Colombia: Memoria de las atrocidades

“¿Dónde está la memoria de los días?”, se preguntaba un poeta ciego. Se espera que, algún día, el país, en especial el de los despojados, sepa la verdad sobre tantas ignominias

Nuestra memoria histórica es frágil, cualquier evento de farándula, de preparación de comicios (hace años llamaban esas jornadas, que se confundían con carnestolendas, como la “farsa electoral”), o de un partido de fútbol o un baile de la primera dama, la relegan a los nichos del olvido. Por eso, no sobra lo que ha vuelto a decir Salvatore Mancuso sobre el paramilitarismo, la complicidad estatal y de políticos (parapolíticos) en la organización y desarrollo de ese negocio de horrores, que dejó miles de víctimas, descabezados, torturados, acribillados, masacrados y un largo despojo de tierras como de vidas.

Salvatore Mancuso habla a los asistentes sobre lo sucedido en los hornos crematorios de Juan Frío, el 9 de mayo de 2023. Ferley Ospina

Lo dicho desde una cárcel de Georgia por el paraco o exparaco nos vuelve a poner en contexto de lo que ha sido la historia de los desmanes, las violencias, las complicidades oficiales, los crímenes de Estado y de lesa humanidad, el vasto catálogo de infamias cometidas contra millones de personas. Lo que ha recordado Mancuso, tantas cosas que ya cocinaban amnesias, es la reafirmación de un cúmulo de atropellos cometidos por los paramilitares en complicidad con miembros de la alta burguesía, con empresarios, con terratenientes, con militares y políticos.

El excomandante de las autodefensas señaló, sin novedad en el frente, como ejercicio de memoria, cómo las denominadas Convivir, tan queridas que fueron por exgobernadores como Uribe Vélez, o por quien fuera su secretario de Gobierno en Antioquia Pedro Juan Moreno, sirvieron como fachada del paramilitarismo y sus acciones degradantes. Dicen por ahí que “recordar es vivir”. En este caso, puede ser más bien poner en contexto tan abundantes desafueros, los más de ellos, como suele pasar en los conflictos armados como el de Colombia (en el país no hay “conflicto armado”, declaraba Uribe), contra la población civil.

En la audiencia única de verdad para evaluar si es sometido ante la Jurisdicción Especial para la Paz, Mancuso llovió sobre mojado, pero como es tan “largo el olvido” sobre tan numerosas atrocidades, no sobraron sus declaraciones. En 2004, como se sabe, pero se puede perder entre tanto tráfago de sucesos en el país, Mancuso estuvo, con Ernesto Báez y Ramón Isaza, muy encorbatado, hablando en el Congreso, del cual, como él mismo lo dijo por esas fechas, el 35 % de congresistas habían sido elegidos en zonas de influjo del paramilitarismo.

En 2004 Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez llegaron al Congreso y fueron recibidos con aplausos. ¿Quiénes idearon esa invitación?

Mancuso enfatizó en su reciente declaración la colaboración permanente del Ejército colombiano a las faenas del paramilitarismo, que ya se sabe, o quizá se haya olvidado, consistían en tierra arrasada, en quitar del camino no solo a guerrilleros, sino, en especial, a campesinos, a sospechosos de colaborar con la insurgencia, a los agricultores para despojarlos de sus parcelas… Y era tanta la mortandad que, por orden del bárbaro Carlos Castaño, los paracos crearon hornos crematorios para deshacerse de los incontables cadáveres de sus víctimas.

Este el el único horno crematoria que permanece en pie, en él desaparecieron al joven Luis Valencia y a 250 personas más

A propósito de Castaño, alguna vez dijo que, en la creación y extensión del paramilitarismo, participó un denominado “Grupo de los seis”. Todavía no se sabe quiénes lo conformaban, pero, como lo declararon otros paramilitares, había industriales, algún miembro de la Iglesia y seguro representantes de la llamada “gente bien”. Al paramilitarismo, caso también sabido, lo financiaron gremios económicos, transnacionales, reconocidas empresas privadas, como también, y por su influencia, como lo señaló en otra ocasión Mancuso, el paramilitarismo también eligió en su momento presidente.

La Macarena, fosa comun con 2000 cadaveres.

A propósito de las recientes declaraciones de Mancuso, vuelven a la memoria (esa función tan frágil y huidiza) las palabras de otro paraco terrible de aquellos días, alias H.H., en una entrevista que, en 2008, le hizo El Espectador: “en esta guerra sólo se beneficiaron los ricos de este país. En esta guerra perdieron los pobres… Hay que contar la verdad para que esas personas no sigan utilizando la guerra para beneficiarse económicamente”. Desde entonces, la verdad ha ganado terreno y también, en buena medida, los opositores a los procesos de paz y a los aparatos legales de jurisdicción especial para estos casos.

Volviendo a Mancuso, y aunque lo declarado por él ya era vox populi, no sobran sus palabras, sus acusaciones y señalamientos. Si queremos tener algún día una especie de “nunca más”, y que haya posibilidades de construir la paz en Colombia, esa es una de las condiciones necesarias: el conocimiento de la verdad (término, por lo sabido, muy manipulable) y el de no olvidar las acciones terribles de los actores de un largo conflicto armado que aún no ha cesado.

Ofrenda floral junto a un horno crematorio utilizado por los paramilitares en Juan Frío (Colombia). FERLEY OSPINA

Guerrillas, paracos, bandas criminales, la presencia atroz del narcotráfico en esas banderías, son parte de los actores degradados de una dantesca situación de largas disputas por el poder, expresión esta última también envilecida. Lo del excomandante paraco parece más una reiteración que una novedad en sus declaraciones, pero se espera que haya otras más determinantes y reveladoras. “¿Dónde está la memoria de los días?”, se preguntaba un poeta ciego. Se espera que, algún día, el país, en especial el de los despojados, sepa la verdad sobre tantas ignominias

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 16 de mayo de 2023

Editado por María Piedad Ossaba