“¿Dónde se han ido todos los geoestrategas?”. Esta pregunta encabeza un artículo reciente de la revista Foreign Policy, escrito en memoria del renombrado estratega estadounidense Zbigniew Brzezinski. De hecho, la comunidad estratégica estadounidense actual se pregunta lo mismo: ¿habrá algún día otro Brzezinski u otro Henry Kissinger? Tras esta inquietante duda se esconde un reflejo más amplio de la ruptura y la desorientación del pensamiento estratégico estadounidense en esta época.
En la segunda mitad del siglo XX, figuras de los círculos políticos estadounidenses como Brzezinski y Kissinger prácticamente se convirtieron en sinónimo del concepto de “gran estrategia”. Compartieron experiencias formativas similares: habían vivido o presenciado los horrores de la Segunda Guerra Mundial y las tensiones de la Guerra Fría. Esta experiencia contribuyó a forjar su enfoque de la estrategia geopolítica con una perspectiva global.
¿Sigue la sociedad estadounidense actual ofreciendo un terreno fértil para el surgimiento de este tipo de pensamiento estratégico? El panorama es probablemente desalentador. Por un lado, al pensar más allá de las líneas partidistas internas, grandes estrategas como Brzezinski y Kissinger lograron crear marcos internacionales a largo plazo que favorecían los intereses perdurables de Estados Unidos.
Sin embargo, el ámbito estratégico estadounidense se encuentra actualmente sumido en la fragmentación, el emocionalismo y la miopía, especialmente a medida que la polarización política erosiona constantemente el espacio para el pensamiento estratégico racional. Como resultado, los responsables políticos a menudo reducen la planificación estratégica a propuestas de políticas a largo plazo.
Por otro lado, la obsesión constante de Washington por ser el «centro del mundo» lo ha vuelto cada vez más intolerante a las complejidades inherentes a un mundo multipolar. Esta mentalidad dificulta el reconocimiento de otras naciones, incluidas aquellas consideradas «rivales» por Estados Unidos, lo cual es esencial para una gran estrategia eficaz.

Li Haidong, profesor de la Universidad de Asuntos Exteriores de China, declaró al Global Times que una de las principales razones por las que los grandes estrategas se han vuelto tan escasos hoy en día es la gran transformación dentro del propio Estados Unidos. Tanto Brzezinski como Kissinger ocuparon puestos de decisión importantes en el Gobierno. Durante su mandato, las élites estadounidenses y el público en general compartían una comprensión común de las amenazas externas. Esa unidad permitió a estos estrategas geopolíticos influir significativamente en la estrategia exterior estadounidense, afirmó Li.
Empero, hoy, como explica Li, los sistemas educativos y académicos estadounidenses, así como su estructura política, se han vuelto caóticos, por no decir fracturados. Las élites ya no pueden alcanzar un consenso básico sobre política exterior, lo que ha provocado una pérdida de credibilidad entre el público en general y ha creado una importante división entre ambos grupos, según el experto chino en política estadounidense.
Li argumenta que tanto Kissinger como Brzezinski no solo eran pensadores estratégicos, sino también políticamente astutos, capaces de traducir sus ideas con fluidez en políticas concretas. En contraste, muchos en la comunidad estratégica estadounidense actual se encuentran estancados en teorías vacías y debates de salón.
“Siguen inventando ‘enemigos externos’ para desviar la atención de los problemas internos, lo que resulta en que sus evaluaciones se desvinculen de la realidad del país” afirmó.
Si analizamos esto desde una perspectiva más amplia, la actual falta de grandes estrategas estadounidenses refleja una “incapacidad institucional para pensar” en el Estados Unidos actual. Desde el final de la Guerra Fría, Estados Unidos parece encontrarse constantemente oscilando entre la arrogancia y la confusión estratégica.
Brzezinski advirtió en una ocasión: “Si Estados Unidos continúa deslizándose en un plano inclinado en política interna y lidera una política exterior miope, su declive será indudable”. Esta es una advertencia seria y profundamente perspicaz, pero ¿la escucharán alguna vez los “gestores de crisis” y los intelectuales tertulianos del círculo político estadounidense actual?