El filósofo argentino Enrique Dussel ha muerto la noche del domingo a los 89 años en Ciudad de México. Su fallecimiento ha causado conmoción entre políticos y militantes del movimiento de izquierda latinoamericano, al que aportó rasgos identitarios con su crítica al eurocentrismo y su impulso a la descolonialización del pensamiento en las periferias. La muerte de Dussel también ha sido especialmente lamentada en México, donde estaba avecindado desde 1975, y particularmente entre militantes de Morena, partido que contribuyó a fundar y en el que asumió un rol como ideólogo y formador de cuadros.
Uno de los referentes de la filosofía de la liberación, del giro decolonial y la epistemología del sur, Dussel fue también historiador y un crítico del pensamiento occidental, de sus conceptos, de su interpretación de la realidad, de sus fundamentos y sus fines, en los que los otros no tenían lugar, o tenían un lugar como objetos de estudio, siempre bárbaros. Dado a escribir sus obras a la manera de “tesis” sucesivas, hilos de pensamiento, Dussel planteó que la dominación se origina en el pensamiento y propuso una ruptura epistemológica, un distanciamiento del colonialismo, el machismo, el racismo y la exclusión, y un acercamiento a la otredad con una nueva sensibilidad vaciada de prejuicios. Como planteó la creación de un sistema de pensamiento desde la opresión, y por lo tanto liberador, su filosofía era una práctica política.
“Contra la ontología clásica del centro, desde Hegel hasta Habermas, por nombrar lo más lúcido de Europa, se levanta un contradiscurso, una Filosofía de la Liberación de la periferia, de los oprimidos, de los excluidos, la sombra que la luz del ser no ha podido iluminar, el silencio interpelante sin palabra todavía. Desde el no-ser, la nada, lo opaco, el otro, la exterioridad, el excluido, el misterio del sinsentido, desde el grito del pobre parte nuestro pensar. Es entonces una ‘filosofía bárbara’, que intenta sin embargo ser un proyecto de trans o metamodernidad”, escribió Dussel en su obra cumbre, Filosofía de la liberación (Fondo de Cultura Económica, 2011).
Dussel culminó su formación en universidades europeas e impartió cursos en universidades estadounidenses. En México dictó cátedras en la UNAM, y fue rector interino de la Universidad Autónoma de Ciudad de México (UACM), una escuela popular creada por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, como parte de un proyecto para ofrecer a los hijos de familias pobres oportunidades de educación superior. En 2020 asumió como secretario del Instituto Nacional de Formación Política de Morena, la escuela de cuadros del partido de López Obrador, donde impartió seminarios de filosofía política, y este año fue nombrado miembro emérito del Consejo Nacional, un órgano de toma de decisiones. “El partido debe ser una escuela de política, no una maquinaria electoral”, afirmaba el pensador.
En su Filosofía de la liberación, cuya primera edición data de 1977, Dussel habló de la importancia del espacio geopolítico donde ocurre el pensamiento y señaló la existencia de un “muro” antiguo y cada vez más alto, una barrera simbólica que comenzó a levantarse en 1492, año de la conquista de América, y “que separa el norte desarrollado del sur empobrecido”. En la propuesta filosófica de Dussel, la juventud y la cultura popular se sitúan contra la pedagogía occidental, el trabajador asalariado y el campesino contra el capital, la mujer y el hombre contra el machismo, y las nuevas generaciones contra el extractivismo y la destrucción ecológica del planeta.
El filósofo Enrique Dussel Ambrosini, en una imagen de archivo.UAM
Un filósofo en la Tierra
Los amigos que conocieron a Dussel lo recuerdan como un trabajador incansable y una persona sensible y generosa hacia sus alumnos. “A nivel personal, ¿qué te puedo decir?, era adorable, un hombre bueno, muy generoso, siempre fue generoso con su tiempo y un maestro de varias generaciones”, refiere Rafael Barajas, El Fisgón, cartonista y director del instituto de formación de cuadros de Morena. “Dejó muchísima escuela entre nosotros. Él tenía una triada sobre el comportamiento ético y él los practicaba todos [sus postulados]. Era, de veras, una persona impecable, y, además, con una lucidez impresionante”, añade en entrevista.
