…si, una vez que ‘a nuttata se termine*, todo será como antes y no habrá ningún cambio de paradigma. Esta pandemia puede ser una gran oportunidad para un giro eco-socialista. La respuesta no puede ser sólo «reactiva», es decir, limitada a los medicamentos, vacunas, subsidios, a la bondad de los balcones. En estos tristes tiempos, que se llaman Antropoceno y Capitaloceno, o bien se da un giro radical a nivel del cambio climático, a nivel del cuidado del medio ambiente, a nivel social, a nivel económico, a nivel de la sanidad, que tiene que ser pública, o las cosas seguramente no irán bien.
Sueño…sueño…#Nosquedaríamosencasa- viñeta por Mauro Biani
Incluso la muerte se debe escalonar, como las vacaciones
El gran problema de esta pandemia es que las emergencias respiratorias llegan todas juntas a los departamentos de reanimación, y nuestro sistema de salud, que en los últimos años se ha ido privatizando y reduciendo cada vez más, no le puede hacer frente. Si se escalona, las emergencias y luego las muertes pasan desapercibidas. Sólo piense que según la OMS, la Organización Mundial de la Salud, cerca de 8 millones de personas mueren cada año por la contaminación del aire. Sólo en China, el número de muertos es de más de un millón. En Italia, 80.000 muertes se deben a las partículas, el dióxido de nitrógeno, el ozono. Tampoco hay que olvidarse de que en los países occidentales el 91% de las muertes son causadas por enfermedades no transmisibles (enfermedades cardiovasculares o respiratorias, tumores), que están estrechamente ligadas al ambiente intoxicado donde vivimos, mientras que el 9% son causadas por enfermedades infecciosas.
Para los que deseen otros datos negativos, podemos mencionar que en Italia cada año se producen unas 90.000 muertes por el consumo de cigarrillos (uno a dos mil por el tabaquismo pasivo) [son seis millones en el mundo y 700.000 en la Unión Europea, NdE]; los accidentes de tráfico causan 3.330 muertos y 243.000 heridos; en Italia, cada año mueren unas 10.000 personas a causa de la resistencia a los antibióticos, que es una de las principales emergencias sanitarias. Por esta razón mueren cada año 700.000 personas en el mundo. Una de las causas es el uso masivo de antibióticos en las granjas de animales. En Italia, según los últimos datos de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), casi el 70% de los antibióticos vendidos están destinados a animales de granja.
En este artículo se centrará la atención en la actual emergencia sanitaria, más concretamente en las consecuencias de las estrechas relaciones con el mundo animal, debido al cambio climático, y la perversa sinergia entre el smog y el Covid-19.
¿Puede la contaminación del aire exacerbar la virulencia del Covid-19?
Inmediatamente llama la atención que los dos mayores brotes de esta pandemia, China y el Valle del Po en Italia, son dos cámaras de gas, zonas industriales con una alta tasa de contaminación atmosférica. Sería sorprendente descubrir que la contaminación atmosférica no influyese en el riesgo de enfermar y morir a causa del Covid-19, ya que la exposición a las partículas es en sí mismo una causa de mortalidad, especialmente en personas con problemas de salud anteriores.
Lo que se tendrá que evaluar en los próximos meses es cuán negativamente la exposición a los contaminantes del aire, como las partículas (PM2, 5, 10), los óxidos de nitrógeno (NOX), el ozono (O3) ha influido en el pronóstico del Covid-19.
En un interesante estudio sobre el SARS, una epidemia que, como hemos visto, tiene varias similitudes con el Covid-19, titulado «Contaminación del aire y mortalidad del SARS en la República Popular China: un estudio ecológico», de Yan Cui, se muestra cómo «la contaminación del aire está asociada con el aumento de la mortalidad de los pacientes de SARS en la población china.» La explicación biológica podría ser que la exposición a largo o corto plazo a ciertos contaminantes del aire podría comprometer la función pulmonar, aumentando así la mortalidad por SARS. Este estudio también vinculó la diferente tasa de mortalidad del SRAS con el nivel de contaminación del aire: Los pacientes de SARS que vivían en regiones con una calidad de aire más pobre tenían un riesgo del 84% más alto de morir. La partícula ultrafina podría actuar como portadora del virus, transportándolo a los alvéolos pulmonares y exacerbando su virulencia.
En otro artículo científico, titulado «The impact of PM2.5 on the human respiratory system» (El impacto del PM 2.5 en el sistema respiratorio humano) de Yu-Fei Xing, se afirma que el daño del PM2.5 en las células pulmonares se debe a las interacciones entre las células inflamatorias y las citoquinas, por lo que es muy similar y sinérgico con respeto al Covid-19 (véase «Tormentas de citoquinas»).
