Un cuento de terrorismo mediático: Vladimir Putin y la Primera línea del paro en Colombia. Informe confidencial de la CIA

En definitiva, Colombia fue víctima y se convirtió en la primera pieza de la maniobra envolvente y en pinza que intentó llevar a cabo el pérfido de Vladimir Putin.

Los rusos de la Primera Línea

Cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad

Los rusos de la Primera Línea

Este informe confidencial y secreto sobre la presencia rusa en Colombia requiere de antemano unas precisiones, para que no se nos malinterprete. Primero, cuando en este país se habla de rusos, todos nos van a entender porque en el argot popular de Colombia los rusos son los albañiles (construction worker), porque a la actividad constructora se le denomina la rusa y, en ese sentido, este país está lleno de rusos. Eso es explicable porque uno de los escasos sectores de la economía que se mantiene en este lugar, donde cunde el desempleo, el subempleo y la informalidad, es el de la construcción, puesto que en medio de la miseria generalizada que se observa en las ciudades, se levantan edificios, mansiones, conjuntos residenciales, porque entre otras cosas en el sector de la construcción se legalizan dólares de los narcos y de las clases dominantes de Colombia, con nuestro tácito apoyo. Es decir, este país está lleno de rusos, y muchos de ellos participan sin lugar a duda en las protestas, bien en forma consciente o arrastrados por las olas de inconformidad, porque cuando salen de sus trabajos a eso de las cinco o seis de la tarde se encuentran con que está paralizado el tráfico y el transporte y terminan, a veces sin querer, en marchas y protestas. Por supuesto, no es a este tipo de rusos, pobretones y vaciados, a los que nos referimos en este riguroso informe, sino a los rusos de verdad, a los que han nacido en la bárbara Rusia o son sus agentes, abiertos o encubiertos. De todas formas, los dos tipos de rusos, los albañiles, y los nacidos en Rusia, en la Colombia de hoy terminan siendo despreciados, unos por explotación y precarización laboral, otros por xenofobia. Y ese sentimiento de menosprecio hacia los rusos de la construcción, debe servirnos para atizar el odio hacia los rusos de nacimiento, como tan bien lo estamos haciendo en el planeta entero.

Rusos en plena acción en Colombia

En segundo lugar, cuando advertimos de la gravedad de la situación de la presencia rusa en Colombia, para que se den cuenta de nuestra seriedad, nos basamos en el clásico de nuestro cine hollywoodense titulado The Russians are Coming [¡Ahí vienen los rusos!], de 1966. Esa película estúpida propia de la Guerra Fría fue hecha como parte de la propaganda que nos caracteriza para demonizar a nuestros enemigos, y en especial a los comunistas rusos, y santificar a nuestro amado mundo libre, del que somos campeones. Aunque han transcurrido 56 años desde que hicimos ese bodrio cinematográfico que nadie recuerda, por la bobería de su argumento y por su pobreza estética, para nosotros sigue siendo un manual de cabecera sobre la forma como debemos denunciar y combatir a los rusos. Se nos dirá que la URSS ya no existe, la Guerra Fría terminó y que la ganamos nosotros por goleada, pero esas son pamplinas porque Putin es un comunista disfrazado, quiere revivir a la Unión Soviética y los peligrosos enemigos del mundo libre (comunistas, ecologistas, feministas…) nos siguen acechando. De tal manera, que el filme mencionado nos sigue siendo muy útil y su argumento lo estamos utilizando de maravillas y con un ingenio de tal nivel que los grandes novelistas de todos los tiempos quedan en ridículo. Por ejemplo, y como para dar solo una muestra, debe calificarse como merecedor de un premio nobel de literatura, y de un Oskar si fuera llevado al cine, lo que dijo no hace mucho tiempo Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de nuestras gloriosas fuerzas armadas que compareció ante nuestro Senado y afirmó que México, un país bárbaro, atrasado, lleno de narcos y además prorruso, es la base de operaciones de agencias de espionaje ruso y de China que ponen en peligro nuestra seguridad nacional y, además, están ligados a los narcos nativos de México. Para que vean que los argumentos que utilizamos no es que hayan cambiado mucho con respecto a la Guerra Fría, porque en esta época seguimos enfrentando a poderosos enemigos que ponen en peligro nuestra supervivencia y nada mejor que engrandecerlos y decir que están en nuestras fronteras, asechando para atacarnos y destruir nuestro envidiable modo de vida.

Preámbulo

Luego de una minuciosa y exhaustiva investigación de esas que solo nosotros podemos hacer en el mundo, nuestro Departamento destinado a Colombia, cuyo régimen es uno de los más lacayos e incondicionales en todo el planeta, puede decir sin generar el menor atisbo de duda ‒ la misma que nunca existió cuando dijimos, por ejemplo, que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva‒ que está comprobada la participación directa de Rusia en la organización y realización del Paro Nacional en Colombia que comenzó hace un año en este país del Sagrado Corazón de Jesús.

Aún más, y podemos adelantarlo, porque tenemos pruebas contundentes e incuestionables de la participación directa del mismísimo Vladimir Putin en la organización de dicho movimiento terrorista. Esa participación directa adquiere sentido, ahora lo vemos claro, con lo que está sucediendo en Ucrania, porque existe un hilo bien visible que une a Ucrania y a Colombia, según la malévola estrategia del déspota asiático, quien alguna vez se creyó europeo y hasta rogó porque la bárbara Rusia fuera recibida en el seno de esos otros lacayos nuestros que se denominan a sí mismos (Des)Unión (Anti)Europea e incluso tuvo la osadía de pedir que lo recibiéramos en la OTAN, nuestro brazo armado construido para mantener en orden a nuestro otro patio trasero, como lo es esa península que llaman Europa.

Este informe confidencial ha sido redactado con la participación directa de los servicios secretos del estado colombiano, siempre tan eficientes como nosotros a la hora de inventar mentiras y de desinformar. Razón de más y de sobra para darle plena credibilidad a lo que acá decimos.

Antecedentes históricas de la injerencia de Rusia en Colombia

Para empezar, llama la atención a esta agencia de inteligencia [no de brutalidad, como algunos comunistas y terroristas nos llaman, por aquello de la envidia y el resentimiento antiamericano] que desde mucho antes que comenzara lo que los prorrusos de Colombia denominaron el Gran Paro Nacional el 28 de abril de 2021, se sintiera un despliegue directo de agentes rusos, antes pertenecientes a la KGB amigos personales e íntimos de Putin, quien formó parte de esa agencia que pretendía hacernos competencia en todos los movimientos de protesta que se organizaron en Colombia en las primeras décadas del siglo XXI.

En efecto, esos agentes rusos ‒en realidad comunistas disfrazados, pues nosotros tenemos la convicción de que el comunismo nunca se fue de Rusia, aunque haya desaparecido la Unión Soviética, siendo su máximo exponente Putin‒ reanudaron contactos con la quinta columna comunista existente en Colombia, de la cual forman parte un batiburrillo de grupos y grupúsculos de izquierda encabezando por los nostálgicos prosoviéticos de otros tiempos, que nunca han cejado en su empeño de destruir este país, para convertirlo en una base de dominio de Moscú en América Latina, y arrebatarnos nuestro principal portaaviones terrestre del mundo, que es en lo que hemos convertido a Colombia.

