Acaban de cumplirse 31 años de la artera y sangrienta intervención militar de Estados Unidos en Panamá, precedida de una feroz campaña de linchamiento mediático contra la nación istmeña y de una burda tergiversación de las verdaderas motivaciones de la agresión imperialista contra el pequeño y desarmado país.
Hoy se cierne el silencio sobre aquel crimen. Mirar al Sur recomienda la lectura de este documentado texto de Julio Yao sobre ese acontecimiento, parte de cuya introducción reproducimos a continuación:
La invasión a Panamá del 20 de diciembre de 1989 fue un acto criminal no provocado, injustificado, clasista (sus principales víctimas fueron los barrios pobres), genocida e inusual que la primera potencia del mundo lanzó contra un pueblo carente de ejército… y cuando las tropas panameñas estaban divididas, penetradas y desmoralizadas luego de cuatro años de ablandamiento mediante guerra híbrida. No fue una guerra, sino una masacre.
Las Fuerzas de defensa de Panamá sólo contaban con 2 mil 500 unidades militarizadas. ¡EU, con 40 mil! Básicamente, la invasión fue el mayor acto de cobardía y traición de EU contra un pueblo tradicionalmente pacífico y aliado, con el objetivo de deshacerse de los Tratados Torrijos-Carter de 1977, los cuales debían cumplirse el 30 de diciembre de 2000. La invasión fue un crimen contra el derecho internacional y la mayor proyección militar de EU desde la guerra de Vietnam. La Masacre de Panamá (proporciones guardadas) sólo se compara con:
1) La invasión, masacre y esclavización de Manchuria (China) por el imperio japonés en 1931;
3) El bombardeo de EU e Inglaterra a la ciudad de Dresde (Alemania) –con más de 250 mil muertos civiles en una noche– en 1945, donde las potencias aliadas arrojaron cruel e innecesariamente mil 800 toneladas de bombas… cuando la guerra ya estaba ganada;
Ángel Guerra Cabrera: Periodista y analista político cubano.
Participó en la lucha contra la dictadura de Batista y después del triunfo de la revolución cubana ocupó diversas funciones en las Milicias Nacionales Revolucionarias y el Partido Comunista de Cuba. Fue director del diario Juventud Rebelde (1968-1971), de la revista Bohemia (1971-1980) y de otras publicaciones cubanas.
Ha ejercido la docencia en la Universidad de La Habana, en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, de Cuba, y en la Facultad de Arte del Centro Cultural Casa Lamm en la ciudad de México.
Ha trabajado como periodista en países de Asia, África, Europa, América Latina y EE.UU. En México es articulista sobre temas internacionales de los diarios La Jornada y Excelsior.
Es coordinador del Foro de reflexión política México y el Mundo Actual, organizado conjuntamente por Casa Lam y La Jornada. Miembro del capítulo mexicano de la Red de Intelectuales y Artistas En Defensa de la Humanidad.