El Ejército de Liberación Nacional (ELN), de Colombia, cumple el próximo 4 de julio sesenta años de lucha armada. El ELN llega a este aniversario en medio de un proceso de diálogos de paz con el Estado colombiano, ahora encabezado por el presidente Gustavo Petro.
Sin embargo, el camino hacia la paz — definida por el ejército guerrillero como algo más, como mucho más que el silencio de los fusiles — ha resultado ser complejo y tortuoso. El ELN busca derrotar el viejo régimen de la oligarquía colombiana — esos «sectores supremamente adversos, contrarios a que esto avance y que persisten en sus propósitos» — la cual ha sumido al país en 75 años de violencia y por ello recuerda que lo que hacen está «sembrando para generaciones futuras».
En esta ocasión, en exclusiva para La Tizza, el comandante Pablo Beltrán, jefe negociador del ELN en la mesa de diálogos nos cuenta no solo por qué es uno de los «revolucionarios de toda la vida», sino cuál es su visión del actual proceso de negociaciones, el horizonte de las transformaciones que deben operarse en el país sudamericano, porque «si usted cree que solo cambiando al ELN se cambia Colombia, está equivocado» y qué le hace expresar, con tanta vehemencia que «no tenemos vocación de mártires». Sirvan estas preguntas y, sobre todo, estas respuestas, como un ejercicio de solidaridad militante realizado bajo la pregunta permanente — que nos recuerda nuestro compañero, el comandante Pablo Beltrán — de «¿qué diría Camilo Torres en estas circunstancias?»
Puedes leer la primera parte de la entrevista: No vamos a tener vocación de mártires.
La Tizza (LT): ¿Cuáles son las diferencias más notables entre aquel inicio de los diálogos en el 2012, bajo la presidencia de Juan Manuel Santos, y ahora? Ahora que, evidentemente, ha tenido otro tipo de beneficios pero también de complejidades a la hora de discutir los términos del acuerdo.
Pablo Beltrán (PB): Si fuera por el papel no hay diferencias: le voy a explicar por qué. Con Santos el 30 de marzo del 2016 firmamos la agenda de negociaciones.
LT: ¿Con el fin de la fase confidencial?
PB: Sí, se firmó ahí, el 30 de marzo del 2016 en Caracas, y esa misma agenda la tomamos como base, la mejoramos un poquito, pero es la misma agenda que firmamos con Petro en México en marzo de 2023.
La agenda con Santos del 2016 la retomamos, le dimos continuidad y la volvimos a aprobar con Petro en marzo del 2023, siete años después. A eso lo llamamos nosotros «construir sobre lo construido». Pero, ¡oh sorpresa!, hoy en Colombia el principal crítico de este proceso es Santos.
¿Qué pasa?, pues si fuera por el papel estamos en lo mismo, entonces, ¿cómo se explica eso?
Se explica de la siguiente manera. Cuando comenzamos con Santos él puso tres condiciones: primera condición, diálogos directos; segunda condición, fuera del país y; tercera condición, sin cese al fuego en medio del conflicto. Esas fueron las tres condiciones que puso Santos en el 2012.
Hoy, ¿dónde llevamos eso? Con Petro hicimos un cese al fuego que comenzó el 3 de agosto de 2023 y terminó ahora, y aquí acabamos de renovar en este ciclo otros seis meses, o sea, vamos para un año de cese al fuego. Eso es totalmente diferente a lo que se pactó con Santos.
No obstante, nosotros le hicimos un reclamo al gobierno y hasta vino el ministro de Defensa desde Bogotá. Le reclamamos que estando en el cese al fuego, desde el 3 de agosto para acá, han ocurrido varios atentados a miembros de nuestra dirección nacional. Le pedimos explicaciones. Nos dijo que él no sabía, yo pienso que no sabía.
Le recordamos que cuando comenzamos en Caracas, en octubre del 2022, este proceso con Petro, el comisionado de Paz de esa época nos dijo que a partir de ese momento no iba a haber atentados a miembros de la dirección nacional.
Ahora que vino el ministro a fines de enero, le dijimos que ha habido atentados en pleno cese y hubo este compromiso del anterior comisionado. Le preguntamos «¿Ustedes, como gobierno, pueden volver a ese compromiso?». Nos respondió que iba a averiguar.
¿Por qué les he hecho esa historia? Porque resulta que con Santos, cuando él puso como condición el diálogo sin cese, era para concentrar el ataque del Ejército en la dirección y en los mandos del ELN para llevar a la guerrilla debilitada a la mesa de negociación.
LT: Esa fue la misma estrategia que siguió con las FARC-EP.
PB: ¡Eso es Santos! Una cosa es el Santos del papel y otra cosa es el Santos de la realidad.
