Miguel Gila es, con seguridad, uno de los mejores humoristas de la historia de España. Para muchos, el mejor. Y para la historia ha quedado un desternillante sketch sobre la guerra, en el que, uniformado y ataviado con casco y prismáticos, telefoneaba al enemigo y mantenía una conversación por completo surrealista. Sin embargo, este delirante monólogo no podía ser más representativo de la negligente y extravagante situación del Ejército español franquista. No obstante, sabía de lo que hablaba, pues él mismo lo había comprobado, y sufrido, en primera persona: en 1938, con solo diecinueve años, los franquistas le fusilaron junto a otras trece personas en una de las múltiples masacres que perpetraron.
Gila, por suerte, sobrevivió para contarlo y, aunque tras el fusilamiento, no tuvo más remedio que cumplir cuatro años de servicio militar —como castigo por no morir—, pasada la treintena convirtió su conocimiento del Ejército español en un continuo homenaje a la milicia española, y a la guerra en general, en los escenarios de España y América Latina.
Por desgracia, el Ejército español franquista también sobrevivió y, a cada día que pasa, pareciera que quisiera homenajear al gran humorista español y recordarnos que aquel Ejército español franquista es, en esencia, la estructura del Ejército español otanista de la actualidad. A las pruebas me remito: la última, en concreto, el frustrado envío de carros de combate Leopard a Ucrania tras comprobarse que no valen ni para chatarra.
Los carros fueron almacenados en el año 2012 tras la negativa de Perú a adquirirlos casi a precio de saldo, ya que no le convenció el estado de los mismos. Y ahí, y en la fecha de adquisición, encontramos la primera controversia.
Un envío que recuerda al mejor Gila: «Señor Emilio, que le llamo para un asunto de reclamaciones, que de los seis cañones que mandaron ayer vienen dos sin agujero. Que estamos disparando con las balas por fuera… ¿Y ustedes no venden los agujeros sueltos? Bueno, mándeme dos contrarrembolso. O tres, por si se pierde uno».
El mal chiste de los carros de combate Leopard
No obstante, en teoría, el Ejército español había almacenado hace una década algo más de medio centenar de los 108 carros de combate Leopard 2A4, que fueron adquiridos en el año 2005 tras ser cedidos por Alemania en régimen de alquiler a mediados de la década de 1990. Se trata de carros de combate de segunda mano que fueron utilizados por los alemanes desde mediados de los años ochenta y que, tras la caída del muro de Berlín, se convirtieron en innecesarios –Alemania tenía más de 2.000 carros de combate–. De estos más de 108 carros, el Ejército español proyectaba reutilizar, mediante la canibalización de piezas, al menos cuarenta unidades. Así, a simple vista, lo que pretendía enviar España a Ucrania parecía material obsoleto obtenido de reunir piezas de aquí y de allá de carros de combate de más de cuarenta años de antigüedad, pero las apariencias engañan: no eran ni hierro viejo.
Los carros fueron almacenados en el año 2012 tras la negativa de Perú a adquirirlos casi a precio de saldo, ya que no le convenció el estado de los mismos. Y ahí, y en la fecha de adquisición, encontramos la primera controversia: ¿por qué se adquirieron en el año 2005 carros de combate que solo unos años después, en 2012, serían rechazados por Perú por un precio menor del pagado?
No fue el único patinazo. La filtración de la noticia del envío de los carros de combate a Ucrania en el medio de cabecera del PSOE –El País– y con el periodista de cabecera del ministerio de Defensa –Miguel González–, a principios de junio, pretendió sondear a la opinión pública española, pero terminó, como suele ser habitual en los chistes malos y groseros, con pocas risas y muchos sofocos. Y cabreando a demasiados.
Los carros de combate no podían ser cedidos por España sin el consentimiento del Consejo Federal de Seguridad alemán, lo que, o desconocían o menospreciaron. Grueso error, aunque de lo más habitual. El escándalo en Alemania fue mayúsculo y, al momento, las autoridades germanas, según Der Spiegel, denegaron la petición: no se enviarían los carros de combate prometidos ni habría, por tanto, instrucción de los militares ucranianos en las repúblicas Bálticas, donde militares españoles se encuentran desplegados con la versión moderna del carro de combate Leopard –2E–. España quedaba, de nuevo, en ridículo por los carros de combate Leopard 2A4, pero no sería la última ocasión.
Al comienzo de agosto, la ministra de Defensa española, Margarita Robles, afirmó, antes de reunirse con el embajador ucraniano, que los carros de combate Leopard que España pretendía enviar a Ucrania estaban «en unas condiciones que no se pueden utilizar». Y añadió: «No los podemos dar porque serían un riesgo para las personas». Es decir: los carros Leopard no pueden ser enviados a Ucrania porque Alemania no quiere y porque «están en una situación absolutamente lamentable». De ahí surge otra de las grandes cuestiones del caso: ¿por qué se han almacenado durante años a un coste de 80 euros la hora de desmontaje decenas de carros de combate si diez años después resultan inservibles, pues o no se podían almacenar o se almacenaron mal?
