Ucrania: un epifenómeno

La solidaridad, como la caridad, empiezan por casa.

Esopo se equivocaba al afirmar “La insignificancia es garantía de seguridad”. Por el contrario, los débiles, los miserables, suelen ser utilizados como carne de cañón. Lo peor: siempre hay sicarios que, voluntariamente, hacen de guaripolas. Una parida de Luis Casado…[N de Politika)

Foto: Daniel K. Cheung, en Unsplash

Sé que el título le provocará erisipela a algunos amables lectores. Solo les pido leer lo que sigue. Merece la pena.

La guerra en curso tiene, como todo, una génesis. Una genealogía. Para descubrir sus raíces hay que cavar profundo. La memoria colectiva, aseveró Tony Blair, conocido politicastro europeo, no va más allá de un par de semanas.

EEUU entró en la II Guerra Mundial algo tardíamente, y hay controvertidas teorías acerca del porqué. Unos dicen que era útil esperar que los contendientes europeos se destruyeran mutuamente antes de venir a socorrer la victoria, otros que la población estadounidense –sin olvidar a sus oligarcas– no veía con buenos ojos inmiscuirse en los asuntos de un mundo que les caía lejos.

Winston Churchill supo lo que le costó convencer al Senado, a la Cámara de Representantes, y al propio Roosevelt, para entrar en guerra. Algún historiador señala que EEUU provocó, o facilitó, o incitó, el ataque a Pearl Harbour solo para justificar ante la opinión pública una decisión que preveían ampliamente impopular.

EEUU aun no salía de la Gran Recesión, y nadie sabía que la guerra sería la palanca mágica que crearía todos los empleos y la actividad industrial que proyectarían a EEUU a la cabeza de la economía mundial. Y de paso al control militar de buena parte del mundo.

La intervención estadounidense no fue free of charge: eso de que no existen almuerzos gratis ya formaba parte de la filosofía local. La factura enviada más tarde al Reino Unido, a Alemania, a Rusia y otros países europeos fue muy salada.

Pero esa no fue la única consecuencia: gran parte de Europa tuvo que seguir albergando, amablemente, las tropas estadounidenses. En algunos casos hasta el día de hoy. Quienes llamaron las cosas por su nombre, como Charles de Gaulle, lo definieron como “un protectorado”. Europa es “un protectorado” estadounidense, o sea, claramente, una colonia.

Si te caben dudas, el costo para Alemania de los 32 mil soldados del Imperio estacionados en su territorio fue de mil cien millones de dólares en la década 2010-2019. No lo digo yo: lo dijo el ministerio de Finanzas alemán, respondiéndole a Brigitte Freihold, diputado al Bundestag. Y Alemania puede alegar que otros países de Europa pagan aun más caro.

Como quiera que sea, EEUU gasta más en defensa que los 29 países aliados en la OTAN. Tú dirás que es normal, visto que el Imperio es EEUU. No obstante, Donald Trump se tomó la libertad, en Bruselas, de decirle a esa manga de manos de challa que tenían que pagar más precisando que 23 de los 29 estaban atrasados en el pago de sus miserables contribuciones (https://www.youtube.com/watch?v=2Cm8Su-bbmw).

EEUU paga hasta hoy el 70% del presupuesto de la OTAN: sus gastos militares cuentan por 3,4% de su PIB, mientras sus ‘aliados’ apenas superan el 1% de los suyos. No resulta difícil saber quien manda en esta curiosa ‘alianza’.

Hubo más. En agosto de 1944, tuvo lugar en Bretton Woods (EEUU) una reunión destinada a resolver cuestiones económicas, y principalmente monetarias: contrariamente a lo que sugirió John Maynard Keynes –una moneda de reserva internacional, el bancor– EEUU se las arregló para imponer el dólar como divisa planetaria.

Para desarmar las reticencias europeas ante tal desmesurada ventaja (Valéry Giscard d’Estaing, entonces ministro de Finanzas galo, en 1964, la bautizó un privilegio exorbitante, pero fue Charles de Gaulle quien popularizó la expresión) EEUU se comprometió a respaldar las emisiones de dólares con sus reservas de oro.