¿Qué buscan ellos? Debilitar nuestra dirección para repetir el guion que siguieron con las FARC-EP. Cuando yo les respondía ahorita a la pregunta de ustedes sobre dónde estaba el nudo de la discusión acá, me refiero a eso. Hay sectores, sobre todo de las Fuerzas Armadas, que están presionando al gobierno para que se vuelva a la estrategia de pacificación de Santos y pacificar es, en esa estrategia, debilitarnos y llevarnos debilitados a la mesa de diálogos.
Como hay evidencias, como hay pruebas de que están haciendo eso nosotros les preguntamos si van a seguir haciendo eso, para nosotros saber.
Esa pregunta la tiene que acabar de resolver el ministro de Defensa.
LT: Esa es una diferencia…
PB: Esa es una diferencia. Y hay otra, que es la principal.
En la idea de Santos el país llega a la paz si se acaba con la guerrilla, y en la idea de lo que firmamos con Petro en México el país llega a la paz si resolvemos, en un proceso de transición, las causas estructurales que generan el conflicto. Son dos modelos. El de Santos es el del modelo viejo que en Colombia se llama «desmovilización, desarme y reinserción».
Frente a eso nosotros tenemos otra posición.
Primero, el ELN no se desmoviliza, porque uno es revolucionario toda la vida; segundo, eso del desarme lo discutimos porque aquí a ninguno nos van a matar a mansalva y, tercero, ¿que nos invitan a reinsertarnos en cuál sociedad, en cuál Estado, en cuál país, si esa democracia es una ruina?
En esa sociedad predomina el neoliberalismo salvaje que acaba con la naturaleza, reparte miseria y desigualdad por todas las esquinas y nosotros queremos acabar con eso. ¿Qué? ¿Nos vamos a meter en eso? ¿En el Congreso? ¿Quién dijo que eso representa al pueblo? Eso está en función de unas clases dominantes y punto.
La discusión es más que teórica. Ese modelo viejo se acabó, vamos a buscar otro. Pero Santos sigue clamando por el modelo viejo, por eso hoy es el principal opositor y es que él y su antiguo comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, son los que más critican el actual proceso.
Ellos, cuando se sentaron con las FARC-EP, les pusieron unas líneas rojas. ¿Cuáles eran? No vamos a cambiar la doctrina militar, no vamos a cambiar el sistema económico, no vamos a cambiar el régimen político, no vamos a cambiar nada de las Fuerzas Armadas, no vamos a cambiar las relaciones internacionales: eso fue lo que aceptaron las FARC-EP.
Si ustedes miran el Acuerdo de México todas esas «líneas rojas» se tumban porque se dice que hay que cambiar eso. A la semana siguiente del acuerdo de México el antiguo comisionado de Paz de Santos, Sergio Jaramillo, ¿sabe qué dijo en Colombia? «A la delegación del gobierno de Petro en la mesa de diálogos le metieron una goleada 7–0».
LT: Sin embargo, ese tipo de acuerdos ¿no coinciden con muchas de las posiciones con las que llegó Petro al gobierno, con apuestas para determinadas transformaciones estructurales?
PB: Correcto. Por eso somos socios para esos cambios.
LT: Es que Petro necesita un diálogo con su sociedad.
PB: Estamos en un punto de inflexión que es:
o se sigue con el viejo modelo de pacificación o de verdad somos capaces de arrancar un proceso de paz como tal y esa es la apuesta de la mesa de diálogos.
Por eso hay sectores tan fuertes opuestos y han logrado incidir en el gobierno también para que se eche atrás en lo que firmamos y también se lo reclamamos.
LT: Ese modelo de negociación es de muy largo plazo. La variable del término del gobierno de Petro ¿no introduce ninguna meta?
PB: Se la voy a decir de manera más brusca. Petro nos preguntó «¿podemos tener un acuerdo final antes de que yo me vaya?»
Eso es. Llevamos discutiendo varios ciclos y en México logramos esta frase — que ellos llaman «la discusión sobre el horizonte»— «vamos a avanzar lo más posible»: esa es la meta. ¿En qué sentido? ¿Cuántas transformaciones puede hacer Petro de aquí al 2026? Muy pocas, y ya se evidencia en que no lo dejan hacer ni siquiera una reforma a la salud. ¿Por qué, si ellos en el gobierno pueden hacer pocas transformaciones, van a pedir una transformación radical y de esencia del ELN? o sea, ¿por qué si las otras transformaciones son un proceso, la del ELN tiene que ser exprés y súbita? Esa es la discusión que tenemos.
LT: ¿Pero eso no puede ser interpretado como que no hay una vocación de paz real por parte del ELN?
