Chile: fecundidad, morfología social, educación y estructuras familiares

La crisis sanitaria se interpuso entre una gigantesca y masiva movilización que deshizo las fronteras partidarias, ideológicas, filosóficas e incluso de clases, para fundir en una sola esperanza las aspiraciones tantas veces defraudadas por la violencia y la represión.

Un texto que ofrece claves para entender lo que ocurre en el campo de flores bordado. Las conclusiones las saca cada cual, visto que el autor, Luis Casado, se reserva las suyas. Que aproveche…[N de Politika]

Introducción

Con un título tan poco sexy tengo que explicarte de entrada que el tema va de algunos determinantes de fondo de las evoluciones sociales, entre los cuales la tasa de fecundidad, el nivel educacional de la población y la estructura familiar. Todo esto, según los elementos de análisis propuestos por Emmanuel Todd, antropólogo, demógrafo, historiador y rompe-scatole de mucho fuelle.

Foto: cortesía de Nelson Moya. Insurgencia social de octubre 2019

Si no lo advierto desde el inicio, igual te parece que se trata de un ladrillo ininteresante e indigesto. Craso error, visto que más entretenido que esto, te mueres.

En un breve ensayo de enero 2016 –Chile: de la dificultad de nacer. La previsible evolución del jaguar sudamericano– abordé la evolución demográfica del campo de flores bordado, evolución que anunciaba un triste futuro, así como la regresión de la productividad del personal, consecuencia de una crisis que encuentra su origen en la transformación de la Educación en un ‘bien de consumo’ según la pedestre fórmula de Sebastián Piñera, subproducto él mismo de la mercantilización del saber que ha distanciado dramáticamente el nivel intelectual y la inteligencia de los diplomas adquiridos en ese sistema.

Visto así, confiesa, el tema se pone cachondo.

Fecundidad

Ya he tenido la ocasión de repetir que la baja del índice de fecundidad, constatada hace décadas, persiste y no hace sino confirmarse con las ultimas cifras disponibles (Luis Casado. Las Cifras. Politika – 02/07/2020).

El Instituto Nacional de Estadísticas aseguró en el año 2018 que la tasa de fecundidad del 2017 había sido la más baja de la historia. El futuro mediato se resume en una proyección del mismo Instituto:

Estimaciones y Proyecciones de Población en Chile 1992-2050 establecen que hacia el 2029 se alcance el nivel más bajo de fecundidad con un promedio de 1,57 hijos por mujer en edad fértil (INE – 18 de noviembre de 2019).

Se trata de un dato que reviste una cierta importancia. Como dice el mismo Emmanuel Todd,

“hacer o no hacer un niño es una decisión que compromete la existencia y (…) una sociedad en la que las mujeres hacen en promedio dos hijos y otra sociedad en la que no hacen sino 1,5 no pueden sino ser muy diferentes globalmente, estructuralmente: en profundidad”.

¿Cuáles son las razones que determinan la tasa de fecundidad? Algunos expertos y ciertos políticos rehogados en su propia ignorancia avanzan una muy incierta noción de “transición demográfica”, sin explicitar lo que lleva a las sociedades a conocer dicha “transición demográfica”. En otras palabras, operan con la categoría “transición demográfica” sin explicar la génesis de tal “transición”, admitiendo que ella exista.

No deja de ser curioso que los citados expertos y políticos, fieles exponentes del neoliberalismo, no adhieran a la visión de Gary Becker quién sostiene que toda decisión de los agentes económicos es el producto de un cálculo económico.

Así, casarse o permanecer soltero, tener o no tener hijos, divorciarse, etc., no es sino la resultante de muy sabios y muy racionales cálculos que demuestran, o no demuestran, la rentabilidad de la decisión de formar un hogar y de tener o no tener hijos. Genialidades como esta le valieron a Becker el pseudo premio Nobel de economía del año 1992.

En mi citado ensayo de enero del 2016 propuse una explicación de la baja de la tasa de fecundidad correlada, muy precisamente, a una motivación económica pero ciertamente no la de Gary Becker: la terrible incertidumbre que genera un sistema económico en el cual la solidaridad nacional fue abolida.

A la que conviene agregar un nivel de salarios propiamente miserable, una previsión incierta (o que por el contrario condena muy ciertamente a la miseria), una Educación centrada en el lucro y la venta de diplomas depreciados, viviendas caras asociadas a créditos usureros y la progresiva guetoización de las ciudades, la creación de verdaderos bantustanes de mano de obra ‘calificada’ encerrada en condominios, o sin calificación ninguna recluida en villas miseria.

Desde ese punto de vista, que sostiene que la inmensa mayoría de los hogares chilenos conoce una persistente deterioración de sus niveles de vida, Chile (parafraseando a E. Todd) “en donde la pobreza devino un motivo de angustia general, parece evocar menos un país en una pendiente ascendente que una sociedad en vías de subdesarrollo”.

Lo que constatamos en todo caso es que, cuestión tasa de fecundidad, pasamos bajo el umbral de reproducción generacional. El argumento que pretende que las sociedades ‘nuevas ricas’ rehúsan reproducirse de tan felices que son, no se sostiene. El mismo fenómeno –la baja de la tasa de fecundidad en Francia– hace decir a Emmanuel Todd: “No conozco otro modo de interpretarlo que no sea ver en ello la señal de grandes dificultades económicas”.

Como quiera que sea, El Mercurio confirma la tendencia en un titular del 16/07/2020:

“Chile a la baja – La población del país se reducirá a 15,5 millones de personas para el año 2100”.

Educación

La carestía y la dudosa ‘calidad’ de la Educación es un elemento que ciertamente contribuye a disuadir a los hogares de conformar una familia numerosa. El fenómeno de la privatización de la educación –aunque a niveles disímiles entre Francia y Chile– provoca efectos convergentes.

Con relación a Francia Emmanuel Todd afirma: “La proporción de la población que hace estudios superiores aumenta, el nivel de tales estudios superiores baja”. Y agrega: “Hay que decirlo francamente: ciertos diplomas ya no valen gran cosa”.

No se trata necesariamente de estudios relacionados con disciplinas devaluadas subjetivamente (psicología, letras, filosofía…), o de diplomas inservibles como la criminalística de la UTEM, sino del conjunto de estudios que ahora llaman “terciarios” para eliminar la calificación de “superiores” que ya no merecen.

Todd precisa: “en Francia, 80% del crecimiento de la cantidad de diplomados de la enseñanza superior proviene del sector privado, encabezados por las escuelas de comercio, las escuelas paramédicas o de ingenieros”. Y concluye: “Los estudiantes son seleccionados, cierto, pero no obstante hay que admitirlo, ahora los diplomas ‘se compran’”.

La cuestión surge naturalmente, y Todd la plantea derechamente: “Si uno puede comprar su diploma… ¿de qué sirven concretamente los estudios superiores?”

Lo cierto es que tal fenómeno ha ido acompañado de la degradación de las perspectivas salariales de la masa de diplomados de la enseñanza terciaria, y de la progresiva banalización de las funciones a las que acceden. Así, un egresado de Polytechnique –la crema de la crema en Francia–, con especialización en una Gran Escuela de ingeniería, termina trabajando en la sala de dinero (money desk para los siúticos) de un banco cualquiera, tarea que el mismísimo Alain Minc –entusiasta partidario de la economía de mercado– calificó de “propia de cretinos”.