La participación de agentes rusos en las protestas que se vienen sucediendo en este país desde 2011 ‒cuando los terroristas disfrazados de estudiantes de las universidades públicas hicieron un largo paro‒ hasta el 2019, cuando antes de la pandemia ya se ambientaba el cuento de un paro nacional. En rigor, y en aras de la verdad histórica ‒de la que nosotros somos tan firmes partidarios‒ hay que decir que la injerencia de los rusos en Colombia se viene dando desde hace más de un siglo, luego de la Revolución de 1917 que tuvo la osadía de derrocar al padrecito zar. De ese momento en adelante, y hasta el día de hoy, es notable la participación rusa en Colombia, siempre hay que decirlo con pretensiones de implantar el comunismo ateo y enemigo de la santa propiedad privada, para lo cual han contado con la complicidad de unos mal nacidos en Colombia, que deben ser considerados como rusos. Desde la década de 1920 sabemos que los rusos organizaron los primeros sindicatos y asociaciones agrarias y fueron responsables de organizar las huelgas petroleras y, sobre todo, ese intento de insurrección que fue la huelga de las bananeras, y ante tamaña osadía el gobierno conservador de entonces [1928] se vio obligado a matar a mansalva, dejando más de mil muertos, como lo reconoció hasta nuestro propio embajador en este país.

Después los rusos estuvieron tras las tímidas reformas de Alfonso López Pumarejo que cuestionaron en el papel la propiedad privada de los terratenientes y, como bien lo denunciaban los conservadores, los liberales asustados y las jerarquías católicas, esas reformas eran intentos bolcheviques encaminados a hacer naufragar la sociedad colombiana. Afortunadamente, eso se pudo evitar con una respuesta ejemplarmente violenta años después, que algunos académicos al servicio de los rusos osaron llamar “revancha terrateniente” y los violentologos ‒ese género tan particularmente insoportable y exclusivo de Colombia‒ denominaron pretenciosamente La Violencia.

Pero, sin duda alguna, el hecho más connotado de presencia rusa en Colombia se dio durante el bogotazo, cuando a un loco despistado ‒detrás del cual estábamos nosotros mismos, la CIA, recién fundada en Estados Unidos para defender el mundo libre‒ mató a ese comunista disfrazado de liberal que respondía al nombre de Jorge Eliécer Gaitán. Sí, nosotros orquestamos el asesinato de Gaitán, y por eso no hemos querido que se desclasifiquen nuestros archivos sobre ese episodio e inmediatamente inventamos, junto con nuestro mandadero, el Secretario de Estado, George Marshall, el cuento de que a Gaitán lo habían matado los rusos. Y el gobierno colombiano de entonces, ni corto ni perezoso, siguió nuestras mentiras y sin ninguna prueba culpó al gobierno soviético con el cual rompió relaciones diplomáticas. Para nosotros era clave la desaparición de Gaitán, un comunista impredecible, y por eso fue mejor sacarlo del medio de una forma bastante simple, no importa que eso haya hundido a este país en la violencia generalizada y haya dejado miles de muertos, torturados y desaparecidos. Al respecto podemos parafrasear a esa otra gran criminal [perdón, por nuestra sinceridad] que también fue nuestra vocera, Madelaine Albright, cuando dijo refiriéndose a los miles de niños asesinados en Irak que ese era un costó humano que había valido la pena para liberar a ese país del malvado de Sadam Hussein. Pues algo similar podemos decir, que valió la pena el asesinato de Gaitán, para quitarnos de por medio a un demagogo populista extremadamente peligroso. No importa que después corriera la sangre a chorros por este país, porque la sola Violencia dejó 180 mil muertos. ¿Es que acaso nosotros existimos para comportarnos como si fuéramos monjitas de la caridad?

Información de prensa colombiana que cataloga los hechos del 9 de abril como un golpe comunista, apoyado por la Unión Soviética

Bueno, pero no nos alejemos de nuestro relato central. Después del 9 de abril, cuando en Colombia el anticomunismo se convirtió en una doctrina de Estado y de los dueños de este país [las 14 familias oligárquicas, como las denominó un viajero francés a finales del siglo XIX] se van a ver rusos hasta en la sopa (y no nos referimos a los rusos de la construcción) y nosotros contribuimos a generar el miedo a ese fantasma. Así, todas las acciones represivas que va a llevar a cabo el Estado colombiano (matanzas, masacres, encarcelamientos, torturas, represión a huelgas, desapariciones, calumnias, mentiras…) se justifican con el argumento de que son métodos adecuados y legítimos de responder a las agresiones del comunismo internacional, directamente manejando por Moscú y sus satélites de entonces. Una doctrina criminal, con sus prácticas subsecuentes, que nosotros respaldamos y a la que le dimos respaldo institucional con la creación, sobre las cenizas de Bogotá tras el 9 de abril, de nuestro propio Ministerio de Colonias en 1948, al que llaman OEA.

En Colombia se fortaleció la leyenda de que no solamente eran falsos colombianos los que actuaban como enemigos de la patria y de la religión católica, eso es lo que son los comunistas, los que atentaban contra este noble país, sino que muchos de ellos eran rusos disfrazados, ya que habían estudiado en la Unión Soviética y de allí venían con la misión de generar caos y destrucción. Estos argumentos, que nosotros contribuimos a avalar, salían a relucir siempre que había algún conflicto social, alguna protesta popular. Eso sucedió en junio de 1954, cuando en las calles de Bogotá fueron masacrados por el ejército una docena de estudiantes-terroristas y revoltosos. Inmediatamente, el general Rojas Pinilla, que presidía este país, dijo que esos estudiantes eran agentes subversivos preparados en Rusia o en sus satélites y le habían disparado al Ejército y este se vio obligado a responderles. Incluso, como para que no quedaran dudas, el mismo Ejército financió una supuesta investigación en la que pretendía probar que miembros del comunismo internacional [como se llamaba por entonces a nuestros enemigos, encabezados por Rusia] habían sido los responsables de la masacre de estudiantes en junio de 1954[1].

En todos los sucesos importantes de este país desde esa fecha siempre, y eso lo dijo el creíble Estado colombiano, fue notoria la participación de los comunistas, abiertos o disfrazados, que no son más que espías rusos. Todas las huelgas, paros, protestas, movilizaciones que desde entonces se llevan a cabo en Colombia son producto de la acción de esos desalmados y antinacionales comunistas, y tras ellos siempre está el oro de Moscú. Eso lo podemos testificar con otro ejemplo histórico, uno solo para no cansar a los destinatarios de este reporte. Ese ejemplo es lo que los subversivos, terroristas se dice ahora, de aquel entonces, llamaron el Primer Paro Cívico Nacional, que se realizó en Colombia en septiembre de 1977. Es bueno recordar este antecedente, por las similitudes que guarda con al paro de 2021.

