Sáhara Occidental: el destino de la legalidad internacional en juego

Dejemos que la historia registre el consenso de todos sobre el problema de larga data del Sáhara Occidental, la última colonia de África.

Si el nuevo gobierno usamericano no se apresura a remediar el daño causado a la legalidad internacional por la política de quid pro quo (intercambio de favores) seguida por el gobierno anterior, no habrá consenso internacional. Su alocada inclinación socava las aspiraciones que tiene la humanidad de progreso, seguridad y estabilidad. En cambio, fomenta la injusticia, la autocracia, la tendencia a la expansión y el terrorismo de estado.

La revocación del presidente Biden de una serie de decisiones de su predecesor, inmediatamente después de la ceremonia de su investidura, inspira optimismo sobre la cancelación del reconocimiento ilegal de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.

El reconocimiento por parte de Donald Trump de la anexión del Sáhara Occidental por el Reino de Marruecos, el 10 de diciembre, supuso un duro golpe contra la Carta de las Naciones Unidas y las resoluciones de este organismo, que siguen clasificando el territorio como no autónomo. Sin embargo, esta decisión es un precedente de acoso y traición a los valores y principios sobre los que se fundaron las Naciones Unidas y también los de Estados Unidos. Muchos países árabes, incluido Marruecos, se apresuraron a normalizar sus relaciones con Israel, no en busca de la paz, sino a cambio de brindar protección a sus regímenes represivos y corruptos.

El Sáhara Occidental está ubicado en una vasta área de la costa atlántica en el noroeste de África, limita con Marruecos al norte, Argelia al este y Mauritania al sur y sureste. El territorio era conocido, en el pasado, por un sistema de reglas diferenciado en el que su membresía se basaba en la nominación tribal y su presidencia resultado de la deliberación entre sus miembros. España ocupó el territorio a partir de la Conferencia de Berlín, de 1884 hasta 1976. El Sáhara Occidental, o Sahara español como lo llamaban  durante el dominio español, figura en la lista de las Naciones Unidas de Territorios no Autónomos desde 1963, tras la transmisión de información por España en virtud del Artículo 73 (e) de la Carta de las Naciones Unidas. En su primera resolución de 1965, la Asamblea General de la ONU pidió a España que descolonizara el territorio. En 1974, España aceptó organizar un referéndum de autodeterminación, pero lo retrasó ante las pretensiones de Marruecos sobre el territorio. A petición de la Asamblea General de la ONU, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitió una Opinión Consultiva el 16 de noviembre de 1975, por la que desestimó las reclamaciones marroquíes sobre el territorio. La CIJ dictaminó que “no ha encontrado vínculos jurídicos de tal naturaleza que puedan afectar la aplicación de la resolución 1514 (XV) en la descolonización del Sáhara Occidental y, en particular, del principio de autodeterminación a través de la expresión libre y genuina de la voluntad de los pueblos del Territorio.”

La resistencia local al colonialismo español no terminó con la fundación, en 1973, del movimiento de liberación nacional, el Frente Polisario (Frente Popular para la Liberación de Saguía, el Hamra y Río de Oro), y la declaración de lucha armada. Tres años antes, los habitantes exigieron el fin del colonialismo español durante las manifestaciones de junio de 1970, en las que las fuerzas españolas dispararon contra los manifestantes y detuvieron a su líder, cuyo destino aún se desconoce hasta el día de hoy. Cuando el poder colonial español mostró debilidad bajo la presión del Polisario, se elaboró un sucio complot entre España, Marruecos y Mauritania para eludir la decisión de la CIJ y ocupar el Sáhara Occidental por la fuerza. Los tres países firmaron un acuerdo, el 14 de noviembre de 1975 en Madrid, por el que España cede el territorio a Marruecos y Mauritania.

Fuerzas marroquíes y mauritanas invadieron el Sáhara Occidental pocos días antes de que España se retirara del territorio, interrumpiendo el traspaso de poder a las autoridades de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), que fue proclamada por el Frente Polisario el 27 de febrero de 1976. Así, la guerra estalló entre los tres países, causando un gran sufrimiento a la población del territorio. Mauritania se retiró en 1979, tras un acuerdo con el Frente Polisario que condujo al reconocimiento de la RASD.

