El ascenso de China y su impacto en América Latina

El ascenso global de China genera notables expectativas dado que significa un escenario de alivio de la restricción externa para las economías latinoamericanas, a la vez que la lenta y “disimulada” estrategia de disputa hegemónica posibilita espacios de negociación geopolíticas que en un marco de unipolaridad no se presentaban.

Varias investigaciones vienen acompañando el desarrollo de las relaciones comerciales entre China y América Latina, discutiendo el impacto de las compras chinas en los precios de los commodities, el efecto de la reprimarización de las canastas exportadoras y las consecuencias de las inversiones chinas. Ya es prácticamente un consenso que la ampliación de las relaciones económicas y políticas entre China y la región se viene configurando a partir de una totalidad del sistema internacional fuertemente compleja, pues esa ampliación origina, al mismo tiempo, oportunidades y amenazas para esos países. Sin embargo, ¿las mejoras en términos comerciales y de inversiones tienen un impacto positivo en la totalidad de los países de la región? ¿Se puede esperar un cambio estructural a partir de la profundización de las relaciones con China?

El ascenso de China y su impacto en América Latina

En el presente informe, intentaremos mostrar que la mayor articulación entre la dinámica de acumulación china con América Latina estuvo enfocada en algunos países y en un grupo reducido de sectores específicos, los cuales reproducen la inserción internacional histórica y de los cuales difícilmente se pueda esperar un cambio estructural. No obstante, se reconoce que la disputa hegemónica entre EE. UU. y China abre posibilidades de obtener algunas beneficios en términos económicos que podrían derivar en mejoras sociales, de acuerdo a las políticas implementadas por el Estado. Este segundo punto será abordado en un informe posterior, donde discutiremos la naturaleza del Estado latinoamericano, su autonomía relativa y las disputas por las políticas económicas.

La (re) emergencia china[1] ha implicado grandes transformaciones en la dinámica capitalista de comienzos del nuevo siglo. La “fábrica del mundo”, que creció un 10% al año durante más de 30 años, ha escalado en la jerarquía internacional mientras que Estados Unidos ha quedado como el “consumidor de última instancia”. En ese lapso, China se afirmó como el principal productor mundial de manufacturas intensivas en mano de obra y tecnología, al tiempo que se transformó en un gran mercado consumidor de máquinas y herramientas europeas, japonesas y coreanas, y de materias primas del sur global (Pinto, 2011, Pinto & Gonçalves, 2015). Este fenómeno, en forma conjunta con la política de bajas tasas de interés de la Reserva Federal de EE. UU., posibilitaron aumentar las tasas de crecimiento de las economías de América Latina con respecto a los ’80 y ‘90 por un alivio de la restricción externa.

Las elevadas tasas de crecimiento chinas volvieron su patrón de acumulación cada vez más dependiente de la importación de recursos naturales. Además de su escasez relativa, la producción de materias primas en China presenta diversos problemas que limitan un aumento significativo de su oferta interna: principales campos petrolíferos maduros y producción en declive; alto costo de producción de mineral de hierro y bauxita; baja relación entre reservas y producción de minerales como cobre (17 años), manganeso (15 años), plomo (7 años) y cinc (8 años), entre otros. Con respecto a la soja, la política de seguridad alimentaria volvió la producción de cereales más atractiva que el cultivo de la oleaginosa (Freitas da Rocha & BIelschowsky, 2018).

Teniendo en cuenta estos elementos de la dinámica capitalista global, veamos más en detalle el aumento de la articulación de la región con China en materia comercial, financiera y de inversiones.

La integración comercial con la República Popular de China

En términos absolutos, las exportaciones de Brasil y Chile significan dos tercios de la relación comercial regional con China. Teniendo en cuenta Perú, Venezuela, Argentina y México, podemos explicar el 95% del comercio chino-latinoamericano, por lo que estos seis países explican el grueso del impacto del ascenso de China. Estos lazos con un pequeño grupo de países se fundamentan, a su vez, en un único producto por país que concentra la mayor parte de la relación bilateral y que, a su vez, es de bajo contenido tecnológico.