En esa ocasión, el gobierno de Alfonso López Michelsen, uno de nuestros prohombres ‒del que siempre se rumoró que era agente de la CIA, una suposición que no queremos ni corroborar ni desmentir en estos instantes‒ empleó la fuerza bruta para controlar a los alborotadores y saboteadores que estaban en la primera línea de ese paro [aunque ese lenguaje no se usara en ese tiempo]. Y se les dio un trato ejemplar, tanto que se mató a mansalva a decenas de colombianos pobres. Se reprimió copiando los métodos de ese otro títere nuestro, el sanguinario General Augusto Pinochet, quien convirtió al Estadio Nacional en un centro de tortura. Pues bien, acá en Colombia el gobierno de López Michelsen no se quedó atrás y transformó la Plaza de Toros de La Santamaria en Bogotá en un campo de concentración que abarrotó de comunistas, como catalogó a los miles de colombianos que se atrevieron a protestar, para darles un trato ejemplarizante. Y, para completar, sostuvo que ese paro había contado con la financiación y participación directa del comunismo internacional, sin cuyo respaldo no se hubiera podido efectuar tamaño acto subversivo. Medidas todas que compartimos y que ordenamos a todos nuestros lacayos que apliquen al pie de la letra y estos lo hacen generalmente sin decir ni mu.

Aunque en 1989 cayó el Muro de Berlín y en 1991 se disolvió la URSS, acá en Colombia nunca terminó la Guerra Fría y, a diferencia del resto del mundo, el anticomunismo sigue campante y, por lo mismo, no sorprende que las clases dominantes de este país hayan sido visionarias en anticipar lo que hoy hemos comprobado con los sucesos de Ucrania: que los rusos nunca dejaron de ser comunistas. Y debemos agradecerles que hayan entendido que hay que echarle la culpa de todo lo que pasa en Colombia y en el mundo a los rusos, engendro del mal comunista por excelencia, cuyo sombra espectral sigue rondando el planeta entero, tal y como lo anunció el terrible Karl Marx en 1848.

En esa dirección, después de 1991 aquí en Colombia se siguió procediendo como si en el mundo nada hubiera cambiado y echándole la culpa de todos los males del país al comunismo internacional, al que se disfrazó con el nombre del terrorismo internacional, tal y como nosotros lo ordenamos después de 2001, cuando nosotros mismos tumbamos como un castillo de naipes a nuestras queridas torres del World Trade Center.

La Primera Línea infiltrada por Vladimir, agente de la CIA

Antes de presentar con lujo de detalles las contundentes pruebas que hemos recopilado sobre la intromisión de Rusia en el tal Paro Nacional de 2021, del que se acaba de cumplir un año, es necesario que detallemos la forma cómo logramos acceder a tan valiosa información, un ejemplo de nuestra eficacia en infiltrar movimientos terroristas y en develar las perversas intenciones de uno de nuestros dos principales enemigos a nivel mundial, por supuesto Rusia, y el otro es China.

Es bien sabido que durante ese prolongado saboteo al que fueron sometidos los colombianos de bien operó de maravillas algo que se vino a denominar, copiando el léxico terrorista originario de otros lugares del planeta, la Primera Línea. Adelantamos que esta brigada de choque estaba orientada de manera directa por individuos de nacionalidad rusa. Como nosotros somos más inteligentes y perversos que los rusos, logramos infiltrar a algunos de nuestros agentes en la primera línea y en una magistral labor de contrainteligencia los espiamos a los dos: a los rusos y a sus súbditos de la primera línea. Pasen para enterarse de todo ese truculento mundo.

Para comenzar, nuestro agente se hizo pasar por un estudiante de universidad pública en la ciudad de Bogotá. Empezó con la lectura de literatura rusa, aunque en castellano. Leyó textos indigeribles ‒distintos a los tuiteres a los que nuestra perezosa mente se ha acostumbrado‒ de panfletos como El Manifiesto Comunista, Qué hacer, El Estado y la Revolución… Se familiarizó con esa literatura comunista para tener argumentos y poder hablar e intervenir con soltura en la célula a la que se iba a infiltrar. Se hizo pasar por estudiante de esa universidad y no le fue difícil lograrlo, porque el estado colombiano le concedió el acceso inmediato, como uno de los cientos de agentes de los servicios secretos que cada año infiltra en las universidades. Le quedó fácil porque habla el castellano sin acento, como su idioma nativo, y no tiene ni una pizca de yanqui. Incluso, hasta con nuestro propio racismo y la rusofobia que hemos generado y que expresan tan bien los ucranianos, a nuestro agente lo podrían linchar por no tener los ojos azules, ni el pelo rubio. Ahora, uno de los cupos de agentes secretos de Colombia, la alta jefatura de este país nos lo cedió amablemente a nosotros a la CIA. Y aunque en verdad esa es una tarea de baja estofa en relación con nuestros grandes asuntos a nivel mundial, lo asumimos porque estábamos convencidos de que íbamos a encontrarnos con una mina, por los rumores sobre la presencia rusa en Colombia. Nunca imaginamos la importancia de esta acción de espionaje, porque luego con la guerra de Ucrania hemos descubierto la magnitud de la maniobra de Rusia y el papel estratégico que juega Colombia en la invasión de ese país de Europa que hemos convertido en nuestro principal prostíbulo, lo cual no es una exageración pues recordemos que las mujeres ucranianas se venden como pan caliente en el mercado del sexo internacional, que a nosotros tanto nos gusta financiar y frecuentar. Pero esa es otra historia, en la que no nos vamos a detener en este momento, para no irnos por las ramas.

Bueno, luego de estar matriculado en una universidad de Bogotá ‒cuyo nombre no revelamos para no delatar a las decenas de infiltrados de los servicios secretos de Colombia que allí dicen estudiar‒ nuestro agente de la CIA se dio a la tarea de hacerse notar y presentarse como un notable activista, organizador y defensor de las causas sociales y populares. Empezó interviniendo en las clases, con sesudas opiniones, preguntas, comentarios, que mostraban su elevado nivel político, muy por encima del promedio, citando de memoria, con seguridad y precisión textos de Lenin, Marx, El Che Guevara y otras aves del pantano comunista. Eso hizo que se granjeara la simpatía de sus compañeros y rápido corrió la voz de que había aparecido un cuadro político de la izquierda, incluso de la izquierda armada, por el apoyo verbal que propalaba de los grupos insurgentes que existen en este país, y que el gobierno colombiano y nosotros consideramos puros terroristas.