En la gran parodia de Gila, al menos, los carros de combate eran vehículos: «Seiscientos con un enano que, en lugar de disparar, insulta. No mata, pero desmoraliza». Los Leopard españoles ni dan ni para desmoralizar.
Un repertorio interminable
Con todo, el mal chiste de los carros de combate Leopard solo constituye uno más en un repertorio más amplio que el del gran cómico español. Porque si España es un chiste, el Ejército español es la quintaesencia del humor. Negro, claro. Basta con repasar los envíos anteriores de material militar a Ucrania: cascos y antifragmentos caducados, ametralladoras defectuosas y, en general, material obsoleto.
Los carros de combate no podían ser cedidos por España sin el consentimiento del Consejo Federal de Seguridad alemán, lo que, o desconocían o menospreciaron. Grueso error, aunque de lo más habitual.
Tal ha sido el esperpento que el embajador de Ucrania en España, Serhii Pohoreltsev, se quejó porque, según su versión, el armamento que ha enviado España a Ucrania «solo serviría para dos horas de combate», ya que las doscientas toneladas de armamento enviadas por el buque Ysabel solo constituye el 0,03 % de todo el material recibido.
Para Margarita Robles no es un chiste, sino un asunto de Estado
Ayer mismo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, visitó el Ala 35 del Ejército del Aire y el Espacio, que así se llama ahora lo que antes era el Ejército del Aire. Que no sea por nombres. En su visita, criticó que el Partido Popular calificase de ’hazmerreír’ que España pretendiera enviar carros de combate a Ucrania que no eran ni chatarra y catalogó su actuación como «frívola» y pidió «prudencia, sentido de Estado y responsabilidad». Así se las gasta Margarita: para ella, toda crítica, aun cuando se haya hecho el mayor de los ridículos, se debe a falta de lealtad y sentido de Estado. Tener sentido de Estado, para ella, es aplaudir siempre al rey, en especial cuando se encuentra desnudo.
Durante la tradicional charla con los medios de comunicación, porque Margarita Robles no visita unidades militares para mejorar o cambiar la situación de las Fuerzas Armadas españolas, sino para promocionarse, aseveró que 1) Ucrania piensa en comprar carros de combate a España —es de imaginar que no querrá comprar los almacenados—; 2) España ha ofrecido entrenar a los militares ucranianos en el manejo de los carros de combate Leopard; y 3) lo más delirante: cada semana se reúne con un equipo técnico para ver lo que envían a Ucrania.
Reuniones que, a tenor del material enviado, deben ser memorables:
—¿Quedan antifragmentos o cascos caducados?
—No, señora ministra.
—¿Y ametralladoras defectuosas?
—No, tampoco. Lo siento.
—¿Y carros de combate almacenados, esos que están en tan mal estado que no fueron rechazados por Perú?
—De esos quedan un montón.
—Pues hala, se los enviamos a los ucranianos.
Tan memorables que la ministra pidió confidencialidad y discreción sobre el material español enviado, como si estuviera en todos los diarios el armamento que los distintos países envían a Ucrania, detallado hasta el extremo, o como si el armamento español fuera a cambiar el curso de la confrontación —esas ametralladoras que se encasquillan, esos cascos y antifragmentos caducados o esos carros de combate que solo son chatarra y que ya nadie quiere ni para desmoralizar al enemigo—.
Y gracias
A lo mejor, tanto Ucrania como el embajador ucraniano, deberían dar las gracias, pues el Ejército español no tiene cañones sin agujero, como los del gran Gila, pero todavía le quedan blindados con alta siniestralidad –más de cuarenta fallecidos–, aviones en un estado tal que han provocado la muerte de decenas de pilotos en los últimos años, fragatas con fallos de diseño que han generado protestas de Australia, un submarino que estuvo veinte años sin flotar, pilotos que pierden misiles en las Repúblicas bálticas, comandantes que encallan cazaminas en La Manga del Mar Menor, almirantes –hoy JEMAD– que envían un buque a Lampedusa sin saber que no tiene suficiente calado para su entrada, helicópteros Tigre almacenados para ser canibalizados… Más valdría parar la guerra que necesitar armamento o formación de España. «¿Está el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?»
*Como aclaración, hay que reseñar que los blindados Leopard 2A4 fueron cedidos por Alemania en 1995 en régimen de alquiler, a razón de 10.000 marcos (850.000 pesetas) por unidad y año. En total, el coste hasta el año 2000 ascendió a 5,4 millones de marcos (2,7 millones de euros), suma que Alemania amenazó con multiplicar por diez en los siguientes cinco años (54 millones de marcos o 27 millones de euros) tras la venta de Santa Bárbara a Estados Unidos en lugar de a Alemania. En el año 2005 se adquirieron por 15 millones de euros. Así pues, se pagaron entre 20 y 50 millones de euros por unos carros de combate que, después, Perú no quiso comprar por 11 millones de euros.
Luis Gonzalo Segura
Editado por María Piedad Ossaba
Fuente: RT, 24 de agosto de 2022