PB: Le voy a decir la respuesta que les dijimos a ellos y que yo se la repito cada vez que pueda:
Colombia cambia si cambiamos todos. Si usted cree que solo cambiando el ELN cambia Colombia, está equivocado.
¿Cuánto van a cambiar los que impulsan grupos paramilitares? ¿Cuánto van a cambiar los militares? ¿Cuánto va a cambiar la política de los Estados Unidos frente a Colombia? Es que el problema de la paz de Colombia está más allá de los 5.000 fusiles del ELN. Por eso es que el primer problema es explicar cuál es el conflicto para que no se vuelva indescifrable.
¿Estados Unidos se va de las bases de Colombia? ¿Va a dejar de usar grupos de mercenarios para atacar a Venezuela? ¿Va a dejar de estar mandando bandas a Ecuador para desestabilizar el país? ¿Va a dejar de mandar mercenarios a Haití a matar presidentes? ¿Va a dejar de mandar soldados a Ucrania? ¿Cuál es la paz? ¿O es que el ELN se acaba y ellos siguen haciendo eso? Por eso se dice que todos tenemos que cambiar, y todos somos todos. Es quitar la idea de que todo el mundo le pone condiciones al ELN pero quien las pone no cambia: no, nosotros también ponemos las condiciones.
Ahí tenemos discusiones muy fuertes con el rico más rico de Colombia, que es un banquero. En enero, en una reunión de los ricos más ricos de Colombia con Petro en Cartagena ¿sabe qué les dijo? Todo el cúmulo de economía subterránea mafiosa que hay en Colombia lo lava la economía formal, comenzando por los bancos, es ese sustrato material de esa simbiosis entre economía ilícita y legal; eso es lo que sostiene a Colombia y eso es lo que produce que haya mafias, que haya escuadrones, que haya carteles, que haya clanes. Usted no puede acabar con las consecuencias si no aborda la causa y la causa es económica, Petro se lo dijo.
¿Ellos van a dejar de hacer eso? Por ejemplo, al principal rico de Colombia le sancionaron un banco de Panamá por estar lavando activos de la mafia colombiana y hay guerra antidrogas. Guerra antidrogas no puede ser fumigar a los campesinos; guerra antidrogas tiene que ser que los que lucran con eso dejen de hacerlo. Otra vez la cara compleja del conflicto.
LT: ¿Eso está en discusión en la mesa? ¿Este tipo de análisis?
PB: ¿Yo qué le diría? Ha habido discusiones muy superficiales sobre eso. Nosotros discutimos con una delegación de los obispos católicos y le preguntamos si ellos sabían que los Estados Unidos, la DEA, la agencia antidrogas tiene programas dirigidos a las familias nuestras en las zonas rurales para involucrarlos en cosas de coca y después que esas familias metan a sus hijos — que son del ELN — en eso y después que metan a los frentes en eso y entonces decir «el ELN es un cartel».
Eso se llama operaciones de entrampamiento: esa es la guerra antidrogas de ellos. Muchos creen que al ELN lo acaban con bombas… ¡no, no, no, eso es lo de menos! De eso ya sabemos: ¡fíjese los flancos de ataque! Eso se lo explicamos a los obispos. El imperialismo tiene, entre las principales fuentes de ataque contra los revolucionarios la de degradarlos. ¿Cómo acabaron con la Unión Soviética? Así.
Estas guerras tienen supremamente arruinada a la sociedad colombiana porque se ha impuesto la cultura del todo vale que es la cultura mafiosa. Sobre esa cultura del todo vale, ¿cómo se estructura la juventud? ¿Cómo se estructura una economía lícita? Eso les sirve a ellos porque mantienen un país en el caos y ellos mandando. Esa es, en últimas, la estrategia que nosotros enfrentamos del imperialismo.
Otra anécdota. Yo estaba en la universidad en el año 1974 y Nixon comenzó la guerra contra las drogas. En Colombia, estaba como presidente Misael Pastrana — el papá de Andrés Pastrana— y le dijo a uno de los jefes del Ejército, Bernardo Lema Henao, que se fuera a la región de La Guajira — en ese momento era el principal puerto de exportación de marihuana, no exportaban coca todavía— y metiera al Ejército para acabar con la mafia de la marihuana. ¿Sabe qué le dijo Lema Henao? Que no, que él no llevaba el Ejército ahí porque la mafia lo compraría y lo corrompería. Bueno, el hombre fue removido. Finalmente, el Ejército fue a La Guajira y veinte años después la mayor parte de las brigadas del Ejército estaban alquiladas a sueldo de las mafias.