Nuestro agente se hizo amigo de varios activistas y militantes de izquierda, de hombres y mujeres jóvenes, se ganó su confianza y se hizo invitar a sus barrios y a sus casas, donde sobresalió por su compromiso social y político. Participó activamente en el paro universitario de 2019, el cual le permitió detectar a muchos de los dirigentes, activistas y cuadros políticos de diversos movimientos que actúan en las universidades públicas de Bogotá y, hay que decirlo, se caracterizan por no dejar estudiar a sus compañeros ‒a los que llaman en forma despectiva cuadernicolas‒ y pelear por reivindicaciones que ellos consideran más que justas (entre las que sobresalen no a la privatización de las universidades, educación gratuita, aumento del presupuesto estatal, inversión en infraestructura de las universidades, contratación de profesores con estabilidad laboral y buenos salarios, que los consejos superiores no sean unos voceros incondicionales de los gobiernos de turno y mil solicitudes por el estilo). Nuestro agente nos aseguró que es cierto que las universidades se están cayendo, que los profesores tienen malos sueldos, que la mayoría de ellos no tiene contrato fijo, que los estudiantes a veces no tienen ni para pagar el pasaje del bus urbano ni para comprar un almuerzo o sacar las fotocopias de un capítulo de un libro y que todo ello explicaba sus protestas, las que nos dijo eran válidas y legitimas. Pese a todo eso, nos comentó que la mayoría de los estudiantes eso lo aceptaban como normal, como si fuera un castigo de Dios, y solo algunos adoctrinados por sus lecturas marxistas eran los que denunciaban, organizaban y peleaban. Y era a estos a los que había que infiltrar. Justo lo que nuestro agente hizo en forma audaz.

Estando en esa labor de zapa sobrevino la pandemia de Covid-19 y a nuestro agente, que se fue a vivir a un barrio pobre de Bogotá en una covacha, se arrinconó en una casa, en la que vivían varios estudiantes de la misma universidad a donde él estudiaba. Allí los cogió la cuarentena y, a regañadientes, para no despertar sospechas, nuestro agente tuvo que acogerse a las medidas de confinamiento y convivir en pésimas condiciones con sus compañeros de estudio y de vivienda. Así paso un tiempo encerrado, que le sirvieron para seguir leyendo de manera forzosa a los autores rusos y comunistas, porque no tenía más literatura a su acceso (como nuestra magistral literatura tipo Selecciones del Reader’s Digest y similares), y tampoco sus vecinos tenían otros libros o escritos, todos tenían indefectiblemente el sello ruso. Además, esos pobretones no tenían dinero para inscribirse en CNN, Fox y otros de nuestros canales de libre pensamiento, que tanto aportan a la cultura de la estupidez mundial. Esa convivencia fue importante ya que le permitió acercarse y relacionarse con personas que no eran estudiantes, sino habitantes comunes y corrientes de los barrios, y esto amplió su radio de acción y de acopio de información.

En plena pandemia se presentaron protestas, siendo la más terrible la del 9 y 10 de septiembre de 2020, cuando fueron atacados casi todos los CAI (Centro de Atención Inmediata de la Policía) y que son llamados en forma sarcástica como Centros de Asesinato Inmediato. Ese día las gentes de Bogotá se insurreccionaron contra los policías ‒tombos los llaman despectivamente por estos lares‒ y destruyeron muchos de esos CAI. Los amigos de la casa salieron y nuestro agente se vio obligado a sumarse a esas manifestaciones e incluso a participar en esos ataques contra los policías. Lanzó piedras, bombas y gritó consignas contra esos grandes patriotas colombianos que llaman policías que hicieron muy bien porque se pusieron en la tarea de liquidar comunistas y rusos, porque esos eran los que participaban en esas protestas de atacar e incendiar CAIS, y tuvieron la osadía, que solo hacen los comunistas, de convertir uno de esos lugares en bibliotecas. ¡Tamaño despropósito que solo a un comunista le puede caber en la cabeza, que un sitio de tortura y muerte sea convertido en un sitio cultural, donde se guarden libros en lugar de armas, bombas y bolillos

CAI destruido en Bogotá en septiembre de 2020

La activa participación de nuestro agente infiltrado en los eventos de septiembre de 2020 en Bogotá que algún profesor universitario comunistoide llamó el Motín del CAI, fue crucial para que nuestro agente penetrara en la primera línea de los Hijos de Putin. Él nos ha enviado al respecto el siguiente reporte que citamos textualmente por su importancia:
“Ellos me vieron actuar y ya no solo discursear con citas de Marx y Lenin y eso los convenció de que yo era uno de los suyos. Luego de ganarme su confianza por completo se me acercaron varios de los habitantes del barrio a donde vivía y me dijeron:
-Mire compa usted ha dado muestras en los ataques a los CAI de ser un personaje comprometido con las causas populares, de enfrentar en forma directa y con arrojo a esos tombos HP y bien merece que se integre con uno de nuestros combos.

Yo, les dije, que mi lucha era comprometida y permanente, que me parecía inaudito que esos cerdos (otro apodo de los valientes policías colombianos) masacraran a la gente, que eso no lo podía permitir y que por eso los enfrenté, porque estaba herido en mi interior e indignado. Esto fue suficiente para convencerlos, luego de lo cual les dije que me ponía a su disposición para realizar todas las labores que me encomendaran, por difíciles y complicadas que fueran y yo estaba dispuesto a usar todos los instrumentos que fueran necesarios, incluyendo las armas si fuera el caso.

Rusos de la Primera Línea

Uno de esos personajes me preguntó que si yo estaba interesado en conocer a unos rusos. Yo me sorprendí con la pregunta, no porque ese no fuera mi objetivo supremo, sino simplemente porque no esperaba que tan fácilmente pudiera acceder a los hombre del Kremlin en Colombia, para enterarme de lo que estaban tramando contra este país, uno de nuestros dominios indiscutibles.

-Claro, les dije, me muero por conocer a los compañeros rusos y comunistas, para aprender de sus experiencias en la lucha social y popular. Y eso fue lo que me permitió infiltrarme en la primera línea y conocer directamente a los rusos.

A los pocos días del Motín del CAI, uno de los sujetos que me había abordado en esa fecha, se me acercó y me dijo que esa noche nos encontráramos en un lugar cercano, a donde íbamos a tener una importante reunión. Me dijo que no me moviera del sitio a donde residía, que iban a ir por mí. Así fue, a las ocho de la noche llegaron dos individuos, que se me acercaron, me taparon los ojos y me llevaron por calles sucias y abandonadas. Afortunadamente yo había previsto eso y lleve conmigo las grabadoras y filmadoras minúsculas, que parecen mosquitos, que me permitieron grabar e identificar a los personajes que allí aparecían. Luego de ese recorrido termine metido en un penthouse, lujoso, hecho en mármol, con muebles costosos, vajillas importadas. Ese no era un sitio de pobres, sino de ricos, seguramente perteneciente y financiado por los oligarcas rusos, los mismos que pueden comprar equipos de fútbol como el Chelsea e invertir en Colombia en lujosas mansiones para atender a sus súbditos de la Primera Línea, a los Hijos de Putin. Los personajes que me llevaron iban vestidos casi con harapos, pero cuando llegaron a la casa en cuestión, se cambiaron, bañaron, maquillaron y vistieron como príncipes. Unos verdaderos impostores, lo cual demuestra entre otras cosas que en Colombia no hay pobres, sino algunos que simulan pobreza, pero viven como príncipes y oligarcas rusos.