Pero… con el considerable gasto generado por la guerra de Vietnam, y la creciente competitividad de los países europeos y de Japón, EEUU constató por la primera vez en el siglo XX un déficit comercial. Nixon decidió pues, el 15 de agosto de 1971, abandonar la convertibilidad del dólar en oro. Desde entonces el mundo produce todo lo necesario, incluso lo superfluo, mientras los EEUU emiten los dólares para comprar lo que les sale de las narices.

Como apuntó un trader neoyorquino: “El dólar es nuestra moneda, ¡pero es vuestro problema!” Otro charlatán, Milton Friedman, declaró muerto de la risa: “No le debemos nada a nadie: nuestra deuda está expresada en dólares, y los dólares los fabricamos nosotros”. Paul Volcker, que en esa época (1969-1974) era subsecretario de Asuntos Monetarios en el ministerio de Finanzas (Treasure), contó entre carcajadas que le pidieron un discurso para anunciar el abandono de la paridad oro: “Pasé toda la noche imaginando un discurso pidiendo excusas ante la peor derrota de nuestra economía en toda su Historia. Cuando llegué a la Casa Blanca al día siguiente, me dijeron: ¡Es un triunfo boludo! Ahora podemos hacer lo que nos de la gana”.

¿Qué es esto sino la clásica definición de un Imperio?

Esta realidad no era del gusto de todos los europeos, en particular de Charles de Gaulle, quien, al llegar al poder por la segunda vez, en una conferencia de prensa del 21 de febrero de 1966, anunció que Francia abandonaría el comando militar de la OTAN. ¿Por qué? Mon Général expuso cinco razones:

“En razón de la evolución interior y exterior de los países del Este, el mundo occidental ya no está amenazado como lo estuvo en la época en que fue organizado el protectorado americano en Europa, bajo cobertura de la OTAN”.

“La Rusia soviética se dotó, después, de una potencia nuclear capaz de golpear directamente los EEUU, lo que indetermina, por lo menos, las decisiones americanas en cuanto al empleo eventual de sus bombas, y por lo tanto privó de justificación –hablo en nombre de Francia– ciertamente no la alianza, pero sí la integración (en la OTAN)”.

“Los conflictos en que entra EEUU en otras partes del mundo, como antes de ayer en Corea, ayer en Cuba, y hoy en Vietnam, corren el riesgo de tomar –en virtud de la famosa escalada– una extensión tal que de allí podría salir una conflagración general. En este caso, Europa, cuya estrategia es, en la OTAN, la de los EEUU, se vería automáticamente implicada en la guerra aunque no lo quisiera”.

“Además, nuestro país, que se transformó por su lado y por sus propios medios en una potencia atómica, está llamado a asumir él mismo las muy extensas responsabilidades políticas y estratégicas que trae consigo esta capacidad y que su naturaleza y sus dimensiones hacen evidentemente inalienables”.

“En fin, la voluntad de Francia de disponer de ella misma, voluntad sin la cual cesaría rápidamente de creer en su propio rol y de poder ser útil a otros, es incompatible con una organización de la defensa en la cual se encuentra subordinada”.

“En resumen, se trata de restablecer una situación normal de soberanía, en la cual lo que es francés, en tierra, en el cielo, en el mar y en sus fuerzas, y en todo elemento extranjero que se encuentre en Francia, dependerá solo de las autoridades francesas…”

De Gaulle no podía ser más claro: Francia no puede ser un protectorado de una potencia extranjera.

En el Consejo de Ministros del 9 de marzo de 1966, un miércoles por la tarde, Charles de Gaulle fue aún más claro, cuando, solemne, le dijo a sus ministros:

“¿Quién cree aún en la amenaza de una invasión soviética? Mientras tanto, los americanos ya están aquí…” (L’Express. 13 de marzo de 1966).