En el artículo científico de Wei Su et al. titulado «Los efectos a corto plazo de seis contaminantes atmosféricos [PM 2,5, incluidos PM 10, NO2, O3, CO y SO2] en las enfermedades similares a la gripe (ILI)» muestra que los contaminantes atmosféricos pueden aumentar la incidencia de enfermedades similares a la gripe, tanto por la disminución del sistema inmunológico, como por la alteración de la producción de citoquinas: «La exposición a PM 2,5 no sólo provocó daños en las vías respiratorias epiteliales y disfunción de la barrera, sino que también redujo la capacidad de los macrófagos de engullir virus, aumentando la susceptibilidad de un individuo a los virus» y, de nuevo, «las lesiones tisulares inducidas por PM 2,5 pueden estar relacionadas con la alteración de la producción de citoquinas». El PM 2.5 puede comprometer la actividad fagocítica de los macrófagos alveolares.
Por lo tanto, no es demasiado descabellado especular que la perversa sinergia entre el virus SARS-COV-2 y la contaminación atmosférica podría ser una de las causas de la especial gravedad y propagación de la pandemia del Covid-19, en China, en el Valle del Po, en Corea del Sur, es decir, todas zonas con una alta tasa de contaminación. Pero como sabemos, la contaminación se ha vuelto omnipresente. Es esencial comenzar a tomar medidas drásticas inmediatamente para reducir el nivel de los contaminantes del aire, y no sólo eso. Otro tipo de economía es necesaria. Esta pandemia es una prueba general sobre cómo el neoliberalismo, junto con la contaminación, el cambio climático y la exacerbación de las desigualdades, nos está llevando directamente a la sexta extinción masiva No podemos confiar sólo en el tiempo o las pandemias para limpiar el aire.
Enfermedades infecciosas emergentes y salto de especies
La mayoría de las enfermedades infecciosas emergentes (EID) son zoonosis, lo que significa que comenzaron en animales y luego «saltaron» a los humanos. Muchos virus animales han hecho un salto (o derrame) de especie, es decir, han pasado de las aves (tanto migratorias como residentes en granjas y mercados), debido a «presiones» antinaturales, de su reserva animal/natural a los seres humanos. En los últimos veinte años se han registrado varias epidemias virales: el síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV) en 2002-2003 y la gripe H1N1 en 2009. Recientemente, el Coronavirus del Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS CoV ), identificado por primera vez en Arabia Saudita en 2012, y el Ébola – que actualmente parece dirigirse hacia una remisión completa. El virus pandémico actual se ha llamado SARS-CoV-2, ya que es muy similar al virus que causó la epidemia de SARS (SARS-CoVs). Todos estos virus son potencialmente pandémicos, es decir, causan mortalidad y morbilidad en gran escala, y como efectos secundarios interrumpen las redes comerciales y de viajes, dan lugar a disturbios sociales y producen efectos económicos devastadores.
Manifestaciones clínicas
COVID-19 puede ser una enfermedad leve (81% de los casos), moderada (14% de los casos) o severa (5% de los casos). Las manifestaciones clínicas graves incluyen neumonía severa, SDRA (síndrome de dificultad respiratoria), disfunción de múltiples órganos (MOD), sepsis y shock séptico. Los datos preliminares indican que dependiendo del estudio y el país, la tasa de mortalidad reportada varía entre el 1% y el 2%. Most of the deaths occurred in patients over the age of 50. Los niños pequeños parecen estar ligeramente infectados, pero pueden actuar como portadores de transmisiones adicionales.
La tormenta de citoquinas
En las tres principales pandemias virales del siglo pasado, debidas a los ortomixovirus que propiciaron el salto de especie de aves a seres humanos, las así denominadas «gripe española» (de H1N1, en 1918-1920), «gripe asiática» (de H2N2, en 1952) y «gripe de Hong Kong» (de H3N2, en 1968), produjeron millones de muertes, en gran parte por neumonías causadas por una superinfección bacteriana (y por lo tanto, teóricamente tratables con antibióticos).
Por otro lado, en las enfermedades infecciosas emergentes contemporáneas, la neumonía es causada directamente por un mecanismo autoinmune, por el «fuego amigo.» El Covid-19 procede de manera similar al SARS, que atacaría los pulmones en tres fases: replicación viral, hiperactividad inmune y destrucción de los pulmones. En la segunda fase, el sistema inmunológico entra en juego, determinando respuestas excesivas, los así denominados «incendios virales» o «tormentas de citoquinas», o «síndrome de liberación severa de citoquinas» (SRC). Alarmado por la presencia de una invasión viral, el sistema inmunológico se apresura a combatir la enfermedad inundando los pulmones con citoquinas, proteínas que tienen la tarea de eliminar el daño y reparar el tejido pulmonar. Este proceso, sin embargo, a veces se descontrola y estas células matan todo lo que encuentran, incluyendo el tejido sano (como sucede con el «bombardeo quirúrgico»). La tormenta de citoquinas puede entonces verterse en el sistema circulatorio y crear graves problemas sistémicos en varios órganos.