Allí pude escuchar en ruso, idioma que domino de maravillas, y en castellano como se iban dibujando los planes para comenzar el paro, sobre lo cual se dieron varias fechas tentativas hasta que se decidió que este empezaría el 28 de abril, varios meses después para tener tiempos suficiente para prepararlo. Para eso se dispuso que algunos de los allí presentes visitaran a Moscú, donde serían entrenados y hablarían con Vladimir Putin. En ese viaje se fraguó todo el paro nacional en Colombia, el cual puede catalogarse, sin necesidad de recurrir a la demagogia y a la exageración de que hacen gala los comunistas y sus intelectuales, como el Paro de Putin. El Kremlin les financió las sofisticadas armas que usaron durante el paro (piedras, palos, botellas y, sobre todo, las infaltables y temibles Bombas Molotov, cuyo nombre ruso en sí mismo produce pánico y terror).

Los rusos dispusieron la forma cómo se organizaba el paro, los móviles que se debían atacar, en fin, la táctica, estrategia y movimiento sobre el terreno. Mientras se iniciaba el paro, una verdadera insurrección organizada por agentes comunistas rusos, estos se dieron a la tarea de adoctrinar a miles de personas. Eso lo pude confirmar en forma directa porque yo participe en esos cursos de adoctrinamiento y dicté algunas charlas sobre formación militar y cómo enfrentar a policía y ejército.

Los dirigentes de la Primera Línea ‒los mismos que viven en lujosos penthouses‒ se dieron a la tarea de acumular grandes volúmenes de agua, alimentos, medicinas de primeros auxilios, chalecos antibalas, camuflados, armas de aparente fabricación cacera, vasijas para impulsar las tales ollas comunitarias y dar la impresión que la comida se producía en forma colectiva; todo eso se compró en tal cantidad que evidencia que el oro de Moscú fluía raudamente con tiempos de la Guerra Fría que, como hemos dicho más arriba, en este país nunca terminó. Solo una potencia extracontinental y hostil a nuestros intereses y a los de nuestros lacayos colombianos puede financiar tal cantidad de elementos indispensables en la retaguardia para mantener una guerra de desgaste que duró varios meses, algo parecido a lo que pasa ahora en Ucrania.

Con toda esa infraestructura, preparación y elementos bélicos, era claro desde un principio que se iba a iniciar una guerra de cierta duración. En efecto, eso fue lo que empezó el 28 de abril de 2021, fecha nefasta como pocas para los dueños de este país, los mismos que son nuestros mandaderos y que nos regalan a manos llenas las riquezas de este territorio.

Hay que decir que de todo esto me enteré en forma directa, porque yo mismo era de la Primera Línea, y me coloqué a mí mismo el alias de Comandante Vladimir. Con ese apodo de guerra me granjee la simpatía de los rusos y prorrusos que me consideraban como un peleador nato e insustituible y, además, demostraba mi empatía con los rusos, puesto que era un honor que llevara el seudónimo que replicaba el nombre de personajes tan nefastos como Lenin y Putin.

¿Quiénes hacían parte de la Primera Línea, que tanto se destacó durante las protestas terroristas? ¿De dónde provenían? ¿Qué pretendían? Eso de que son pobretones es un cuento. Pobres algunos de los que participaban en las protestas, azuzados por los rusos y sus súbditos, pero los de la Primera Línea no tienen nada de pobres, son ricachones de la misma calaña que los oligarcas rusos que hoy estamos expropiando ‒perdón por el eufemismo, porque lo que estamos es robándolos en todo el mundo‒. Fuera de la línea de combate, donde debían mostrarse para mantener su poder y su prestigio, se transformaban en unos yuppies comunes y corrientes, con calzado y vestimenta de marca, con automóviles como los que usa Cristiano Ronaldo e incluso algunos tienen sus yates y aviones privados como Maluma y otras vedettes de la farsandula colombiana e internacional.

Un ruso de la Primera Línea en plena acción

Por supuesto, no a todos les fue bien, puesto que las fuerzas represivas del Estado colombiano, junto con batallones paramilitares, formados por individuos que se llaman a sí mismos “colombianos de bien”, les dieron plomo a la lata y lograron matar a muchos de ellos. Tengo que decir que eso se facilitó por la tarea de señalamiento que tan bien desempeñé. Incluso, yo fui el que les propuse que usaran ya sin aspavientos los métodos represivos y de control urbano que llevan a cabo el Estado de Israel cuando bombardea a los terroristas palestinos, y en ello incluyo a los niños de diez años que se atreven a lanzarle piedras a soldados armados hasta los dientes y está muy bien que estos les disparen y los maten, porque son potenciales máquinas de guerra que deben eliminarse a tiempo, para que no causen daño en el futuro, como bien lo ha expuesto ese filosofo de la muerte que se llama Diego Molano y que oficia como Ministro de Defensa en Colombia. Si, los bombardeos con helicóptero que se usaron en Bogotá, Buga y otras ciudades de Colombia fue aconsejado por nosotros los de la CIA y unos amigos del Mosad que también se la pasan por acá. Y no es que al Ejército colombiano y a la policía le tiemble la mano a la hora de bombardear colombianos, armados y desarmados, en eso tienen una dilatada trayectoria de muerte y terror. No, lo que pasa es que no tenían mucha experiencia en bombardeos urbanos y en esa dirección fue que les dimos instrucciones para que actuaran y no lo hicieron tan mal, puesto que hirieron y mataron a líderes indiscutibles de la Primera Línea. Incluso, hubo momentos que parecía que me estaban bombardeando a mí, ya que varias bombas y proyectiles me cayeron cerca y me produjeron algo de inquietud. Pero eso reforzó mi prestigio, puesto que los que me conocían y me acompañaban decían ‘Ese Vladimir si es un duro, un frentero y peleador de verdad, pronto se lo presentaremos a nuestro jefe máximo, a su tocayo, Vladimir Putin’. Ya hubiera querido estar frente al déspota ruso para haber orquestado algún plan para deshacernos de este enemigo del mundo libre, como unas seiscientas veces lo intentamos hacer con Fidel Castro, pero ni siquiera pudo viajar a Moscú, porque luego de la muerte de los principales de la Primera Línea, consideré que ya era hora de retirarme, sin dejar ningún rastro, porque era posible que algunos de los rusos comenzaran a sospechar de mí, aunque me cuidé de no dejar ningún rastro de mi vinculación con la CIA. Pero era mejor no abusar de mi suerte y retirarme a tiempo.