El lunes 7 de marzo, Maurice Couve de Murville, ministro de RREE francés, había convocado al Quai d’Orsay a Mr. Charles Bohien, embajador de EEUU, para entregarle un mensaje personal del Presidente de la República francesa al presidente Lyndon B. Johnson: era la notificación oficial de la decisión francesa que, por cortesía, fue informada antes que a nadie al presidente yanqui. Francia se retiró, no de la Alianza, sino de su organización militar. Al mismo tiempo Francia pidió abrir negociaciones bilaterales para fijar las modalidades de su cooperación ulterior con los países interesados.

Desde entonces Europa, –ahora la Unión Europea–, no ha definido su política de defensa. Ahí están las raíces del drama ucranio. Las veleidades francesas contribuyen a complicar las cosas. Nicolas Sarkozy, pasándose el ejemplo de De Gaulle por el Arco de Triunfo, decidió que Francia reintegrase la organización militar de la OTAN (3-4 abril 2009) y desde entonces los militares franceses están, en la OTAN, bajo mando estadounidense.

Pregunta: En caso necesario… ¿quién da la orden de lanzar las armas nucleares francesas? De entrada ¿Qué es un caso necesario? Por ejemplo una agresión rusa contra Lituania, país que está en la OTAN. Siguiendo las reglas, Francia debiese usar todo su poderío militar para castigar al intruso, obedeciendo órdenes de generales estadounidenses. ¿Queda claro? Los estatutos de la OTAN no indican qué hacer si, -no lo permita el Todopoderoso-, nos envían un enjambre de misiles atómicos de vuelta.

Europa, la Unión Europea, ya se dijo, no tiene competencia en materias militares. Cuando Úrsula von der Layen, en su incomparable estulticia, propone comprar armas para dárselas a Ucrania, olvida que nadie en la UE puede tomar tales decisiones. No tenemos ejército, y por lo tanto no tenemos presupuesto de defensa. Úrsula von der Layen, y el muy irresponsable Josep Borrel (que fuera un radical enemigo de la OTAN) proponen una malversación extremadamente ilegal de fondos europeos. El senador Yves Pozzo di Borgo (ver más adelante) estima que se trata de un golpe de Estado institucional: la Comisión Europea no tiene ninguna competencia en materia de defensa.

Cierto, cada cierto tiempo uno u otro líder se refiere al tema de la defensa europea, las más de las veces para ganar votos, y después entierra –una vez más– toda referencia a la independencia de Europa en materia militar. De ese modo, por defecto, la OTAN devino el paraguas defensivo de decenas de países que, por una parte se ahorran cientos de miles de millones de dólares, y por la otra se hunden en la dependencia a la voluntad de EEUU.

El último responsable europeo en mencionar esto, –¿porqué ahora?–, fue Emmanuel Macron, en su discurso del 02 de marzo pasado. Tal vez la única novedad de su discurso fue esto:

“Nuestra Europa, en este trance, demuestra, como lo ha hecho estos últimos meses, una unidad encomiable. Ella debe aceptar ahora pagar el precio de la paz, de la libertad, de la democracia. Ella debe invertir más para depender menos de otros continentes y poder decidir por ella misma. En otras palabras, transformarse en una potencia, más independiente, más soberana”. (sic)

Europa es un “protectorado”. Ya lo dije y lo repito. Lo dice Macron, con palabras encubiertas que no engañan a nadie. Europa debe “pagar el precio de la paz, de la libertad, de la democracia.” ¿Quién paga hasta ahora? Europa “debe invertir para depender menos de otros continentes”… ¿Por qué no decir claramente de los EEUU? Macron cae en el ridículo más completo cuando sugiere que Europa debe ser “más independiente, más soberana”. Esto es como el embarazo. Una mujer no puede estar “más embarazada”. O lo está, o no lo está. Europa no es ni independiente ni soberana porque no puede “decidir por sí misma”, Macron dixit. Europa es un protectorado americano.

