Ecuador: balance necesario de una derrota. Dossier

El fortalecimiento del aparato represivo durante los últimos años se va a profundizar y, con ello, la persecución a la izquierda anticapitalista y al campo popular.

El triunfo de Guillermo Lasso: Final de época

Decio Machado[1]

La victoria del banquero Guillermo Lasso implica la superación psicológica para una parte importante de los ecuatorianos de lo que significó la crisis económica de 1998-1999, que desembocó en un histórico feriado bancario –con el cierre de casi el 70 por ciento de las instituciones financieras– y el mayor éxodo de la historia del país. Hasta la fecha, el recuerdo de que Lasso –propietario de la segunda institución financiera privada más importante de Ecuador– multiplicó sustancialmente su fortuna en una maniobra especulativa con los depósitos congelados por aquella crisis hacía imposible su victoria electoral. De allí que la candidatura de Andrés Arauz tuviera en el balotaje el eslogan «El país o la banca», que, sin embargo, motivó un escaso engagement en los indecisos, especialmente los más jóvenes. Estamos, por tanto, ante un nuevo país, atravesado por clivajes de nuevo orden, que no responden ya a ese pasado reciente que dio el triunfo electoral de forma permanente e indiscutible al correísmo a lo largo de los últimos 15 años.

El correísmo es el fruto de un momento histórico marcado por el boom latinoamericano de las commodities (2003-2013). Sin los excedentes petroleros que permitieron un inédito volumen de ingresos para el Estado, no habría sido posible ni realizar las grandes obras de infraestructura que modernizaron parte del país ni aplicar las políticas compensatorias que fueron el eje de la gobernabilidad correísta. El fin de aquel ciclo económico implicó el inicio de la decadencia de ese proyecto político. Para comprobar lo anterior, basta un somero análisis de los últimos tres resultados electorales en la primera vuelta: en 2013, del total de votos válidos, Rafael Correa obtuvo el 57,17 por ciento –y evitó el balotaje–; en 2017, con Lenín Moreno como su delfín, el resultado fue del 39,36 por ciento –Moreno ganó luego en la segunda vuelta, con apenas un 2,82 por ciento de ventaja–; este año, Arauz obtuvo apenas el 32,72 por ciento y perdió en el balotaje por 4,94 puntos porcentuales.

Pese a lo anterior, la situación política y económica que vive hoy Ecuador propiciaba, a priori, las condiciones para un triunfo correísta. Moreno, quien ya vuelto contra Correa mantuvo, no obstante, viva su figura (ahora en calidad de víctima de la persecución judicial), encabezó una gestión deplorable con respecto a los intereses populares. Además, más allá del contraste de la crisis actual con las épocas de abundancia correísta, fueron tanto el propio Lasso como sus aliados, los socialcristianos de Jaime Nebot, quienes sostuvieron políticamente a Moreno frente a la enorme deslegitimación social de su gobierno. De igual manera, la pandemia puso de relieve la necesidad de un Estado fuerte, con capacidad para proteger a sus ciudadanos, en contra del discurso de achicamiento estatal propuesto por Lasso. Y, siendo Ecuador uno de los países de la región con menor acceso a las vacunas contra el covid-19, varias de las que llegaron fueron distribuidas de manera escandalosa entre las elites que forman la base social del candidato conservador.

Sin embargo, la elección demostró que la fractura correísmo/anticorreísmo ya no es la principal división del electorado ecuatoriano. Han cobrado importancia opciones hasta ahora de escaso peso en la cartografía institucional. Tanto el Pachakutik –brazo político del movimiento indígena, con un discurso básicamente ambientalista– como Izquierda Democrática –un viejo partido ubicado ideológicamente en el centro– lograron porcentajes de voto muy significativos (19,3 y 15,6 por ciento, respectivamente). La campaña desnudó, además, las dificultades del correísmo para implementar recambios en su liderazgo. Este es uno de los elementos que explotó la estrategia conservadora: a Arauz le costó posicionarse como líder de su movimiento y pareció siempre supeditado a Correa. Pese a que el expresidente no puede pisar el país, debido a las diversas y discutibles sentencias judiciales que pesan sobre él, la intensidad de su presencia mediática por medio de videoconferencias y la aparición de su imagen en la propaganda electoral progresista lo convirtieron en el verdadero protagonista.

