La detención de Assange es una advertencia de la historia

Julian Assange es un refugiado político protegido por el derecho internacional, beneficiario del asilo en virtud de un pacto estricto del que Gran Bretaña es signataria.

La imagen de Julián Assange sacado a rastras fuera de la embajada ecuatoriana en Londres es el emblema de nuestro tiempo. Fuerza contra el derecho. La brutalidad contra la ley. La indecencia contra la valentía. Seis policías maltratando a un periodista enfermo, sus ojos entrecerrados contra su primera luz del día en casi siete años.


http://tlaxcala-int.org/upload/gal_20149.jpgAntonio Rodríguez, México

Que este escándalo haya ocurrido en el corazón de Londres, en el país de la Carta Magna, debería avergonzar y  enfurecer a quienes se preocupan por las sociedades “democráticas”. Assange es un refugiado político protegido por el derecho internacional, beneficiario del asilo en virtud de un pacto estricto del que Gran Bretaña es signataria.

La organización de las Naciones Unidas lo expresa claramente en la decisión jurídica de su Grupo de trabajo sobre la detención arbitraria.

Pero al diablo con todo esto. Dejen entrar a los matones. Dirigido por los cuasi fascistas de la administración Trump, en colaboración con el ecuatoriano Lenin Moreno, un Judas latinoamericano y mentiroso que trata de camuflar el estado moribundo de su régimen, la élite británica ha abandonado su último mito imperial: el de la equidad y la justicia.

Imagínese a Tony Blair sacado de su casa georgiana de varios millones de libras en Connaught Square, Londres, esposado y luego enviado a La Haya. Según el ejemplo de Nuremberg, el “crimen supremo” de Blair es la muerte de un millón de iraquíes. El crimen de Assange es el periodismo: pedir cuentas a los rapaces, denunciar sus mentiras y empoderar a las personas del mundo entero para que actúen con la verdad.

La chocante detención de Assange es una advertencia para todos aquellos que, como escribió Oscar Wilde, “siembran las semillas del descontento [sin el cual] no habría ningún progreso hacia la civilización”. La advertencia es explícita con respecto a los periodistas. Lo que le pasó al fundador y editor de WikiLeaks puede pasarle a usted en un periódico, o a usted en un estudio de televisión, o a usted en la radio, o a usted que transmite un podcast.

El principal verdugo mediático de Assange, The Guardian, colaborador del Estado secreto, mostró su nerviosismo esta semana con un editorial que alcanzó nuevos récords  en términos de hipocresía. The Guardian ha explotado el trabajo de Assange y WikiLeaks en lo que su anterior editor llamó ” la mayor primicia de los últimos 30 años”. El diario se inspiró en las revelaciones de WikiLeaks y atrajo alabanzas y fortuna.

Sin pagar un centavo para Julian Assange o WikiLeaks, un libro ampliamente promovido por The Guardian dio lugar a una lucrativa película de Hollywood. Los autores del libro, Luke Harding y David Leigh, se volvieron contra su fuente, abusaron de ella y revelaron la contraseña que Assange había dado al periódico con total confidencialidad, diseñada para proteger un archivo digital que contenía cables de las embajadas de USA

Mientras que Assange estaba atrapado en la embajada ecuatoriana, Harding se unió a la policía en el exterior y se regocijó en su blog de que “Scotland Yard tendrá la última palabra”. The Guardian ha publicado desde entonces una serie de mentiras sobre Assange particularmente, una afirmación ha quedado totalmente desacreditada según la cual un grupo de rusos y el hombre de Trump, Paul Manafort, habían visitado a Assange en la embajada. Estas reuniones nunca tuvieron lugar: esto era falso

Pero el tono ha cambiado ahora. “El caso Assange es una tela moralmente enmarañada”, escribe el diario. “Él (Assange) cree en la publicación de las cosas que no debieron ser publicadas…. Pero siempre ha arrojado luz sobre las cosas que nunca debieron haberse ocultado. »

Estas “cosas” son la verdad sobre la manera letal en que USA  lleva a cabo sus guerras coloniales, las mentiras del Foreign Office (Ministerio de Asuntos Exteriores) británico en su negación de los derechos de las personas vulnerables, como los habitantes de las Islas Chagos, la denuncia de Hillary Clinton como partidaria y beneficiaria del yihadismo en Oriente Medio, la descripción detallada por parte de los embajadores usamericanos sobre la manera en que los gobiernos de Siria y Venezuela podrían ser derribados, y mucho más. Todo esto está disponible en el sitio web de WikiLeaks.