De los 27 países que forman parte de la UE, 14 aun tienen problemas fronterizos, para no mencionar Irlanda del Norte, una colonia inglesa en territorio irlandés, ni el peñón de Gibraltar que de tiempo en tiempo crea problemas entre el Reino Unido y España, ambos miembros de la OTAN. Menos aun el conflicto entre Turquía y Chipre. Turquía es miembro de la OTAN, sin embargo dividió la isla por la fuerza e instaló un país ficticio –Chipre del norte– que no es reconocido sino por Turquía. ¿Quién se inquietó? De paso, mencionemos el conflicto fronterizo entre Grecia y Turquía, una vez más ambos miembros de la OTAN, y la venta de aviones de guerra franceses a Atenas para intimidar a Ankara. Mejor aun, en medio de esa disputa, hace unos meses Francia envió sus aviones a patrullar por cuenta de Grecia, contra Turquía. Tampoco olvidemos los Balcanes. En junio, eso parece, los serbios de Bosnia planean declarar su autonomía para unirse a Serbia. Serbia, país bombardeado por la OTAN y despedazado para crear otro país ficticio, Kosovo, que ni siquiera los países de la UE –como España– reconocen.

Como puede verse, Ucrania dista mucho de ser un caso único. Sin embargo, la OTAN ha rechazado sistemáticamente abordar la cuestión de las fronteras así como la cuestión de la seguridad en Europa. Líos que se arrastran desde el término de la II Guerra Mundial en 1945 y desde la desaparición de la URSS en 1991.

En 1989, el muy maleable Gorbachov aceptó la disolución del Pacto de Varsovia, y la única condición que le exigió a su ‘amigo’ George Bush Sr. fue que ninguno de los países que lo habían conformado entrasen en la OTAN. Sabemos que Bush y su Secretario de Estado James Baker le aseguraron que eso nunca ocurriría. Sin embargo, poco después esos países ingresaron en la OTAN. “Ese fue el gran error”, dice el senador francés Yves Pozzo di Borgo, vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado de 2004 a 2017. En el año 2008, dice Pozzo di Borgo, Putin estaba muy enfadado con ese tema. En Budapest, hubo una reunión entre Merkel, Sarkozy, Putin y Bush. En esa ocasión Putin le dijo a Sarkozy: “Si tu aceptas lo que quiere Bush, que Georgia y Ucrania entren en la OTAN, tendremos una guerra”. Pozzo di Borgo continúa: “Y Sarkozy fue muy claro (al responder): de ninguna manera, ni Ucrania ni Georgia entrarán nunca en la OTAN”.

“¿Porqué hubo el lío en Crimea?”, pregunta Pozzo di Borgo, y él mismo responde: “¡Porque la OTAN quería instalar una base militar en Crimea!”

Sorprende constatar que ahora nadie se acuerda de lo que precede. Los despreciables e ignorantes periodistas tarifados se hacen un placer en señalar que eso “nunca existió”.

El mismo Pozzo di Borgo, político centrista, afirma que las sanciones contra Rusia no tienen ningún asidero legal. Que es la ONU, no los EEUU, quien puede imponer sanciones, pero que los EEUU presionan a la Unión Europea para aplicar sanciones que le cuestan más caro a Europa, y en particular a Francia, que a Rusia. Las sanciones, explica Pozzo di Borgo, no respetan el derecho internacional: “Somos siempre los ‘caballitos’, los telegrafistas de los americanos. Sabemos bien que desde 1945, el derecho internacional no lo han respetado muy a menudo los americanos”. Y agrega: “Solo contribuimos a incrementar las tensiones.”

Es el momento de señalar que Putin, buscando razones para invadir Ucrania, echó mano a la crítica de los… bolcheviques, y muy en particular de Lenin. Es la Política de las Nacionalidades de Lenin, dice Putin, la que creó un lote de países que no habían tenido existencia legal hasta entonces. Su interpretación de la Historia es antojadiza. Ya he tenido la oportunidad de señalar que era la época del colonialismo más descarado, criminal y ladrón. Colonialismo de los EEUU, de Alemania, de Francia, de Bélgica, de los Países Bajos y de Japón, quienes, en ese entonces, no le querían imponer la democracia a nadie.