En Chile los cretinos –con o sin diploma– llegan a La Moneda, seguramente en razón de la pérdida en línea que se produce en los ‘ingleses de América del Sur’ habida cuenta de la distancia. Una suerte de efecto Joule que ni siquiera se transforma en calor.

Sin perder de vista que tipos como Emmanuel Todd en demografía y antropología se dan el trabajo de exhaustivas y prolongadas investigaciones, minuciosos cálculos estadísticos que no se limitan a chi-cuadrado (X2) y acumulan imponentes bibliografías, no he podido evitar hacer el paralelo entre lo que vive la fértil provincia y señalada, y la involución constatada en Francia.

Tal vez, quienes asimilaron Chile a un laboratorio poblado por cobayas –cavia porcellus, especie híbrida doméstica de roedor histricomorfo de la familia Caviidae– a las que se somete a las más osadas experiencias neoliberales, tienen razón: una vez probada la resistencia de los roedores chilenos a los malos tratos, se exportan los resultados a países a priori refractarios a la servidumbre pasiva.

Si Todd echa mano a datos provenientes de la propia Dirección de la Evaluación, de la Prospectiva y de la Performance (DEPP- organismo de la Educación Nacional gala) para mostrar una baja del nivel de los escolares y colegiales franceses, que afecta en prioridad su nivel en aritmética, lectura y ortografía, no es menos cierto que los datos disponibles para Chile (2018) provenientes del programa PISA, –Programme for International Student Assessment, estudio realizado por la OCDE que mide el rendimiento académico de los alumnos–, no son muy brillantes.

• En lectura, principal elemento de PISA 2018, los chicos chilenos (15 años de edad) obtienen 452 puntos, comparados a un promedio de 487 puntos en los países de la OCDE.
• Esos mismos chicos obtienen 417 puntos en matemáticas, comparados con un promedio de 489 puntos en los países de la OCDE.
• La nota en ciencias para los chilenos es de 444 puntos, mientras el promedio de los países de la OCDE es de 489.

Ahora bien, si las estadísticas son necesarias, hay que saber dispensarse de ellas, dice Emmanuel Todd. A veces basta con sacar la cabeza por la ventana y mirar lo que ocurre en el mundo. Para muestra un botón que nos ofrece amablemente El Mercurio en su portada del 14 de julio 2020:

“Escolares de 1° básico: ya antes del virus casi el 60% pasaba de curso sin las habilidades necesarias.”

Sin ánimo de incordiar, ese titular puso ante mis ojos una hipotética explicación relativa al iletrismo con el que me escriben a POLITIKA algunos profesionales (abogados, periodistas, ingenieros…) cuya prosa muestra y demuestra que aun no se enteran de que el verbo haber lleva “h” o, peor aun, que lo imaginan como una breve frase compuesta de la preposición “a” y del verbo “ver”: “a ver” (no es broma).

Del mismo modo, el fonema “ai”, independientemente del acento tónico que uno quiera darle, parece ser una única palabra que puede ser utilizada en todas y cada una de sus declinaciones, sin considerar en absoluto su ortografía. Así, “Hay”, “Ay” y “Ahí” son utilizadas siempre bajo la curiosa forma de “ai”. ¿Y esto… qué porcentaje obtiene en PISA? ¿En qué recomendación de tipo “habría que, bastaría con” proveniente de la OCDE, se integra?

Explorando los datos disponibles, los informes PISA, los resultados del inenarrable Simce, los cálculos de los expertos del Banco Central que ignoran hasta la regla de tres simple, he visto consolidarse la intuición que me dice que en los últimos 40 años han asesinado diez veces a Pedro Aguirre Cerda ante el silencio ensordecedor de lo que queda del Partido Radical y de la comunidad educativa.

Si el aumento de la productividad del conjunto de la población activa depende, así fuese solo tangencialmente, de su nivel de educación, está permitido discernir espesos y negros nubarrones en la evolución económica del país en los años venideros. Sin contar que la pedestre formación recibida a cambio del precio del diploma se abstiene cuidadosamente de enseñar a pensar, a reflexionar, a analizar críticamente las informaciones, datos y conocimientos –o pretendidos tales– a los que cada cual tiene acceso

Ahora bien, si aceptamos las conclusiones del análisis histórico de Emmanuel Todd, debemos considerar que “en la secuencia causal del progreso humano, el desarrollo educativo precede el desarrollo económico y no la inversa.” Prevenidos quedamos.

Tal aserción invalida el argumento que pretende que la educación es una inversión que cada uno hace en sí mismo con el propósito de rentabilizarla mas tarde gracias a mejores salarios. Ese es el argumento que preside la venta de la educación privada…

Contemporáneamente, una curiosa consecuencia de la ‘masificación’ de la educación terciaria llamó mi atención. Emmanuel Todd sostiene que en Francia, en un periodo en el que la masa de egresados de la enseñanza ‘superior’ dobló:
“Si la hipótesis de un subconsciente desigualitario que resulta de la difusión de los estudios superiores es correcta, se debe admitir que la masa de sentimientos antidemocráticos ha aumentado enormemente después de Maastricht” (1992).

La dispersión social no es un fenómeno aislado, propio a la sociedad chilena. Se trata más bien de un objetivo para cuya consecución se han desplegado ingentes esfuerzos, llevado a cabo reformas constitucionales y jurídicas ad hoc, reprimido abierta y encubiertamente todo tipo de organizaciones cívicas comenzando por los sindicatos, despojado de hasta la más mínima capacidad de representación a todos los organismos intermedios.

Margaret Thatcher describió muy temprano el mundo necesario para la dominación sin contrapeso del gran capital: un mundo de individuos ligados exclusivamente por sus relaciones mercantiles (el homo economicus de la teoría económica), un mundo en el que la sociedad no existe, o dejó de existir. En una entrevista del año 1987 a la revista Woman’s Own, Thatcher pronunció su célebre frase: “There is no such thing as society” (la sociedad no existe).

Dudo que Thatcher lo haya pensado, lo más seguro es que ni siquiera lo sabía: con esa frase no hizo sino confirmar espléndidamente lo que Marx y Engels (d)escribieron en 1848:

“La burguesía ha jugado en la historia un papel eminentemente revolucionario. En todas partes donde ha conquistado el poder ha destruido todas las condiciones feudales y patriarcales idílicas. Los abigarrados lazos familiares que ligaban al hombre con su superior natural los ha roto despiadadamente para no dejar subsistir entre los hombre otro lazo que el del interés descarnado, que el frío “dinero contante”. Las emociones sagradas de la exaltación religiosa, del entusiasmo caballeresco, del sentimiento del filisteo, los ha ahogado en las heladas aguas del cálculo egoísta. La dignidad de la persona la ha fundido en valor de cambio y, en lugar de las innumerables libertades garantizadas y costosamente adquiridas, les ha impuesto la única libertad, la del comercio, sin fe y sin escrúpulos. En una palabra, a las explotaciones enmascaradas por ilusiones religiosas y políticas, las ha sustituido por la explotación abierta, desvergonzada, directa y sin disfraz. La burguesía desgarró el velo de conmovedora sentimentalidad que recubría las relaciones familiares y las redujo a simples relaciones de dinero.” (Marx-Engels. Manifiesto del Partido Comunista. 1848).