En la práctica, el correísmo es Correa. Esto le permite transferir sus votos duros a un personaje hasta ahora semidesconocido como Arauz, pero, a su vez, le impone límites para captar votos. Los correístas viven la dicotomía de ser la tendencia con mayor porcentaje de voto incondicional (cerca de un 30 por ciento del electorado) y, al mismo tiempo, la fuerza con menor capacidad de crecimiento, debido a la resistencia que causa Correa en cada vez más sectores de la población. La campaña de Lasso leyó bien esta nueva realidad. Llamó al consenso y a reconocer la diversidad política de la segunda vuelta, mientras que el correísmo se mantuvo en la polarización que históricamente lo ha caracterizado. Con los mass media y el Estado claramente a favor de la opción conservadora, casi el 50 por ciento del electorado que en la primera vuelta no votó bajo el clivaje correísmo/anticorreísmo optó esta vez o bien por plegarse al llamado voto nulo ideológico del movimiento indígena, o bien por el banquero. Sobre un electorado de poco más de 13 millones, el correísmo apenas sumó en el balotaje 1,2 millones de votos con respecto a la primera vuelta. Lasso, sin embargo, vio aumentado su apoyo, entre una instancia y la otra, en 2,8 millones de votos.

Arauz no sólo carece aún de identidad propia y de un liderazgo sólidamente construido, sino que tampoco ha tenido canales de acercamiento con esas izquierdas ecuatorianas minusvaloradas e, incluso, reprimidas durante la década correísta. Tampoco ha sido capaz aún de posicionar un imaginario de lo que sería un progresismo de nuevo cuño. Que logre avanzar en estos pendientes depende de cómo gestione su actual crisis interna el correísmo y de qué papel asuma ahora Correa. Todo esto se enmarca en una nueva realidad regional latinoamericana, en la que el segundo ciclo progresista se ve cuestionado y enfrenta condiciones claramente diferentes a las del período anterior. En este contexto, el reto del progresismo ecuatoriano está en conectar con la juventud, los sectores no ideologizados de la sociedad y los movimientos sociales que en estas elecciones lo rechazaron.

https://brecha.com.uy/, 16 de abril 2021

Triunfó la banca y perdió el pueblo

Revista Crisis[2]

La victoria electoral del banquero Guillermo Lasso de este domingo 11 de abril, atestigua el más reciente triunfo del neoliberalismo sobre la vida del pueblo en América Latina.

Con la consolidación y perpetuación de la maquinaria de exterminio que ya cobró miles de vidas en el Ecuador en los últimos cuatro años, las élites burguesas y la oligarquía banquera vuelven a imponer sus intereses de clase en el marco político institucional.

Con la hegemonización del poder estatal a manos de las élites banqueras y los clanes políticos ultra conservadores, se consolida el primer gobierno de la banca desde el retorno a la democracia burguesa en 1980, además del primer gobierno abiertamente neoliberal desde Alfredo Palacio en el 2005. La política institucional parece retroceder en la historia, para situarnos en medio de los años 90as, cuando la maximización de los intereses ligados a la especulación bancaria primaban sobre las políticas públicas proactivas. Para la generación que no parece tener memoria histórica de lo que significó el feriado bancario de 1999, esta bien podría ser una experiencia “en tiempo real” de todo lo que significa la doctrina del shock, descargada sin piedad y de forma frontal en contra de un pueblo que ha vivido las múltiples crisis del capitalismo, incluyendo la más reciente pandemia del Covid-19, en medio de una total indefensión y desamparo.  

Los sectores de la “izquierda” y la nueva derecha que se enunciaron y promovieron el nulo son cómplices explícitos del triunfo del neoliberalismo por sobre el pueblo. Entre estos figuran tanto movimientos hispanistas como El Otro Ecuador, como la burguesía organizada en torno al brazo político del Movimiento Indígena, Pachakutik. El último demostró ser el mejor aliado de la banca privada, alienándose de forma definitiva de sus bases sociales y del espíritu de Octubre de 2019. Probablemente, el bloque parlamentario de PK fragüe un pacto de consolidación legislativa que incluya a la Izquierda Democrática, con la cual ya se mantuvieron negociaciones a una semana de la segunda vuelta, para cogobernar con Creo y Suma y consolidar de forma definitiva la alianza anticorreísta ya existente antes de la segunda vuelta, esta vez en el plano parlamentario.

