El bloqueo

Otra Cuba no es entonces aceptable en aquello que desde siempre Washington ha considerado su “pario trasero”.

El bloqueo que Estados Unidos impone a Cuba prácticamente desde el comienzo de su proceso revolucionario no origina todos los problemas y desafíos que afectan a la Revolución pero es indudable que tiene con ellos un vínculo esencial. Las enormes dificultades que generan las múltiples medidas de agresión a la Isla (las comerciales, en particular) suponen pérdidas inconmensurables que, en la coyuntura de la actual pandemia mundial, agudizan en extremo aspectos claves que afectan la vida cotidiana de la población. Basta considerar el papel del turismo como fuente importante de divisas para la Isla – reducido drásticamente por la pandemia (tal como sucede en el mundo entero)- para comprender las dificultades actuales en un país que depende se esas divisas para importar más del 50% de sus alimentos y productos farmacéuticos. Casi como una ironía, Cuba es uno de los pocos países de la región (y del mundo) que ha producido una vacuna contra el virus pero carece de la cantidad suficiente de jeringas para la vacunación y debe importarla casi en su totalidad. Cientos de iniciativas humanitarias en muchos países están precisamente enviando a Cuba lotes de esas jeringas como muestra de solidaridad.

Campaña “jeringas para Cuba”

Es muy probable que las manifestaciones de protesta (mucho menores si se la compara con las multitudinarias marchas en apoyo del gobierno) se deban en parte al descontento producido por la falta de algunos productos esenciales; pero tampoco cabe duda que la derecha extrema de Miami (el alcalde de esa ciudad, tan “cubana” ha pedido oficialmente el bombardeo de la isla), Washington (aunque menos agresivo que el alcalde mencionado), la reducida oposición interna y por supuesto la derecha furiosa del continente (Bolsonaro, Duque, Piñeira y cia.), con la oportuna financiación y apoyo técnico de las agencias imperialistas han aprovechado la coyuntura para buscar el derribo del gobierno de Cuba. Todo indica sin embargo que es más un deseo que una posibilidad con perspectivas; hasta el propio gobierno estadounidense –que en esencia ha mantenido las duras medidas al bloqueo que agregó Trump – ya ha manifestado su oposición a invadir Cuba.

Alcalde de Miami Francis Suárez. Foto: Archivo

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Este bloqueo no solo es completamente ilegal (condenados reiteradamente por la Asamblea General de la ONU año tras año, con el voto contrario tan solo de Estados Unidos e Israel) sino de una crueldad sin medida. En la práctica el bloqueo constituye un crimen de guerra por el cual deberían ser juzgados los gobernantes estadounidenses que lo aprobaron, ampliaron y mantienen, tal como se hizo con los jerarcas del régimen nazi. En efecto, ¿Qué explicaría una medida de tal naturaleza que Washington aplica tan solo a Cuba pero no a sus otros enemigos, muchos de los cuales resultan mucho más peligrosos para sus llamados “intereses nacionales”?. La respuesta parece ser una: no es posible permitir otra Cuba en una región que Estados Unidos considera de su propiedad, justificada por el “destino Manifiesto” de “América para los americanos” (del norte, se entiende…), casi como un legado de la Divina Providencia. Otra Cuba no es entonces aceptable en aquello que desde siempre Washington ha considerado su “pario trasero”.

Pero el bloqueo y la hostilidad hacia Cuba (incluida una fracasada invasión) no han conseguido sus objetivos y nada indica que los vayan a alcanzar; al menos eso puede deducirse de la actual correlación de fuerzas mundial y regional. Ciertamente hay en Cuba descontento e incertidumbre en algunos sectores sociales pero no alcanzan la dimensión exagerada que se les otorga de manera interesada en las campañas de manipulación mediática que nos abruman a diario y tiene muchos más visos de realidad que las autoridades de la Isla van a encontrar salidas (ya lo están haciendo) para satisfacer las demandas de la población y superar la coyuntura.

En efecto, la situación regional no es particularmente favorable a la derecha. Los resultados de los procesos electorales en Perú y chile comprueban los avances de la izquierda mientras la caída en picado del apoyo social a gobernantes derechistas como los de Brasil y Colombia y las muy ciertas perspectivas de triunfos de la izquierda y el progresismo en las elecciones presidenciales del año entrante en estos países son indicadores sólidos de la pérdida de apoyos a las políticas de Washington en el área. A ello habría que agregar la estabilidad alcanzada por los gobiernos de Argentina y Méjico como otro de los factores que muestran la debilidad del dominio estadounidense en la región.

El “patio trasero” ya no es lo que era. Estados Unidos ejerció una hegemonía casi plena al menos en buena parte del siglo pasado. Pero poco a poco ha tenido que compartir ese espacio con otras potencias capitalistas del Viejo Continente y con Japón, y en la actualidad se enfrenta al avance de potencias nuevas, China en particular, sin desconocer el rol de Rusia, Irán, India y otros países que también desean aumentar mercados para sus productos y asegurar el abastecimiento de materias, en una competencia mundial en que Estados Unidos pierde cada día que pasa la hegemonía casi plena que heredó tras la Segunda Guerra Mundial. Si en su día el campo socialista sirvió a la naciente revolución cubana como el aliado estratégico que permitió vencer el bloqueo impuesto por Washington; en la actual situación mundial naciones como China puede jugar un papel similar; se sabe que, de hecho, ya lo está jugando. La dureza del bloqueo a Cuba por parte de Estados Unidos tiene entonces esa finalidad particular: servir de ejemplo de lo que espera a quienes en la región apuesten por reformas radicales del orden social actual.

 

Por el momento, al parecer, la agresión militar directa a Cuba está descartada por Estados Unidos porque no resulta políticamente conveniente; pero sigue siendo una amenaza real. Una agresión directa, una invasión o el bombardeo de la Isla sería el resultado del fracaso de las otras medidas, una especie de salida desesperada ante el agotamiento de “medidas pacíficas” (como el bloqueo, por ejemplo) tal como se ha producido en países como Afganistán, Siria, Livia, Sudán. Una muestra entonces de la impotencia del que da puntapié a la mesa de juego cuando comprueba que pierde. El resultado de la agresión militar es conocido: un panorama de desolación y ruina de incalculables dimensiones. ¿Será que Biden desiste de invadir Cuba por un coste político que Estados Unidos y sus aliados occidentales no parecen dispuestos a asumir? Asolar la Isla –materialmente- pero no derrotar la revolución sería mostrar toda la debilidad del imperialismo tal como se registra en Siria o en Afganistán.

Si la nueva estrategia económica del gobierno cubano da resultados positivos tal como sucede ya en países similares como Viet-Nam (un papel controlado de ciertas formas de economía de mercado manteniendo la hegemonía del socialismo) el bloqueo estadounidense habrá fracasado estruendosamente. Un ejemplo que pueden seguir gobiernos como el de Venezuela sometida a formas muy similares al bloqueo practicado contra Cuba. El sentido práctico de los dirigentes cubanos y su capacidad para asumir y corregir errores jugarán sin duda un rol decisivo en la superación de la actual coyuntura. El sentimiento nacional, tan arraigado entre los cubanos, es ahora, como lo ha sido siempre, un elemento esencial para que medidas como el bloqueo estén condenadas al fracaso aunque el precio a pagar sea tan alto y tan doloroso. La solidaridad internacional también ayuda.

Juan Diego García para La Pluma, 20 de julio de 2021

Editado por María Piedad Ossaba