Ese es el mensaje vehiculado por las palabras de Thatcher: La sociedad no existe. Solo existe el individuo. El ya mentado Gary Becker teorizó el tema declarando que toda decisión de un agente económico es el fruto de un cálculo económico, incluyendo el casarse y tener hijos (ya se dijo) o, ya puestos, robar o ser honesto. Si robar es rentable –es Becker quien lo dice– hay que robar a destajo, enseñanza esta que fue rápidamente asimilada por la clase política chilena y por empresarios enriquecidos gracias al saqueo del patrimonio público operado en dictadura.

La nación chilena no sería pues sino un agregado de agentes económicos atomizados que se parece como dos gotas de agua a la descripción que Marx entregó de la nación francesa de mediados del siglo XIX en su 18 Brumario de Louis Bonaparte (1852): “…la gran masa de la nación (…) está constituida por simple adición de dimensiones equivalentes, un poco como las papas en un saco, forman un saco de papas”.

Morfología social

En el ‘saco de papas’, perdón, en Chile, visto que la sociedad no existe, que solo hay individuos cuidando de sus propios intereses egoístas, que la noción misma de solidaridad desapareció, que la Educación pública y la Salud pública le cedieron el lugar al mercado de los correspondientes bienes de consumo… ¿Podemos concebir la hipótesis de la germinación de sentimientos antidemocráticos en el sector social que accedió a estudios dizque ‘superiores’, sentimientos que tomarían la forma de un complejo de superioridad hacia el resto de las ‘papas’, o más precisamente hacia quienes no lograron comprar un diploma?

En materia de investigación, no es aconsejable descartar ninguna hipótesis a priori, sin embargo, carezco en este momento de elementos suficientes para formular una conclusión definitiva.

La identificación de cada ‘papa’ con determinado estrato social, y la definición misma de cada estrato, –admitiendo que existen en modo tal de poder ser definidos–, es una tarea desertada por la sociología local. A menos que se tome en serio la burda segregación de la población en función de su poder adquisitivo (ABC1…) consagrada por una muy rupestre ‘clasificación socioeconómica’.

Ordenar la población en función de lo que cada cual ingresa por semana, mes o año es tarea más propia de contadores y tenedores de libros (lo soy, he ejercido), que de las ínfulas que se dan los ‘cientistas sociales’ que pueblan los think tanks aborígenes.

Emmanuel Todd, en su opúsculo, rechaza vigorosamente el encasillamiento en plan entomólogo, y critica, a mi juicio con razón, a quienes proponen una estratificación social basada en “tipologías inertes”.

Inertes e infértiles, repiten hasta la saciedad, indefinidamente, “que los de abajo tienen más problemas que los de arriba y que existen fenómenos de dominación social.” Todd, concluye: “Esta manera de describir la sociedad constituye a mis ojos la quintaesencia de una tipología inerte: existe en ella misma, para ella misma y en el fondo… no sirve de nada”.

¿Qué pensar de la clasificación en plan InsektenKlassifikationAbteilung que nos ofrecen la estadística y la sociología chilensis, ya bajo la forma de nivel de poder adquisitivo en el seno del mall o del shopping, ya bajo la forma burdamente aritmética de quintiles y deciles que cortan el cuerpo social como si fuese un embutido?

Imperfectas, las categorías utilizadas por Marx nunca fueron infértiles o inertes, sino herramientas utilizadas para describir y explicar fenómenos históricos que a su vez fueron y son dinámicos. Las categorías “clase obrera” y “burguesía” jamás pretendieron ser tipologías sociológicas sino la descripción de la posición de cada cual frente al modo de producción y a la propiedad de los medios de producción.

Para describir la sociedad francesa de mediados del siglo XIX –aquella que vivió no menos de tres revoluciones (1830, 1848 y 1871)– Marx utilizó las categorías “aristocracia financiera”, “burguesía industrial”, “proletariado”, “campesinado” y “lumpen-proletariado”.

Su aguda visión y su corrosivo humor le llevaron a constatar que las costumbres depravadas de la aristocracia financiera y del lumpen-proletariado se parecían y que en los dos extremos de la sociedad se encontraba el mismo tipo de podredumbre moral. ¿Quid del Chile de hoy?

En el prefacio de 1869, Marx escribe: “Yo muestro (…) cómo la lucha de clases (…) creó circunstancias y condiciones que le permitieron a un mediocre y grotesco personaje jugar el rol de héroe.” ¿Cómo no pensar en el Chile de hoy y en sus sucesivos presidentes desde 1973 a la fecha?

Para describir la sociedad francesa actual, las tensiones que generan los intereses divergentes de sus diferentes estratos sociales, y la influencia que ejercen o son incapaces de ejercer en el ámbito político, Emmanuel Todd parte por simplificar brutalmente el cuadro con dos reflexiones que pueden sernos de utilidad a la hora de examinar el caso chileno.

La primera reflexión:

“En Francia, por decirlo así, nos vemos liberados del concepto de ‘burguesía industrial’ puesto que el euro se encargó de destruir nuestra industria y puso lo que queda de ella bajo el dominio de los bancos y las finanzas.”

¿Qué industria nacional justificaría considerar una categoría social de tipo “burguesía industrial” en Chile, país que no fabrica ni siquiera los zapatos que portan sus ciudadanos, ni los tejidos que los visten?

La segunda reflexión:

“En la hora actual, la derrota (Todd se refiere a la derrota de la clase obrera de junio de 1848, y sobre todo a la pérdida de su preeminencia numérica en la sociedad actual) se manifiesta, para las clases populares, por una baja del nivel de vida y la desaparición de toda capacidad para influir en las decisiones políticas.”

En un momento en el que las clases populares chilenas ven la costra política parasitaria que las domina negarles el acceso a las cotizaciones previsionales con las que contribuyen a la riqueza de otros y a la acumulación del capital utilizado a mansalva por terceros… ¿qué capacidad de influir en las decisiones políticas podríamos adjudicarle a nuestros miserables? (1)

Para no hablar del secuestro permanente de su soberanía y de su derecho a auto- determinarse, que se manifiesta en la imposibilidad de dotarse de una Carta Fundamental que sea el producto del interés y de la voluntad general

El intrincado proceso que surgió de un “Acuerdo Nacional” no es sino un esfuerzo más por negarle a la nación chilena el disfrute del ejercicio de su soberanía. Así, la ciudadanía debe votar primero para certificar que realmente quiere cambiar la Constitución impuesta en dictadura aun en vigor, y luego manifestar su preferencia entre una constituyente adulterada con la presencia de tutores institucionales (los mismos parlamentarios que han privado al pueblo de Chile del acceso a sus derechos imprescriptibles), y una constituyente conformada solo por ciudadanos elegidos por sus pares.

Esta última posibilidad es presentada como un peligro mortal y es el objeto de una campaña del terror. De todos modos queda sometida a un sistema electoral tramposo y a mayorías calificadas que constituyen una barrera infranqueable para el ejercicio de la democracia.

La costra política parasitaria –sin excepciones y en un sentido panorámico– aparece, más que nunca, determinada a lograr que, para el 90% de la población se eternice “la desaparición de toda capacidad para influir en las decisiones políticas.”