The Guardian  está nervioso, y es comprensible. La policía secreta ya ha visitado el diario y exigió y obtuvo la destrucción ritual de un disco duro. Sobre este punto, no es la primera vez que al diario le pasa esto. En 1983, una empleada del Ministerio de Asuntos Exteriores, Sarah Tisdall, reveló documentos del gobierno británico que indicaban cuándo llegarían a Europa los misiles nucleares de crucero usamericanos. The Guardian fue cubierto de alabanzas. 

Cuando un tribunal exigió conocer la fuente, en lugar de permitir que el editor fuera a la cárcel sobre la base de un principio fundamental de protección de la fuente, Tisdall fue traicionada, procesada y condenada a seis meses de prisión.

Si Assange es extraditado a los USA por haber publicado lo que The Guardian llama las “cosas” veraces, ¿qué es lo que impedirá a la actual editora, Katherine Viner, seguirlo o al ex editor, Alan Rusbridger, o al prolífico propagandista Luke Harding?

¿Qué es lo que les impedirá seguir el mismo camino a los editores del New York Times y del Washington Post, que también han publicado algunas partes de la verdad de WikiLeaks, y al editor de El País en España, Der Spiegel en Alemania y el Sydney Morning Herald en Australia? La lista es larga.

David McCraw, abogado principal del New York Times, escribió: “Pienso que la persecución [de Assange] sentaría un precedente muy, muy malo para los editores… por lo que sé, de alguna manera está en la posición clásica de un editor y la ley tendría grandes dificultades para distinguir al New York Times de WilLeaks. “

Incluso si los periodistas que publicaron las filtraciones de WikiLeaks no son convocados por un gran jurado usamericano, la intimidación de Julian Assange y Chelsea Manning será suficiente. El verdadero periodismo es criminalizado por los matones, a la vista de todos. La disidencia se ha convertido en una extravagancia

En Australia, el actual gobierno proyanqui está procesando a dos lanzadores de alerta que revelaron que los espías de Canberra habían puesto micrófonos ocultos en las reuniones del gabinete del nuevo gobierno de Timor Oriental con el fin de privar a este pequeño y pobre país de los recursos de petróleo y de gas del Mar de Timor. Su juicio se celebrará en secreto. El Primer Ministro australiano Scott Morrison es tristemente célebre por su papel en la creación de campos de concentración para  refugiados en las islas de Nauru y Manus, en el Pacífico, donde los niños se auto mutilan y se suicidan. En 2014, Morrison propuso campos de detención masiva para 30.000 personas.

El verdadero periodismo es el enemigo de estos escándalos. Hace diez años, el Ministerio de Defensa de Londres publicó un documento secreto que describía las “principales amenazas” al orden público, tres de las cuales eran: los terroristas, los espías rusos y los periodistas de investigación. Estos últimos fueron identificados como la principal amenaza

El documento fue debidamente divulgado en WikiLeaks, que lo publicó. “No teníamos elección“, me dijo Assange. “Es muy simple. Las personas tienen el derecho a saber y el derecho a cuestionar y desafiar el poder. Es eso la verdadera democracia“.

¿Qué pasaría si Assange y Manning y los demás a su paso -si es que hay otros- fueran reducidos al silencia y se retirara el “derecho a saber, a cuestionar y a impugnar”?

En la década de 1970, conocí a Leni Riefenstahl, una amiga cercana de Adolf Hitler, cuyas películas ayudaron a lanzar el hechizo nazi en Alemania.

Me dijo que el mensaje de sus películas, la propaganda, no dependía de “órdenes de arriba” sino de lo que ella llamaba el “vacío apático” del público.

“¿Este vacío apático se extendió a la burguesía liberal y culta?”, le pregunté.

“Por supuesto”, contestó ella, “especialmente la intelectualidad… Cuando las personas ya no hacen preguntas serias, son sumisas y maleables. Cualquier cosa puede pasar.”

Y pasó

El resto, podría haber añadido, es historia…

John Pilger
Fuente: Tlaxcala, 20 de abril de 219
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