Brasil es la excepción a la regla, dado que tiene dos sectores involucrados: soja y mineral de hierro. Argentina exporta soja, Chile y Perú comercializan cobre refinado y Venezuela vende petróleo crudo. Este esquema se reproduce en menor escala en el resto de los países de la región (Duran Lima & Pellandra, 2017). Las actividades extractivas (minerales, metales y petróleo) y agrícolas son las que impulsan totalmente esta integración. Así, China pasó de explicar, a mediados de los ’90, menos del 2% al 22% de las exportaciones de minería y petróleo en el año 2015 y, de la misma manera, del 4% al 15% de las exportaciones agrícolas (Ray & Gallagher, 2017: Figura 2).

Esta dinámica de crecientes ventas a China implicó un aumento de la dependencia con respecto a este mercado. El caso extremo es Chile, que destina un cuarto de sus ventas totales al gigante asiático. En un segundo nivel, el gigante asiático significa entre el 15 y 20% de las exportaciones de Perú, Brasil y de la República Bolivariana de Venezuela (Durán Lima & Pellandra, 2017). Estos datos anticipan dos importantes conclusiones: (i) China se ha afirmado como uno de los principales socios comerciales y (ii) la región se ha insertado cada vez más en los mecanismos de transmisión del crecimiento chino. En contraposición, desde el lado chino, se percibe la poca relevancia del mercado latinoamericano como destino de sus ventas dado que el superávit comercial chino en los productos industrializados con Estados Unidos o con la Unión Europea es cuatro veces mayor que el obtenido con América Latina (Freitas Barbosa, 2011).

De la misma manera que se aumentaron las exportaciones, las compras también se expandieron notablemente y, en especial, con el protagonismo que adquirió China en la producción de manufacturas a escala global. Como destacan Durán Lima & Pellandra (2017), sólo Brasil, Chile y Venezuela mantienen un superávit comercial con China. En el otro extremo, el déficit comercial de México equivale a más de dos tercios del déficit agregado entre América Latina y el Caribe (ALC) con China (CEPAL, 2016b), producto de una articulación del tipo maquila donde la importación de partes se realiza con el objetivo de, posteriormente, abastecer al mercado de EE. UU. Si miramos las tendencias de largo plazo, el déficit agregado regional es una constante en las últimas dos décadas, pasando de significar el -0,2% en 1996 a -0,7% del PIB regional en 2016 (Ray & Gallagher, 2017: Figura 1).

Esta tendencia ha significado una señal de alerta para las fracciones del capital que producen domésticamente con destino local y regional. Uno de los sectores que se ha visto más perjudicado por la competencia china es el textil. Por un lado, los países de America Central y México que experimentaron durante algunos años los beneficios del acuerdo multifibra para abastecer el mercado de EE. UU. (CLACDS, 2014). De forma análoga, la firma de tratados de libre comercio por parte de Chile (2006) y Peru (2010) con el gigante asiático impactaron negativamente en la producción de este rubro (Torres Cuzcano, 2010; CEPAL, 2016b). Estos riesgos se extienden a otros sectores cuando hablamos de economías más diversificadas, como Argentina o Brasil. En este sentido, el futuro del Mercosur es una de las grandes disputas entre las diferentes fracciones del capital que desean una inserción internacional diferenciada.