Cómo no citar, por enésima vez, al celebérrimo Bernard de Mandeville y su no menos célebre Fábula de las Abejas (1714):

“Para que la sociedad sea feliz y el pueblo esté contento incluso de su penosa suerte, es necesario que la gran mayoría permanezca tan ignorante como pobre. Los conocimientos desarrollan y multiplican nuestros deseos, y mientras menos desea un hombre, más fáciles de satisfacer son sus deseos.

Estructuras familiares

Es hora de decir algo a propósito de la influencia de la estructura familiar en el modo de pensar de unos y otros. Los análisis de Emmanuel Todd relativos a la estructura familiar (en su lenguaje se trata de “tipos”, “formas”, “estructuras” o incluso “modelos” de familia) tienen que ver con la influencia de los sistemas familiares en las ideologías, religiones y sistemas políticos y económicos de las sociedades europeas y otras regiones del mundo:

“¿Porqué las estructuras familiares son tan importantes? Ellas condicionan los valores inconscientes de una sociedad: su relación a la libertad y a la autoridad, a la igualdad y a la desigualdad…”

Tres elementos sobresalen:

a) El carácter integrado o no integrado de la familia, que se observa en las relaciones entre padres e hijos y se manifiesta en particular por la cohabitación, o no, de más de dos generaciones.
b) El carácter simétrico o asimétrico de la familia, que se observa en las relaciones entre hermanos y hermanas, y en particular en las costumbres de sucesión.
c) Un criterio secundario: el carácter exogámico o endogámico del matrimonio, es decir, la existencia de normas más o menos rigurosas con respecto a la elección del cónyuge, que puede tener lugar fuera o dentro de la familia o el grupo familiar. Estos tres criterios le permiten a Emmanuel Todd mapear los sistemas familiares.

Desde luego no es tan sencillo. Todd complicará considerablemente la clasificación de los sistemas familiares en su libro El Origen de los sistemas familiares (2011 – dos volúmenes de mas de 600 páginas c/u), con la introducción de los conceptos de patri/matri/bilocalidad, co- residencia temporal, la familia construida con familiares, y el ciclo alfa de desarrollo familiar. Esto lo llevará a definir 15 sistemas familiares diferentes con respecto a Eurasia.

La relación entre padres e hijos, según Todd, puede ser de naturaleza autoritaria o liberal, y mide la fuerza del lazo que une al individuo al grupo familiar.

“En un contexto tradicional campesino, un lazo fuerte se manifestaba por una elevada frecuencia del número de parejas, asociando bajo el mismo techo tres generaciones: padres, hijos y nietos. Tal sistema debe ser calificado de autoritario porque presupone, en ciertos estadios del desarrollo del grupo doméstico, la existencia de hijos adultos, casados, que ya procrearon, sometidos no obstante a una autoridad parental.”

Todd llama este tipo de estructura familiar, una familia cepa o matriz (2).

“Un débil lazo entre padres e hijos, una unión moderada del individuo al grupo familiar, traía consigo por el contrario una partida precoz de los hijos, a menudo antes del matrimonio. La instalación en la vida conyugal implicaba la fundación de un hogar autónomo, asociando los padres y sus hijos en un núcleo mínimo. Este tipo familiar nuclear puede ser calificado de liberal.”

Todd llama este tipo de estructura familiar, una familia nuclear, “modelo original común a toda la humanidad.”

La influencia de tales estructuras familiares, siempre según Todd, es evidente, favoreciendo sociedades ya de corte autoritario, ya permisivas y liberales.
El análisis de las relaciones entre hermanos y/o hermanas muestra que pueden ser de naturaleza igualitaria o no igualitaria.

“La existencia de una regla de heredad estrictamente simétrica revela un sistema igualitario. Por el contrario, el principio de un heredero único, que obliga a los hijos no elegidos a la emigración familiar, nos autoriza a hablar de un sistema desigualitario (…) Si los padres disponen libremente de sus bienes, distribuidos por testamento sin que la costumbre imponga partes específicas, el sistema puede ser calificado de desigualitario.”

De dónde proceden, en el análisis de Todd, las sociedades a tendencia social, igualitaria y distributiva, o por el contrario sociedades a tendencia aristocrática, desigualitaria y concentradora de la propiedad.

El carácter exogámico o endogámico (en el seno del mismo grupo socio-económico, o fuera de él) del matrimonio contribuye a fortalecer las tendencias descritas.

Simplificando, las estructuras familiares determinan, o contribuyen a determinar, sociedades autoritarias, aristocráticas y concentradoras de la propiedad, o bien sociedades liberales, sociales y distributivas. Así, Todd puntualiza que la Revolución Francesa tuvo lugar en las regiones galas en las que predominaban los tipos familiares nucleares, igualitarios y exogámicos.

Lo que nos permite señalar, siempre según Todd, que contrariamente a otros países europeos, cuyas estructuras familiares son más homogéneas, Francia reúne diferentes tipos de estructuras familiares concentradas en sus diferentes regiones. De ese modo, dice, “la polaridad familiar (en Francia) ayuda a comprender cómo los franceses pueden ser a la vez desordenados y disciplinados…”

“La particularidad de Francia es que su sistema central nuclear igualitario, y su sistema matriz periférico, operaron en combinación durante siglos. Las poblaciones del centro nutrieron un temperamento liberal-igualitario, contestatario y anarquista, y aquellas de la periferia produjeron la inversa: un temperamento jerarquizado que acepta la desigualdad y la autoridad, el rey y el Estado…”

Sin perder de vista formas familiares intermedias, y la evolución en el tiempo de las diferentes estructuras familiares, así sea solo en razón de la movilidad interior que desplaza hogares de una región a otra.

Todd lo pone claro cuando escribe:

“Habiendo estudiado la emergencia de formas complejas de la organización doméstica entre el III milenio antes de la era común, y el siglo XIX de nuestra era, seré el último en negar la existencia del cambio de las formas familiares en el tiempo”.

Estas reflexiones nos ayudarán en el análisis de las estructuras familiares chilenas. Sobre todo cuando Todd evoca:

“la posibilidad de una relación entre la atomización de las formas familiares y la de las formas políticas. La ley de correspondencia estructural entre familia e ideología operaría siempre, pero en un universo social en el que una familia confusa nutriría una política confusa.”

Si nos hacemos cargo del carácter determinante de las formas familiares en la estructura ideológica, la práctica religiosa y las formas políticas a lo largo de siglos, no podemos hacer menos que interesarnos primero que nada a las formas familiares de la población originaria y, partiendo, del pueblo mapuche. No porque las formas familiares de los pueblos del norte (aimaras, quechuas, collas y diaguitas) no nos interesen, sino en razón de la prevalencia numérica y cultural de los primeros. Lo mismo podemos decir de cara a los alacalufes y yaganes del extremo sur, y del pueblo rapanui en Polinesia.

Luego, tendremos que analizar las estructuras familiares de los “chilenos”, lo que equivale a desmenuzar las estructuras familiares propias a los grupos inmigrados que terminaron por componer el mosaico híbrido del mestizaje local.

El estudio de la estructura familiar mapuche presenta, de entrada, una dificultad mayor. Como me hace notar muy justamente mi amigo Arauco Chihuailaf, la llegada de los conquistadores (1540) trajo consigo una considerable “perturbación” de las costumbres tradicionales, muchas de las cuales fueron proscritas y sustituidas por leyes impuestas ya por el invasor, ya por el propio Estado chileno después de la presunta independencia.