Los bolcheviques, estimando que no podían utilizar el ‘derecho imperial’ zarista para crear la Unión Soviética, inscribieron en su Constitución (1924) el derecho de cada país a separarse cuando lo estimase necesario. La integración de cada país en la URSS debía ser pues una decisión voluntaria. Ahora Putin estima que de ese modo se crearon repúblicas ficticias, y que conviene reintegrar esos territorios a Rusia. Tal interpretación es tan descabellada que por poco ‘occidente’ no sale en defensa ¡de Lenin!

Como sabemos, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, murió el 21 de enero de 1924, pero estuvo ausente desde agosto 1918, cuando Fanny Kaplan, militante esserista, le alojó una bala en el cuello, cerca de la cabeza.

Culpar a Lenin de eliminar toda posibilidad de colonizar las repúblicas soviéticas, he ahí un curioso argumento. Por lo demás, no hace falta ser un erudito en sovietología o en bolchevismo para saber que quien redactó las tesis para la Política de las Nacionalidades no fue Lenin, sino Stalin. La adopción de ese texto intervino más tarde, cuando Lenin ya no podía debatir con nadie.

Más tarde, los crímenes de Stalin hicieron pasar piola los crímenes del colonialismo: los tartufos que repiten hasta la náusea que Stalin fue un criminal, alzan el tono para que a nadie se le ocurra siquiera mencionar un siglo de luchas independentistas que fueron reprimidas salvajemente. Entre quienes lograron expulsar a los colonialistas estuvieron la India y Pakistán, al precio de millones de víctimas, y por cierto Vietnam, Laos y Camboya. ¿Algo que decir al respecto señores defensores de la libertad y la democracia?

Pero volvamos a lo nuestro. El epifenómeno Ucrania.

La evolución política, económica, financiera, militar, cultural y diplomática hace que el célebre Nuevo Orden Mundial anunciado por George Bush Sr. se vaya disipando como la neblina: lenta pero seguramente. El control militar, económico y financiero logrado por EEUU al terminar la II Guerra Mundial va aflojando. No desaparecerá mañana, pero no volverá a ser lo que fue. En el Pentágono, y en lo que Donald Trump llamó el “deep government”, se estrujan la mollera para diseñar estrategias que refuercen un dominio que se va perdiendo.

Desde ese punto de vista, habrá que decirle adiós al monopolio de la gestión de las transacciones financieras que hoy –quieras que no– pasan por New York. El dólar, progresivamente, va perdiendo su exclusividad como moneda de intercambio comercial, y como moneda de reserva.

La primacía militar del Imperio sufrió su primera derrota significativa –si exceptuamos la guerra de Corea del 25 junio 1950 al 27 de julio 1953– en Vietnam. Eso fue un trauma no solo para el aparato político estadounidense, sino también para su estructura militar incluyendo a sus soldados, abandonados a su triste suerte una vez la guerra terminada.

De ahí en adelante, la población de EEUU no parece muy inclinada a ver morir sus hijos en guerras que tienen lugar en sitios ignotos, con nombres que el yanqui medio no logra ni siquiera pronunciar. Los soldados del Imperio, objeto de tanta película de Hollywood, suelen ser negros, asiáticos o chicanos. ¿Quién quiere morir por Dniepropetrovsk? Ya nadie quería morir por Kabul…

Entonces, en medio de este mambo, surgen peones como Ucrania, con el perdón. País en el que prevalece –lo dice la prensa europea– una corrupción endémica ante la cual la corrupción chilena pasa por la probidad absoluta. En donde los EEUU estimularon con mucho éxito a grupos ultraderechistas, con raíces en las huestes que se sumaron a las tropas nazis durante la II Guerra Mundial, y que tienen ansias de revancha. ¿Nazis? ¿Qué nazis? Preguntan los expertos y los periodistas tarifados.