Ahora bien, si a los miembros de la Primera Línea no se les mataba en las barricadas que construyeron, luego yo iba con ellos a los sitios en donde descansaban y se recuperaban y allí también les caían milicos y paramilitares y les daban chunbimba, para usar la jerga traqueta colombiana. A algunos de ellos los raptaron, torturaron y luego mataron y sus cadáveres aparecieron desmembrados en varios ríos de Colombia. Bien merecido se lo tenían por atreverse a desafiar a los dueños de este país, que tan funcionales son a nuestra dominación. Toda esa sangre fue un costo necesario hasta llegar a los cerebros y organizadores del paro, los rusos infiltrados, los Hijos de Putin, que financiaron el paro, se involucraron en los combates, daban instrucciones y siempre llevaban mapas sobre el terreno, en los que invariablemente aparecían dos croquis: Colombia y Ucrania. Al principio se me hizo raro esa confluencia, pero hoy ya la tengo clara: era parte de la estrategia de usar el territorio colombiano como sitio de aprendizaje para lo que luego vino en Ucrania, a donde seguro llevaron como batallones experimentados a los centenares de miembros de la Primera Línea, porque no crean que los mercenarios solamente los envía el gobierno colombiano y sus fuerzas armadas que, como sabemos, incluso asesinan presidentes, y eso lo testifican los haitianos. No, mercenarios de la Primera Línea venidos de los barrios de Bogotá, Cali, Medellín y otras ciudades y pueblos de Colombia forman parte de los batallones que hoy participan en combates en Mariúpol, Odessa, Kiev y muchos lugares de Ucrania. Yo mismo quedé sorprendido, cuando al ver fotos de los batallones rusos reconocí a los que eran mis camaradas de la Primera Línea acá en Bogotá. Claro, esos fueron algunos de los que se me escaparon, que debían estar muertos, desaparecidos o por lo menos en las confortables cárceles colombianas de máxima seguridad, que nosotros les diseñamos.

Ahora entiendo de verdad la beligerancia de Iván Duque, al que aquí denominan el Marranito, de la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez, una bruja que hace siglos fue reina de belleza, y tiene nexos y negociados con narcotraficantes de alto vuelo ‒incluso, uno de sus hermanos estuvo preso en nuestro país, Estados Unidos, porque era una mula del tráfico de drogas. Esos personajes tienen mucha razón cuando denuncian a los rusos, como los enemigos del género humano.

Con palabras sabias que no tiene nada que envidiarle a nuestro bien hablado y ejemplo de buena educación y diplomacia Joe Biden y compañía, Marta Lucía Ramírez ha dicho con convicción: “Sabemos que hay un proyecto internacional, sabemos que hay una red de apoyo internacional para estimular este malestar social. Tenemos certeza de que hay plataformas que, desde Venezuela, desde Rusia, han venido moviendo buena parte de todos estos mensajes en las redes sociales”[2].

Hasta aquí el informe textual de nuestro agente Vladimir, al que le agradecemos su gran labor, que tanto nos ha servido para desentrañar los nexos que los rusos establecieron entre Colombia y Ucrania.

Rusos de la Primera Línea tienen la osadía de cubrirse con la bandera colombiana y no con la rusa

Las pruebas

Nuestro agente a lo largo de su meticuloso trabajo de infiltración en el seno de la Primera Línea ha logrado recopilar unas pruebas incontrovertibles que demuestran, sin duda de ninguna especie, que Vladimir Putin es el organizador directo de ese grupo de terroristas, que de colombianos no tienen nada, son rusos que por accidente nacieron en Macondo. Desde luego, queda en evidencia que los rusos fueron los organizadores del paro nacional que comenzó el 28 de abril de 2021.

En primer lugar, esas pruebas son de tipo lingüístico, porque resulta verdaderamente sospechoso que entre quienes encabezan las marchas y protestas sean frecuentes los nombres de Vladimir, Iván, Nicolai, Sacha, Eugenio, Anatoly, Alexander, Alexa. Esa es una prueba indiscutible de la injerencia rusa, porque quien más puede llamar a sus hijos de esa manera, pues tienen que ser los comunistas que siguen bautizándolos con esos nombres nostálgicos y no con los más modernos de nuestra cosecha como Bryan, Johan, Steven, Pamela o Lady.

Además, esos nombres no son accidentales, hemos comprobado que son claves secretas que solo usan y entienden los rusos. ¿O por qué creen que Putin se llama Vladimir, igual que el terrible Lenin? ¿Todavía piensan los ingenuos que esa es una coincidencia accidental? Nosotros estamos convencidos de que los nombres importan, que la lengua traza la realidad como dicen nuestros amados filósofos posmodernos de Francia y por ello sabemos que esos nombres cifrados de origen ruso revelan una personalidad maléfica, como lo demuestran aquellos integrantes de la Primera Línea del paro que portan tan malévolos nombres. Esa es una primera prueba científica indiscutible. ¿Quién puede dudar de ella? ¿O porque nuestro agente se colocó el alias de Comandante Vladimir? Fue, simplemente, respondemos porque captó con empatía la importancia del nombre de origen ruso como punto de partida de toda esta conspiración contra este país de camanduleros y rezanderos.

Una segunda prueba indiscutible es el tipo de artefactos de comunicación empleados, porque los que encabezan las protestas utilizan teléfonos inteligentes, de alta gama, que tienen contacto directo con el Kremlin, para mantenerlo informado de todas sus tropelías y sus avances en el terreno. Claro, en el caso de los paros y protestas de toda índole en este país, como las de los estudiantes, se replica lo que nosotros hacemos en Venezuela, donde a los principales guarimberos que se presentan como líderes estudiantiles no solamente los financiamos y adoctrinamos en la defensa de nuestros sagrados valores del American Way of Life, sino que los reciben nuestros presidentes en la Casa Blanca. Recordemos que esos guarimberos de Caracas, disfrazados de dirigentes estudiantiles, llegaron a reunirse con nuestro principal idiota, claro no puede ser otro que George Bush, en la Casa Blanca, donde solo recibimos, como a nuestros muyahidines afganos, “combatientes por la libertad”. Como el que las usa las imagina, nosotros estamos seguros que los miembros de la primera línea del paro han sido recibidos en su gigantesca mesa del Kremlin por Vladimir Putin, y no con el desprecio y distanciamiento con el que recibió a Emmanuel Macron, el presidente galo, o al Secretario General de la ONU, sino con una familiaridad que envidiaría cualquier diplomático del mundo; todo por aquello de que Putin tiene afinidades comunistas con la primera línea, aún peor, es su ideólogo y conductor, como nos lo ha reportado una de nuestras informantes secretas más objetivas y veraces que tiene el seudónimo de Mafe, y cuyo nombre de verdad es María Fernanda Cabal.

La mesa de Putin con los gobernantes hostiles. La de la Primera Línea no es ésta.

Otra tercera prueba es visual, porque se han cogido con las manos en la masa a rusos haciendo videos sobre las protestas del paro. Esas no son grabaciones desinteresadas, neutrales e independientes, como esas que hacemos nosotros con la CNN o FOX. No, que va, es pura y física recopilación de información que se va a emplear para realizar acciones de sabotaje, atentados y cosas por el estilo y que se envían en forma inmediata por satélite a los salones del Kremlin donde Putin y la corte de generales que lo rodea los estudiaba, para dar las ordenes militares y estratégicas que fueran necesarias, para seguir poniendo patas arriba a este pacífico país, donde los muertos llueven a diario, aunque nosotros nos encargamos de presentarlo como un paraíso de felicidad.