Un rayo de esperanza
Para detener la letal tormenta de citoquinas, la esperanza proviene del tocilizumab (nombre comercial Actemra), un fármaco desarrollado por Roche para la artritis reumatoide, que inhibe los altos niveles de Interleukina 6 (IL-6), una de las citoquinas implicadas en la mencionada tormenta.
Murciélagos y los CoV
Los Coronavirus (CoV) probablemente se originaron en murciélagos y luego se trasladaron a otros mamíferos huéspedes (huéspedes intermedios) – la civeta de palma del Himalaya para el SARS-CoV y el dromedario o camello árabe para el MERS-CoV – antes de saltar a los humanos. Los análisis genómicos sugieren que el SARS-CoV-2, el virus de la actual pandemia, también se originó en murciélagos, e hizo que su especie saltara, o se extendiera, de los murciélagos a los humanos sin un huésped intermedio. De hecho, los primeros casos del CoVID-19 se relacionaron con la exposición directa al mercado mayorista de mariscos de Huanan en Wuhan.
Sin embargo, los casos posteriores no se asociaron a este mecanismo de exposición y se llegó a la conclusión de que el virus también podía transmitirse de hombre a hombre. Las personas sintomáticas son la fuente más frecuente de difusión del COVID-19, aunque las estimaciones sugieren que el 2% de la población son portadores sanos de un CoV. El SARS-CoV causó una epidemia a gran escala que comenzó en China e involucró a dos docenas de países con alrededor de 8.000 casos y 800 muertes; y el MERS-CoV que comenzó en Arabia Saudita y causó alrededor de 2.500 casos y 800 muertes, y sigue siendo responsable de algunos casos esporádicos. Incluso los orígenes del virus Nipah en Malasia en 1998 y de los virus del Ébola se han rastreado hasta los murciélagos.
Cambio climático e interacciones con animales
Los animales salvajes pueden ser portadores sanos de los virus. En un mundo normal no habría contacto con el hombre. El cambio climático obliga a algunas especies a entrar en contacto con otras especies que podrían ser vulnerables a las infecciones. Nos acercamos demasiado a los animales, invadimos sus hábitats, aumentando así nuestra exposición a varios agentes infecciosos. El cambio en el uso de la tierra, como la transformación de los bosques en campos de cultivo para asegurar el alimento para la agricultura intensiva o para biocombustibles, o la caza, también pueden ser responsable de un contacto alterado con la fauna silvestre. Por el contrario, al mantener los ecosistemas intactos, reduciendo la agricultura intensiva – un verdadero azote para el planeta – se reducen las posibilidades de contacto y transmisión de patógenos entre los seres humanos, el ganado y la fauna silvestre
El presente: una interfaz demasiado cercana con la fauna silvestre
Alrededor del 70% de las enfermedades infecciosas emergentes y casi todas las pandemias recientes se originan en animales (sobre todo en la fauna silvestre) y su aparición se debe a complejas interacciones entre animales salvajes y/o domésticos y humanos. La aparición de enfermedades se correlaciona con la densidad de la población humana y la diversidad de la fauna silvestre, y se ve impulsada por cambios antropogénicos como la deforestación y la expansión de las tierras agrícolas (es decir, los cambios en el uso de la tierra), la intensificación de la producción ganadera y el aumento de la caza y del comercio de animales salvajes (Moreno Di Marco et al.) – Opinion: sustainable development must take into account the risk of a pandemic – PNAS 25 February 2020 117 (8) 3888-3892) https://doi.org/10.1073/pnas.2001655117)
El futuro: No todo estará bien
Si no se produce un cambio de paradigma, el aumento de la población humana -estimada en unos 11.000 millones de personas en 2030- precisará cada vez más aumentos de la producción agrícola y animal, lo que ampliará el uso agrícola de antibióticos, agua, pesticidas, fertilizantes y tasas de contacto entre los seres humanos y los animales salvajes y domésticos, todo lo cual entrañará la aparición y propagación de agentes infecciosos (Jason R. Rohr, et al. Las enfermedades infecciosas humanas emergentes y los vínculos con la producción mundial de alimentos).
Nota del traductor
* «Mo’ ha da passà ‘a nuttata» es una expresión en dialecto napolitano de una comedia de Eduardo De Filippo que significa «se tendrá que soportar la noche» como referencia a un paciente para el que se hizo todo lo posible y sólo una vez que la noche haya pasado, podrán decir si la terapia funcionó.
Gian Luca Garetti
Traducido por Silvana Fioresi
Editado por Fausto Giudice Фаусто Джудиче فاوستو جيوديشي
Fuente: Tlaxcala, 21 de marzo de 2020