Glencore: devorando bosque tropical en Colombia

A Glencore le tomaría 656 años reparar los daños causados por sus actividades mineras sobre el bosque seco tropical del norte de Colombia.

La huella ambiental que Glencore ha dejado en el norte de Colombia es notoria. Enormes extensiones de bosques tropicales de los departamentos de Cesar y La Guajira, donde se ubican las minas de carbón a cielo abierto operadas por la compañía suiza, acumulan ya cuatro décadas de deforestación y daños al suelo que posiblemente nunca sean reparados.

Investigación: Joanna Zapata, Marcela Zuluaga y Omar Vera
Audiovisuales: Iván Castaño
Imágenes de dron: Plinio Barraza
Octubre 2 de 2023

A Glencore le tomaría 656 años reparar los daños causados por sus actividades mineras sobre el bosque seco tropical del norte de Colombia.

La huella ambiental que Glencore ha dejado en el norte de Colombia es notoria. Enormes extensiones de bosques tropicales de los departamentos de Cesar y La Guajira, donde se ubican las minas de carbón a cielo abierto operadas por la compañía suiza, acumulan ya cuatro décadas de deforestación y daños al suelo que posiblemente nunca sean reparados.

Glencore informó en mayo a sus accionistas que el total de sus instalaciones en el mundo ocupa 2,1 millones de hectáreas (ha), de las cuales reconoce haber afectado ambientalmente 103.000 ha y dice haber rehabilitado 36.000 ha hasta la fecha. Además, señala que en 2022 invirtió USD 2.708 millones para recuperar tierras impactadas por sus negocios de combustibles fósiles, que sirvieron para recuperar apenas 1.863 ha en distintas partes del planeta, pero reconoce que se deben intensificar los esfuerzos entre los 3 a 5 años próximos para que los resultados de sus programas de reforestación sean significativos.

Sin embargo, en Colombia la situación no parece traer tanto optimismo. Las tres minas de carbón que la multinacional suiza posee ocupan 87.667 ha, sin contar sus puertos y ferrocarriles, y sus operaciones han afectado profundamente al bosque seco tropical y las comunidades vecinas. Mientras tanto, los planes de reforestación que informan sus compañías subsidiarias, Cerrejón y Prodeco, tienen resultados poco alentadores y un futuro incierto, pues no es claro si Glencore tiene planes para reparar la totalidad de los daños causados a estos ecosistemas una vez devuelva sus concesiones al Estado ni el plazo que le tomaría reparar estos daños ambientales.

Esto último es especialmente preocupante porque el gigante minero ha cesado sus operaciones extractivas en el departamento de Cesar y asegura que a más tardar en 2035 dejará de explotar la mina de El Cerrejón, pero sus compromisos ambientales con el Estado colombiano tienen un plazo muy corto respecto a los tiempos necesarios para la recuperación del bosque seco tropical afectado, que pueden abarcar generaciones. De acuerdo con una revisión detallada de la información pública presentada por Glencore, sus promocionados proyectos ambientales apenas han reforestado 3.898,58 ha a un ritmo aproximado de 133,5 ha por año, con lo que la rehabilitación del área afectada por sus minas en el norte de Colombia tardaría unos 656,6 años si se sigue este ritmo, un plazo imposible de cumplir para cualquier organización creada por seres humanos.

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Tumbar los bosques para depredar el suelo

2022 fue el año de mayor demanda mundial de carbón en la historia: más de 8.300 millones de toneladas fueron quemadas en las plantas termoeléctricas de buena parte del planeta para generar 10.440 teravatios hora, aproximadamente 36% de la demanda energética global, según la Agencia Internacional de Energía. Buena parte de ese combustible fue extraído de países pobres que, como Colombia, permiten a grandes compañías sacarlo del subsuelo a un bajo costo de operación pero a un alto costo ambiental. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el año pasado 26,5 millones de toneladas de carbón térmico fueron exportadas desde el país sudamericano para suplir esta demanda. De esta cantidad, 22,9 millones de toneladas fueron comercializadas por la multinacional suiza Glencore, la mayor minera del mundo, luego de haber sido extraídas de los departamentos de La Guajira y Cesar, según informó a este medio la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN).

No obstante, la explotación minera a cielo abierto que realizan las multinacionales en el norte de Colombia para sacar todo este carbón solo puede realizarse a costa de los bosques y el suelo fértil en las zonas en que funcionan los pozos de extracción de las minas, dejando graves problemas ambientales a las comunidades vecinas. Durante más de cuatro décadas Glencore, otros gigantes mineros y las compañías que les antecedieron han deforestado masivamente estos ecosistemas para quitar las capas de tierra debajo de las cuales se encuentra el carbón. Esto ha implicado la eliminación de extensas áreas en las que las plantas y árboles crecían de manera natural, causando daños irreparables al debilitar el suelo y aumentando con ello la erosión y la desertificación.

Al respecto, Efrén David Gómez Arévalo, geólogo de la Universidad Nacional de Colombia, asegura que:

“La vegetación, al ser eliminada directamente, produce afectaciones a la ecología de la zona: bosques, pastizales. Son eliminadas las fuentes hídricas. Dentro de la naturaleza todo está relacionado, así que también se degradan los ecosistemas fluviales, los vertimientos de agua, con posibilidad de desabastecimiento de poblaciones, afectación a la fauna y disminución en la biodiversidad”.

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Miles de hectáreas de bosque seco tropical se han perdido por cuenta de las actividades mineras de Glencore y las compañías con las que tiene negocios en el norte de Colombia.