Lo dice el Gobierno Vasco. Y lo afirma de categórica manera para que nadie se llame a engaño y quede claro que la mascarilla hay que usarla siempre, no vaya a ser que alguien termine encontrando en el mensaje una rendija por la que respirar.
Es siempre, para que se entienda, siempre. Da igual qué hora sea, dónde esté, qué haga, así esté solo o acompañado. En cualquier circunstancia… “maskara beti.”
Y sí, es verdad, hay que usar la mascarilla pero no siempre. Basta con ver la televisión del Gobierno Vasco para saberlo o, simplemente, apelar a la sensatez, a ese común sentido que nos ayuda a distinguir entre cuando sí y cuando no. Hay espacios, distancias sociales, diferencias rurales y urbanas, pulmones y asmáticos, edades… Creo que estamos usando las mascarillas por encima de nuestras posibilidades, y las mascarillas, en sí, y me disculpan la obviedad, además de protegernos del contagio del virus también nos dificultan respirar aire, una sustancia gaseosa y transparente que, al parecer, es esencial para la vida.
Insisto, no estoy negando ni el uso ni la importancia de la mascarilla, no soy terraplanista, ni soy antivacunas, ni tengo amigos imaginarios a los que prender velas… soy una persona normal cuyo único alivio es quitarse la mascarilla cuando estoy solo y apago la luz.
Apelar a un eslogan tan maximalista como el que titula esta columna solo genera más miedo del debido y más desconfianza de la inevitable.
También hay que ponerse el casco de la moto pero no me parece que ayude a mi salud, yo que duermo solo, acostarme con el casco y con la mascarilla.
(Preso politikoak aske)
Editado por María Piedad Ossaba
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