Humanismo necesario

México está en condiciones de liderar un Movimiento Humanista de Paz. Una Revolución de la Conciencia por la Igualdad, con Dignidad y Justicia Social. Tenemos las bases de nuestras civilizaciones prehispánicas y los motores históricos de la Cuarta Transformación. Nada menos. Entendemos con Martí que “Patria es la humanidad” y anhelamos que la especie humana se pertenezca a sí misma. ¿Qué nos falta?

Por difícil que resulte para algunos pesimismos, no es absurdo exigir que el poder de la praxis humanista sea capaz de consolidarse como “sentido común” irrefutable o como motor moral y ético avalados por la comunidad de sentido pacifista, crítico y transformador. Es decir, por una Revolución Permanente de la Conciencia Humanista. Nada menos. Porque, mientras tanto, la industria bélica, es decir el negocio de la muerte, es la actividad productiva más dinámica del planeta.

Insistamos, el Humanismo Revolucionario debe ser una moral y una ética de la solidaridad en un campo de batalla plagado con emboscadas mercantilistas, individualistas, moralejas del bienestar de sectas gracias a la tragedia de mayorías; el vicio de los lujos gracias a las penurias de los desposeídos… en fin, el desprecio de una clase encumbrada en los poderes militares, económicos e ideológicos contra esa parte de la especie humana que aporta el trabajo. Uno no abandona a un compañero.

El Humanismo Revolucionario no se queda contemplando los fulgores idealistas de ciertas interpretaciones con resabios “renacentistas” ni adormecido en brazos de élites culteranas. El Humanismo que nos convence y moviliza, se nutre con las raíces prehispánicas, y con todas las raíces profundas de las civilizaciones conocidas, y preferentemente de su carácter y savia independentistas que han sido maduradas por los pueblos en sus luchas emancipadoras. No nos interesa un Humanismo sólo de libros, de conferencias…de congresos, o de colecciones de arte y menos como entretenimiento intelectual. Nos compromete y afilia un Humanismo para transformar el mundo con un programa revolucionario incluso desde la ética.

Gisela kozak, Humanismo y Posthumanismo

No inhibe a esta toma de posición el hecho de que múltiples “plumas” hayan abordado el estudio y la práctica del Humanismo con suerte magnífica. Aquí no se tolera ni el arribismo ni el oportunismo. Al menos en la perspectiva que aquí se esboza, el Humanismo Revolucionario está llamado a superar toda acotación puramente geográfica para impulsarse, desde sus raíces de lucha social histórica, como una corriente filosófica de praxis que reconoce las diversidades y les ofrece respeto irrestricto con base en un programa de igualdad (no de uniformidad) y praxis dignificadora.

En todas sus categorías filosóficas el Humanismo Revolucionario implica contrastación concreta y siempre dinámica con la realidad objetiva y subjetiva. No extraviarse en abstracciones o misticismos alejados de las condiciones objetivas en que se debate la especie humana y no con lógica tuerta ante el saqueo, la explotación y los negocios genocidas. Asumimos que los seres humanos, ellos y ellas, hacen su propia historia, nunca de forma libre, o con la posibilidad de escoger las oportunidades y las condiciones. Por el contrario, las circunstancias que se imponen provienen de otras voluntades -o por el pasado- que, por cierto, suelen oprimir, objetiva y subjetivamente, la vida de las personas. Y recurrentemente cuando hay iniciativas transformadoras, con acentos revolucionarios, aparecen los emisarios materiales e ideológicos del pasado, se disfrazan y fabrican emboscadas a granel, con frases, ropajes e histrionismos variopintos para fingir una “nueva” escena de la historia, siempre con moraleja inhumana.

Queremos un Humanismo Revolucionario como fuente inagotable de Paz para aferrarnos a la verdad a toda costa porque la verdad siempre es revolucionaria. NO la “verdad” de unos cuantos poderosos. NO la “verdad” sin escrutinio colectivo. NO la “verdad” ambigua de silogismos místicos. NO la “verdad” mercantilizada que sirve para esconder los hechos crudos.

Pensamos un Humanismo Revolucionario rico por su capacidad de multiplicación. Como no es un dogma, para crecer sólo se necesita que poseamos una esperanza activa y práctica, honda y sincera, por la salvación de la especie humana y el planeta. No histrionismos, no escándalo. Es una convicción militante con programa.

Sabemos bien que hay pesimismos intoxicados con tristeza. Que a muchos les resulta inaceptable cualquier confianza en la especie humana. Que cuesta mucho fincar la comprensión del humanismo en las evidencias de las luchas humanas en todas sus expresiones. Que no se rinde. El Humanismo Revolucionario es una pulsión de vida. Una rebelión contra toda humillación y cuya praxis conduce directamente a las antípodas del pesimismo.

No filantropía. Es comprensión del desarrollo humano como conciencia de especie independentista, revolucionaria y antiimperialista. Humanidad pegada a la tierra por la tierra y para la tierra. Si nuestro mundo es capaz de alimentar a 12.000 millones de personas y sólo vivimos 8.000 millones mientras casi 1.000 no comen lo suficiente ni en cantidad ni en calidad eso es absolutamente inhumano.

Humanismo y posthumanismo

El Humanismo Revolucionario debe consolidarse como praxis necesaria de nuestros tejidos sociales nuevos. Contra el cierto síndrome de inmunodeficiencia semiótica o la carencia de anticuerpos ante la dominación cultural. En un mundo que reclama Paz e Igualdad, donde es preciso cuidar al planeta y defender sus riquezas, sólo la Revolución de la Conciencia será capaz de afianzar a nuestro Humanismo floreciente. Y esto no es un delirio utópico, es una necesidad.óricos de la Cuarta Transformación.

Fernando Buen Abad Domínguez para La Pluma, 22 de diciembre de 2023

Editado por María Piedad Ossaba