Si hubiera sido apóstol habría sido Judas; si hubiera sido asiento habría sido poltrona; de haberse limitado a ser un animal hubiera sido un cerdo; si hubiera sido vino, vinagre hubiera sido; de haber sido una flor habría sido un capullo y de haberse conformado con ser una simple letra hubiera sido la X… pero Judas tuvo a bien suicidarse, las poltronas sirven para hacer fuego, el jamón le gusta a casi todo el mundo, el vinagre es un buen contrapunto al aceite de oliva en cualquier ensalada, los capullos terminan floreciendo, y sin la X no habría oxígeno, ni sexo, ni existencia.
Felipe González debió ser condenado por apropiación indebida de bienes y sueños, por malversación de compromisos, tráfico de votos, fraudes obreros y estafas atlánticas, por blanqueo de promesas y consignas, por asociación de malhechores, por pertenencia a banda armada y por dirigir el terrorismo del Estado, como pudo haberse retirado, discretamente, a su cortijo sevillano o a su finca marroquí donde nadie recordara su nombre y su pasado, o seguir bronceándose en su yate por el Mediterráneo o haber muerto apuñalado en el metro de Nueva York como él mismo confesara era su deseo, pero ni ha pisado un tribunal de justicia, ni ha emigrado a otro país. El más repugnante sicario de la política española por ahí sigue, de la mano del rey, de la Iglesia y de la Banca, hablando mierda sobre Cuba y Venezuela y exhibiendo su impunidad en los medios.
(Preso politikoak aske)
Editado por María Piedad