El correísmo termina siendo su propia cruz, responsable de sus propios errores, tareas pendientes y formas de hacer política. El progresismo tendrá que entrar en un profundo proceso de autocrítica, acerca de sus propias cobardías y miedos. Sin embargo, el sector más reprochable, es ese sector franciscano, inmediatista y fúrico anticorreísta -cómo si fuese una identidad política respetable en lo más mínimo- de la ultra izquierda, conjuntamente con la militancia académica pequeñoburguesa de escritorio. El reproche es directo a quienes en plena consciencia de la posibilidad real de que la continuidad y profundización del neoliberalismo -con Lasso y el PSC-, eligieron votar nulo, para deslindarse de cualquier responsabilidad y mantener la pureza de sus corazones profundamente liberales. ¿Cómo pueden deslegitimar al máximo los procesos electorales, y al mismo tiempo creer que el nulo es la “resistencia”?

Sin embargo paradójicamente, el voto nulo es el que más deposita en la democracia burguesa, proponiendo por la vía electoral una “resistencia” legítima. Las urnas pasan a ser el momento de la “praxis revolucionaria” por excelencia. 

Con la banca y los sectores más reaccionarios del poder político ecuatoriano en el Estado burgués, la maquinaria de exterminio llamada neoliberalismo se desatará con toda la violencia imaginable por sobre la vida del pueblo. La única y máxima expresión de poder, la propiedad privada, volverá a primar por sobre cualquier derecho individual y colectivo en territorio ecuatoriano. El Estado burgués le hará toda honra a su nombre, al defender a capa y espada el interés privado y el libre mercado frente a lo común y al sostén de la vida colectivo y solidario. La regresión de derechos se hará nuevamente, política de Estado, y los colectivos contrarios a la lógica de mercado serán exterminados o absorbidos por el libre mercado como orden estructurante del Estado burgués. Si es verdad que la democracia liberal siempre defendió los intereses de la burguesía, no existe nada más antipopular que un gobierno de la banca, máxima expresión del capitalismo monopolista.

Con el gobierno del banquero, será la primera vez desde el fascista León Febres Cordero que el Partido Social Cristiano vuelve al poder. Ante la posible y casi inminente vuelta triunfal por la puerta grande de la ex Ministra de Gobierno y responsable directa de violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos en Octubre de 2019, María Paula Romo, como eventual Contralora General del Estado, como lo soñaba en público el presidente electo, la persecución política se recrudecerá hasta niveles que no conocen precedentes históricos recientes en el país. Al mismo tiempo y con la perfecta instrumentalización de la indumentaria del supuesto “castro-chavismo”, el gobierno de Lasso bien podría volver a encontrar en los hermanos migrantes sus chivos expiatorios, además del clásico comodín del correísmo, para legitimar sus desaciertos y su sed de venganza, en el mismo tono del nefasto gobierno saliente de Lenín Moreno.

Cómo movimientos sociales, nuestra primera tarea en elecciones, es evaluar históricamente con qué modelo de Estado –neoliberal o progresista- las condiciones de lucha son mejores, en qué realidad la vida se alivia, y cual nos da las mejores condiciones para resistir al capitalismo. Sin embargo, la cobardía de tener que tomar responsabilidad, aunque sea mínima, de una posible victoria de Arauz, les ha colocado ahora en una posición nunca antes vista en la historia del país. Esa “izquierda” que idealmente podría haberse decidido en las urnas por conformar un frente popular antineoliberal, como concesión con el progresismo, en respuesta a la responsabilidad histórica de detener el desmembramiento del Estado, los derechos y lo público, votó nulo de manera masiva.

Triunfaron el odio y la revancha, por encima del bien común, por encima de la política del cuidado, por encima de la defensa de lo colectivo, por encima de la memoria. En la emergencia de nuestra realidad nacional, el voto nulo no tiene un análisis histórico sustentado y definitivamente no es marxista. ¿Realmente justifica el costo social, humano y natural, la consigna de extremar las condiciones a un alto costo social, que mediar en las urnas? Parece que las tantas vidas que el Estado se ha llevado en los últimos 4 años, quedaron, o en el olvido, o en la indiferencia. O simplemente es privilegio de clase: saberse con la vida más o menos resuelta, con la panza llena, con el techo fijo, con el capital social suficiente para sostener sus estilos de vida, con el capital cultural suficiente para llamar a resistir en las calles, desde la comodidad de sus sillones. 