No es ni la primera, ni la última, pero la Ley del 4 de diciembre de 1866 sobre Fundación de Poblaciones en el Territorio de los Indígenas es un ejemplo luminoso de las artimañas destinadas a socavar las bases mismas de la familia mapuche por parte de quienes solo juran por la familia y la virgen María, con el propósito evidente de despojarles de sus tierras, base de su estructura familiar:

Santiago, 4 de diciembre de 1866.- Por cuanto el Congreso Nacional ha aprobado el siguiente proyecto de lei:

“Artículo 1.° Fúndense poblaciones en los parajes del territorio de los indíjenas, que el Presidente de la República designe, debiendo adquirirse por el Estado los terrenos de propiedad particular que conceptuare convenientes para este i los demas objetos de la presente lei.

Art. 3.° Los terrenos que el Estado posea actualmente i los que en adelante adquiera, se venderán en subasta pública en lotes que no excedan de quinientas hectáreas. El precio mínimun que se fija para estas ventas será el de compra en aquellos terrenos que el Estado hubiere adquirido por este título, i respecto de los baldíos será el que fijen dos injenieros que se comisionarán al efecto. Este precio se pagará en cincuenta años, entregándose un dos por ciento cada año. Sin embargo, una parte de los terrenos se destinará al establecimiento de colonias de nacionales o estranjeros con arreglo a las leyes que rijen esta materia.

Art. 4.° Los contratos traslaticios de dominio sobre terrenos situados en territorio de indígenas, solo podrán celebrarse válidamente cuando el que enajena tenga título escrito i rejistrado competentemente. Siendo indíjena alguno de los contratantes, se necesita ademas que el contrato se celebre con arreglo a las prescripciones del decreto de 14 de marzo de 1853, el cual queda vijente en todo lo que no sea contrario a la presente lei; pero el Estado no estará sujeto a estas prescripciones en los contratos que celebre el ajente del Ejecutivo en los casos a que se refieren los arts. 1.° i 3.°, inc. 1.° i 4.°.

Como puede verse, se le “compraba” tierras a quienes debían justificar su propiedad mediante “título escrito i rejistrado competentemente”, en circunstancias que los mapuche ni siquiera habían integrado la noción de propiedad, poseían una cultura transmitida solo oralmente, y estaban lejos de haber desarrollado una suerte de registro de propiedades concepto que de todos modos era incomprensible en la cosmología mapuche (3).

Estudiando el despojo del que fue objeto el pueblo mapuche a partir de 1540, el historiador francés Jean-Pierre Blancpain (1932…), especialista de Chile y de las migraciones europeas hacia América Latina, pudo hablar, refiriéndose a los invasores –españoles y chilenos– de “tiburones de la tierra”.

Lo que precede tiene suma importancia, visto que a partir del análisis de los elementos disponibles, –que no abundan ni son exhaustivos–, podemos concluir en que la estructura familiar mapuche puede ser asimilada a la tipología matriz, o cepa, incluyendo las características autoritarias descritas por Emmanuel Todd. La conformación de familias comunitarias era posible sobre la base de la ocupación de tierras por parte de una familia matriz, que reunía en torno a sí los núcleos familiares de sus hijos.

En su libro “Las últimas familias – Costumbres araucanas” (Santiago de Chile – Imprenta, Litografía i Encuadernación “Barcelona” – 1913) Tomás Guevara escribe:

“Después de la pacificacion total de la Araucanía, continuó subsistiendo en innumerables reducciones, no sometidas al réjimen de radicacion en vijencia, la division territorial que tenía por base la tribu o parentela. Quedó en pié la tribu tradicional, que se componia de una o varias familias dueñas de una zona mas o ménos dilatada. A veces era tan vasto el conglomerado de parientes, que ocupaba una rejion entera, como sucedia con los arribanos o habitantes de la altiplanicie que se estiende por el valle central desde renaico hasta el rio Cautin, en las inmediaciones de Temuco. Como en la organizacion patriarcal antigua, en estas agrupaciones sobrevivientes el padre o jefe de la familia siguió ejerciendo una autoridad omnímoda i representando a la vez un poder político y judicial.”
(nota: he conservado la ortografía del texto original para todas las citas del libro de Tomás Guevara y de Pascual Sonia).

Naturalmente, como era de esperar de parte de los invasores…

“Solo el poder militar quedó estinguido en estas comunidades de tipo tradicional. Antes de la conquista definitiva de la Araucanía, la fuerza de las agrupaciones dependia del mayor número de parientes i allegados, que se congregaban para emprender un ataque o para defenderse de una agresion armada.” (op.cit.)

Así, pues, la familia mapuche quedó privada del suelo que la sustentaba, del ordenamiento político y judicial tradicional, y de la simple posibilidad de defenderse de las exacciones, pillajes y saqueos a los que la sometió el Estado chileno (4).

El Reino de España no había llegado tan lejos: diferentes Parlamentos habían logrado acuerdos (curiosamente aun en vigor) que, entre otros, fijaron una “frontera” tras la cual no se ejercía ni la autoridad ni el poder del rey de España sino la soberanía del hombre de la tierra, la del mapuche

Tomas Guevara nos entrega otras precisiones relativas a la estructura familiar mapuche:

“La dignidad de la tribu se transmitia aun de padre a hijo. Esta comunidad, supervivencia de la antigua, gozaba todavía de la propiedad colectiva de los bienes mobiliarios y del terreno. Las tribus vivian separadas como ántes i ocupaban grupos de viviendas que fluctuaban entre diez i cuarenta. La endogamia dominaba las relaciones sexuales, aunque se admitia el matrimonio entre miembros de tribus diferentes.” (op.cit.)

Todo lo cual viene a confirmar la descripción de la estructura familiar mapuche como de tipo matriz, autoritaria y endogámica (5). Si nos atenemos a la relación descrita por Emmanuel Todd entre este tipo de estructura familiar y la superestructura ideológica, política y religiosa, debemos concluir que el pueblo mapuche es proclive a sistemas autoritarios fuertemente jerarquizados.
Lo que es imposible afirmar, es que los mapuche tengan tendencia a la desigualdad: en el seno de la comunidad cada cual tiene acceso a la tierra que es el sustento de cada familia y de la comunidad. No existe acumulación de la propiedad, porque la noción de propiedad no existe. La cosmología mapuche les hace entender que el Hombre pertenece a la tierra, y no al revés. Como dice Arauco Chihuailaf, “estar en la tierra, ser en la tierra, el Hombre es parte de la Naturaleza”.

No otra cosa describe Alonso de Ercilla i Zúñiga en La Araucana (Canto XXXVI) cuando relata el encuentro entre un mocetón mapuche y grupo de españoles hambreados que desembarca en sus costas:

¿Por cual caso o fortuna sois venidos
Por caminos y sendas tan extrañas
A nuestros pobres y últimos rincones.
Libres de confusión y alteraciones?
Si vuestra pretensión y pensamiento
Es de buscar región más espaciosa,
Y en la prosecución de vuestro intento
Tenéis necesidad de alguna cosa,
Toda comodidad y aviamiento
Con mano larga y voluntad graciosa
Hallaréis francamente en el camino
Por todo el rededor circunvecino.
Y si queréis morar en esta tierra,
Tierra donde moréis aquí os daremos;
Si os aplace y os agrada más la sierra.
Allá seguramente os llevaremos;
Si queréis amistad, si queréis guerra,
Todo con ley igual os lo ofrecemos:
Escoged lo mejor, que, a elección mía,
La paz y la amistad escogería.

