Neoliberalismo y pandemia

De nuevo, se pone entonces de manifiesto dónde reside realmente el poder, más allá de sus formas puramente instrumentales a través de los poderes formales del ideario liberal.

El modelo neoliberal que ha impuesto la hegemonía del mercado sobre la acción correctora y equilibradora del Estado moderno (hasta donde ésta es posible en el capitalismo) demuestra con creces todas sus limitaciones con la actual pandemia del coronavirus. La cuestión es dramática en los Estados Unidos no solo debido a la gestión del señor Trump pues éste en lo fundamental ha seguido ese modelo neoliberal, vigente desde mucho antes en este país.

No solo el curso mismo de los acontecimientos económicos desmiente de forma rotunda la afirmación de los profetas del modelo según la cual con la plena autonomía del mercado y la reducción a mínimos de la función del Estado desaparecerían las crisis cíclicas del sistema sino que en un asunto clave de las formas modernas del orden social -el cuidado de la salud- el rol hegemónico de la empresa privada y la reducción drástica de lo público en su gestión arrojan un balance dramático que la actual pandemia muestra en toda su crudeza.

No es por azar que los sectores de menores ingresos sufran las carencias del sistema de salud de una manera mucho mayor que el resto de la población: vacunación, tratamientos médicos, medidas diversas para disminuir el impacto psicológico del confinamiento y aislamiento que impone la pandemia y, por supuesto, los indispensables auxilios económicos para sobrellevar el inevitable impacto del coronavirus sobre la economía (desempleo, quiebra generalizada de empresas, aumento desmesurado del precio de artículos esenciales),etc. Mientras amplios sectores de la población (clases laboriosas y pobres en general) intentan sobrellevar como pueden el duro impacto de la pandemia, se registran ganancias nada desdeñables en sectores destacados del tejido empresarial, ya sea porque las demandas del mercado les favorecen, ya sea porque las ayudas estatales suelen ser siempre mayores y más generosas con estos sectores que con el resto de la población. Paradójico que los mismos empresarios que siempre predican que el Estado es un estorbo y debe ser reducido a ser un simple gendarme de la propiedad son ahora los primeros en exigir que sean los fondos públicos (a los que ellos por lo general aportan poco) los que vengan en su ayuda; nada raro ni nuevo, así funciona naturalmente el capitalismo.

La pandemia, por motivos obvios, golpea con enorme intensidad en la salud, y en este sector el modelo neoliberal muestra todas sus limitaciones de manera especialmente sensible pues se trata nada menos que la de la vida de los seres humanos. El espectáculo vergonzoso de Estados Unidos no puede ser peor y no solo por las medidas de la anterior administración que en mucho aspectos ha sido tan neoliberal como las anteriores sino porque allí, precisamente, una de las banderas de los adalides del modelo ha sido siempre reducir todo lo posible los servicios públicos de salud y dejar el predominio a la iniciativa privada.

Aunque en medida menos dramática lo mismo se registra en la Europa del Estado de Bienestar igualmente por las muchas medidas que en el Viejo Continente han debilitado la salud pública en beneficio de las empresas privadas. El drama en la periferia del sistema es aún más alarmante pues en muchos casos ni siquiera ha habido formas modestas de Estado del Bienestar. El contraste es aún mayor si se compara esta situación con China, Rusia o inclusive con países como Cuba o Venezuela. China y Rusia si bien han optado por algunas fórmulas neoliberales han conservado con mucho celo las formas de capitalismo de Estado limitando el poder de los empresarios privados y manteniendo una muy señalada disciplina social y control de su población. Todo indica que con resultados muy positivos, sobre todo el en el caso de China.

Una sesión para compartir la experiencia cubana en el tratamiento a la COVID-19

Cuba ha conseguido resultados muy alentadores pues a pesar de todas las limitaciones que le afectan por el bloqueo estadounidense ha conseguido mantener un sistema de salud pública muy eficaz y su sector farmacéutico ofrece avances considerables. En menor medida sucede igual en Venezuela, también golpeada por el bloqueo de Estados Unidos y de la Unión Europea. Su sistema de salud funciona a pesar de todo y hasta se da el lujo de donar oxígeno a la población de Manaos, abandonada a su suerte por el gobierno demencial de Bolsonaro.

Manaos recibe oxígeno donado por Venezuela para frenar crisis sanitaria: Venezuela envía 136 mil litros de oxígeno a Manaos Brasil

El actual escándalo mundial por la gestión de las vacunas pone de manifiesto en mayor medida el riesgo de dejar asuntos claves para el orden social en manos de la empresa privada, y más si ésta funciona como monopolio y tiene frente a los Estados un poder inmenso. La misma Unión Europea es literalmente humillada por uno de estos consorcios farmacéuticos que se permite incumplir las entregas pactadas legalmente para desviarlas a otros mercados con precios mayores. Si una potencia como la UE puede ser sometida a chantaje por una multinacional ¿Qué no podrá suceder en países de menor potencial económico y político? Para comenzar, la distribución mundial de la vacuna ya tiene el sello nefasto de los intereses empresariales y del principio “sagrado” del beneficio por encima de toda consideración. No sorprende entonces que la vacuna se asegure a los países ricos en detrimento del resto de la población mundial con la misma lógica perversa que determina que en cada país, de una u otra manera, la vacuna sea aplicada primero a las clases adineradas en detrimento de las mayorías pobres y trabajadoras, o que en no pocos casos, se haga uso criminal de las influencias sociales y políticas para conseguir la vacuna burlando las prioridades que se establecen por razones médicas.

La conclusión solo puede ser una: no es conveniente, bajo ningún aspecto, que asuntos claves para las mayorías sociales dependan de los criterios de los empresarios y más si éstos están organizados en monopolios que actúan como verdaderas mafias a nivel nacional e internacional. Con la misma lógica parece de evidencia incontestable que en asuntos claves como la salud, no es conveniente en manera alguna que las empresas productoras de medicamentos (un asunto de vida o muerte) estén en manos de consorcios privados con total ausencia del Estado, que debe tener, en todo caso, un papel preponderante en la investigación y en la misma producción, no menos que instrumentos legales que le permitan a las autoridades controlar lo esencial de su producción y distribución. Es pertinente recordar que la investigación básica (sobre todo) corre siempre por cuenta del Estado mientras la producción que se basa en esas investigaciones se deja a las empresas privadas que por este medio se aseguran el control del mercado y por ende los beneficios. No es de recibo entonces que con fondos públicos se financie la investigación dejando a la empresa privada los procesos que generan beneficios. Tampoco lo es que, por razones políticas (no menos que por la presión de esas multinacionales farmacéuticas) muchos países (la UE, por ejemplo) renuncien a la compra de vacunas de Rusia o China, más baratas e igualmente eficaces.  El neoliberalismo tan solo subraya esta realidad, la muestra en sus formas más groseras y antidemocráticas.

Juan Diego García Para La Pluma, 30 de enero de 2021

Editado por María Piedad Ossaba