Como pueblo, debemos prepararnos para lo que viene durante los próximos cuatro años. Frente al gobierno electo de Guillermo Lasso, el hasta dato “peor gobierno de la historia”, encabezado por Lenín Moreno, quedará en la insignificancia, comparado al abismo neoliberal que tendremos que enfrentar con el gobierno de la banca. Una deuda externa insostenible, la cual condicionará la totalidad de la política económica del Estado, además de una sucesiva y gradual fascistización de la sociedad en torno a la identidad política del anticorreísmo.

La crítica y el reproche más fuerte a los nulos termina siendo: la supuesta conciencia de clase que tienen, quedó en segundo plano con la excusa y el estatus pachamámico alternativoide de llamarse anticorreístas por sobre todas las cosas. A los nulos porque de esa gente, que se llama compañera, si se esperaría un mínimo de capacidad para reconocer el momento histórico, un mínimo de pensamiento crítico, un mínimo de intento de corresponsabilizarse por el futuro político-económico de todo un pueblo. A los Lasso-lover no se les reprocha nada, porque de ellos no se espera nada, más que balas y precarización.

https://www.revistacrisis.com/editorial/triunfo-la-banca-y-perdio-el-pueblo

Ecuador después de la ilusión electoral

Andrés Madrid y Sofía Lanchimba [3]

En los últimos pronósticos públicos que daban las encuestas se preveía un empate técnico entre Andrés Arauz y Guillermo Lasso. Con esta incertidumbre y tomando en cuenta que en las segundas vueltas en Ecuador todo puede suceder, las elecciones del 11 de abril eran inciertas. 

Finalmente, el candidato de la derecha, Guillermo Lasso, ganó con una ventaja de cinco puntos. Con ello, en Ecuador se consolida la derecha neoliberal, aupada por el gobierno de Lenin Moreno. Su alianza con el partido socialcristiano −responsable de los escuadrones de la muerte en los ochenta−, su respaldo a los crímenes de lesa humanidad cometidos por el gobierno de Lenin Moreno durante las movilizaciones de octubre de 2019 y sus vínculos personales con Álvaro Uribe previenen los rasgos fascistas en su mandato. 

La llegada de Lasso empuja también la tendencia conservadora proestadounidense en la región que fortalecería la presión hacia Venezuela. Podemos sostener que estamos en un . 

El resultado electoral supone, además, un enorme golpe al correísmo y el fortalecimiento de un sentido común de derecha en la población en general. La crisis económica y social en la que se halla Ecuador, la desconfianza y el hartazgo frente a la institucionalidad estatal representada en el porcentaje de voto nulo y ausentismo no van a ser superadas fácilmente. Las tensiones sociales y contradicciones internas desgastarán al gobierno de Lasso en el trascurso del tiempo. 

La incapacidad de autocrítica del correísmo −se había convencido a sí mismo de ser el mejor gobierno de la etapa republicana−, la dependencia al líder, la actitud hostil hacia las organizaciones sociales −especialmente la CONAIE y la izquierda anticapitalista−, la ausencia de diálogo con los distintos sectores −mientras fue gobierno y durante la campaña− terminó pasándole factura. 

El correísmo llegó a afirmar que era preferible perder las elecciones que establecer una alianza con el Movimiento Indígena. Además, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), creada durante su gobierno, se posicionó con la candidatura de Lasso. Se vislumbra la aparición de facciones en sus filas y posiblemente rupturas.

Otro dato no menor fue el resultado del voto nulo: representó el 16,3%, duplicando el promedio histórico (8,7%). Su mayor impacto estuvo en la Sierra Centro y la Amazonía. En las provincias de Bolívar, Chimborazo, Cotopaxi, Azuay y Tungurahua el nulo obtuvo más del 30% del total. 

