática
Sin embargo, el monólogo del expresidente se concentró en el sórdido capítulo de los mal llamados “falsos positivos”. Negó no solo cualquier responsabilidad que tuvo como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, sino que desestimó la existencia y la sistematicidad de las ejecuciones extrajudiciales.
“No falta el que diga que como yo exigía muchos resultados, por eso asesinaron a inocentes. ¡Por favor! Es mi deber, es parte de mi temperamento, de mi formación, exigir resultados con transparencia, con observancia de los derechos humanos”, resaltó casi que gritando el exmandatario.
“Yo cometí un error al decir ‘no estarían recogiendo café’. He reconocido ese error en muchas oportunidades, pero lo repito hoy. ¿Por qué lo cometí? Porque fui inducido al error por informaciones que escuché”, continúo Uribe Vélez al mismo tiempo que endilgó toda la responsabilidad en las Fuerzas Militares en la Masacre de Cajamarca en 2004: “Me engañaron los soldados”.
De hecho, en toda la entrevista reconoció este y otro desliz, el haber dicho que las Convivir debían tener armas largas para su funcionamiento. Desde luego, se lavó rápidamente las manos al decir que eso nunca pasó, en contra de toda la evidencia que demuestra cómo estás organizaciones legales terminaron siendo parte fundamental del engranaje militar del paramilitarismo.
Para justificar su relato, reclamó que como presidente y arquitecto de la política de “seguridad democrática” se respetaron las libertades democráticas al “desmovilizar” al paramilitarismo y la guerrilla, afirmación que es poco ajustada a la realidad debido a las múltiples denuncias de violación a los derechos humanos en ocho años de “guerra contra el terrorismo”, al fracaso de Justicia y Paz, la falsa desmovilización del paramilitarismo y la talanquera institucional que como gobierno han puesto en la implementación del Acuerdo de Paz, que hoy mantiene al país en ciclos interminables de violencia.
Sin verdad, sin perdón
A medida que fue avanzando la entrevista, el espacio se fue convirtiendo en un escenario hostil donde Uribe Vélez no solo no contribuyó con algún esclarecimiento de la verdad, sino que se resistió a pedir perdón ante las víctimas. Incluso, su hijo Tomás, de una manera energúmena sindicó, sin prueba alguna, a la comisionada González de ser sesgada y pertenecer a la guerrilla.
Ya con los ánimos caldeados, Uribe Vélez lanzó la propuesta demencial de una amnistía general confrontando directamente al sistema de justicia transicional que surgió del Acuerdo de Paz y que hoy está en función de buscar la verdad judicial e histórica del conflicto armado. La iniciativa fue rechazada automáticamente por las víctimas de crímenes de Estado y del paramilitarismo.
“Lo dicho. Uribe: ni una sola verdad, innumerables mentiras, ninguna solicitud de perdón. Solo arrogantes justificaciones de la perpetración de los crímenes, agravios a las víctimas (como, por ejemplo, la calumniosa acusación contra Fecode) y a la JEP”, reaccionó el senador Iván Cepeda Castro.
«Hicieron trizas el Acuerdo de Paz porque supuestamente garantizaba impunidad para las FARC. Ahora proponen impunidad generalizada, sin garantías de verdad y no repetición para las víctimas. Solo la verdad conduce al genuino y necesario perdón. Solo la verdad nos llevará a la paz», dijo la lideresa Francia Márquez.
Por su parte, la senadora Aída Avella le recordó a la Comisión de la Verdad que, “nadie de la Unión Patriótica y el Partido Comunista fue protegido en la Gobernación de Uribe Vélez en Antioquia. Por el contrario, 483 militantes fueron asesinados y desaparecidos durante ese gobierno. El 60% del genocidio en 20 años fue en Antioquia. Eso lo dice todo”.
Y así finalizó una indignante entrevista, donde el expresidente Uribe Vélez dejó claro su protagonismo y coherencia con el proyecto de “el país que no se entrega” lanzado en el Hotel Tequendama el 29 de abril de 1999 junto con Rito Alejo del Río, Pedro Juan Moreno, Fernando Londoño y otros exponentes del pensamiento fascista colombiano. Mientras tanto, la Comisión de la Verdad, deslegitimada o fortalecida según la opinión que se consulte, prepara para diciembre su informe final.
Eso sí, una cosa quedó clara. La extrema derecha no tiene ningún compromiso con la verdad histórica y mucho menos con las víctimas.