Desenmascarando la tortura de Julian Asssange

La persecución de Julian Assange debe terminar aquí y ahora”.

Nils Melzer

El profesor Nils Melzer, Relator especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, ha presentado al siguiente artículo de opinión a los medios de comunicación The Guardian, The Times, Financial Times, The Sydney Morning Herald, The Australian, The Canberra Times, The Telegraph, The New York Times, The Washington Post, Thomson Reuters Foundation y Newsweek para su publicación con motivo del Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, el día 26 de junio de 2019. Ninguno ha aceptado publicarlo.

 
Carlos Latuff

Quizá penséis que soy un ingenuo, lo sé. ¿Cómo la vida en una embajada con un gato y un monopatín puede compararse con una tortura? Eso es justamente lo que yo también pensé cuando Julian Assange acudió la primera vez a mi despacho para solicitar protección. Al igual que la mayoría de gente, estaba intoxicado inconscientemente por la incesante campaña de desprestigio contra WikiLeaks, difundida durante años. Tuvo que tocar una segunda vez a mi puerta para captar mi atención dada mi reticencia. Sin embargo, una vez que analicé los hechos del caso, lo que descubrí me llenó de repulsión y recelo.

¡Sin duda —pensé—, Assange tiene que ser un violador! Pero lo que descubrí es que nunca ha sido acusado de delitos sexuales. Aunque es cierto que poco después de que los USA animaran a sus aliados a que encontraran razones para llevar a juicio a Assange, la fiscalía sueca comunicó a la prensa amarilla que presuntamente había violado a dos mujeres. Sin embargo, curiosamente, las mujeres nunca declararon haber sido violadas ni tenían intención de denunciar un delito penal. ¡Imaginaos! Es más, el análisis forense del preservativo presentado como prueba, supuestamente usado y roto durante las relaciones sexuales de Assange, no reveló la presencia de ADN, ni de Assange, ni de la mujer, ni de nadie. ¡Figuraos! Incluso una mujer envió un mensaje en el que decía que solo quería que Assange se hiciera una prueba de detección de VIH, pero que la policía estaba “deseando ponerle la mano encima”. ¡Imaginaos otra vez! Desde entonces, Suecia y Gran Bretaña han hecho todo lo posible para evitar que Assange afronte las alegaciones sin tener que exponerse simultáneamente a una extradición a USA y, por consiguiente, a una farsa judicial seguida de una vida entre rejas. Por ello, su último refugio fue la Embajada de Ecuador.

Muy bien —pensé—, pero seguro que Assange es un hacker. Sin embargo, lo que descubrí es que todo lo que reveló se lo habían filtrado libremente, y que nadie lo acusó de haber hackeado ningún ordenador. De hecho, la única acusación de pirateo informático discutible está vinculada a su presunto intento fallido de ayudar a piratear una contraseña y, de haberlo conseguido, habría podido ayudar a su fuente a borrar su rastro. En resumen: una cadena muy especulativa e ilógica de sucesos aislados, algo así como tratar de perseguir a un conductor que intentaba sin éxito exceder el límite de velocidad y que no lo conseguía porque su coche no tenía apenas potencia.

En fin —pensé—, al menos sabemos con seguridad que Assange es un espía ruso que interfirió en las elecciones de USA y provocó muertes por negligencia. Pero todo lo que descubrí es que publicaba constantemente información verídica de interés público sin traicionar la confianza, el deber ni la lealtad. Es cierto que sacó a la luz crímenes de guerra, casos de corrupción y maltrato, pero no vayamos a confundir la seguridad nacional con la impunidad gubernamental. Es cierto que los hechos que reveló empoderaron a los electores de USA para tomar decisiones con mejor conocimiento de causa, ¿pero en eso no consiste precisamente la democracia? Es cierto que existen debates éticos que deben surgir sobre la legitimidad de revelar datos sin censurar, pero si de verdad se hubiera causado un daño, ¿cómo es que ni Assange ni WikiLeaks jamás han tenido que afrontar acusaciones de delitos ni litigios civiles por una indemnización justa?