Pero, sin dudas, uno de los aspectos más lóbregos de este periodo es la encarnación del sentido común conservador en la población. El discurso anticorreísta, empujado por los sectores de la derecha que no fueron beneficiarios del exgobierno, se volvió hegemónico. La izquierda institucionalista y una parte de la población festejan ciegamente la derrota del correísmo, olvidando la llegada al gobierno de la derecha socialcristiana. 

La crisis en curso y los ofrecimientos de campaña activarán las tensiones al interior de los sectores dominantes. Por un lado, si bien Lasso representa los intereses del capital financiero, existen conflictos con sectores del capital productivo como los de Isabel Noboa. Por otro, varias de las promesas hechas a organizaciones y movimientos sociales −inclusión de la agenda de mujeres, del movimiento GLBTIQ, la no extracción minera y la subida de salarios− están en franca contradicción con los sectores del Opus Dei a los cuales pertenece Lasso.

Su gobierno no va a poder satisfacer a todos, pues, si bien el precio del petróleo se está recuperando, la curva y salud del mercado de los commodities es muy frágil por el contexto mundial. Adicionalmente, hay que recordar que existe una fuerte presión por cumplir con empréstitos de las Instituciones Financieras Internacionales. Seguirán los ajustes estructurales: reducción de salarios, exploración de minería, despidos de trabajadores públicos y remoción de cargos a una base de la burocracia identificada como correísta. 

El ajuste estructural incrementará la pobreza y las necesidades, lo que aumentará la conflictividad social y una oportunidad para la reconstitución del campo popular. Esto, en la medida de que las organizaciones sociales puedan orientarse a una plataforma de lucha que rompa con la opción institucionalista e incluso de derecha. No se puede ocultar que existe una tendencia de derecha y reaccionaria en las organizaciones, de las que el Movimiento Indígena no se salva, donde pululan algunas «alternativas» ecologistas expresan modelos de capitalismo verde y neoliberalismo ambiental combinadas con posiciones anticomunistas.

La conflictividad social crecerá durante el gobierno de Lasso, pero también la represión: el neoliberalismo siempre ingresa a palos. El fortalecimiento del aparato represivo durante los últimos años se va a profundizar y, con ello, la persecución a la izquierda anticapitalista y al campo popular.

Evidentemente, este es un período de reflujo para los sectores de izquierda y el pueblo. Sin embargo, las organizaciones sociales pueden aprovechar este escenario para empujar una plataforma de lucha que rompa con el letargo y depure las líneas institucionalistas y de derecha que han asumido algunas dirigencias sindicales e indígenas. De la tenacidad, el arrojo y la sapiencia depende en buena medida la construcción de una salida en beneficio de las mayorías. Una alternativa que pasa, necesariamente, por enfrentar a los reyezuelos modernos, ahora en el gobierno.

https://jacobinlat.com/2021/04/15/ecuador-despues-de-la-ilusion-electoral/

Decio Machado, Revista Crisis,  Andrés Madrid, Sofía Lanchimba

Notas:

[1] Decio Machado: ex asesor del Presidente de Ecuador Rafael Correa; miembro del equipo fundador del periódico Diagonal y colaborador habitual en diversos medios de comunicación en América Latina y Europa. Investigador asociado en Sistemas Integrados de Análisis Socioeconómico y director de la Fundación Alternativas Latinoamericanas de Desarrollo Humano y Estudios Antropológicos (ALDHEA). Corresponsal de Brecha en las elecciones presidenciales en Ecuador.

[2] Revista Crisis: medio digital de análisis para la acción política, cuyo objetivo es constituirse en uno de los elementos reflexivos que posibiliten la organización de un nuevo referente de izquierda en el Ecuador. Dirigida por Diana Almeida, Felipe Kohler y Carlos Pazmiño.

[3] Andrés Madrid:  docente universitario. Es autor del libro En busca de la chispa en la pradera. El sujeto revolucionario en la intelectualidad orgánica de izquierda en Ecuador y coautor de Estallido. La Rebelión de Octubre en Ecuador.

Sofía Lanchimba: profesora de Pensamiento Político Latinoamericano (FCPYS-UNAM). Integra el Grupo de Trabajo CLACSO «Herencias y Perspectivas del marxismo».
Autores Varios – Auteurs divers

Editado por María Piedad Ossaba

Fuente: sinpermiso, 18 de abril de 2021