En un taxi colectivo conducido por un chofer de conversación fácil y adicto al acelerador, se asciende rápido desde un puerto de San Antonio sacudido por el mar hasta el cerro Placilla, donde está el campamento de 1200 familias. La biblioteca y centro comunitario donde se reúne la agrupación Nido de Queltehues, se encuentra en el sector K de la toma, donde habitan 94 familias, sobre una calle ancha de tierra, sin accidentes, limpia. Allí se prepara la olla común, se realizan las reuniones, asambleas, clases de guitarra y diseño gráfico. Un poco más allá está la calle Internacional, bautizada así porque en esa arteria se concentran los pobladores migrantes. 5 años de edad tiene el campamento y el terreno pertenece a la familia Zegers, dueña de la inmobiliaria Bellavista.
Uno de los representantes del grupo Queltehues, Braulio Bulnes, afirma que “con los vecinos que hemos logrado hacer amistad siempre nos preguntamos cómo fue que confluimos todos aquí, personas que sufrimos y sentimos lo mismo. Nuestro objetivo es hacer una comunidad autovalente, solucionar los problemas básicos -como la luz, el agua-, nosotros mismos, deliberando juntos», y agrega que «es muy difícil luchar en tiempos en que el capitalismo neoliberal se ha tomado los corazones y las mentes de muchos. Pero vale la vida”.
– ¿No se trata sólo de conquistar el derecho a la vivienda?
“Para nada. Esto es una lucha liberadora de conciencias.”
– Llama la atención la solidez y estilo de las construcciones.
“Toda la plata que alcanzamos a sacar de las AFP y de las deudas la invertimos en edificar.” Braulio relata que el pueblo trabajador del campamento está formado de “pescadores, artesanos, obreros de la construcción, albañiles, estucadores, carpinteros, empleados de la salud, del transporte, del comercio, trabajadores portuarios, artistas populares”. Y sobre los trabajadores migrantes, el dirigente social informa que, “existe mucha empatía con ellos. En las asambleas son más entusiastas que los chilenos”.
– ¿Y cuáles son los problemas?
“Hay dirigentes anti-comunidad, asistencialistas, que cobran a los vecinos sin transparentar ningún gasto. Ello provoca que nos metan a todos ‘en el mismo saco’, como si nosotros también nos estuviéramos beneficiando de la toma. Y respecto del eventual desalojo del campamento, estamos esperando ser notificados por el diario. Al segundo aviso se ejecutaría mediante un operativo policial igual al que se usó en la toma 17 de Mayo.”
Ernesto Arredondo es un cantante popular, doctorado en karaoke. Tiene dos hijas y vive hace casi 20 años en el puerto de San Antonio. “Soy maestro constructor y he hecho varias casas del campamento. Ya estoy inventando una canción para los vecinos. No un himno, eso sí; más bien una balada que es el género que me gusta”.
A su lado, Erick Tolosa de 35 años de edad, cuenta que trabaja realizando clases de música y cantando en diversos lugares.
– Tú eres amante de los pájaros. Además de montarse sobre el mar, el campamento está en medio de un bosque.
“Tomamos el nombre queltehue precisamente por la defensa que hace esta ave con sus crías. Acá se encuentran aves rapaces, cernícalos, bailarines, aves nocturnas. En los primeros tiempos de la toma había niños con ondas para cazar pájaros como la loica, el chincol, el jilguero. Pero nos dedicamos al trabajo de educar y no se han dado más casos. Y además del valor natural de la zona, se encuentra el valor cultural. De hecho, se han encontrado restos de asentamientos humanos originarios del pueblo Bato. Aquí está lleno de quebradas esclerófilas, capaces de mantener el agua sin evaporarse en virtud de una capa de cutícula muy especial que no se encuentra en otros bosques. Eso permite que abunden los boldos, peumos, litres, quillay, entre otras especies.”
Por su parte, la también integrante del grupo Queltehues, Nidia González, asegura que “la cuestión es defender los derechos de los pobladores” y añade que “en el campamento somos muchas las mujeres mamás jóvenes y solas. Me interesa que la comunidad que estamos formando lo haga de manera amigable y cordial, muy ligada a la naturaleza. Lo que cuesta es superar las frustraciones, los prejuicios, las estigmatizaciones y los malos tratos, claro. Pero siempre es más fuerte la convicción de sentar un precedente para otras personas que están en nuestra misma situación”.
– ¿Cómo observas el papel de los más jóvenes?
“Creo que nuestra relación con los jóvenes es escucharlos porque tienen mucho que decir y hacer. Lo nuestro es sembrar una semilla en nuestros hijos e hijas y juntos crear un mismo horizonte de vida.”
– ¿Y cómo trabajan el miedo al desalojo?
“El desalojo es todavía una posibilidad tremendamente real. Por los vínculos que algunos de nosotros sostenemos con otras tomas y campamentos, apostamos a la movilización social y una organización cada vez mayor, más sólida. Sin embargo, para una gran parte de los vecinos, el desalojo no se ve como un problema inminente. Por eso una práctica constante de nuestro día a día consiste en explicarle a la gente las implicancias duras de un desalojo y la urgencia de fortalecer la unidad y preparación consciente del campamento. Nuestra lucha también conlleva destruir la soledad y el abandono, y empinar los ánimos de la mayoría.”
Valeska Vega se inscribe en la organización Suyai y asistió a la invitación del grupo Queltehues porque comparten similares objetivos: la radicación de las personas que habitan el campamento. Es una dirigente de la toma que procura establecer lazos con otras agrupaciones que coexisten en el mismo territorio. Vive en el sector J, junto a otras 44 familias, cerca de la escuela popular.
“Mi labor es tratar de gestionar un mejor pasar para la comunidad, armar proyectos para arreglar las calles y otras tareas en ese sentido», explica Valeska y precisa que las dificultades principales son la falta de cohesión de los vecinos y ciertas fuerzas «que manipulan la información importante para la gente, que lucran con ella y la estafan sin miramientos, y paralelamente hacen todo lo que pueden por desprestigiarnos y desarticularnos”.
– ¿Que valor le asignas a la coordinadora Tomas y Campamentos en Resistencia?
“Estamos muy agradecidos de la organización y el apoyo mutuo que forjamos en ese espacio. Lo que allí veo es trabajo, respeto y no política partidista ni electoralista.”
Se desploma la tarde sobre el campamento Placilla de San Antonio. A poco de las viviendas elevadas con madera solidaria se hunde el sol en el océano Pacífico. El bosque habla en silencio. En el cielo de la toma inician su vigilia los pájaros que protegen a la comunidad.
Andrés Figueroa Cornejo para La Pluma, 1 de septiembre de 2024
Editado por María Piedad Ossaba