Una cuarta prueba de la injerencia rusa en el paro es que llama la atención que los manifestantes se ensañaron contra estatuas, particularmente españolas, pero jamás atacaron a ninguna rusa. No importa que no haya ninguna, pero la habían podido montar simbólicamente y luego tumbarla. ¡Se imaginan el impacto que tendría que los miembros de la Primera Línea derribaran estatuas, así fueran hechizas, de Lenin, Fidel Castro y compañía! Eso solo lo hacen los guarimbas de extrema derecha en Venezuela, o los fascistas nuestros de Bolivia o ahora mismo, nuestros batallones nazis en Ucrania. Pero como nada de eso se realizó en Colombia, es un indicativo de que estamos hablando de un movimiento que busca destruir los valores occidentales y cristianos e imponer en su lugar los del comunismo ateo y ruso. En algunos de los casos, se reporta que se han querido reemplazar las estatuas de eminentes personajes (Sebastián de Belalcázar, Gonzalo Jiménez de Quesada, Cristobal Colón…) y en su lugar se ha querido erigir las de Lenin, como muestra simbólica de lo que pretenden los rusos; o también se han pintado las imágenes del Che Guevara, el cura guerrillero Camilo Torres y hasta de Tirofijo.

Rusos en la rampa de lanzamientos camuflada en el Monumento de la Resistencia

Una quinta prueba es material, y es contundente. Se ha descubierto, luego de hacer un estudio y rastreo minucioso, que los llamados monumentos de la resistencia, entre los cuales sobresale el de Cali, son construcciones hechizas que disimulan su verdadero objetivo: son rampas para el lanzamiento de misiles de largo alcance y, al mismo tiempo, rastros que se dejan voluntariamente para que un ataque de los rusos y de sus socios de Venezuela sea más efectivo. Una sexta prueba es de índole financiera. Los miembros de la primera línea no son, ni mucho menos, de la generación de los NINI (que Ni trabajan Ni estudian), como las llaman ciertos sociólogos izquierdistas. No, son en realidad individuos adinerados gracias al oro de Moscú. En efecto, se confirmó como lo asegura el diario El Tiempo, un ejemplo de objetividad periodística, que son agentes a sueldo que reciben gran volumen de recursos económicos desde Moscú para sabotear la democracia (sic) colombiana (Perdón por el chiste). Ese pasquín colombiano sostiene: “Las autoridades siguen tras la pista del que sería un gran entramado para desestabilizar el orden público y la democracia en Colombia con apoyo de ciudadanos rusos que, incluso, habrían girado recursos a grupos que estuvieron detrás de los disturbios y daños de las protestas más recientes en el país, y de las de 2019”. En realidad, a lo que hemos asistido es a un malévolo plan de los rusos porque se han efectuado transacciones financieras que “forman parte de un sofisticado plan de blanqueo de capitales, con dinero que se envía desde Moscú, capital de Rusia, hacia ciudades como Bogotá y Medellín”. Y, como para que no quede duda, se ha confirmado que “los giros se han hecho desde el mayor banco de Rusia y de Europa oriental, Sberbank, y la plata se retira en pesos en cajeros electrónicos y criptomonedas. Los investigadores de este caso tienen indicios serios de que en Medellín y Bogotá hay dos grupos de rusos que participarían en esta red”.

Uno de esos grupos “lo articula una mujer que tomó un vuelo, en diciembre de 2021, de la capital antioqueña a Panamá y de allí a Moscú. El segundo es liderado, de acuerdo con el expediente, por un hombre conocido con el alias de Servac, quien sería abogado, trabajaría en el sector del turismo y se mueve por Colombia con una certificación consular rusa según la cual no tiene antecedentes penales [3].

Como puede verse con esos magistrales datos, la presencia rusa en el paro es evidente y demuestran la importancia estratégica que le han atribuido a ese hecho, porque no cualquiera pone a actuar a su principal banco a financiar un paro en un país distante. Es algo así como lo que nosotros hacemos cuando se trata de financiar a nuestros criminales y dictadores ‒como los que han gobernado a Colombia‒ a los cuales les hacemos giros procedentes de nuestros principales bancos e instituciones financieras, las mismas que lavan dinero de la cocaína a diario para que circule libremente por nuestra economía y la del resto del mundo.

Otra prueba reina de la descarada injerencia rusa en Colombia como organizador y azuzador del paro ‒porque en este país no existe ninguna razón para protestar‒ es que unos rusos, en lugar de estar haciendo selfis de los sitios turísticos de Bogotá (donde solamente se destaca el Museo del Oro), estén grabando las marchas y las protestas. Los rusos han ido acumulando, como lo dice El Tiempo, “docenas de material fílmico” en el que se registran los desmanes ocurridos en Bogotá, desmanes desde luego financiados por los rusos.

Eso si es verdaderamente extraño, como lo consignó con una envidiable altura El Tiempo: El monitoreo a “Servac” también incluye pantallazos de chats y perfiles en redes sociales en los que otra persona rusa alojó más de 12 transmisiones en directo sobre disturbios y vandalizaciones en Bogotá, inclusive, dando indicaciones y ubicando gente. En una de las grabaciones se ve al hombre buscando a “Félix”, uno de los señalados líderes de los disturbios.
Y, se pregunta, con toda razón El Tiempo, por qué este personaje, nacido en Kazajistán, transmitía estos hechos por redes sociales, en el centro de los disturbios, poniendo en riesgo su seguridad, sin que le ocurriera nada”[4]. Eso se explica por la sencilla razón de que es un agente comunista ruso, porque Kazajistán fue una república soviética y ahora forma parte de su patio trasero. Eso indica que ese individuo denunciado por El Tiempo, a partir de nuestros informes, debe estar protegido con chalecos antibalas y, además, siendo amigo de los maleantes de la primera línea, estos lo protegen de manera especial, porque es un contacto directo con Vladimir Putin y debe tener protección de agentes secretos rusos encubiertos, que los debe haber por montones. Claro, no tanto como los de los servicios secretos de Colombia que infiltran hasta una misa evangélica ni de nuestros agentes que nunca faltan en esas protestas. Con esta experiencia debemos tomar atenta nota de los reales y potenciales enemigos a los que nos tenemos que enfrentar y que ahora o más tarde tendremos que cooptar y si no aceptan ni se venden tendremos que liquidar.

Les falto el color rojo para igualar la bandera rusa, lo que revela los intereses fundamentales de la Primera Línea

Ahora bien, la penetración rusa en América Latina adquiere nuevos bríos a través de sus peones venezolanos, puesto que como a todos hemos tratado de convencer mintiendo durante años Venezuela es una base rusa en el continente. Por eso, los rusos utilizan a venezolanos que se han disfrazados de migrantes para realizar fechorías, saboteos y generar caos y destrucción. Que los venezolanos hayan estado presentes en las protestas que se vienen realizando en Colombia en tiempos recientes es otra prueba de la injerencia rusa en este país. Esos venezolanos solo son agentes a sueldo de los intereses rusos, a los que defienden a capa y espada.

