Los huertos de mango del Zamra, Tigray

La destrucción indiscriminada de los huertos a lo largo del río Zamra revela las intenciones de los ejércitos que hacen estragos en el Tigray. Su objetivo es reducir al pueblo Tigray a la penuria, aplastarlo para que nunca pueda volver a levantarse.

Hace unos días, las tropas eritreas y etíopes cortaron los huertos de mango de Adeba y Tseada a lo largo del río Zamra, en el centro-sur de Tigray. No se trata de una masacre, una violación colectiva o una tortura. Pero la tala de estos árboles frutales es una prueba de los objetivos bélicos de los dirigentes de Asmara y Adís Abeba.

Mi amigo y colega Mulugeta Gebrehiwot contó en una llamada telefónica realizada alrededor del 1 de marzo:

“… llegaron con cinco divisiones eritreas y dos etíopes y comenzaron una campaña en la parte sur de Tigray, en la región de Samre. Las fuerzas de Tigray  estaban en el extremo sur. Destruyeron la ciudad de Samre. Tomaron camiones Sino, cargaron el grano de los agricultores y [indistinto]… es incluso difícil  explicar con palabras, el nivel de destrucción. Hay un valle que tenía un sistema de riego con una plantación masiva de mangos. Literalmente arrasaron con esa aldea. La plantación está a lo largo de un río llamado Zamra. Es un sistema de riego y dos grandes aldeas, una de ellas llamada Adeba y  la otra Tseada.

Literalmente cortaron los árboles, los árboles frutales. Recuerda que teníamos mangos en casa cuando nos visitó en Mekele la última vez; una de nuestras hermanas vive en esa aldea, nos trajo mangos de allí. Los cortaron todos. Un árbol de mango tarda entre seis a siete años en dar frutos, lo que significa literalmente empobrecer a la gente durante los próximos seis o siete años, siempre y cuando alguien los replante inmediatamente.

Eso es lo que hemos escuchado hoy, he recibido el informe hace dos horas.”

La tala de árboles frutales está sujeta a una prohibición especial y ancestral en las leyes de la guerra. En Deuteronomio 20:19, Dios ordenó a los judíos:

“Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio.”

Este mandato  fue desarrollado en la tradición islámica. El célebre y frecuentemente citado dictamen de Abu Bakr, el primer Califa, daba a los musulmanes las siguientes instrucciones:

“Detente, oh pueblo, para que yo pueda darte diez reglas para tu orientación en el campo de batalla. No cometas traición ni te desvíes del camino correcto. No debeís mutilar a los cadáveres. Ni matar a un niño, ni una mujer ni a un hombre de mediana edad. No hagaís ningún daño a los árboles, ni los quemeís con fuego, especialmente aquellos que son fructíferos. ¡No matéis a cualquier rebaño del enemigo, a excepción de los que os sirvan de alimento. Es probable que os cruceís personas que han dedicado sus vidas a los servicios monásticos; dejarlos solos.”

Estas tradiciones protegen los árboles frutales porque son la fuente esencial de sustento  de las poblaciones rurales. Destruirlos es una forma particularmente flagrante de delito de hambruna ya que se necesitan  muchos años para recostituirlos.

La destrucción indiscriminada de los huertos a lo largo del río Zamra revela las intenciones de los ejércitos que hacen estragos en el Tigray. Su objetivo es reducir al pueblo Tigray a la penuria, aplastarlo para que nunca pueda volver a levantarse.

Es el crimen de guerra más antiguo inscrito en los libros.

Alex de Waal

Original: The mango orchards of Zamra, Tigray

Traducido por María Piedad Ossaba para La Pluma y Tlaxcala, 12 de marzo de 2021

Editado par  Fausto Giudice Фаусто Джудиче فاوستو جيوديشي

Traductions disponibles : Français Italiano 

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