Lula y Petro: “Dime con quien andas y te diré quien eres”

Muy triste todo esto señores presidentes, pero mientras ustedes se alían con el terrorismo de la derecha venezolana, nuestro país, nuestro sistema electoral y nuestro proceso reciben el apoyo de Rusia, de China, de la mayor parte de la humanidad y por cierto, muy importante decirlo, de los pueblos hermanos de Brasil y de Colombia.

No escribo con alegría este artículo, más bien lo hago con dolor, pero cuando no se guardan las formas, se deben decir las cosas por su nombre. Los presidentes Lula y Petro decidieron hacerse parte de la agrupación de corifeos que dirigidos por Estados Unidos y la Unión Europea atacan a Venezuela en nombre de ciertos valores liberales que los obligan a rendir cuenta ante el hegemón imperial.

Lula ha sido, sin duda alguna, un gran luchador social que enfrentó a la dictadura que asoló a su país por más de 20 años, pero no es un revolucionario ni ha confrontado el sistema de dominación de su país; al contrario, es parte de él. Su objetivo es producir reformas que mejoren las condiciones de vida de los brasileños sin tocar los intereses de las grandes empresas extranjeras que permanecen en el país. Como se decía a finales del siglo pasado es un socialdemócrata tradicional al estilo Willy Brandt o François Mitterand, a quienes adora y admira.

 

Hugo Chávez y Lula Da Silva

En esa medida, no ha abandonado la idea de fortalecer el subimperialismo brasileño que heredó de sus antecesores intentando construir una integración subordinada. Por eso su esfuerzo de aliar Mercosur e incluso América Latina a Europa. Su operador político en estas lides fue, y es, Celso Amorim, un diplomático de carrera, típico producto de Itamaraty, devenido militante del PT por las circunstancias y los intereses mutuos. Es Amorim quien ha “bombardeado” a Lula -tras recibir instrucciones del Eliseo- acerca de las “carencias democráticas” de Venezuela basadas en la imposibilidad legal y constitucional de la señora Machado de ser candidata en las elecciones.

Hay que decir que es natural que Lula y Amorim actúen así, responde al ADN de la élite brasileña que nunca ha luchado contra nadie. Todo lo han obtenido negociando y cediendo en el marco de una institucionalidad sistémica frente a la cual jamás se han rebelado. Por supuesto que en la historia de Brasil ha habido grandes líderes revolucionarios como Tiradentes, Carlos Marighella y Luis Carlos Prestes entre otros. Lula no es uno de ellos.

La ambigüedad de su discurso (y el de Dilma Rousseff, todavía más acentuado), lo aislaron del pueblo. Ambos abandonaron a los humildes que los llevaron al poder. En este momento recuerdo cuando en 2006 las organizaciones populares y sociales de Brasil le solicitaron al Comandante Chávez que intercediera con Lula a fin de que los escuchara. Con aprobación de éste, Chávez arriesgó su capital político y, aprovechando un viaje a Curitiba, se reunió en un teatro lleno con líderes y dirigentes sociales que acudieron de todo el país a plantearle cara a cara tal demanda. Incluso poniendo en riesgo su integridad física porque un pequeño grupito de exaltados quisieron acercarse violentamente a él, los escuchó pacientemente, tomó nota y les dijo que entendía sus razones, que iba a hacer lo que le pedían pero que, en el momento presente de Brasil, él pensaba que se debía apoyar a Lula. No creo que en toda su vida, Chávez haya recibido una rechifla tan grande como la que escuchó con paciencia ese día hasta que una vez calmados los ánimos, le habló largamente a los asistentes de la superior causa de América Latina y el Caribe, cerrando el evento con continuados y efusivos aplausos y vivas.

Años después, cuando le dieron el golpe de Estado, Dilma llamó al pueblo a salir a las calles. Nadie lo hizo. Era normal, no les tomaba el teléfono a los dirigentes sociales, no los recibía, ni los atendía. Su alianza era con los empresarios, uno de ellos, que era su vicepresidente, fue el líder del golpe que la derrocó. El abandono del pueblo se paga caro. Nos daban lecciones, recuerdo la petulancia y soberbia de algunos dirigentes del PT que nos decían lo que debíamos hacer, pero aquí, Chávez resistió el golpe de Estado, porque el pueblo movilizado lo repuso en el poder.

