Cuando el llano canta

Los cantos de trabajo de Venezuela y Colombia, universalizan una tradición popular mantenida durante siglos por hombres y mujeres cuya faena diaria se integra con la naturaleza, exaltando los valores de una Patria forjada en las llanuras.

Aún no ha salido el sol y en el campo se escuchan las voces de los trabajadores acompañando sus faenas y el llano canta. En Venezuela y Colombia se repite, día a día, esta práctica de comunicación vocal que caracteriza y describe la relación del recio hombre llanero con su entorno y las labores que realiza.

Los hombres elevan melodías a capela, mientras las manos se ocupan en la faena. El Llano canta sobre temas relacionados con el manejo del ganado, en sintonía con la dinámica naturaleza-medio ambiente.

La Unesco incluyó, en 2017, los “Cantos de llano colombo-venezolanos” en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia, como protección y reconocimiento de sus aportes a la diversidad cultural de la región llanera de ambos países.

Se sumó así, a las expresiones cuya existencia y transmisión están en peligro. En este caso, debido a cambios socioeconómicos y políticos que afectan el universo cultural de los Llanos.

A pesar de todo, desde muy temprano en la mañana y hasta mucho después que se oculta el sol, el llano canta, manteniendo viva la tradición que ha acompañado a estas faenas desde los tiempos de la colonia.

Canta el llano colombo-venezolano

En los Llanos, como en otras regiones de Venezuela, se registra una variedad de cantos de trabajo. Estos forman parte del sistema de la ganadería tradicional llanera, práctica económica, social y cultural regida por códigos propios, centrados en el trabajo con el ganado. Es un sistema en armonía con las condiciones ambientales y las dinámicas de la naturaleza de la región.

Fruto de la estrecha relación existente entre las poblaciones llaneras con el pastoreo de bovinos, supone la realización de diferentes labores. El llanero canta durante el ordeño, la labranza, el arreo, incluso durante la cosecha, la molienda del maíz y el descanso.

Esta manifestación cultural se extiende por unos 500 mil kilómetros cuadrados del territorio colombo-venezolano.

De los cantos y las faenas

Esta práctica de comunicación vocal, que surgió debido a la estrecha relación hombre-ganado, es un conocimiento adquirido durante el proceso de construcción del paisaje socio-productivo de la región.

El llano canta con tonadas cuyas líneas melódicas se prolongan a voluntad del intérprete, con escasa sujeción a ritmo o medida, estructurados sobre textos cuya forma básica es la cuarteta octosilábica.

En general, los llaneros cantan sobre los retos de la vida individual y colectiva, temas que se transmiten oralmente a los niños desde su infancia. Esos cantos que se expresan, principalmente, en el arreo y el ordeño,  dieron origen a manifestaciones vocales que son imprescindibles para su eficiente cumplimiento.

Pero también existen cantos para otras actividades como la domesticación y la vela para pastorear un rebaño a descampado, o tranquilizarlo en las noches.

Cantos de arreo

Los cantos de arreo son canciones de lejanía, destinadas al manejo del rebaño en movimiento por las sabanas abiertas. Entonados sin acompañamiento instrumental, dado que las manos están ocupadas, estos cantos, a una sola voz, guían las puntas de ganado. En algunos casos, puede sumársele el sonido de la guarura (Strombus gigas) u otras especies de grandes caracoles, o de cuernos o cachos de reses.

Los rodeos y juntas llaneras encuentran en los cantos de cabestrero, una conexión entre la peonada y su tarea. Al realizar la faena, el hombre a caballo se canta a sí mismo para reducir la fatiga y el esfuerzo de lidiar con el ganado. El ganado reconoce la voz del cabestrero y este domina la manada con tonadas y melodías.

El llanero puede improvisar mientras arrea o adapta letras previamente difundidas en la oralidad. Desde el punto de vista musical, los cantos de arreo se caracterizan por su tono quejumbroso, con versos melancólicos y reflexivos. Son voceados al ganado para controlar sus movimientos y producir estados de sosiego que evitan su estampida.

Cuando el llano canta, se mezclan tonadillas y expresiones como gemidos y sonidos melódicos sueltos, que ayudan a amansar las reses.  Estos llamados intercalan jipíos para cada tarea, un hipo fingido, un jadeo o quejido, especie de gimo producido por el llanero.

Cantos de ordeño

Como especie de llamados se configuran los cantos de ordeño que reconocidos por vacas y crías. En los llanos colombo-venezolanos el canto inicia cuando el ordeñador llama a la vaca por su nombre.

Constituyen las expresiones melódicas más elaboradas de trabajo en el llano. Es una antigua tradición de vocalizaciones improvisadas por los llaneros al pie de las reses, mientras extraen la leche del ganado.

La tarea manual debe hacerse en forma tranquila. Para preparar a la vaca el llanero le canta a capela, en forma natural. El llano canta mientras el ordeñador improvisa melodiosos versos, llevado por un ritmo que conjuga los sonidos mecánicos del ordeño y la armonía de su voz. La tonada es la composición musical más acabada en las labores de ordeño.

Patrimonio en riesgo

Poco a poco la vitalidad de esta manifestación se ha reducido por cambios socioeconómicos y políticos en los Llanos, que responden a ambiciosos planes de ordenación territorial  bajo una perspectiva desarrollista.

Cambios que alteran no solo los sistemas de propiedad y uso de la tierra, sino también los espacios naturales, sociales y culturales donde se interpretan los cantos. Como consecuencia se ha ido perdiendo el interés por las técnicas y los valores de las faenas llaneras.