El asunto es un problema de la sociedad y el Estado: eso es un narcorrégimen promovido por los Estados Unidos, porque les permite tener sus garras en Colombia: entre más desorden en el país, más mandan ellos. Poner el país en orden significa abarcar todos estos procesos para acabar con la cultura del «todo vale». La ley de la mafia es «te vendes o te mato», «compra conciencias o mata», punto en el medio no hay.
Ahora es que se va entendiendo lo complejo del conflicto; o sea que no es que solamente se presente complejo, sino que es complejo. Además de que hay una matriz mediática para hacerlo más inentendible y después para llegar a «es que eso no tiene arreglo» y resulta que sí tiene arreglo.
LT: Y en esa visión de tratar de avanzar hacia la paz, ¿cómo ustedes se plantean sus relaciones con las otras organizaciones, sectores o movimientos sociales que desde la sociedad colombiana siguen viendo la paz como una necesidad, como un bien necesario, y que están viendo — tal vez— estos procesos de negociación con el ELN como una segunda parte o como una continuación de lo que ha sucedido con las FARC-EP — teniendo en cuenta también todo lo que ha sucedido al interior de las FARC-EP después de la firma de los acuerdos— ?
PB: Le voy a «echar» un chiste. Cuando comenzamos — yo llegué a estas tareas de la negociación en 2015, o sea llevo ocho años en este periodo— todos nos decían «¡Hagan como las FARC!», incluso desde antes: «¡Hagan como las FARC!». Así, casi desde 2012 a 2015 nos insistían «¡Hagan como las FARC!». Doce años después, nos dicen «¡No hagan como las FARC!». Ese es el chiste. Hoy a nosotros nos está tocando la siguiente situación — voy a decirlo sin diplomacia— :
la llegada de un gobierno de izquierda ha significado más puestos burocráticos para mucha izquierda legal — el viejo truco— . El grueso de la izquierda legal se volvió «petrista», porque tiene cargos, esa es una realidad. Esa realidad es buena, por una parte, y mala por otra; buena, porque tiene un mejor nivel de vida y mala, porque dejan de pensar en la Revolución. Ellos ya tienen un estatus y esa es la crítica que nosotros hacemos.
Segundo, como son «petristas» y lo son, la izquierda considera que está gobernando, pero eso es una ilusión óptica. No está gobernando, es el viejo régimen el que manda, pero ellos están ahí, apareciendo como si tal. Consideran — y esa es mi lectura personal, en eso no meto a nadie más— que el ELN tiene que desmovilizarse de aquí al 2026 para que Petro repita en el gobierno. ¡Imagínese!
Esos sectores de la izquierda — que están en el gobierno— quieren hacer con nosotros los mismos tipos de acuerdos que hacía Colombia con los yanquis. Le explico. Cuando los yanquis comenzaron a llevarse el carbón de Colombia — allá existe la mina de carbón a cielo abierto más grande de América, está en La Guajira— surgió este chiste: que los gringos le proponían a los colombianos hacer «huevos con tocino»; pero ellos — la gallinita gringa— ponían los huevos y nosotros — el marranito colombiano— poníamos el tocino.
La izquierda que está en el gobierno quiere hacer lo mismo: que esa izquierda que está en el gobierno «ponga los huevos» y el ELN «ponga el tocino», para que ellos repitan gobierno en 2026. Frente a esa pretensión nosotros nos paramos y volvemos a la «discusión sobre el horizonte»: avancemos lo máximo posible, pero esperemos a ver. Eso es para dejarle claro que aunque somos socios con el gobierno de Petro, tenemos también discusiones. Estas son las discusiones que tenemos.
LT: Pero a ustedes les debe parecer importante que haya continuación de estos años de Petro, con un gobierno con la sensibilidad de Petro ante estos temas…
PB: ¡Y trabajamos para que lo haya! ¿Por qué?
LT: ¡Pero que no le pidan el tocino!
PB: ¡Claro! En últimas, eso es una ilusión óptica. Aunque así sucediera, por sí solo no se resuelven los problemas. Mucha gente nuestra apoyó a Petro, vendió empanadas e hizo campaña para generarle fondos a Petro. Hubo dos millones de votos nuevos de la juventud, que votó a Petro. Él está empeñado, endeudado con esos votos. Prometió unos cambios. ¡Hágalos! Nosotros todos los días se lo recordamos. Hubo un estallido social en 2021. Eso fue una plataforma de cambios que la gente puso en la calle porque las instituciones democráticas están arruinadas en Colombia; por eso vale la democracia en la calle. El gobierno actual, de Petro, y el ELN somos depositarios de ese mandato de cambios. ¡Cumplámoslo! ¡Pongamos la mesa de diálogos en función de ello! Eso se lo decimos día por medio al gobierno. Colombia está en un momento de cambio, el que no viva este momento bajo ese espíritu está desfasado.
