El 26 de julio de 2022 se cumplieron setenta años de la muerte de Evita, un personaje extraordinario de la historia argentina y latinoamericana. Dueña de una oratoria penetrante y movilizadora, fue una lideresa popular orgullosamente plebeya cuyo instinto de clase definió los rasgos más avanzados y contestatarios del peronismo. Su prematura muerte fue festejada con perverso regocijo por una oligarquía que hoy es todavía más recalcitrante que su predecesora de 1952. Ésta nunca le perdonó su irreverencia, sus desplantes y, sobre todo, sus políticas de redención y empoderamiento sustantivo, concreto, tangible, de las clases y capas populares de este país. Su apasionado antiimperialismo y su fogoso e intransigente rechazo a la oligarquía sintetizaron lo mejor de la experiencia del gobierno de Juan Domingo Perón. Es más: tengo la convicción de que el golpe de 1955 habría sido desbaratado si Evita hubiera estado con vida. Sé que se trata apenas de una conjetura, pero hay muchos argumentos con los cuales validar esta hipótesis.
Evita: un legado imprescindible
Hay una sola cosa invencible en la tierra: la voluntad de los pueblos. No hay ningún pueblo de la tierra que no pueda ser justo, libre y soberano. “No podemos hacer nada» es lo que dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas.