En países de ingresos bajos y medios, entre los cuales varios latinoamericanos, las dos principales marcas de alimentos infantiles que la Nestlé promueve como “saludables y esenciales”, contienen altos niveles de azúcar añadido. Lo que desnuda una doble moral de la multinacional helvética ya que, en Suiza, así como en Alemania, Francia o el Reino Unido, esos productos se venden sin azúcar agregado.
Una reciente investigación realizada por la Organización No Gubernamental suiza Public Eye (Mirada Pública) en colaboración con la Red Mundial de Grupos pro Alimentación Infantil (IBFAN) comprueba dos tip s bien diferentes de promoción y venta de productos Nestlé ya sea en los países desarrollados o en los del Sur Global.
Lactantes latinoamericanos entre los perjudicados
¿Ofrecen realmente los cereales infantiles y la leche en polvo “la mejor nutrición posible”, como afirma Nestlé? Tal fue la pregunta clave de Public Eye e IBFAN para lanzar su estudio. La investigación se enfocó en el análisis del componente de azúcar, uno de los principales enemigos públicos de cualquier alimentación balanceada. El resultado fue contundente: “Para Nestlé, no todos los bebés son iguales en lo que refiere a los azúcares añadidos”. En concreto: en Suiza, los cereales de la marca Cerelac para bebés de seis meses se promocionan “sin azúcares añadidos”, mientras que no sucede lo mismo en numerosos países del Sur.
Para evaluar la presencia de «azúcares ocultos», los investigadores reunieron productos Cerelac y Nido procedentes de diversos países con el fin de examinar sus etiquetas y, en algunos casos, hacerlos analizar por un laboratorio especializado. Los resultados fueron reveladores: en cuanto a los cereales infantiles Cerelac, de los 115 productos analizados, vendidos en los principales mercados de Nestlé en América Latina, África y Asia, 108 de ellos (el 94 %) contenían azúcares añadidos. Según la investigación: “En 67 de estos productos hemos podido determinar la cantidad de azúcar añadido. Como media, contienen casi 4 gramos por ración, es decir, aproximadamente, un terrón. La cantidad más alta –7,3 gramos por ración— se detectó en un producto destinado a bebés de seis meses y comercializado en Filipinas”.
En Brasil, segundo mercado mundial con ventas que en 2022 representaron unos 150 millones de dólares, tres cuartas partes de los cereales infantiles de la marca Cerelac (comercializada bajo el nombre de Mucilon en el país) contienen azúcar agregado, con una media de 3 gramos por ración.
«Es algo extremadamente preocupante», afirma Rodrigo Vianna, epidemiólogo y profesor del Departamento de Nutrición de la Universidad Federal de Paraíba, en Brasil, citado en la investigación de Public Eye e IBFAN. «No debería añadirse azúcar a los alimentos destinados a bebés y niños pequeños, porque es nutritivamente inútil y altamente adictivo. Con ello, solo se conseguirá que los niños pidan alimentos cada vez más dulces, dando así lugar a un ciclo negativo que incrementará el riesgo de trastornos alimentarios en la edad adulta, como la obesidad, además de otras enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión», lamenta Vianna.
En cuanto a la leche en polvo Nido, otro artículo de referencia de la multinacional suiza, con ventas en 2022 en torno a los 1.000 millones de dólares, 21 de sus 29 productos (72%) distribuidos en países de ingresos bajos y medios registraron azúcar añadido. El valor máximo –5,3 gramos por ración– se detectó en un producto comercializado en Panamá. Aunque también se encontraron en ese mismo producto de la Nestlé vendido en Nicaragua 4,3 gramos por ración; en México, 1,8 gramos por ración y en Costa Rica, 1,6 gramos por cada ración.
Aunque Nestlé publicita estos productos como “sin sacarosa”, tan solo miel, de todos modos, como sostiene la Organización Mundial de la Salud (OMS), contienen cantidades significativas de azúcar ya que tanto la miel como la sacarosa se consideran azúcares. A juicio de la OMS, ninguna de las dos debería agregarse a alimentos infantiles.
Lucro gigante
Nestlé controla en la actualidad una quinta parte del mercado de alimentos para bebés lo que le representa aproximadamente 70.000 millones de dólares. Y las dos marcas de referencia, Cerelac y Nido, se encuentran entre las más vendidas en diversos países del Sur.
Según Euromonitor –empresa de análisis de mercado especializada en la industria alimentaria–, en 2022 el total de ventas en este sector y a nivel mundial le generó a la multinacional más de 2.500 millones de dólares.
Ambos productos se promocionan como esenciales para ayudar a los niños pequeños a “llevar vidas más saludables”. Su sitio oficial afirma: “En Nestlé estamos comprometidos a contribuir a la buena calidad de vida de nuestros consumidores y de sus seres queridos, ofreciéndoles los productos más sabrosos, saludables y naturales, importantes para una dieta equilibrada”. En el caso de los productos destinados a los niños, explica la multinacional, “prestamos especial atención al equilibrio nutricional” [1].