Hay sectores de izquierda con los cuales tenemos cercanía, pero hay otros sectores que quieren aplicar el modelo viejo para que Petro se reelija. Nuestra posición es que no estamos de acuerdo con eso. Somos socios para el modelo nuevo, no para el modelo viejo.
LT: Es decir, que en los diálogos lo que se está conversando es Colombia, Colombia como horizonte, como sociedad a transformar.
PB: Correcto. Y el ELN y la mesa como un instrumento de ese cambio. Le hemos dicho claro al gobierno que no pedimos nada para nosotros. No tenemos interés individual en nada. Estamos en el proceso de paz porque es una palanca de cambios en Colombia.
LT: Pero parece que Petro y el petrismo — cualquier cosa que eso signifique— no está en su mejor momento, si nos guiamos por los resultados de las elecciones de finales del año pasado donde hubo un retroceso no menor del petrismo. En esas circunstancias, y teniendo como horizonte inmediato el 2026, ¿cuán apurado o cuán relajado está el ELN para adelantar el proceso de paz?
PB: El gobierno lleva un ritmo, la mesa lleva un ritmo. El gobierno ha hecho muchas alianzas con sectores de la derecha. Esas alianzas repercuten en la mesa. Entonces, a la mesa no solo llegan las directivas del gobierno, también llegan exigencias de la derecha. Son ritmos distintos. Si Petro hace alianzas allá, trata de imponerlas en la mesa.
Ahí es donde digo yo que estamos ante una pretensión de cambio de las reglas del juego. Si se entiende eso, se entiende que nosotros sí queremos avanzar en la agenda de cambios estructurales — como se hizo en la agenda— pero hay aliados del gobierno que desde la derecha le garantizan mayor gobernabilidad o le prometen mayor gobernabilidad, pero a cambio de estrangular más al ELN. O sea, nos vamos convirtiendo en moneda de cambio. Ese es el debate.
LT: Voy a ir un poco atrás: 17 de enero del 2019, Escuela de Cadetes. Más allá de lo que en términos prácticos significó, ¿cuánto fortaleció o debilitó la posición del ELN frente a la negociación? ¿Cuál es el saldo que hacen hoy de lo que fueron esos sucesos dentro del proceso de paz? ¿Sirvió para desenmascarar a Duque o fue otra cosa? ¿Cómo lo ve?
PB: Oponerse a cosas de la paz se logra de varias maneras. Por ejemplo, haciendo acciones ilegítimas. Si nosotros hacemos acciones ilegítimas estamos contrarios a que el proceso de la mesa se fortalezca. Pero también hay cosas que desde la derecha se usan para torpedear el proceso. El proceso se daña no solamente por los ataques de la derecha sino por errores propios.
Pero resulta que ese ataque no fue un error. ¿Por qué? Porque es un objetivo legítimo. ¿Por qué era legítimo? Les voy a decir algo que quizá ustedes no sepan. Cuando se desmontó la Escuela de las Américas, el componente de la Escuela de las Américas dirigido a la Policía Militarizada se instaló en la Escuela General Santander — por eso quedaron heridos cadetes de varios países— . Todo el programa de la Escuela de las Américas para Policía Militarizada está ahí, sigue estando ahí. Nosotros no escogimos cualquier cuartel de Policía de barrio ¡no! Fue el cuartel de la Policía Militarizada y de formación para esa Policía Militarizada para Colombia y para el resto del continente. No fue al azar. Así se determinó tras muchos meses de labores de la inteligencia. El ataque fue legítimo porque no hubo civiles muertos.
¡Ah! ¿Qué reclaman? Que en un momento del proceso de paz no hay que hacer esos ataques… Puede ser cierto, lo que pasa es que esa Policía Militarizada es la que le saca los ojos a los manifestantes, es la que le dispara a los manifestantes con una escopeta de gases lacrimógenos que está hecha para tiro parabólico y se la ponen al pecho, es la que mata a los muchachos y los bota al río para que no aparezcan los cadáveres. No son monjas dominicas de la Presentación.
Es un cuartel que está ubicado totalmente en esa óptica contrainsurgente latinoamericana y una fuerza totalmente repudiada por la población. Eso es lo que le da la legitimidad a la acción.
¿Qué la puede cuestionar? Pues quizá en ese momento repercutió sobre el proceso. No obstante, nosotros recordamos cuando llegó Iván Duque y exigió, para comenzar el proceso de paz con el ELN, el cumplimiento de 17 condiciones — eso es lo que dijo Duque tan pronto llegó en agosto del 2018—.