Ni siquiera se movilizaron a favor de Lula cuando estaba preso. Los grandes eventos que pedían su libertad reunían a 40 mil personas en un país de 215 millones de habitantes. Y es normal que haya sido así. En el momento en que lo estaban llevando a la cárcel, Lula en la versión más acabada de un hombre de las instituciones, dijo: “Confío en el sistema jurídico de Brasil”. No hizo un llamado al pueblo, no, confió en las instituciones.

Tal vez esas sean características positivas: la conciliación, el carácter pusilánime y la debilidad de espíritu, finalmente a ellos, la monarquía les regaló la independencia y la República y es posible que esa historia haya configurado su espíritu conciliador. Pero a Venezuela nadie le regaló nada, nosotros tuvimos que luchar por ellas y a un costo muy alto. Por eso, nosotros en lo nuestro y ellos en lo suyo, pero no es Lula quien nos puede dar lecciones de democracia.

Tampoco de sentimiento y espíritu latinoamericanista puede Lula dar enseñanzas. Dije antes que él piensa en la necesidad de una integración subordinada. No son palabras huecas: ¿Quién impidió que se estableciera una arquitectura financiera en América del Sur? ¿Quién le puso todo tipo de trabas al SUCRE hasta impedir que funcionara? ¿Quién prestó poca atención a la creación de la CELAC hasta que entendieron que la necesitaban como plataforma para lanzarse a la conquista de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Quién apoyó UNASUR solo cuando Itamaraty estuvo segura que la podía controlar? ¿Quién huyó de Mar del Plata cuando Chávez, Kirchner, Tabaré Vázquez y hasta el conservador Nicanor Duarte le plantaban cara al jefe del imperio? ¿Quién atrasó todo lo que pudo la construcción de la refinería Abreu e Lima que Chávez impulsó para el bienestar del nordeste olvidado y marginado de Brasil? ¿Quién, ante el golpe de Estado contra el presidente Castillo en Perú, dijo que había sido una transición en términos institucionales?

Yo respeto lo que puede haber hecho Lula en favor de su pueblo. No sé si es todo lo que pudo, pero no puede, ni debe, estar dando lecciones de democracia a nadie, por lo menos en Venezuela no lo permitimos. Si la señora Machado le concedió ese derecho, se debe entender con ella y asumir la responsabilidad de aliarse con aquellos que hacen apología del terrorismo y favorecen una intervención militar extranjera en el país. ¿Por qué si Bolsonaro lo hace, está mal, pero si lo hace Machado, es correcto? ¿Por qué uno actuó al margen de la ley y otra lo hizo en favor de la democracia? ¿Por qué Bolsonaro es golpista y Machado no? Aclárelo, señor presidente Lula porque sino el presidente Maduro podría tener derecho a pedir que cese la persecución contra el ex presidente Bolsonaro. ¿Qué le parece? Claro, el presidente Maduro jamás hará eso, primero porque no se inmiscuye en los asuntos internos de Brasil y segundo porque jamás apoyará a un terrorista violento y golpista como está haciéndolo Usted en Venezuela.

Estimado compañero Lula, quisiera recordarle que el primer presidente en manifestar la solidaridad con Usted tras su injusta prisión fue Nicolás Maduro y el primer presidente en expresar su rechazo y repudio al golpe de Estado contra Dilma Rousseff fue Nicolás Maduro. No hubo cálculo político al decidir esas acciones. Hoy recogemos el ánimo y la solidaridad del pueblo brasileño que rechaza sus manifestaciones de apoyo al terrorismo en Venezuela. También es bueno recordar que el 25 de julio de 2019, la señora Machado twiteó contra usted y el peligro que significaba que el Foro de Sao Paulo reclamara su libertad.

Como dicen los jóvenes ahora, “usted está en otra”, presidente Lula. Mientras los pueblos africanos se rebelan y rompen con Francia, usted le declara su amor a Macron en el mismo lugar en que las empresas francesas devastan la Amazonía sin contratiempos. Más coherencia presidente, porque eso si es grave.