La industrialización, el uso de camiones para el transporte de ganado, el arreo en motocicletas y la mecanización del ordeño, son prácticas modernas que van dejando de lado el trabajo de cabestreros, ordeñadores y sus antiguos cantos.

Patrimonio inmaterial de la humanidad

Como una medida de protección de esta manifestación cultural, Venezuela y Colombia presentaron una solicitud de declaratoria que fue aceptada en el año 2017. Así, el 5 de diciembre de ese año, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), incluyó los “Cantos de trabajo del Llano colombo-venezolano” en la Lista del Plan Especial de Salvaguardia Urgente del Patrimonio Cultural Inmaterial.

La declaratoria formaliza un desafío a la modernidad, un reto al tiempo presente frente a las nuevas tecnologías. Forma parte de los esfuerzos para salvaguardar esta práctica, entre los que destaca la celebración de encuentros entre depositarios de este patrimonio cultural y jóvenes de la región.

Además se organizan proyectos de formación para maestros de escuela y festivales de canto.

“Los cantos tienen una importante dimensión expresiva, afirmación del espíritu llanero, orgulloso y amante de su territorio (…) Su contenido resalta aspectos del espíritu y la identidad del llanero y sus contenidos van desde la épica llanera a la lírica amorosa y la picaresca, con un gran componente de improvisación”, explica el documento elaborado para su postulación por el Centro de Diversidad Cultural, tras años de investigación.

Los cantos de trabajo del llano se suman a las declaratorias de los Diablos Danzantes de Venezuela (2012), Parranda de San Pedro (2013), la Tradición Oral del pueblo Mapoyo (2014), los conocimientos y técnicas tradicionales vinculadas al cultivo y procesamiento de la Curagua (2015), los carnavales de El Callao (2016) y,más recientemente, la tradición de la Palma Bendita, incluida en 2019.

Siglos de historia

El Llano canta desde el siglo XVI, tiempo al que se remonta su origen con la llegada del ganado vacuno traído desde España. La dinámica social en torno a la ganadería, la cría y el pastoreo, conformaron un ejercicio que se ha transmitido, de generación en generación, desde entonces.

Ya en la Guerra de Independencia se evidenciaba que los llaneros son pródigos cantadores.

Desde la Colonia estas formas de expresión se repiten en los oficios femeninos como pilar maíz, lavar ropa y en el acompasado ritmo del pilón, mientras la mano va trabajando, triturando el grano.

Luis Felipe Ramón y Rivera, musicólogo venezolano, fue el primero dedicado al estudio de esta manifestación con su obra Cantos de trabajo del pueblo venezolano (1955).

Pero por su importancia en la vida del llano, los cantos de faena han sido reflejados en todos los ámbitos, incluyendo la literatura venezolana. Están presentes en obras como “Memorias de Mamá Blanca” de Teresa de la Parra, “Cantaclaro” y “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos, y “Diario de un llanero” del cunavichero Antonio José Torrealba.

El Llano canta en la noche

Los llamados cantos de vela acompañan la labor del centinela en descampado, quien mantiene despiertas a las reses con cantos, silbidos y gritos durante las horas nocturnas. Si el ganado dormita y despierta con sobresalto, se desbarajusta la manada y se pierde el rebaño.

La peonada canta a la manada a cielo abierto, para que las reses serenen la jornada del día. Las letras reflejan vivencias comunes y emotivas, inspiradas en los largos trechos de camino.

A veces con la ayuda de un cuatro o bandola, únicos instrumentos que pueden transportarse a caballo, el llanero improvisa cantos tristes. Mientras se viaja con el ganado, las composiciones lastimeras calman las reses y vivifican las labores del día.

También se acompañan con silbidos acompasados y gritos melódicos, los cantos de los veladores de ganado. El leco, clamor exhalado por el llanero para llamar desde lejos, se emite al animal a sabana abierta con la fuerza del pulmón. El llano canta y al tiempo se escuchan registros fonéticos como Ajila, jo, oooijooooijo, jopa, japa, usados para guiar al ganado.

Al rescate de cantos y tonadas

Entre los esfuerzos por rescatar los cantos del llano y en especial la tonada, destaca la labor del compositor venezolano Simón Díaz (1928 – 2014). Ya desde mediados de la década de 1950, con la automatización de las fincas, previó el riesgo que corría la manifestación.

“Y cuando ya tuviéramos todas las fincas lecheras mecanizadas, entonces no iba a haber hombrecito que se levantara a las cuatro de la mañana a ordeñar una cuenta de vacas (…) Como el ordeño y el arreo son la materia prima de donde se nutre la tonada, yo me dije, no vamos a tener tonada llanera (…) Por eso fue que me dediqué a buscarla y componerla para ayudar y dejarle un aire musical a Venezuela que para entonces no tenía bien definido”, relata el músico y compositor en Simón canta y cuenta (1992-1994).

Tonadas, composiciones de agradecimiento y otros cantos de vaquería, forman parte sin duda de lo afirmativo venezolano. Mantener este patrimonio cultural es tarea de todos pues cuando el llano canta, es su alma que se expresa al amanecer mientras se ordeña, al atardecer y por las noches, al velar o encerrar el ganado.

Los cantos de trabajo de Venezuela y Colombia, universalizan una tradición popular mantenida durante siglos por hombres y mujeres cuya faena diaria se integra con la naturaleza, exaltando los valores de una Patria forjada en las llanuras.

Haiman El Trudi

Con información de Centro de la Diversidad Cultural, IAM Venezuela y Unesco

Fotos cortesía de Alba Ciudad y Centro de Diversidad Cultural

Fuente: Haiman El Troudi

Editado por María Piedad Ossaba