El resto de la historia es conocido. Hasta el día de hoy. En el curso del despojo, el saqueador intentó e intenta borrar la esencia del pueblo mapuche, incluyendo su estructura familiar, su lengua y hasta sus patronímicos. Pero, como ha acaecido innumerables veces en la Historia, suele suceder que el pueblo dominado termine por derramar su cultura sobre el invasor, generado una mezcla de la cual resultará difícil a posteriori discernir entre los aportes de los unos y de los otros.

Examinada someramente la estructura familiar mapuche… ¿Quid de los chilenos? Esta cuestión nos obliga a interrogarnos sobre la identidad chilena, admitiendo que ella exista y que sea posible definirla. Lo cierto es que de cara a las estructuras familiares, y habida cuenta de la constitución gradual de una nación inmigrada y forzada al mestizaje, uno se ve obligado a discernir entre sus componentes, llegados en un alegre desorden cronológico, y establecidos en una no menos alegre dispersión a lo largo y (poco) ancho del territorio.

De tal modo que es necesario tomar cuenta de las estructuras familiares de españoles, diferenciando entre los tipos matriz-autoritario-desigualitario de catalanes y vascos, y el modelo nuclear-liberal-igualitario de los andaluces. Y hacer del mismo modo con las inmigraciones alemana, italiana, inglesa, francesa, croata, palestina, china y aun otras menos numerosas pero dignas de ser tomadas en cuenta.

El caso de la inmigración alemana es relativamente sencillo, habida cuenta de la gran homogeneidad de la estructura familiar matriz-autoritaria-desigualitaria que Emmanuel Todd constata en Alemania. El caso italiano es singular, por su heterogeneidad. La inmigración inglesa trajo consigo su estructura familiar nuclear no igualitaria (el único heredero es el hijo mayor). En el caso francés conviene separar las estructuras nuclear-liberal-igualitaria y matriz-autoritaria-desigualitaria, en función de lugar de procedencia de las familias inmigradas. Para Todd la familia árabe clásica sigue un modelo patrilineal endógamo de tipo matriz, fuertemente jerarquizado. Las familias asiáticas –ya se dijo– conocieron el nacimiento y el desarrollo del modelo de tipo matriz autoritario-desigualitario.

A lo cual conviene agregar el mestizaje que siguió, si aceptamos que en Chile no prosperó una sociedad estructurada en comunidades separadas cultural y físicamente como ocurre por ejemplo en el Reino Unido o en Australia. Aun cuando, aquí o allí, se impuso el matrimonio endógamo, el cultivo de los Estadios nacionalistas y algún club de futbol de nombre comunitario, a lo largo del tiempo se ha impuesto la exogamia, la mezcla y el mestizaje.

Si bien las estructuras familiares descritas han evolucionado en el tiempo, –y muy probablemente ya no existen como en la época de la conquista–, la tesis de Emmanuel Todd pretende que perduran sus efectos en la conformación ideológica y las tendencias políticas.

A mi modo de ver, de un modo radicalmente distinto a Francia, la chilena es una sociedad al mismo tiempo anárquica y disciplinada. O bien coexisten en su seno tendencias autoritarias y libertarias, y sus correspondientes manifestaciones ideológicas y políticas. La cuestión es determinar cuales son las que prevalecen.

Los sectores sociales dominantes, desde la época de la colonia, parecen situarse en la inmigración cuyas estructuras familiares eran mayormente de tipo matriz-autoritario. A los sectores dominantes hispanos se sumaron más tarde las variadas inmigraciones europeas – italiana, alemana, francesa, inglesa– ninguna de las cuales aportó un contingente significativo ligado al tipo de familia nuclear liberal-igualitario. Lo mismo puede decirse de la inmigración árabe, principalmente palestina.

Su historia constitucional nos muestra que Chile es uno de los raros países del mundo, auto- considerado democrático, en el cual nunca se le consultó al pueblo su opinión con relación a los principios de la Carta Fundamental.

Si Emmanuel Todd lleva razón cuando afirma que la estructura familiar alemana, que vehicula “valores autoritarios y desigualitarios” fue el terreno fértil que nutrió el nazismo, el dudoso privilegio de contar con un ejército que se enorgullece de su tradición prusiana – casco incluido–, puede llevarnos a recordar el proverbio que asegura lo que se hereda no se hurta.

La actitud neocolonial del estado chileno hacia los pueblos originarios revela la adopción de una suerte de identificación con una imagen de superioridad étnica o racial de los grupos dominantes. La situación desmedrada de la mujer en la sociedad chilena, que motiva y justifica –al menos parcialmente– los movimientos feministas, pone de relieve que las estructuras familiares patrilineales de tipo matriz han sido decisivas a la hora de proyectar el pensamiento dominante. La segregación de niños y adolescentes en la educación, según criterios ligados a la situación económica, muestra y demuestra que los criterios basados en la desigualdad prevalecen, impunemente.

De algún modo, los elementos liberal-igualitarios siempre estuvieron presentes, lo que puede explicar la antigua tradición de luchas sociales que también caracteriza a Chile desde la primera mitad del siglo XIX. Uno de sus logros, formalizado en el ámbito jurídico, se manifiesta en las leyes que regulan la heredad: ellas hicieron desaparecer la discriminación

entre hermanos, hombres y mujeres, e incluso, más tarde, la que prevaleció durante mucho tiempo entre hijos “legítimos” e “ilegítimos”.

Una vez más, si los elementos de análisis propuestos por Emmanuel Todd tienen alguna pertinencia para comprender nuestra propia realidad, podríamos explicar el carácter profundamente reaccionario de las clases dominantes chilenas entendiendo que proviene de uno de los determinantes de largo plazo: la influencia que las estructuras familiares ejercen en la conformación de las ideologías que predominan en la sociedad. En nuestro caso, matriz-autoritarias-desigualitarias.

La religión

Otro determinante de largo plazo de primera importancia es la religión, de la cual no hemos dicho mucho hasta ahora. Cualquier niño de la escuela primaria y secundaria –me refiero a mi propia escolaridad entre los años 1955-1966– sabía que la conquista de Chile (y el continente americano) tuvo como armas principales el sable y la cruz, ambas de temible eficacia para someter a los pueblos del nuevo continente.

Las monarquías europeas que financiaron el “descubrimiento” y la conquista del nuevo continente obtenían la legitimidad de su poder directamente del cielo, debidamente representado por la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Justo para dar cuenta –a contrario– del origen divino del poder monárquico, permítaseme traer a cuento la entronización de Napoleón como Emperador de los franceses (6) el 02 diciembre de 1804. El corso, en su megalomanía, convocó al Papa Pío VII (1742-1823). Este último no estaba muy convencido de la conveniencia de coronar a quien se presentaba como el continuador de los principios de la República Francesa. El hasta entonces Primer Cónsul ejerció una no muy amigable presión militar y lo hizo traer a la fuerza a París. Sin embargo, el día de la consagración en Nôtre Dame de Paris, Napoleón –inmortalizado en el gigantesco y célebre cuadro pintado por David (7)– se coronó él mismo, de su propia mano, para que nadie dijese que su poder emanaba de Dios, estableciendo así plena autonomía con relación al Vaticano. Hecho lo cual, coronó él mismo a Josefina como Emperatriz.

