Don dinero es el que manda

Hoy lo importante son los bancos, las multinacionales, el comercio, las finanzas, los modos de conseguir riquezas en metálico, y no la cultura “… Se ha extendido el desprecio por los saberes, el pensamiento y todo aquello que representa elevar la dignidad humana a través del conocimiento, por ejemplo, de la historia. Cuanto menos sepa la gente, más fácil llevarla de la ternilla. Someterla. Convertirla en buey, o en manso cordero.

En la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros, en Granada, el poeta Federico García Lorca pronunció un discurso sobre el hambre de saber y las hambres estomacales. Atacó a los que solo hablan de reivindicaciones económicas y ni por asomo se refieren a las reivindicaciones culturales, “que es lo que los pueblos piden a gritos”. “Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan”, dijo. En algunas partes, la desgracia es mayor: ni comen ni saben. Tienen carencias de cuerpo y de espíritu.

El autor del Romancero gitano, invitado especial a su pueblo un día de septiembre de 1931, advirtió que tenía más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”. El discurso de García Lorca es una apología hermosa de la historia del libro, del saber, de la necesidad de tener conocimiento sobre la libertad, la dignidad y las maneras de acceso a la cultura.

El que puede ser el poeta más universal de España, que según documentos fue asesinado por “socialista, masón y homosexual” en agosto de 1936, declaró en su célebre prédica que las revoluciones sociales hay que hacerlas con libros, con el saber, con la apertura de los caminos del conocimiento para los pueblos. Estaba proclamando una especie de necesaria utopía. Para él, la Revolución Francesa era una consecuencia de los libros de Rousseau, de la Enciclopedia, así como los movimientos sociales de su tiempo, el tiempo del poeta, “societarios comunistas y socialistas arrancan de un gran libro; de El capital, de Carlos Marx”.

Federico García Lorca

Hoy, en nuestros tiempos, de imperialismo y neoliberalismo, de miserias sin cuento para muchos pueblos del orbe, lo que más interesa, por encima de libros y saberes, son las plusvalías, los intereses económicos, y mantener en el ostracismo del conocimiento a los desventurados de la Tierra. Los nuevos utilitarismos privilegian la extensión de la ignorancia y catalogan de inútil lo que no produzca dinero. El dios mercado es el que manda. Qué cuentos de explorar libros y tener acceso a la filosofía. “Todo arte es completamente inútil”, decía la inteligente ironía de Oscar Wilde.

Nada de Demócrito ni Aristóteles, nada de Kant o de Giordano Bruno. Ni riesgos. Eso no da plata. Asistimos a una dictadura del beneficio y las ganancias por encima de cualquier posibilidad (incluida la universitaria) de adquirir conocimientos, que, además, no aportan nada a la bolsa. “Los saberes sin beneficio son inútiles”, dice el profesor Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil. “No por azar en las últimas décadas a las disciplinas humanísticas se las considera inútiles, se las margina no solo en los programas escolares sino sobre todo en los capítulos de los presupuestos estatales”, apunta.

Hoy se estila preconizar que los muchachos deben estudiar carreras que den dinero, nada de matricularse en literatura, filosofía o cositas que despierten la conciencia y desarrollen diversas formas de pensar y cuestionar el mundo. El mencionado profesor, en una entrevista de la revista Ethic, denunció cómo los “rankings” están corrompiendo la vida universitaria. Al mejor profesor de química de la Universidad de Nueva York lo despidieron porque hubo estudiantes que se quejaron por la rigurosidad de los exámenes. La botada del profesor la “justificó” la U con decir que debían ser gentiles con los estudiantes, que son los que pagan. “Esto significa que los estudiantes compran títulos”, dijo Ordine.

Extracto del libro, formato PDF

Hoy lo importante son los bancos, las multinacionales, el comercio, las finanzas, los modos de conseguir riquezas en metálico, y no la cultura. “Eso pa´qué”, se dice por aquí y por allá. Se ha extendido el desprecio por los saberes, el pensamiento y todo aquello que representa elevar la dignidad humana a través del conocimiento, por ejemplo, de la historia. Cuanto menos sepa la gente, más fácil llevarla de la ternilla. Someterla. Convertirla en buey, o en manso cordero.

Cabalgar sobre la ignorancia de los pueblos parece ser la consigna de los poderosos, de los verdugos. Porque el saber es una posibilidad de interpretar los significados de la libertad, de poseer conciencia de la esclavitud y de cómo hay que romper las cadenas. El profesor Ordine, en su entrevista, nos recuerda una frase de Maquiavelo: “quien sabe es un hombre libre, quien no sabe será siempre esclavo de otro hombre”.

Algunos dirán que lo clave es tener plata y no perder el tiempo en inutilidades, como leer a don Quijote o Los miserables. Y en este punto habría que recordar otra frase del citado profesor italiano: “los clásicos no se leen para conseguir un título, sino para aprender a vivir”. Estamos en tiempos en que el establishment pretende asesinar las utopías. No sé si todavía produzca tanta alegría, como la de García Lorca, la fundación de una biblioteca. Es más: ¿todavía se fundan bibliotecas?

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 1 de marzo de 2023

Editado por María Piedad Ossaba