Cuando apareció Internet, sus promotores nos anunciaban la llegada del reino absoluto de la libertad, la igualdad, la democracia; un mundo virtual en el que no habría injusticias y nadie haría daño a nadie; en el que no cabía la propaganda publicitaria y la comunicación fluiría al margen de las ideologías y de las confrontaciones políticas para beneficiar a los individuos, ahora sí, libres y autónomos. Esa utopía digital permea al desarrollo posterior de Internet en las mal llamadas redes sociales, una de las cuales es X (antes Twitter) propiedad del tecnofascista Elon Musk.
Tecnodelirios marcianos y la extrema derecha
Elon Reeve Musk es un capitalista de origen sudafricano, propietario de varias empresas como Tesla Inc; fundador de Space X y propietario de la Red (Anti)social X. Es en la actualidad uno de los hombres más ricos del planeta, con una fortuna estimada en 250 mil millones de dólares. Este capitalista se ha dado a conocer por sus anuncios tecno-delirantes, entre los que sobresalen sus pretensiones de colonizar el planeta Marte con la ayuda de algunos seres humanos. Ha dicho que para el 2029 estará la primera oleada de humanos en ese planeta y que en 2050 ya vivirán allá un millón de personas. Ha anunciado que estas podrán alimentarse con vegetales que se siembren en ese planeta luego de comprimir su atmosfera. La primera ciudad en Marte se llamará Terminus y sus habitantes conducirán los carros eléctricos Tesla, según el modelo producido por otra empresa de su propiedad. El frío de Marte desaparecerá con explosiones termonucleares en sus polos, con lo que se crearían soles artificiales, al tiempo que paneles solares, fabricados por Tesla, ayudarán a calentar los hogares. Elon Musk no se distingue por ser un hombre de avanzada en términos políticos y sociales acá en la tierra. En su Marte imaginario predomina la alta tecnología y la sofisticación mecánica, mientras en la tierra es un portavoz del capitalismo realmente existente y de la extrema derecha mundial.
De hecho, la Red X es noticia en estos días por las tropelías de Musk, cuyas acciones de injerencia antidemocrática deberían poner en discusión la pertinencia de que Estados e individuos sigan empleando minuto a minuto una red tóxica, en la que se fraguan genocidios, golpes de Estado, levantamientos armados de la derecha, y se respalda a personajes de la catadura de Benjamín Netanyahu, Donald Trump, Javier Milei o Corina Machado.
El multimillonario Musk cuenta con unos 200 millones de seguidores en su plataforma de (in)comunicación, con el agravante de que ordenó la modificación de los logaritmos para que sus mensajes aparezcan en todos los timelines de los usuarios, convirtiéndose en una especie de Dios omnipresente, pues incluso quienes no lo siguen se lo encuentran cuando abren su cuenta X.
Se podrá decir que es cosa del algoritmo si fuera una decisión autónoma de una máquina que programa y no una elección ideológica, puesto que esos algoritmos expresan los intereses de los dueños de las redes con sus prejuicios y preferencias ideológicas, generalmente de derecha en el terreno político y capitalista en el ámbito general de la sociedad y la economía. Las pruebas son evidentes y pueden comprobarse con los “sesudos” y “apolíticos” mensajes de Musk: “Creo que deberían apoyar a Donald Trump para presidente”; “Israel trata de evitar la muerte de civiles [en Gaza]”. Tras el triunfo electoral de Javier Milei en Argentina trinó: “Se avecina la prosperidad para Argentina”; “Es hora de que el pueblo de Venezuela tenga la oportunidad de un futuro mejor. ¡Apoyo a María Corina!”; en tiempos del golpe contra Evo Morales dijo: “Daremos un golpe de Estado a quien queramos”.
Es claro el sesgo ideológico y político de Elon Musk, que lo lleva a respaldar y apoyar proyectos detestables y antipopulares. Lo peor radica en que su opinión personal se ha convertido en una pauta política que determina la conducta de millones de seres humanos, los cuales le atribuyen un carácter de verdad indiscutible a lo que se dice en X y actúan en consonancia con ello.
Red X, mentiras y racismo
Esta red antisocial se encuentra detrás de hechos que han generado violencia, como lo que acaba de presentarse en Inglaterra con una asonada racista de extrema derecha. En ese país, un desequilibrado mental de 17 años mató a tres niñas blancas. De inmediato, en la red X, una empresaria publicó un mensaje en el que decía, mintiendo conscientemente, que el asesino era un musulmán que había recibido asilo político cuando en verdad se trataba de alguien que nació en Inglaterra. Ese mensaje en X fue replicado por 53 mil seguidores que salieron a las calles a matar inmigrantes, atacar y quemar tiendas de extranjeros y hoteles en donde se alojan, y a destruir mezquitas.
También, Elon Musk reprodujo la mentira de un diario inglés en el que se anunciaba que el primer ministro de Inglaterra, el laborista Keir Starmer, iba a enviar a los revoltosos de extrema derecha a las Malvinas a un campo de detención. Esa mentira recibió en X dos millones de visitas. Esto, como muestra cuantitativa del impacto de las estupideces que por allí se difunden.
En otra de sus recientes mentiras, al referirse a Venezuela, difundió imágenes de supuestas torturas a jóvenes luego de las elecciones del 28 de julio, las cuales fueron tomadas de una película de ficción. Esa mentira fue replicada en Colombia por la siempre veraz y creíble senadora del Centro (Anti)Democrático María Fernanda Cabal. Con eso se comprueba que el odio tiene muchos seguidores y gran audiencia, y mucho más en sociedades donde ha desaparecido cualquier espíritu crítico.
Estos ejemplos indican que, entre las características inherentes a las redes sociales, resultado directo de lo que piensan los propietarios de las plataformas que imponen sus logaritmos, se encuentran la adulación de personajes de la extrema derecha y difundir mentiras para fomentar el odio, el racismo y el clasismo.
Control soberano de las redes
En Venezuela y en Inglaterra se está hablando en estos momentos del control necesario y urgente de las redes antisociales, empezando por X. Muchos se rasgan las vestiduras diciendo que esa es una medida dictatorial. El que primero lo dice es, por supuesto, Elon Musk, quien asegura que cualquier control restringe o anula la libertad de expresión. Esa es otra mentira, porque un país tiene derecho a evitar que circulen en su territorio los embustes, mentiras y calumnias que llegan a generar miles de muertos.
De fondo hay un aspecto trascendental y es la necesidad de los gobiernos de utilizar sus propias plataformas y no dejar a los ciudadanos de un país a merced de criminales de la talla de Elon Musk. Es un asunto de soberanía comunicacional, que debería ser discutido para dejar de ver como algo normal el que circulen mentiras y se organicen golpes de Estado, acciones en las que operan los intereses de la extrema derecha y del capitalismo, de los cuales el tecno fanático que sueña con viajar a Marte es uno de sus principales voceros.