Claro, eso sí le dio la excusa a él para ratificar que no quería diálogos con el ELN. Yo con eso no estoy diciendo que pudo haber inconveniencia política por el momento de la acción, pudo ser. Pero la legitimidad de la acción es incuestionable. Nosotros no atacamos civiles, ni a cualquier fuerza, ni a cualquier cuartel.
LT: Le pregunto por Cuba y su papel en este proceso: hay relaciones históricas que ha tenido Cuba con el ELN, hay relaciones oficiales que tiene el gobierno cubano con Gustavo Petro y además está su compromiso político y diplomático como garante de los procesos de paz… debe ser complicado.
PB: Sí, claro, pero, a la vez, no tanto. No es tanto y le explico por qué. Voy a colocarle un ejemplo polémico. Con el gobierno de Petro llevamos año y medio de negociaciones y hemos hecho muchos acuerdos parciales y todo eso necesita recursos. El año pasado, cuando él estuvo en Alemania, reclamó que para apoyar el proceso de acuerdos con el ELN se necesita crear un fondo de donantes. Se formó el escándalo en aquel momento y resulta que en este ciclo recién terminado en La Habana aprobamos hacer ese fondo de donantes. ¿Dónde está la herejía?
Que nadie en la comunidad internacional entrega un dólar a una organización sin que termine su proceso de desmovilización: ¡esa es la novedad! Ese fondo va a cubrir todos los desarrollos de los acuerdos parciales que hemos hecho sin que sea un acuerdo final todavía.
LT: ¿Y sin que implique desmovilización?
PB: Estamos en un cese al fuego de principio del fin del conflicto, o sea no es un cese de fin del conflicto y eso lo propuso el presidente. ¿Por qué le coloco ese ejemplo? Porque
Cuba y todos los garantes solo hacen lo que le piden las dos partes: si una parte le pide algo y la otra no, no lo hace y cuando un garante se equivoque de eso, se jodió, entonces eso es una norma. Y eso fue lo que defendió Cuba cuando el gobierno de Duque nos pidió en extradición.
Cuba defendió que hay un protocolo de ruptura que dice que si se acaban las negociaciones, el principal responsable de devolver a los negociadores de paz del ELN a sus campamentos es el gobierno colombiano y le exigió que cumpliera eso. Y eso le valió a Cuba un poco de sanciones por parte de los Estados Unidos. Pero Noruega dijo exactamente lo mismo. Noruega tiene una posición invariable: hay un protocolo y se debe cumplir y esos negociadores de paz no se pueden tocar. ¿Saben históricamente qué significa eso? Antes de Gengis Khan, en el siglo XIII, todo mensajero que se mandaban los distintos imperios lo mataban, Trump y Duque querían volver a la época de antes de Gengis Khan, cuando resulta que Gengis Khan le daba salvoconductos y pasaportes a los mensajeros que llevaban propuestas para arreglar problemas. Fue ahí que comenzó la diplomacia moderna.
Eso fue lo que hizo Cuba, apegarse al derecho internacional. Eso fue lo que hizo Noruega, apegarse al derecho internacional y el conjunto de países apoyaron eso. Duque y Trump quedaron solos en eso, nadie los apoyó.
¿En qué se especializa Estados Unidos? En violar el derecho internacional, eso lo hacen todos los días y eso es lo que llaman ellos «el orden basado en reglas», las reglas de ellos y lo otro es el derecho internacional. Esa fue la pelea que dieron Cuba y Noruega.
LT: Ese fue el pretexto para volver a incluir a Cuba en la lista de países que apoyan el terrorismo.
PB: Exacto.
LT: El primer acuerdo del cese al fuego en La Habana fue en el verano del 2023. Luego vino una prórroga — primero la semanita que hubo de rifirrafe con visita incluida del ministro de Defensa— también en La Habana, en el invierno del 2024. ¿Se imaginaba Pablo Beltrán — cuando entró en los setenta a la guerrilla— que iba a ser La Habana el lugar donde se iban a dar sucesos de esta naturaleza, diálogos de paz y cese al fuego? En términos simbólicos, ¿cómo lo lee?
PB: En una venida mía hacia Cuba fui a la sierra del Escambray y allá en Trinidad hay un museo de la lucha contra bandidos. Le explicaba al director del museo que al primer contingente del ELN — cuando vino aquí a Cuba a estudiar en el año 1962 y pidieron instrucción militar— les enseñaron a disparar y los mandaron al Escambray a pelear contra los bandidos. Esa fue la práctica. Él no sabía que fuimos punto de vanguardia peleando contra los bandidos los que después fundaron el ELN. Le estoy hablando del año 1962. El del museo me preguntó cómo hacemos para nosotros incluir aquí alguna partecita de esa historia y quedamos en ver qué se podía hacer.