En 1991 se alcanzó un alto el fuego para poner fin a 16 años de guerra, después de que el Frente Polisario y el Reino de Marruecos, bajo la supervisión de la ONU y la Organización de la Unidad Africana (ahora Unión Africana) acordaran celebrar un referéndum de auto determinación, como mejor compromiso para la solución del conflicto. Pero tan pronto como las Naciones Unidas publicaron la lista provisional de votantes elegibles, el Reino de Marruecos se negó a seguir adelante, ignorando casi 30 años de esfuerzos de la ONU en los que Estados Unidos había jugado un papel importante. Distinguidas personalidades como James Inhofe, James Baker, John Bolton, Christopher Ross, entre otros, que trabajaron en estrecha colaboración en el tema del Sáhara Occidental, advirtieron enérgicamente de las negativas consecuencias de no respetar la legalidad internacional en el Sáhara Occidental. Un asunto de gran importancia que no se puede pasar por alto es la pertenencia a la RASD a la Unión Africana y el fuerte apoyo de que goza dentro de este bloque. Además, la vinculación del pueblo saharaui con su país es tal que está dispuesto a morir por él.

En este sentido, el desprecio de Trump por el estatus legal del Sáhara Occidental y el derecho inalienable de su pueblo a la autodeterminación e independencia revela la debilidad de las Naciones Unidas y la pértida de confianza en cualquier papel que este organismo pudiera desempeñar en la resolución de conflictos. Ha habido una reacción violenta contra el sesgo de Trump en favor de las ambiciones expansionistas del régimen marroquí, que empañó la reputación de Estados Unidos en el exterior y malgastó su influencia en las Naciones Unidas como patrocinador del orden mundial. Al contrario, aumentará las tensiones en toda la región y complicará el restablecimiento de la paz nuevamente.

El régimen marroquí se ha dedicado a mercadear con su lealtad a Estados Unidos y Francia a cambio del silencio de estos países sobre sus violaciones del derecho internacional en el Sáhara Occidental y de mantener congelado el caso. Las Naciones Unidas no pudieron imponer el referéndum porque Marruecos lo rechazó. El Consejo de Seguridad no pudo incluir la vigilancia de los derechos humanos en el mandato de la Misión de Naciones Unidas (MINURSO) porque con ello se revelaría la verdad sobre los crímenes cometidos por las fuerzas marroquíes contra civiles saharauis en el territorio ocupado del Sahara Occidental. Muchos han cerrado los ojos ante el saqueo de los recursos naturales del Sáhara Occidental por Marruecos porque se benefician de ello. Finalmente, es Marruecos quien decide sobre el Sáhara Occidental, no las Naciones Unidas.

Recientemente, el pasado 13 de noviembre, en la zona desmilitarizada de Guerguerat, en el sur del Sahara Occidental, las fuerzas marroquíes violaron el alto el fuego atacando a civiles saharauis que protestaban para que se ponga fin al saqueo de sus recursos naturales, sin que actuara la Misión de la ONU (MINURSO) a pesar de su presencia sobre el terreno. Esta flagrante violación de las disposiciones del acuerdo de alto el fuego hizo que el Frente Polisario y el gobierno de la RASD anunciaran el fin de la tregua. En repetidas ocasiones han advertido de que el estancamiento del proceso político traería consigo estas consecuencias. Ahora, la guerra ha estallado de nuevo y la escalada puede afectar a toda la región del Magreb y el Sahel.

La paciencia entre el pueblo saharaui se ha agotado como consecuencia de su decepción ante las Naciones Unidas después de casi treinta años de mantener la ilusión de poder celebrar un plebiscito democrático justo y libre que les permita decidir su futuro. Cualquier intento de unir a las dos partes estará condenado al fracaso a menos que se tengan en cuenta las condiciones saharauis basadas en un nuevo acuerdo.

La Unión Africana, durante su decimocuarta Cumbre extraordinaria sobre Silenciar de las Armas para 2020, en diciembre pasado, acordó las líneas generales de un nuevo enfoque que conduciría a un nuevo acuerdo entre los dos estados miembros. Las partes interesadas internacionales, y especialmente el grupo de amigos del Sáhara Occidental, deben colaborar con la Unión Africana para encaminar este enfoque.

Es hora de que la comunidad internacional consolide los valores y principios de la democracia y la justicia, dando prioridad a la implementación de la libre determinación en el Sáhara Occidental, por cuanto éste es el principio en el que se basan todos los países de las Naciones Unidas. Dejemos que la historia registre el consenso de todos sobre el problema de larga data del Sáhara Occidental, la última colonia de África.

Deich Mohamed Saleh الديش محمد الصالح

Original: Western Sahara: Fate of international legality at stake

Traducido por S. Seguí

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Fuente: Tlaxcala 9 de febrero de 2021

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