Pero seguro —me vi abogando—, que Assange es un narcisista egocéntrico que va en monopatín por la Embajada de Ecuador y embadurna las paredes con excrementos. Pues bien, todo lo que oí del personal de la embajada es que los inevitables inconvenientes de su estancia en los despachos de la embajada fueron resueltos con un respeto y consideración mutuos. La situación solo cambió tras la elección del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, cuando de pronto se dieron instrucciones para que los empleados difundieran calumnias contra Assange y, si no lo hacían, serían rápidamente sustituidos. El presidente incluso se encargó de bendecir al mundo con sus cotilleos y de privar personalmente a Assange del asilo y de la ciudadanía sin pasar por ningún proceso judicial.

Al final, me di cuenta de que me cegó la propaganda y que Assange fue denigrado sistemáticamente para desviar la atención de los delitos que sacó a la luz. Una vez que lo deshumanizaron aislándolo, mofándose de él y poniéndolo en evidencia, como las brujas que se quemaban en la hoguera, fue fácil privarlo de sus derechos más básicos sin provocar la indignación del mundo entero. Y por ello, se está estableciendo un precedente jurídico, pasando por el acceso de servicio de nuestra complacencia, que puede usarse en el futuro contra The Guardian, The New York Times y ABC News para otros casos de filtraciones.

De acuerdo, diréis, ¿pero qué tiene que ver la calumnia con la tortura? Pues bien, estamos en una pendiente resbaladiza. Lo que puede parecer mera “maledicencia” en el debate público, se convierte de pronto en “acoso” cuando se usa contra personas indefensas, incluso en “persecución” si el Estado también está implicado. Ahora, si le sumas la intencionalidad y el calvario, el resultado es una total tortura psicológica.

Es cierto que vivir en una embajada con un gato y un monopatín parece que está bien montado cuando te tragas el resto de las mentiras. Pero cuando nadie recuerda por qué soportas el odio, cuando nadie ni siquiera quiere oír la verdad, cuando ni los tribunales ni los medios de comunicación piden cuentas a las personas con poder, tu refugio no es sino una canoa en una piscina de tiburones, y ni tu gato ni tu monopatín te salvarán la vida.

Aún así, quizás os preguntéis para qué vamos a dedicar tantos esfuerzos por Assange cuando innumerables personas son torturadas en todo el mundo. Resulta que no se trata solo de proteger a Assange, sino también de evitar un precedente que probablemente determine el destino de las democracias occidentales. A partir de ahora, decir la verdad llega a ser un delito, mientras que las personas con poder disfrutan de su impunidad, y será demasiado tarde para cambiar el rumbo. Habremos entregado nuestra voz a la censura y nuestro destino a la tiranía sin control.

Adenda de Tlaxcala

► Nils Melzer fue a la prisión de Belmarsh de alta seguridad a visitar a Julian Assange el 9 de mayo de 2019, acompañado de dos especialistas médicos, de los que uno era forense y el otro, psiquiatra. Publicó un informe el 31 de mayo que exponía, entre otras cosas, lo siguiente:

“La prueba es clara y contundente. El señor Assange ha sido expuesto deliberadamente durante un periodo de varios años a castigos y a un trato crueles, inhumanos y humillantes de forma progresiva, lo cual constituye una acumulación de efectos que solo pueden calificarse como tortura psicológica.

En 20 años de trabajo con víctimas de guerra, violencia y persecución política nunca vi a un grupo de Estados democráticos aliarse para aislar deliberadamente, demonizar y maltratar a ningún individuo durante tanto tiempo y con tan poca consideración por la dignidad humana y el Estado de derecho. La persecución de Julian Assange debe terminar aquí y ahora”.

►Ciento cincuenta juristas, a las que se unieron otras 170 signatarias días después, enviaron una carta abierta (Open letter in response to UN Special Rapporteur’s op-ed on Julian Assange) en respuesta al artículo de opinión sobre Assange del relator especial de las Naciones Unidas el 1 de julio de 2019 a Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, y a otros funcionarios de la ONU. Aquí se encuentra la respuesta de Nils Melzer a dicha carta: Dismantling the Swedish ‘Rape’-Narrative against Julian Assange (Desmantelando la historia de la violación sueca contra Julian Assange)

Nils Melzer

Original: Demasking the torture of Julian Assange

Traducido por Sofía Vílchez Chaparro

Editado por Fausto Giudice Фаусто Джудиче فاوستو جيوديشي

Traducciones disponibles: Français  Italiano  Português/Galego 

Fuente: Tlaxcala, 10 de agosto de 2019