Otro caso, mucho más doloroso, es el de Colombia y su presidente. También se unió a los que se creen dueños de la verdad y pueden dar lecciones de democracia al mundo. Legamos de nuestro Libertador Simón Bolívar el amor por Colombia. Cuando en Bogotá hacían leyes para luchar contra el colonialismo, Bolívar construyó un Ejército para ir a liberar la Nueva Granada. La sangre de miles de venezolanos se derramó para lograr la independencia de Colombia. Cuando se preparaba la expedición, Antonio Nariño, el tribuno más renombrado del país y uno de los precursores de la independencia hispanoamericana, se encontraba preso en España. El Libertador tuvo que recurrir al oficial neogranadino de más alto grado para enviarlo a Casanare a organizar un ejército que recibiera al ejército venezolano y lo apoyara en la campaña que se preparaba.

Debió recurrir a un oscuro coronel sin mayor experiencia, a quien, para darle mayor poder de decisión, ascendió a general: Francisco de Paula Santander quien con los años se transformaría en el adalid de la independencia de Colombia, no sin antes traicionar a Bolívar, mandar a asesinar a Sucre e incluso intentar el mismo expediente con el Libertador. Sabemos desde hace 200 años de las traiciones gestadas en Bogotá. No nos sorprenden.

Vinieron 200 años de contubernio liberal-conservador que sumieron al país en guerra, destrucción y muerte, hasta que llegó a la presidencia Gustavo Petro. Por fin, un líder diferente…y vaya que lo es. Su esfuerzo por la pacificación definitiva del país merece los mayores elogios. Desde antes, el comandante Chávez y ahora, el presidente Nicolás Maduro han dado todo su apoyo a tal empresa, incluso cuando en el país hermano había sátrapas gobernándolo. Me consta, porque fui testigo directo del esfuerzo, a veces hasta incomprensible del Comandante Chávez por apoyar la lucha por la paz en Colombia.

Petro y otros integrantes del M-19 con Hugo Chávez en 1994

El problema de Petro no es ese, es su ego, su afán de creer que tiene la verdad absoluta y que puede dar lecciones a todos. Y ahora que tiene a un hombre de la derecha, empleado de la embajada de Estados Unidos, como ministro de Relaciones Exteriores, pareciera que lo pusieron a seguir la pauta elaborada en Washington. Esto no hubiera ocurrido si el canciller Álvaro Leyva hubiera estado en funciones, porque siendo un hombre de derecha, ha dado pruebas sustanciales en defensa de los más altos intereses de la humanidad.

El colmo del ego de Petro ocurrió en fecha reciente cuando se permitió criticar y refutar la decisión rusa y china de vetar una propuesta para un alto al fuego transitorio en Palestina, elaborada por Estados Unidos para favorecer a Israel. Las organizaciones palestinas unánimemente agradecieron a Rusia y a China por la decisión, pero Petro siendo ”más palestino que los palestinos” la criticó. Esta decisión permitió la posterior, aprobada tres días después en la que Estados Unidos se vio obligado a abstenerse de hacer uso de su derecho a veto. Entonces Petro, intentando huir hacia adelante dijo que si no se cumplía la resolución, había que romper relaciones con Israel. Hágalo presidente Petro. ¡Hágalo! Pero antes debe librar una lucha interna contra su ego, que lo oprime y no lo deja pensar con la lucidez, el conocimiento y la coherencia que lo han engalanado en otros asuntos. “La mejor manera de decir, es hacer” enseñó José Martí, “Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar” afirmó por su parte Juan Domingo Perón.

Venezuela no tuvo que esperar 32.000 palestinos asesinados, entre ellos 12.000 niños para romper relaciones con el ente genocida. La decisión fue tomada por el presidente Chávez en 2009 cuando la barbarie sionista ni se acercaba a los niveles de repugnancia que hoy se han hecho públicos. No pretenda dar lecciones a los demás de algo que Usted no hace.