Conclusión: Nexos del Paro Nacional en Colombia y la ocupación de Ucrania

A la hora de hacer un análisis geoestratégico queda claro que el paro que se hizo en Colombia fue indispensable para que Vladimir Putin decidiera intervenir en Ucrania. Colombia fue como el ensayo general (para usar ese término tan caro a ese ruso temible que era Lenin) de lo que iba a hacerse en Ucrania desde finales de febrero. En ese sentido, hay un conexión macabra entre el 28 de abril de 2021 y el 24 de febrero de 2022. Repetimos, el paro nacional en Colombia fue un ensayo general de lo que iba a suceder en Ucrania menos de un año después.

En términos financieros, por ejemplo, el que existiera una red internacional de espías rusos y colombianos traficando grandes cantidades de dinero para financiar el paro (claro porque las ollas comunitarias, los cambuches, las capuchas, los impermeables que usan esos vándalos solo pueden financiarse con oro o criptomonedas) fue una puesta en escena anticipada de lo que están haciendo en estos momentos a raíz de las sanciones a que los hemos sometido con el resto del mundo libre y democrático, como nos calificamos con mucha demagogia. Claro, si esas células financieras rusas no hubieran adquirido experiencia en Colombia, durante el paro, Rusia no hubiera podido enfrentar los bloqueos y sanciones de las últimas semanas, y su rublo se hubiera desplomado y tampoco podría haber impulsado casi un retorno al patrón-oro (como el que estamos viendo hoy), y tampoco usar criptomonedas.

Además, la alianza de los rusos con los venezolanos también les sirvió para aprender cómo se enfrentan los bloqueos, y nada mejor que venir a suelo colombiano para apreciar en vivo y en directo la suerte de los venezolanos de a pie que el Estado colombiano ha ayudado a expulsar de su país por el bloqueo y que acá usan como espías para sabotearnos. Entre otras cosas, verlos muertos de hambre, soportando maltratos, siendo víctimas de la xenofobia y el desprecio que en Colombia se prodiga a los venezolanos es que queremos contemplar a los rusos de todo el mundo, empezando por los que habitan dentro de la bárbara Rusia.

De seguro que si en Cali no se construye el Museo de la Resistencia ‒como hemos dicho, en verdad una rampa para lanzar cohetes intercontinentales‒ Rusia no hubiera podido lanzar los poderosos misiles que ha enviado a suelo ucraniano. Por la importancia de ese rampa se explica que el mismo Vladimir Putin estuviera siempre enterado de lo que allí estaba sucediendo, asesorara su construcción y tuviera contacto directo con los supuestos artistas (ingenieros nucleares disfrazados) que la construyeron. En ese momento, Putin ya tenía claro ‒y esa es una característica malévola de los infames comunistas‒ que iba a invadir a Ucrania y lo hecho en Cali simplemente era una pieza indispensable para poder realizar la pérfida acción contra Ucrania que lleva a cabo en estos momentos.

Monumento de la Resistencia, eufemismo comunista para referirse a una rampa de misiles intercontinentales

Entre paréntesis hay que decir que las denuncias de las gentes de bien de Colombia y de las fuerzas armadas sobre ese supuesto Monumento de la Resistencia eran más que justificadas, porque entendieron la importancia estratégica que iba a tener en la Guerra de Ucrania. La que mejor lo entendió fue Mafe (María Fernanda Cabal), quién en su frustrado intento de ser presidenta de Locombia, dijo que su primera acción de gobierno iba a consistir en destruir ese Monumento de la Resistencia. Con la sabiduría que la caracteriza, fue la única que en verdad entendió que ese monumento era el disfraz de las rampas de misiles intercontinentales de Putin, que había logrado instalar con ingeniería de alto nivel y gracias a ese grupo de comunistas prorrusos que se denominan a sí mismos la Primera Línea.

Denuncias valientes como las de nuestra Mafe, que con determinación indicaba la acción de los izquierdistas prorrusos interesados en desestabilizar a Colombia, un país tan estable como un enfermo con “Mal de San Vito”, decían que eran producto de la intolerancia, de impedir que quedarán rastros de la lucha, de perseguir la memoria de un bastión emblemático del Paro…. Todas esas son pamplinas de los comunistas de Cali y de Colombia, porque lo que queda claro es que, encubiertas como obras de arte, lo que se construyó en varios lugares de Colombia fueron bases de cohetes balísticos intercontinentales, incluso con la posibilidad de usar cabezas nucleares. Claro, la acción heroica de nuestros hombres de bien, del Estado colombiano y de sus paramilitares, impidieron que ese objetivo se realizara del todo, destruyendo muchos de esos pretendidos museos de la Resistencia.

En ese sentido, valga recordar que antes del paro Rusia intentó penetrar en Colombia, aprovechando de la pandemia de la Covid-19, a través de su supuesta vacuna Sputnik, nombre comunista por antonomasia, si se recuerda que es propio de la Guerra Fría. Pero en Colombia afortunadamente también existieron personajes tan racionales que imitaban a la extrema derecha de argentina, cuyos cerebros más brillantes descubrieron que esa vacuna inoculaba la ideología comunista a los pacientes que se la aplicaran.

En definitiva, Colombia fue víctima y se convirtió en la primera pieza de la maniobra envolvente y en pinza que intentó llevar a cabo el pérfido de Vladimir Putin. Afortunadamente, Colombia cuenta con un presidente de excepcional estupidez, llamado Iván Duque, que evitó a tiempo que Colombia cayera en manos de los rusos, como lo ha denunciado en organismos de tanta credibilidad como las Naciones Unidas. En ese recinto, mostró recientemente como principal credencial la solvencia moral que le confiere ser el responsable de eliminar a miles de comunistas en Colombia, entre ellos pioneros comunistas de ocho y diez años, que se encubren como líderes sociales o que eran miembros de esos grupos de terroristas armados que se les dio por entregar las armas. Con esa solvencia moral, concluimos, Iván Duque tiene credenciales de sobra para presentarse como adalid del mundo libre en la cruzada mundial contra el comunismo ruso y sus malvados planes de arruinar a Colombia y a Ucrania.

Por su meritoria rusofobia, el gobierno de Colombia tiene todo el derecho a reclamar que la FIFA le atribuya el cupo al mundial de fútbol al que aspiraba Rusia, la única forma que esos troncos de la Selección Colombia, que no le hacen ni un gol al arcoíris, puedan ir por un mes a disfrutar de lo lindo en ese dechado de democracia que es Catar.

Enviado desde Bogotá por nuestro agente residente en la Embajada de Estados Unidos, mayo 1 de 2022

Rusos de la Primera Línea posan triunfantes con capuchas y pasamontañas

Notas:

[1] Ver Pedro Belmonte, Antecedentes históricos del 8 y 9 de junio, Imprenta Nacional, Bogotá, 1954.
[2] Semana, diciembre 12 de 2019.
[3] El Tiempo, marzo 28 de 2022. Disponible en https://www.eltiempo.com/unidad-investigativa/la- evidencia-de-los-nexos-de-rusos-con-los-disturbios-en-bogota-660971
[4] Ibid.

Renán Vega Cantor

Editado por María Piedad Ossaba