La peste del racismo

Esperemos, pese a todo, que este país mestizo, negro, indio, zambo, blanco, mulato, salto atrás, café con leche, pardo… algún día alcance la equidad, la paz y la prosperidad.

Una de las regiones en las que el racismo se extendió como una peste fue Antioquia. En el siglo XIX, lo que se consideraba Antioquia, la blanqueada, la que desde sus élites temía tener atisbos de sangre morisca o judía, negra o india, y se empeñaba en demostrar su pureza ancestral, era un avispero contra la negrería. En esa centuria, las tierras bajas, como el Magdalena Medio, el Bajo Cauca y Urabá, eran consideradas, además de malsanas y palúdicas, como de prostitución, de gentes perezosas y de escaso fervor religioso.

En la Antioquia decimonónica, por ejemplo, afloraron los discursos eugenésicos, los de pertenecer a una presunta “raza”, y aun, en determinados momentos, hubo un enorme desprecio, en particular desde la visión de la “crema y nata”, por expresiones culturales negras, como ciertas músicas y festividades (las del Caribe y el Pacífico, por ejemplo, eran llamadas con desdén “música de negros”. Sin embargo, estas, con su prodigioso sabor, colonizaron buena parte de esa Antioquia “blanca” desde mediados del siglo XX).

Tomás Carrasquilla en ‘El Montañés’, revista de literatura, artes y ciencias, Medellín. N. 3. Noviembre de 1897

En el lenguaje cotidiano se normalizaron frases despectivas y segregadoras. “Negro ni mi caballo”, “negro que no la hace a la entrada la hace a la salida”… y así se formó un ultrajante catálogo del menosprecio y la exclusión. Recordemos, asimismo, que el liberalismo (cuando todavía era un pensamiento de avanzada) fue el que más pujas realizó por la abolición de la esclavitud en Colombia. Tanto, que era extraño ver a un negro que apoyara al conservatismo. En Antioquia, y la incluye Ñito Restrepo en El cancionero de Antioquia, fue célebre una copla: “Un negro conservador / es música que no suena; / es como un parche en el culo, / cuando el dolor es de muela”.

El maltrato verbal, físico y cultural contra los negros (igual contra los indígenas) ha sido una constante en Colombia. El conflicto armado del país también fue racista, como lo dijeron en reciente reunión en Cartagena representantes de la Comisión de la Verdad. Se profundizó y fue más grave en los territorios donde había mayor presencia indígena, afrocolombiana, raizal y palenquera, según el comisionado Leyner Palacios, sobreviviente de la masacre de Bojayá.

“La vida del negro y la negra en el contexto del conflicto colombiano llegó a un nivel de desprecio que los actores no gastaban una bala, sino que preferían picar los cuerpos (de los negros) a machete porque no valían los 8.000 pesos (2 dólares) que podía valer un tiro”, le dijo Palacios a la agencia EFE.

Leyner Palacios, líder social

Durante el paro nacional, cuando además muchos jóvenes muertos y desaparecidos fueron negros, hubo vergonzosas demostraciones de racismo, como la de una médica caleña que dijo que había que formar escuadrones de autodefensa para que “acaben literalmente con unos 1.000 indios, así poquitos, nada más para que entiendan”.

A la hoy muy visible líder social y fórmula vicepresidencial del Pacto Histórico, Francia Márquez, le han llovido ataques discriminatorios y racistas. Desde chistecitos de baja estofa, como uno que circuló en redes sociales, que decía que “si Petro gana, ya tiene cocinera en la Vicepresidencia”, hasta el ofensivo planteamiento de una periodista radial, Paola Ochoa, que, sin sonrojarse y en tono burlesco, dijo: “Cualquier mujer se vería muy maja, muy mona y muy estrato seis al lado de Francia Márquez”.

Los ataques racistas a Francia Márquez muestran que Colombia jamás salió de la época de la Colonia. Francia Márquez, vicepresidenta de Gustavo Petro Foto: Juan Pablo Pino – Publimetro (Juan Pablo Pino)

El racismo, muy acentuado en el país, tiene diversas manifestaciones en el lenguaje. Se apela al insulto, a la canallada y se elude el debate, la argumentación, la dialéctica del discurso. Pululan oraciones ancladas en la mentalidad colonial-racista, de castas sociales. “Negro tenía que ser”, “para ser negro sos muy inteligente”, “aquí hubo mano negra”, “se le salió el indio”, “me negrearon” y un largo etcétera de discriminatorios desmanes verbales.

En ese mismo sentido, sucede igual con la palabra “izquierda”, que se demoniza y somete a analogías con lo siniestro, lo tenebroso, lo que hay que temer y desterrar. Si una candidata, como es el caso de la mencionada Márquez, le dice a César Gaviria que él es un neoliberal y que buena parte de todas las miserias de las mayorías de la gente hunden sus raíces en los nefastos tiempos del presidente del apagón y de la apertura económica, este responde que se trata de “declaraciones groseras, falsas y malintencionadas”.

Esperemos, pese a todo, que este país mestizo, negro, indio, zambo, blanco, mulato, salto atrás, café con leche, pardo… algún día alcance la equidad, la paz y la prosperidad.

Reinaldo Spitaletta para La Pluma

Editado por María Piedad Ossaba