Lo cierto es que la Iglesia de Roma había abandonado ya en el Concilio de Nicea (325 DC) el mensaje de Jesús y toda veleidad de representar al pueblo llano. Fue ese Concilio el que terminó definitivamente con el principio y la práctica que hacían que la voz del pueblo era la voz de Dios.

De ahí en adelante, la Iglesia no solo estuvo siempre del lado de los poderosos sino que se transformó en su principal valedor. Para los plebeyos, para los miserables, la justicia y la felicidad no pertenecen a la vida terrestre, sino que son el premio susceptible de ser alcanzado después de la muerte, a la diestra de Dios, en el paraíso. Precisamente, para alcanzar el paraíso conviene no quejarse de los sufrimientos y de la vida miserable que Dios nos impone en este valle de lágrimas. El simple hecho de rebelarse contra los designios de Dios ya es un pecado de gravísimas consecuencias.

Desde muy temprano la Iglesia chilena se puso del lado de los sectores dominantes y contribuyó a la estabilidad y a la perennización de un sistema desigualitario y autoritario que, como quedó dicho, jamás consultó al pueblo sobre los principios jurídicos que debían presidir su existencia como nación.
A poco de obtener la independencia de España (1818), los mandatarios chilenos vieron llegar una misión enviada por el Vaticano, conducida por el Nuncio monseñor Giovanni Muzi, que permaneció en Santiago entre marzo de 1824 y junio de 1825 y fue la primera misión de su género en la América del Sur postrevolucionaria.

Los propósitos de la misión eran muy simples: asegurarse de que los libertadores, –muchos de los cuales eran masones y estaban influenciados por las ideas de la Revolución Francesa–, no perdiesen de vista que la Iglesia ejercía un gran influencia y disponía de gran poder ante los Estados europeos. Un modo como otro de señalar que la Iglesia que había repartido América del Sur entre España y Portugal –y se beneficiaba ampliamente de las riquezas americanas– no cedería su lugar sin lucha. Las autoridades chilenas (8), ¿cómo decirlo en pocas palabras?, besaron el anillo del Nuncio.

El cura Giovanni Maria Battista Pellegrino Isidoro Mastai Ferretti (1792-1878) formaba parte de la mencionada misión. Mastai Ferretti llegaría más tarde a ser ungido Papa con el nombre de Pío IX, y es conocido como Pío Nono. Se trata de quien ha ejercido el papado por el período más largo en la historia de la Iglesia católica: 31 años 7 meses y 22 días.

En 1864 Pío Nono promulgó la encíclica Quanta cura que lleva como apéndice el celebérrimo Syllabus erroroum, compendio de ochenta proposiciones condenatorias de diversas doctrinas: el panteísmo, el naturalismo, el racionalismo, el indiferentismo, el latitudinarismo, el socialismo, el comunismo, el liberalismo, las sociedades secretas, el biblismo, y la autonomía de la sociedad civil. Con relación a esto último, reafirmaba la invalidez del matrimonio celebrado ante una autoridad civil. No contento con lo que precede, Pío Nono estableció que no era contrario a las doctrinas de la Iglesia poseer, comprar y vender esclavos.

Las clases dominantes chilenas premiaron su bíblica piedad bautizando con su nombre el puente sobre el río Mapocho que lleva a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, así como la calle que prolonga el puente hacia el barrio Bellavista (9).

He ahí pues el cuerpo ideológico de la Iglesia, portadora de una influencia innegable en el pensamiento y las opciones políticas vernáculas. De una parte para sosegar a los miserables, de otra para justificar el poder omnímodo de los sectores socio-económicos dominantes.

¿Quien es católico o cristiano?

Del mismo modo que al referirnos a las estructuras familiares trabajamos con categorías dinámicas que evolucionan en el tiempo, la influencia de la religión, su práctica y su enraizamiento en la población varían en el tiempo.

Un titular de los noticieros chilenos, de enero del año 2018, ofrece una prueba impactante:

“Cifra de chilenos que se declaran católicos bajó de 73% a 45% en la última década.”

El fenómeno de descristianización no es una exclusividad chilena: la noticia precisa, “En Latinoamérica esa cifra disminuyó de 80% a 59% en la misma década.” (fuente: Latinobarómetro).

El mismo fenómeno, aunque considerablemente más progresivo –a lo largo de siglos– se ha dado en Europa y otras regiones del mundo. El sobresalto generado por Juan Pablo II, su dinamismo y sus innumerables viajes destinados a relanzar la influencia del cristianismo con el apoyo financiero de Carlos Slim y su porta-maletines Marcial Maciel, cura mexicano fundador de los Legionarios de Cristo y gran pedófilo ante el Eterno, decayó rápidamente.

Estamos lejos de los primeros siglos del segundo milenio, cuando cientos de miles de ‘francos’ (cristianos europeos) estaban dispuestos a caminar miles de kilómetros para combatir, matar y morir por la liberación de la Tierra Santa. Lejos quedan las aventuras de Bohémond de Tarente, fundador del principado de Antioquia, de Tancrède de Hauteville, fundador del principado de Galilea, de Godefroy de Bouillon, fundador del reino de Jerusalén, de Baudouin de Boulogne, fundador del condado de Edesa (Turquía), de Baudouin du Bourg y tantos otros señores ‘francos’ que arriesgaron su patrimonio y sus vidas respondiendo al llamado del Papa Urbano II quien, el 27 de noviembre de 1095, aprovechó un Concilio en Clermont (Francia), para lanzar un llamado a liberar Jerusalén y expulsar a los infieles.

El derrumbe de la influencia de la Iglesia en Chile (y Latinoamérica) ha ido a la par del crecimiento de otro negocio religioso: las iglesias evangélicas cuya principal característica consiste en reunir ingentes cantidades de dinero esquilmando a sus fieles, para beneficio y enriquecimiento de sus ‘pastores’.

Lejos de mí la idea de abundar en la producción de rankings para subnormales como hace la prensa de Santiago, pero en la materia, Brasil y Chile se disputan los primeros lugares.

Aun cuando los censos realizados en la copia feliz del Edén suelen tener menos credibilidad que un consejo terapéutico de Donald Trump, constituyen una de las raras fuentes de información disponibles:

“Según el censo de 2002, de una población total de 11 226 309 chilenos de 15 años o más, el 69,95 % se declaró católico —lo que representó una baja en el número de sus fieles en comparación con el censo de 1992, cuando el 76,4 % de la población de 14 años y más se había considerado como tal—. En tanto, el 15,14 % afirmó ser evangélico —con un aumento de más del 3 % respecto al censo de 1992—, el 1,06 %, testigo de Jehová; el 0,92 %, mormón; el 0,13 %, judío; el 0,06 %, cristiano ortodoxo y el 0,03 %, musulmán. El 8,3 % se declaró agnóstico o ateo y el 4,39 % profesó otra religión.”