Los que vemos en toda Europa, Francia incluida, y que nadie puede negar. Y en Ucrania, en donde durante más de una década se dedicaron –como el batallón Azov– al terrorismo contra la población rusoparlante. Unos 14 mil muertos, hombres, mujeres y niños. Esos muertos de ayer no disculpan los muertos de hoy. Pero es una inmensa canallada ocultarlos.

Como es una canallada negar el carácter fascista de Vox en España. O del “zemmourismo” en Francia. O el neo nazismo del Nationaldemokratische Partei Deutschlands (NPD) y/o de Alternative für Deutschlands (AfD) en Alemania. O de los fascistas italianos que controlaron el gobierno con la Alianza Nazionale y la Lega Nord de Umberto Bozzi. Neonazis estuvieron en el gobierno austríaco. Y están en el gobierno polaco, y aun en otros gobiernos supuestamente democráticos europeos. ¿Qué nazis? Esos nazis que la emoliente democracia europea tolera a veces por oportunismo, a veces por miedo.

Esa fue la razón, o el pretexto, de Putin para invadir Ucrania. Por mucho menos que eso los EEUU invadieron Panamá. Y Granada. Sin que ningún tartufo osara abrir la boca. Por unos pinches ingenios de caña de azúcar los EEUU intentaron invadir Cuba en abril de 1961, y así les fue. Nadie, ningún defensor de la libertad y la democracia dijo ni pío. Las invasiones del Imperio no molestan: son parte del Orden Mundial.

¿Qué potencias se alzarán en el siglo XXI para disputarle a EEUU la primacía planetaria? Es frecuente mencionar a China. Pero también hay potencias regionales que se hacen cada vez más molestas. Pakistán, la India, Irán… Rusia, que siempre fue un actor global.

Que nos guste o no nos guste es otro cuento. Que Europa acepte ser un protectorado, una colonia estadounidense, es asunto de cada país europeo visto que la ‘nación europea’ no existe. Aún así, ni EEUU ni Europa, ni siquiera juntos, son todo el planeta.

Ucrania disponía de un PIB del orden de 156 mil millones de dólares el año 2020, y es uno de los países más pobres de Europa, que cuenta con unos cuantos países miserables. Eso, según las pinches estadísticas que se practican en Chile, da unos US$ 3.700 per cápita. Chile, ese año, anunciaba un PIB per cápita de US$ 13.230…

La deuda externa de Ucrania, según la prensa europea, es del orden de US$ 57 mil millones. Aprovechando tanta declaración de solidaridad, el presidente ucranio Volidimir Zelinski pidió la anulación de esa deuda. Millones de ansiosas miradas se vuelven hacia el FMI y el Banco Mundial que, muy seguramente, no más tarde que mañana, accederán a la solicitud de Zelinski. ¿Cabe alguna duda?

Como quiera que sea, el PIB de Ucrania representa menos del 0,1% del PIB de la Unión Europea. Si lo subrayo no es por restarle importancia, sino para explicar por qué, además de las razones ya expuestas, Ucrania es un epifenómeno. EEUU y la Unión Europea están dispuestos a combatir hasta el último ucranio. Pero, como dijo y repitió Joe Biden… no enviarán soldados.

Vaya mi conmiseración hacia los millones de ucranios, los millones de rusos y los millones de europeos que pagaremos el pato de esta boda. En medio de las sanciones aplicadas a Rusia, destacan sobre todo las excepciones que protegen los negocios de las multinacionales: el gas, el petróleo, la alúmina, la banca y los diamantes rusos que siguen invadiendo EEUU y la Unión Europea.

La especulación está en su apogeo, y nadie, NADIE, desea perder esta ocasión de hacer un buen negocio. Ni siquiera Arabia Saudí, país extremadamente democrático, amigo de Francia y aliado de los EEUU, que se niega a producir más petróleo para estabilizar el precio: habría que ser muy idiota.

La solidaridad, como la caridad, empiezan por casa.

Luis Casado para La Pluma, 5 de marzo de 2022

Editado por María Piedad Ossaba

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