Para la Organización Mundial de la Salud, esta doble fórmula es injustificable. Según Nigel Rollins, uno de los expertos de la OMS citado en la investigación, el hecho de que Nestlé no añada azúcar a sus productos vendidos en Suiza, pero que de todos modos esté muy dispuesta a hacerlo en países donde los recursos son más escasos, es algo “problemático tanto desde el punto de vista ético como de la salud pública”. Y explica que la intención de estas corporaciones es habituar a los niños a un determinado nivel de azúcar desde una edad muy temprana para que posteriormente prefieran productos con alto contenido en azúcar. Algo “totalmente inapropiado”, señala Rollins.
Violación de pautas internacionales
Según las nuevas Directivas Políticas para la protección de la infancia del impacto nocivo de la comercialización de alimentos, que la OMS publicó en julio de 2023, los niños siguen expuestos a un poderoso marketing alimentario que promueve, predominantemente, alimentos ricos en ácidos grasos saturados y trans, así como en azúcares libres y/o sodio. Todos esto, contrario a la buena salud de la infancia y en violación de varios de los derechos consagrados por la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.[2].
Pocos meses antes, en febrero de 2022, la misma OMS, junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), publicó un informe sobre la industria de la leche infantil. El mismo concluye que esta industria, cuyo valor asciende actualmente a la asombrosa cifra de 55.000 millones de dólares, ejecuta sistemáticamente estrategias de marketing muy poco éticas.
A pesar de los claros beneficios de la leche materna, las tasas mundiales de este tipo de alimentación han aumentado muy poco en las dos últimas décadas, mientras que las ventas de leche artificial se han duplicado con creces. En consecuencia, solo el 44% de los bebés menores de seis meses en todo el mundo se alimenta exclusivamente con leche materna. En su informe conjunto, OMS y UNICEF denuncian que, de forma alarmante, la industria de la nutrición infantil contribuye a esta creciente disparidad mediante tácticas muy cuestionables. Entre otras, con regalos promocionales para los trabajadores de la salud, financiación privilegiada de sus proyectos de investigación e incluso comisiones sobre las ventas para que influyan la decisión de las madres jóvenes en lo que hace a la alimentación preferida para sus bebés.
Legal…pero ¿ético?
Como parte de su investigación, Public Eye e IBFAN interrogaron a Nestlé sobre esta doble política de promoción y venta en los países del Norte y en los del Sur. Las respuestas, que forman parte del documento que ambas organizaciones difundieron en abril, son formales, legalistas y no específicas. Nestlé afirmó haber reducido la cantidad total de azúcares añadidos a sus cereales infantiles en todo el mundo durante la última década en un 11%, y que seguirá haciéndolo “sin comprometer la calidad, la seguridad y el sabor”. Además, que continúa el proceso de eliminar la sacarosa y el jarabe de glucosa de sus “leches de crecimiento” Nido. Finalmente, que sus productos “cumplen plenamente” con el Codex Alimentarius y las leyes nacionales [3].
Luego de la difusión de la investigación “Cómo Nestlé convierte a los niños en adictos al azúcar en los países de ingresos más bajos”, la cual ha causado un impacto mediático de magnitud, Nestlé publicó en la sección de preguntas de su sitio Web, y tratando de bajarle perfil a este debate, su posición al respecto. [4].
Según Nestlé, “aplicamos los mismos principios de nutrición, salud y bienestar en todas partes. Todos nuestros alimentos y leches para los primeros años de vida están nutricionalmente balanceados y en conformidad con las directrices científicas y las recomendaciones dietéticas comúnmente aceptadas”.
En seis breves puntos de contradictoria redacción, Nestlé desmiente que sus productos para menores de doce meses contengan azúcares y sostiene que sigue reduciendo ese componente; que en muchos países agrega hierro y otras vitaminas para luchar contra la desnutrición infantil; que su política de información es siempre transparente, y que respeta las leyes nacionales. Estas afirmaciones, sin embargo, no dan respuesta a las denuncias objetivas y argumentadas con hechos, cifras y porcentajes incontrovertibles de la investigación promovida por Public Eye e IBFAM.
Para Laurent Gaberell, investigador de Public Eye y uno de los autores del estudio, las respuestas de Nestlé son un poco más de los mismo y, como le comenta a este corresponsal, “no entran en el fondo de la crítica que nosotros impulsamos”. Tenemos la impresión, agrega Gaberell, de que para Nestlé “nuestra denuncia no es suficientemente grave y que [cree que] ya están haciendo un gran esfuerzo para mejorar sus productos”. En cuanto a la amplia repercusión mediática y el debate que esta investigación ha originado en algunos países del Sur, donde hay sectores de la sociedad civil que están dispuestos a darle seguimiento prioritario al tema de los alimentos para bebés, Gaberell reflexiona que “es una muy buena señal en cuanto al impacto de nuestro trabajo”.
Por su parte, su colega Geraldine Viret, responsable de comunicación de Public Eye, alza el tono y enfatiza: “Desde India hasta Brasil, pasando por Bangladesh y Senegal, Nestlé ha sido sorprendida en plena hipocresía sobre el ‘azúcar puro’, acompañada por una desagradable dosis de neocolonialismo”. Según Viret, “Las generaciones presentes y futuras, especialmente en los países de bajos y medios ingresos, arriesgan su salud si Nestlé sigue violando impunemente los principios educativos (y éticos) más básicos”[5].