Nos dijeron que ya la historia se había acabado, ¿se acuerdan?, que las ideologías habían muerto, que el capitalismo era la única forma del hombre alcanzar la felicidad y cositas así. Nos arroparon con teorías sobre la posmodernidad. Nos dijeron que el imperialismo no existía, ja, ja. Y a través de la apertura económica, ¿se acuerdan, cierto?, el país del entonces “revolcón” le abrió las patitas a la globalización, aquella barbaridad que, tiempo atrás, el desvergonzado Henry Kissinger había bautizado como “otro nombre para la posición dominante de Estados Unidos”.
TLC= Tratado de Libre Comercio, Matador
Inauguramos las aperturas económicas en los noventa. Y, en los dos mil, abrimos las compuertas, ya “desvirginizadas”, a los Tratados de Libre Comercio, sí, los mismos que hoy tienen sin vaca lechera, que ni leche condensada puede dar, a los medianos y pequeños ganaderos de Colombia.
Fuimos aprendiendo (eso es apenas un decir, la oligarquía colombiana y los intermediarios del capital financiero seguían cual rameras sin burdel vendiéndose a sus machazos washingtonianos) que la teoría económica correspondiente a los TLC no era otra que el neoliberalismo. Se perdieron los mercados internos, se permitieron “normas iguales para países desiguales”, y así, con aperturas y otras vagabunderías se abrió el país a la penetración no solo de capitales sino de mercancías foráneas a granel.
Y en esas andan hoy los ganaderos de Colombia. Los de Fedegan ya se dieron cuenta de cómo fue un error garrafal haberle creído al “patrón” Uribe, cuando en 2006 decía que había que suscribir esos tratados con la gringada. Como se expresa en el muy documentado libro Saqueo, de Aurelio Suárez, “Colombia cedió todo sin recibir casi nada a cambio” con los TLC. Y se acrecentaron nuestras dependencias, como la alimentaria, por ejemplo.