El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas, derrocaron a la Presidenta María Isabel Martínez de Perón, interrumpiendo su mandato constitucional. Las tres fuerzas (Ejército, Marina y Aeronáutica) conformaron una Junta Militar que ocupó el Poder Ejecutivo, subordinando a todas las fuerzas armadas y de seguridad, y a los demás poderes del Estado, a su conducción.
La Junta ordenó la disolución de los poderes legislativos y la remoción de los miembros de las cortes supremas nacionales y provinciales, dispuso la proscripción de los partidos políticos y sindicatos y suspendió la vigencia de la Constitución Nacional. Se habla de dictadura “cívico-militar”, debido a que el gobierno de facto contó con la participación, anuencia y complicidad de sectores de la sociedad civil (principalmente económicos, eclesiásticos y mediáticos) que favorecieron la aceptación social con campañas de desinformación. Le ofrecieron un marco de “institucionalidad” y/o financiaron la empresa genocida para verse beneficiados con las medidas regresivas impuestas.
Cualquier similitud con la actualidad, no es mera coincidencia. Mientras el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos nos dice que el valor de una canasta básica es de 690.904 pesos (unos 700 dólares), los sueldos de los docentes, de los trabajadores formales e informales están dos y hasta tres veces por debajo de ese monto. Con hambre no hay libertad ni democracia.
Este Estado que se niega a sí mismo impulsa una maraña de leyes con el único objetivo de distraer para que, al fin de cuentas, no se pueda distinguir ni una. Así se ha avanzado sobre la Ley Micaela, destinada a formar funcionarios y funcionaras en materia de Género, la disolución del Instituto Nacional contra la Xenofobia, la Discriminación y el Racismo (INADI) y se amenaza con derogar la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. El desfinanciamiento y los despidos en instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y la Agencia Estatal de Noticias Télam, ponen al desarrollo científico para la producción y a la cultura como un paquete al remate.
Se levantan las banderas del olvido y se recorta en salud y educación. Se retira el apoyo económico a merenderos, comedores y pretenden la flexibilización laboral detrás de decretos que nos endeudan, nos estafan, nos saquean nos roban y van contra trabajadores, jubilados, estudiantes, productores y campesinos qué resultaron ser ¨la casta¨, a la que el presidente prometía dejar quitar privilegios en campaña.
Se enarbolan banderas que predican el individualismo como consigna, para que nos olvidemos de nosotros, con el estigma de clase, la nula conciencia y la desterrada empatía. Juegan a la amnesia popular, nos quieren arrebatar la Memoria, el mayor símbolo del retorno a la democracia en este país.
En este contexto, tenemos la obligación de estar acá, cerca de cada olla popular, por que comer se ha vuelto un lujo.
Pareciera que se está por rifar el horizonte
Nos encontramos hoy frente al intento de restablecer una memoria contrarrevolucionaria, pero sin revoluciones a la vista. Una memoria que reivindica el avasallamiento, mientras hostiga a diestra y siniestra. Frente a este intento de reposicionar el terror entre nosotros, los que les ponemos el pecho a las botas para que no vuelvan, nos necesitamos juntos y más coherentes que nunca, para reconstruir y fortalecer el campo popular, ese que siempre tuvo en sus raíces la memoria democrática, que, con todas sus deudas pendientes, sigue siendo el lugar común donde queremos estar, sosteniendo las luchas políticas.
Somos guardianes de la democracia, por coherencia histórica, política y cultural. Somos los herederos de los Derechos Humanos como políticas de estado. No convalidamos la crueldad. Somos las fuerzas del suelo.
Son tiempos bravos, mezquinos y grises, pero no nos olvidemos de que nosotros no merecemos esto, porque transitamos caminos que otros caminaron y nos marcaron el norte a fuerza de dejar la vida. Somos sus banderas, somos sus ideales, somos sus conquistas, somos 30.000. No somos lo que nos quieren vender, no somos eso, que no lo intenten. Que no se atrevan.
Ni olvido ni perdón. Juicio y Castigo late en el corazón del pueblo que no olvida. El futuro no lo podemos certificar, pero ante la mínima sospecha del retorno de las leyes de impunidad, estaremos espalda con espalda, para defender las políticas de Memoria Verdad y Justicia, con nuestras madres, nuestras abuelas, hijos y nietos. Porque la identidad argentina es de memoria y lucha, por más que intenten confundirnos. Del “Nunca Más” no se retrocede. Ni un paso atrás.