¿Por qué coloco eso de ejemplo? Porque es que la relación del ELN con Cuba es más vieja que su fundación — le estoy hablando de un hecho del año 1962 y el ELN fue fundado el 4 de julio de 1964, dos años después—, ha sido una relación muy amplia y en esto estuvo la mano del comandante Fidel todo el tiempo.
Cuando él hace el libro La paz en Colombia, dice que en Colombia tiene que haber una paz armada, o sea, que toda esa voluntad genocida de la élite dominante no puede ensañarse con los revolucionarios, hay que defenderse. Él hablaba de procesos tipo armisticio, en los que uno mantiene las armas y hace el proceso de paz junto con el otro, pero uno defiende sus cosas y sus construcciones con las armas. Esas fueron las últimas charlas que sostuvimos con el comandante Fidel.
La Paz en colombia– Fidel Castro Ruz. Formato PDF
Yo le mencioné algo del año 1962 y de las últimas charlas que hubo con el comandante en 2007. Ya había evolucionado el tipo de relación. Eso quiere decir que también evoluciona el papel de Cuba.
En Colombia se dice que Cuba fundó el ELN, ¡No, no! El ELN fue producto de toda una serie de luchas en Colombia y Cuba jugó un papel, pero no es el preponderante que ellos dicen.
Sí hay hechos políticos e ideológicos muy significativos. Voy a decir uno: el comandante Che Guevara decía que estas organizaciones — porque se fundaron guerrillas como el ELN en todo el continente— no podían ser el clásico diseño de partido-ejército, sino que tenían que ser organizaciones político-militares: que hacen ambas cosas al mismo tiempo. De ahí viene la esencia nuestra. Nosotros no tenemos la democracia de un partido, pero no tenemos la normatividad de un ejército, estamos en el medio. Tenemos principios organizativos, por supuesto. En Colombia se criticaba mucho que los dirigentes del partido no salían de Bogotá y las guerrillas estaban para las montañas. En mi lectura, eso, ¿en qué terminó?, en partidos por aquí y las guerrillas en otro lado. Eso es un juicio histórico que hay que hacer.
Aquí no: si yo soy jefe del ELN yo no estoy en Bogotá, yo estoy al frente de mi gente. Eso mismo fue muy funesto para otra guerrilla que se llamó el EPL: igual, los jefes en Bogotá y las guerrillas por allá solas. Vea la sabiduría que significa eso: no ser ni ejército ni partido, que el uno mande al otro, sino organización político-militar. En eso sí la influencia ideológica de Cuba fue muy importante. Sí, esos son los inicios.
Después, el comandante Fidel comenzó a impulsar el proceso de paz. Las primeras ayudas que él hizo me acuerdo que fue en el gobierno de Belisario Betancourt en el año 1982. Fue ahí que él comenzó de manera más decidida a apoyar los procesos de paz.
Aquello comenzó porque una guerrilla nuestra detuvo al hermano del presidente y entonces comenzó aquello de que emisarios van, emisarios vienen, «¿cómo se arregla eso?» nos preguntaban.
Dimos una explicación desde la dirección, «no orientamos eso y lo vamos a resolver». Y Cuba tuvo un papel ahí, a pedido del presidente colombiano. Eso es como una anécdota que da un poco de idea de cómo Cuba en cada momento ha jugado un papel distinto.
Ha sido una relación que también registra la evolución de Cuba en esto.
Muerto el Che quedó el comandante Manuel Piñeiro, Barbarroja, muy al frente de todas estas cosas y un departamento que se llamó el Departamento América. Pero llegó un momento en que el Partido Comunista de Cuba le puso fin al Departamento América y se acabó el Departamento América. A partir de ahí, las relaciones con las organizaciones revolucionarias se asignaron de otra manera y las relaciones oficiales se centraron en el Minrex. Hubo un giro y se llevó una política más de Estado: eso también lo hemos vivido nosotros, también nos tocó ayudar a despedir al Departamento América, nos tocó eso también.
LT: Comandante, el 4 de julio el ELN cumple 60 años, ¿qué deudas tiene con la historia? Y ¿qué deudas tiene con la reconstrucción de su propia historia? Son dos preguntas, dos vertientes de la misma pregunta.
PB: Nosotros hemos hecho cosas que nadie hace. Por ejemplo, es un dicho clásico que las historias se escriben bien cuando se mueren los protagonistas, ¿no han oído eso?