Y con respecto a Venezuela, no haga lo que no quisiera que le hicieran a usted. Porque si así fuera, el presidente Maduro podría hacer un llamado a que se acepte que el comandante Antonio García o el comandante Iván Márquez se les permita ser candidatos a presidente. Cuando en 2002, Colombia decidió elegir a un conocido narcotraficante y connotado paramilitar como presidente del país, Venezuela no dijo nada. Al contrario, recuerdo al Comandante Chávez en una conversación sobre el tema en la loza del aeropuerto de Maracaibo, el 8 de mayo de 2006 cuando se dirigía a la Guajira a poner el primer tramo del gasoducto binacional: “El pueblo colombiano lo eligió y nosotros tenemos que respetar la decisión del pueblo colombiano y trabajar con Uribe en beneficio de nuestros dos pueblos hermanos”. Y así fue. Ni siquiera en las condiciones en que Uribe daba una mano mientras al mismo tiempo con la otra, cual Santander moderno, empuñaba el arma fratricida, Chávez modificó su prédica.

Recientemente el gobierno de Venezuela ha hecho todo lo que está a su alcance para favorecer una buena relación. A usted le consta porque ha sido fervoroso promotor de lo mismo. No nos merecemos que Usted nos juzgue, defendiendo a una terrorista que al violar las leyes de la República, se auto excluyó de ser candidata.

Por cierto, cuando usted ganó los comicios presidenciales de 2022, esa misma señora Machado, tan solo un día después de su elección, es decir el 20 de junio escribió un tweet: “El proyecto de Petro es muy peligroso, pero es derrotable. Luchemos unidos colombianos y venezolanos por nuestra libertad”. Paradójicamente, señor presidente Petro, Usted acogió el llamado de la terrorista y ahora, junto a ella, quiere luchar en Venezuela por la democracia teledirigida desde Washington.

Esto de estar un rato con Venezuela y otro contra Venezuela a partir de un cálculo político interesado y mezquino no es de nosotros. Bolívar nos enseñó que se es solidario o no se es y sacó al ejército venezolano del territorio nacional cuando nuestra independencia se había consumado en Carabobo porque creía que la libertad no era total mientras permaneciera un pueblo americano sojuzgado. Al finalizar la guerra, nuestros soldados regresaron al país, no colonizaron, no ocuparon, no impusieron nada.

Chávez, por su parte, tampoco estaba haciendo cálculo político cuando decidió utilizar los enormes recursos energéticos del país para avanzar hacia la integración, mejorando las condiciones de vida de los pueblos, y lo hacía sin preguntar de qué signo político era el presidente. Tampoco opinaba sobre quién debía y quién no debía ser el máximo mandatario/a de un país. No hicimos cálculo político cuando ayudamos a Argentina en un momento aciago de ese país. El gobierno de Venezuela no hizo cálculo político cuando el presidente Maduro ordenó enviar oxígeno a los hospitales de Manaos en el peor momento de la pandemia, aunque era el instante en que arreciaba la agresión de Bolsonaro contra Venezuela. Manifestamos solidaridad y dimos solidaridad.

No hicimos cálculo político cuando creamos Petrocaribe, ni cuando multiplicamos nuestras embajadas en África, tampoco cuando nos solidarizamos con Palestina o con la República Árabe Saharaui Democrática. No le preguntamos a Estados Unidos y Europa si están de acuerdo con nuestras decisiones antes de implementarlas.

En tiempos en que arrecia la agresión imperialista y neoliberal, los que pensamos parecido, no necesariamente igual, debemos comprendernos y aceptarnos. Basta una llamada de teléfono y una consulta. No importa que la escuchen en la Embajada de Estados Unidos. Así sabrán que somos hermanos en las buenas y en las malas. Así también se evitan las opiniones erradas emanadas de la mediática transnacional desinformadora y de los agentes imperiales infiltrados en nuestros gobiernos.

Muy triste todo esto señores presidentes, pero mientras ustedes se alían con el terrorismo de la derecha venezolana, nuestro país, nuestro sistema electoral y nuestro proceso reciben el apoyo de Rusia, de China, de la mayor parte de la humanidad y por cierto, muy importante decirlo, de los pueblos hermanos de Brasil y de Colombia. Hay un viejo dicho que reza” Dime con quien andas y te diré quien eres”. Mucho cuidado estimados presidentes Lula y Petro.

Sergio Rodríguez Gelfenstein para La Pluma, 5 de abril de 2024

Editado por María Piedad Ossaba