Intimidación, extorsión, expulsión: La realidad brutal de los palestinos en Silwan (Jerusalén)

Entendí entonces, como entiendo ahora, que no se detendrán ante nada. Algún día, la ocupación terminará y, ese día, todos mirarán atrás y dirán: “Siempre estuve a favor de los oprimidos”.

Soy un organizador comunitario palestino en la barriada de Silwan, en Jerusalén Este. Permítanme mostrarles lo que significa vivir asediados por los colonos y bajo el ataque constante de las autoridades israelíes.

 Tras 25 años luchando en los tribunales con la organización de colonos Elad, la familia Siyam ha sido expulsada por la fuerza de su hogar en Silwan. (Foto: Emil Salman)

“Eres una persona culta”, me dijo el interrogador israelí, en un árabe burlón. “Inta mathaqaf. Tienes contactos. No pienses que me dan miedo tus contactos. Anda, ve y cuéntales lo que te he dicho y que te he amenazado. Cuéntaselo a Al-Manar y Al-Jazeera”.

Su nombre era Doron Zahavi, también llamado “capitán George”, y era conocido por los brutales métodos de interrogatorio que había utilizado contra los prisioneros libaneses. El propósito de esta “conversación”, a la que me habían convocado, iba de un tema a otro.

Primero, que si yo había colgado un letrero en el centro comunitario que había fundado en Wadi Hilweh, Silwan, diciendo que dicho centro pertenecía a la Autoridad Palestina. Después, que si había mentido al decir que las excavaciones arqueológicas realizadas por la organización de colonos, Elad -cuyos portavoces han declarado que su objetivo es “judaizar Jerusalén” y que dirigen la popular atracción turística arqueológica que llaman la “Ciudad de David”-, había provocado el colapso de la carretera en nuestro barrio. Luego, que había enviado a otros a atacar por mí a los judíos. 

“Sabemos que atacaste a los judíos”.

“¿Me viste atacando a alguien?”, pregunté. “Sabes muy bien que nunca utilizo la violencia”.

“Sé que eres sofisticado”, dijo. “No lo haces por tu cuenta”.

En un momento de la conversación, mi interrogador me dijo:

“Si estuvieras en Siria, Líbano o Jordania, ¿crees que te dejarían hablar así? Somos idiotas, los judíos somos idiotas. Si comprendiéramos las cosas, expulsaríamos a gente como tú”.

Gente como yo

Soy un trabajador social cualificado. Padre de dos hijos y vecino de un barrio palestino en Jerusalén Este, Wadi Hilweh, en Silwan. En 1967 mi barrio fue ocupado y pasó a formar parte de la “ciudad unida de Jerusalén”. Se nos anexó a Israel, pero no se nos otorgó la ciudadanía. Se considera que 350.000 palestinos en Jerusalén Este son residentes permanentes en Israel; aunque disfrutan oficialmente de algunos derechos sociales, están privados de hecho de muchos derechos básicos.

Especialmente en Silwan, vivimos bajo un régimen especial no declarado. Debido a nuestra proximidad con la mezquita de Al-Aqsa y los lugares sagrados; debido a que la antigua Jerusalén estaba ubicada en las laderas de nuestro vecindario, y como nos encontramos en el núcleo simbólico del conflicto israelí-palestino, las autoridades israelíes, junto con los colonos, siempre han querido apoderarse de nuestra tierra, para hacer que Silwan sea más “judía”, más “de ellos”.

Durante décadas, los residentes de Silwan han estado bajo tremenda presión y ataques constantes y furiosos por parte de los colonos, sus guardias de seguridad, la policía y las autoridades israelíes.

Agentes de la policía israelí en la barriada de Silwan, Jerusalén Este, 2 de febrero de 2020Foto: Emil Salman

Soy un organizador comunitario no violento que ha pasado los últimos veinte años de su vida defendiendo a su comunidad, a los niños que no tienen un solo patio de recreo, a las familias, como los Sumarin, amenazadas con el desalojo sobre la base de leyes racistas. Por eso las autoridades israelíes y los colonos me consideran una amenaza.

En su momento, los dirigentes conservaron archivos sobre Martin Luther King Jr. y otros activistas por los derechos civiles de los negros en USA. Fueron chantajeados, amenazados, humillados y atacados.

Ahora, por supuesto en retrospectiva, todo el mundo afirma admirar el trabajo del movimiento por la libertad liderado por los negros para celebrar el legado de Martin Luther King. Lo mismo pasó en Sudáfrica: en su momento, los activistas fueron atormentados y vilipendiados; a toro pasado, todos afirman haber estado a favor de sus esfuerzos.

En Jerusalén Este y Palestina, estamos en medio del tiempo real. No hay retrospectiva. Y en medio de este tiempo real, las cosas pueden parecer “complicadas”. Pero cuando te alejas, puedes ver claramente que, como en Sudáfrica o en el sur de USA, la historia va de opresión, de lucha por la libertad y de los extremos a los que están dispuestos a llegar los opresores para reprimir los esfuerzos de resistencia, especialmente los no violentos.

 Mural en la barriada de Silwan, Jerusalén Este. Foto: Ohad Zwigenberg

Cuando mi padre murió a finales de la década de 1990, yo estaba estudiando trabajo social en Alemania. Tuve que regresar a Jerusalén para defender la casa de mi familia de la amenaza de desalojo.