Resulta que nosotros hicimos algo diferente a eso. En el congreso del 2006 — nosotros hacemos congresos nacionales más o menos cada 10 años y eso no lo hemos interrumpido ni en los momentos más duros de la guerra— hicimos un texto de historia con todos los protagonistas vivos. Hemos intentado hacer lecturas de la historia sobre todo de carácter autocrítico — no sé si ustedes se acuerdan de que Lenin decía que cuando uno logra la autocrítica está resuelto el 95 % del problema, porque quiere decir que uno tiene conciencia de dónde está lo que no funciona, o sea, no se lo tienen que señalar otros sino uno mismo— .
Eso no es bueno, hablar de las virtudes de uno, pero yo pienso que eso nos ha ayudado mucho a nosotros cuando hubo la crisis muy fuerte en los años setenta y salimos de la crisis estudiando bien dónde estaban los errores para casi que rehacer el ELN.
En ese esfuerzo del 2006 se hizo una lectura de esos primeros 40 años. Esa vez hicimos un esfuerzo más panorámico, ya hay lecturas más colectivas de la historia — no desde puntos de vista distintos e individuales— . Puede que queden deudas o vacíos. Yo digo una cosa — que no la dice uno como para reclamarle a los otros— , cuando uno es jefe del ELN, o tiene un cargo de conducción en el ELN, uno es responsable de lo que se hace bien, de lo que se hace mal y de lo que no se hace.
Resulta que frente a todo ese proceso de genocidio en Colombia ahora nadie es responsable. Hay que ver responsabilidades.
En ese sentido, pienso que sí hay asunción de responsabilidades tempranas, o sea, cuando nosotros nos damos cuenta que hay algo que no funciona, lo decimos.
Por ejemplo, voy a colocarle un hecho reciente que fue muy polémico. Una unidad nuestra en La Guajira, al norte, allá donde Colombia tiene una península que se mete en el mar Caribe, retuvo al papá del mejor futbolista colombiano y ¡ay, qué escándalo! ¿Sabe qué hizo la dirección nacional nuestra? Al día siguiente declaró «no es una orientación nuestra, es un error, y ordenamos que lo libere».
¿Qué hizo el gobierno? «Al caído, caele». Nosotros le reclamamos eso. Nosotros tuvimos una conducta y les mostramos cómo reaccionamos contra los errores y ¿qué hizo el gobierno?, aprovecharse de eso. Eso no construye confianza. Esa discusión también la tuvimos aquí en la mesa de diálogos.
Eso a nosotros nos construye legitimidad: que no nos venza el juicio para reconocer errores y errores sí ha habido, por supuesto. En cada etapa han existido errores diferentes — «uno no nace aprendido» — , pero sí me parece que una cosa que nos ayuda mucho es extraer lecciones y que un error no lo atribuyan a uno. Extraemos lecciones, pero proseguimos.
A nosotros nos pueden señalar muchas cosas. La semana entrante viene un equipo de los principales periódicos y emisoras de Colombia a grabar unos podcasts sobre los 60 años del ELN. ¿Usted se imagina? Vamos a examinar la historia. Viene una hermana del expresidente Ernesto Samper — que es una periodista de mucha trayectoria en Colombia— . Sin problemas, nosotros hablamos de cualquier época de la historia, de los aciertos, de los errores del momento, etcétera. Esa es una característica.
LT: Pablo, ¿en qué año tú llegaste a la máxima dirección del ELN?
PB: A mí me nombraron en la dirección nacional del ELN a mediados de 1983, cuarenta años ya.
LT: Cuando tuvieron que salir de Quito y Cuba los acogió aquí, tuviste la oportunidad de juntarte con Fabio Vázquez y con el comandante Nicolás, en funciones al frente del ELN. Personalmente, ¿qué significó esa breve convivencia hasta la muerte de Fabio, cuyos restos descansan en Cuba?
PB: Otra ley de la historia es que uno la lee mejor entre más lejos están los hechos, eso lo logró Fabio Vázquez. Él miraba los hechos de la fundación del ELN distinto a cómo los vio cuando él comenzó. Por ejemplo, me dijo que quizás en la zona donde nosotros comenzamos e implantamos el grupo guerrillero hubiéramos podido hacer más trabajo de inserción social, más trabajo de politización, pero no era el momento, el momento era arrancar. Él lo dice cincuenta años después.
Muchas de esas reflexiones las hicimos con él. Él vio el transcurso del ELN y reconoce que sí mantenemos una línea, no ha habido interrupciones. Yo lo digo de otra manera a propósito del balance de los 60 años «¿Qué diría Camilo Torres, hoy, a propósito de lo que estamos haciendo?». Yo le propongo esa reflexión a muchos compañeros porque Camilo es el personaje — de los iniciadores del ELN— de más conocimiento y referencia a nivel mundial. Lo que él dijo uno lo tiene que examinar hoy como es para preguntarnos si estamos desteñidos o nos extraviamos. ¡Ese es el referente que tenemos nosotros para los balances!