Barajas recuerda que Dussel se mudó a vivir a México luego de un atentado sufrido en su casa de Argentina. Trae a cuenta que el filósofo también vivió un tiempo en Palestina, donde trabajó como carpintero, y evoca los debates filosóficos que tuvo con autores de la talla de Merleau-Ponty, Habermas o Lévinas. “Hay que revisar la historia de Enrique Dussel a la luz de lo que fue el discurso dominante de la década de los ochentas, cuando los altos funcionarios mandaban a sus hijos a estudiar a Estados Unidos y todos regresaban convertidos en neoliberales. Dussel replantea la necesidad de que nosotros recuperemos nuestro conocimiento y nuestro lugar en el mundo, revisar cómo está constituido nuestro conocimiento, un conocimiento eurocentrista, en las lógicas de la Grecia antigua, la civilización occidental, cuando aquí tenemos otras civilizaciones antiguas; criticaba el colonialismo ideológico, mental, e hizo una relectura de la filosofía a partir de la historia de América Latina”, explica El Fisgón.
El cartonista indica que el paso de Dussel de la filosofía de los libros a la práctica política en el partido es un tránsito natural en un autor marxista —es decir materialista— como él. “Como buen marxista, era de esos filósofos que sí se planteaba que había que transformar el mundo”, dice Barajas en alusión a una de las Tesis sobre Feuerbach de Karl Marx. “Entonces, siempre abrazó los movimientos de transformación importantes a los que tuvo acceso y por eso se sumó al esfuerzo de Morena. Eso lo explica, y creo que no es poca cosa”, añade.
Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica (FCE), la editorial del Estado mexicano, recupera una conversación que tuvo con Dussel para pensar la manera de llevar ferias del libro a todas las unidades de la UACM, cuando el filósofo era el rector de esta universidad. “[Partíamos] de cómo la lectura era un componente creativo paralelo a la educación y que era importante volver lectores a los estudiantes universitarios, no solo lectores de lo que tienen que usar para terminar sus carreras, sino lectores por el placer de leer, creando lo que llamábamos la cuarta pata de la mesa”, cuenta por teléfono. Taibo y Dussel dieron entonces una conferencia sobre el placer de leer, el primero hablando desde el punto de vista literario, el otro desde el filosófico. “Dimos una de las conferencias en las que más me he divertido yo a lo largo de mi vida”, resume.
Taibo, que es historiador, compartió asiento con Dussel en el Consejo Nacional morenista. “Allí participamos en reuniones, reflexionando hacia dónde va Morena y cómo hacía falta, ¿cómo decírtelo?, sacudir ideológicamente a un partido que tenía la virtud de tener un fuerte arraigo social y la desvirtud de movilizarse con precisión, no en la lucha social, sino en el proceso de selección de candidatos y en la lucha electoral”, afirma. “Era un personaje entrañable por muchas razones. Primero, porque era un intelectual con vocación de servicio al pueblo, por encima de todo. Segundo, porque aplicaba su sabiduría a una visión de la transformación de la sociedad en la que vivía”, indica.
Para Taibo, el viejo debate sobre el pensador que se dedica a filosofar sin actuar en el mundo concreto Dussel lo resolvió con un sentido de responsabilidad política: “Cada uno resuelve de manera concreta, bajo cualquier forma de militancia, el problema de cómo actúas en la sociedad en que vives. ¿Solo como profesional? La respuesta es no”. Y añade que, en una sus última conversaciones con el Dussel, el autor le dijo que estaba preocupado por la recuperación de Marx: “Yo le digo: ‘Bueno, vamos de una vez recuperando también a Bakunin, ¿no?’. No porque yo sea más anarquista y él más marxista, sino que los dos estábamos preocupados por el problema de la cultura política de la izquierda”, relata Taibo, y concluye: “Coincidimos los dos en que una izquierda que no lee, una izquierda analfabeta, no es izquierda”.