El fenómeno viene pues de lejos. Los repetidos escándalos ligados a los abusos sexuales, la pedofilia, y el encubrimiento de tales crímenes hasta en las más altas esferas (Vaticano), y el carácter universal que tiene la depredación sexual en la Iglesia católica, provocaron un efecto demoledor en el mundo entero, y particularmente en América Latina.

En la Introducción a su Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Marx escribió algunos párrafos de los cuales se ha utilizado profusa y malévolamente una breve frase extraída de su contexto: (la religión) “Es el opio del pueblo”. Los párrafos a los que hago alusión son los siguientes:

“La miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real y, de otra parte, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura aplastada por la desdicha, el alma de un mundo sin corazón, como también es el espíritu de una época sin espíritu. Es el opio del pueblo.”

“La verdadera felicidad del pueblo exige que la religión sea suprimida en tanto felicidad ilusoria del pueblo. Exigir que se renuncie a las ilusiones con relación a nuestra propia situación, es exigir que se renuncie a una situación que necesita ilusiones. La crítica de la religión es pues, en germen, la crítica de este valle de lágrimas del cual la religión es la aureola.”

Emmanuel Todd, que a su vez leyó la Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, ofrece esta interpretación:

“Comprender esta desaparición (la de la influencia de la Iglesia. N del A) es esencial porque las luchas de clases, como lo había presentido Marx, tienen como condición la desaparición de la religión tradicional.”

A la cuestión de saber porqué el estallido social en Chile tardó tanto, –a pesar de la continua degradación de las condiciones materiales de existencia de la inmensa mayoría de la población, del saqueo descarado del patrimonio público y de las riquezas básicas del país, de la estafa institucional que constituye la previsión privatizada en manos de las AFP, de la privatización de los servicios públicos partiendo por la Educación transformada en fuente de lucro, de una represión bárbara y feroz, de la infame discriminación de los pueblos originarios y en particular del pueblo mapuche, del permanente secuestro de la soberanía de la nación por una ínfima minoría, y un vasto etcétera–, la respuesta pudiese tener algo que ver con la influencia de la religión, ahora decadente, pero que en sus años de esplendor logró construir hasta un partido político terrenal (ahora en franca delicuescencia), allí donde se supone que la misión de la Iglesia tiene que ver con lo trascendente, con lo espiritual y con un mundo de ultratumba.

El hundimiento de la influencia de la Iglesia, –presente desde la época de la colonia e impuesta desde los albores de la independencia por un Vaticano extremadamente reactivo a la defensa de sus intereses materiales–, le abre las puertas a las luchas de clases, liberadas de las ilusiones post mortem, e incluso de las formaciones políticas que adoptaron –volens nolens– un discurso mesiánico y practicas catequísticas.

La inmensa mayoría de la población, guiada por estos elementos determinantes de largo plazo que influencian –de modo inconsciente– su comportamiento social, termina por explotar como una olla de presión liberada repentinamente de su válvula de seguridad.

Los elementos liberales –en el sentido etimológico–, e igualitarios terminan por imponerse a las tendencias autoritarias, desigualitarias y antisociales. La solidaridad (horizontal) se impone a la caridad (vertical). La crisis sanitaria se interpuso entre una gigantesca y masiva movilización que deshizo las fronteras partidarias, ideológicas, filosóficas e incluso de clases, para fundir en una sola esperanza las aspiraciones tantas veces defraudadas por la violencia y la represión.

Si el análisis de Emmanuel Todd tiene alguna utilidad, algo de pertinencia como ya se dijo, si de algún modo aplica mas allá de la realidad de la que se ocupó originalmente, este breve texto que de él se inspira podría contribuir a la comprensión de nuestra propia realidad.

Notas

(1) La adopción de la ley que permite retirar el 10% de los ahorros previsionales es un regalo envenenado de la costra política que de ese modo no asume el deber de alimentar la población en época de pandemia, ni de satisfacer sus necesidades básicas.

(2)Emmanuel Todd postula que las formas familiares complejas (cepa, matriz o comunitaria) son desarrollos gatillados por la invención del principio patrilineal, probablemente en Sumeria (sur de Mesopotamia) en la segunda mitad del tercer milenio antes de nuestra era, y también, independientemente, más tarde en China. En su opinión, el endurecimiento del principio patrilineal en modelo comunitario, habida cuenta que le convenía muy bien a imperios fundados en la conquista militar, se propagó enseguida en casi toda Eurasia, cubriendo la mayor parte de China, de la India, del mundo árabe y de Rusia. Ese éxito tuvo por contrapartida una degradación del estatuto de la mujer, y por consiguiente un papel menor de la mujer en la transmisión cultural. Así se explicaría el hecho de que el Medio Oriente y China, que vieron nacer la agricultura, la civilización urbana y la escritura, se encontrasen atrasados en comparación con la Europa occidental que hizo fructificar esas invenciones venidas de Oriente porque conservó el dinamismo ligado a estructuras familiares “arcaicas” (nucleares).

(3) El dominio de la escritura no altera el carácter oral de la cultura mapuche. Por eso es que a la hora del reconocimiento y de la verdad, el hombre mapuche pide una reunión, una especie de juicio oral donde se privilegia la palabra y no el documento escrito. Para hacer justicia, es la fuerza de la palabra oral la que triunfa, desplazando a la escritura a un segundo plano. (Acta literaria n° 30, Concepción, 2005).

(4) 4 “La lei que establece la constitucion de la propiedad indígena, vino a modificar por completo el estado de organización primitiva en que vivian estas reducciones. Los trabajos de radicacion, que se verificaban sistemática i paulatinamente, llegaron hasta ellas para quitarles el resto de independencia que les quedaba”. Tomás Guevara. Op. cit.

(5) “Hasta el siglo XVI, los mapuche poseían una organización social familiar patrilineal, poligámica. En el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, se fortalece el cacicazgo, produciéndose una fuerte jerarquización social para tiempos de guerra, donde nace la figura del toki, muy funcional para el sistema de guerra. Las autoridades coloniales tratan de fortalecer la figura del lonko o jefe de comunidad, con muy poco éxito. A partir de la derrota de 1881, se implementa un sistema de protectorado y se procede a conceder tierras a las comunidades familiares, identificando a cada una con el nombre del cacique o lonko. Sin embargo, ello no resulta en la integración de los mapuche a la sociedad chilena. La comunidad, tal como la crean los nuevos títulos de dominio, no había existido antes del régimen reduccional como concepto ni como realidad.” (Testimonio de un cacique mapuche. Vida y costumbres de los indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX. Pascual Coña – Imprenta Cervantes, 1930).

(6) Emperador de los franceses y no Emperador de Francia : la diferencia es importante. El monarca de un pueblo necesita la aprobación de su pueblo (monarquía constitucional). El monarca de un país, no.

(7) Maria Letizia Ramolino, madre de Napoleón, no estuvo presente en Nôtre Dame de Paris, sin embargo David, requerido por ella, la integró en el cuadro en un lugar central. Ella no fue la única ausente de la ceremonia que aparece en la pintura.

(8) Las autoridades en el poder: Ramón Freire, Diego Portales…

(9) Que yo sepa, ningún Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, aun menos un rector de la Universidad, se ha ofuscado jamás de lo que a todas luces constituye un insulto al Derecho.

Luis Casado para La Pluma, Blennes, julio-agosto de 2020

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por Politika, 7 de agosto