Los colonos de Elad (la Fundación Ciudad de David) afirmaban haber comprado la casa a mi difunto padre cuando ya no estaba vivo para testificar lo contrario. Paralelamente, aseguraban también que habían comprado la parte de la casa de mi abuela a mi tío, que vivía en el extranjero.

Mi familia tuvo que librar una lucha larga y costosa en los tribunales para demostrar que estaban equivocados, algo que conseguimos, aunque, tan pronto como ganamos el caso, Elad inició otro.

Finalmente, después de veinte años de extorsiones y agotadoras batallas legales, lograron apoderarse de la mitad de nuestra propiedad. En julio de 2019, mi cuñada y sus cuatro hijos fueron expulsados ​​de su apartamento y unos colonos israelíes se mudaron allí. Después de esta larga y costosa pelea, los colonos ganaron recientemente otro caso en los tribunales israelíes, y ahora pretenden forzarme a que les pague 200.000 dólares en concepto de “alquiler atrasado”.

Esta historia no va solo de una casa o de una familia. Poco después de regresar a Jerusalén, me quedó claro que el problema era mucho más profundo y complejo.

  Un niño palestino camina por una calleja en Silwan, barrio palestino cercano a la Ciudad Vieja de Jerusalén. Foto: Ammar Awad/REUTERS

Vi familias luchando para poder conseguir un sustento, luchando contra las demoliciones de sus casas, resistiéndose a los planes de los colonos de apoderamiento y expulsión, haciendo todo lo posible para liberar a sus hijos de detenciones injustas [*]. Vi a los niños obligados a jugar en las calles porque el municipio de la “Jerusalén unida” no ofrece ni un solo parque infantil ni un centro comunitario para los niños de Silwan.

Empecé a coordinar esfuerzos para poder brindar a la comunidad los servicios de los que carecían y para crear un sitio de medios e información que dijera la verdad sobre nuestro vecindario y nuestro hogar, a diferencia de la propaganda presentada por Elad a los millones de turistas que visitan su página cada año. Por este motivo, me castigaron y me siguen castigando hasta el día de hoy.

He perdido la cuenta de la cantidad de veces que me arrestaron o me convocaron para “conversaciones” como la que tuve con el capitán George.

En una ocasión, llegaron hasta a utilizar a un colaboracionista palestino para inventar acusaciones en mi contra, diciendo que le había atacado: acusaciones que incluso los tribunales israelíes reconocieron que eran falsas y sin base, pero solo después de tener que permanecer bajo arresto domiciliario durante seis meses.

Desahucio de la familia Rawabi de su hogar en Silwan, Jerusalén Este, en 2018. Foto: Emil Salman 

Me han llegado a acusar de arrancar árboles de los colonos, de entrenar a los niños para que lancen piedras, de formar parte de la OLP. Y de Hamas. Y del FPLP. Nada de eso es verdad, así que me resbala.  Por eso han decidido pasar a la acción.

Parte del centro comunitario que construí fue demolido por las autoridades israelíes alegando que no disponíamos de los permisos adecuados, a pesar de que es prácticamente imposible que los palestinos consigamos permiso para construir algo en nuestros propios vecindarios. El municipio de Jerusalén nos exige ahora que paguemos cientos de miles de shekels en impuestos municipales, y define nuestro centro comunitario como “comercio” en lugar de concedernos el descuento habitual que se aplica a las ONG.

Más de una vez me han ofrecido “sueldo y medio” a cambio de abandonar mi casa y salir de Silwan. Más de una vez me han dicho que si mantengo la cabeza gacha, me dejarán en paz. Más de una vez, más de cien veces, me he negado a abandonar mi casa y me he negado a dejar de luchar por mi vecindario.

 Una bandera israelí ondea sobre la azotea de un edificio del que los colonos han expulsado a varias familias palestinas en la barriada de Silwan, Jerusalén Este.  Foto: AP

Me consta que mi caso no es el único: un día es mi casa, al siguiente será la de mi vecino. Un día, será Wadi Hilweh, al siguiente será el barrio de Batan al-Hawa de Silwan, y al otro será Sheikh Jarrah, o  cualquier otro lugar de Jerusalén Este. Entiendo bien cómo funciona esta ocupación: por eso soy una amenaza.

Allá por el año 2010, en la “conversación” a la que fui convocado con el “capitán George”, le pregunté a mi interlocutor: “¿Quieres que dé la bienvenida a los colonos que de forma fraudulenta han venido a quitarme mi casa?”.

“Pero ganaste en los tribunales”, dijo, refiriéndose a una sentencia a a nuestro favor, antes de que los colonos presentaran otra demanda reclamando otras partes de nuestra casa. “¿Qué más quieres?”.

“Sé que tienen más planes”.

Entendí entonces, como entiendo ahora, que no se detendrán ante nada. Algún día, la ocupación terminará y, ese día, todos mirarán atrás y dirán: “Siempre estuve a favor de los oprimidos”.

N. de la T.:

[*] Véase la traducción de la información referida en: https://rebelion.org/docs/236407.pdf

Jawad Siyam جواد صيام

Original: Intimidation, extortion, eviction: this is the brutal reality for Palestinians in Silwan, Jerusalem

Traducido por Sinfo Fernández

Traductions disponibles : Italiano  Français 

Fuente: Tlaxcala, 21 de abril de 2021

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