Estos hechos son ampliamente destacados en las discusiones sobre la reprimarización de la región. Bértola & Ocampo (2010) establecieron una relación directa entre esta tendencia y el paso de la industrialización liderada por el Estado para una estrategia de desarrollo basada en la política macroeconómica neoliberal con orientación hacia la exportación. Por otro lado, Ray (2015) señala que es importante resistirse a exagerar el grado de reprimarización a causa de China. La producción de bienes disminuyó en relación al crecimiento global del PIB en las últimas dos décadas (impulsado principalmente por los servicios financieros y el comercio), pero esto es especialmente cierto para la fabricación de manufacturas. De hecho, de los tres sectores productores de bienes (agricultura, minería y bienes manufacturados), sólo la agricultura mantuvo su participación en el valor agregado en la economía de América Latina. La reducción de la relevancia de la producción de manufacturas es un fenómeno que se reproduce en casi todas las regiones del mundo, a excepción de algunas economías asiáticas y Alemania, producto de esta reconfiguración geográfica de la producción global.

En este sentido, la reprimarización de ALC es atribuida principalmente al ascenso de China a partir de dos mecanismos: (i) el aumento de la demanda global (y los precios) de las materias primas y (ii) la intensificación de la competencia en la producción de bienes manufacturados baratos tanto en los mercados regionales como en EE. UU.

Inversiones y finanzas: “China se vuelve global” (“China goes global”)

De la misma manera que los flujos de comercio, los flujos de inversión directa en el exterior (IDE) de China crecieron rápidamente, en especial después de 2010, cuando el Partido Comunista (PCC) definió la estrategia China se vuelve global, que se vio reforzada posteriormente por la propuesta de la Nueva Ruta de la Seda. China se convirtió en el tercer mayor inversor extranjero del mundo después de Estados Unidos y Japón. Si bien las corporaciones transnacionales (TNC, derivado del inglés) de los países en desarrollo comparten semejanzas, las TNC chinas se destacan por algunas peculiaridades. El Gobierno chino tiene un control directo sobre los flujos de IDE, dado que las empresas estatales (SOE’s, derivado del inglés) tienen un papel muy relevante. El 89% de las empresas chinas que invierten en el exterior son de propiedad privada, sin embargo más del 63% de sus acciones pertenecen a empresas públicas. Si bien las empresas nominalmente son privadas, tienen vínculos estrechos con el Estado porque pueden ser parcialmente propiedad de los gobiernos locales o sus altos ejecutivos son miembros del PCC (Perez Ludueña, 2017).

Los flujos anuales de la IDE china aumentaron un 45% desde 2012, pero los flujos para América Latina permanecieron estancados. La IDE del gigante asiático en América Latina fue muy modesta en la década de 1990 y en la primera década de este siglo. En 2010, se registraron una serie de grandes adquisiciones de compañías petroleras en Argentina y Brasil. Mas allá de este elemento, la distribución de la IDE china en países latinoamericanos se ha mantenido bastante estable durante los últimos años, están muy concentrados en Brasil y Perú, e ignoran en gran parte otros países que reciben grandes flujos de otras fuentes, como Colombia, Chile o México (Perez Luduena, 2017).

Cerca del 90% de los flujos estimados de IED china para América Latina entre 2010 y 2015 fueron en industrias extractivas. Las empresas chinas de petróleo están presentes actualmente en la mayoría de los países exportadores de petróleo y gas, pero sólo tienen una posición de liderazgo en Perú, donde la China National Petroleum Corporation (CNPC) produce una cuarta parte del petróleo del país. También son los mayores inversores extranjeros en Ecuador y Venezuela, pero en ambos países la producción de petróleo está en manos de la empresa estatal nacional.

Por consideraciones de racionalidad económica, las empresas petroleras de China venden gran parte del petróleo latinoamericano bajo su control a los Estados Unidos y a su propia región, y adquieren el combustible de mercados más próximos geográficamente, por sus características más compatibles con su capacidad de refinación. En este sentido, la prioridad es garantizar la propiedad del petróleo y la posibilidad de enviarlo directamente al país cuando se considere necesario. En este sentido, llama la atención el escaso control chino sobre el petróleo de Colombia y la inexistencia de negocios petroleros chinos en México, dos de los cuatro mayores países productores de la región. Esto puede indicar que los dos países se confirman como áreas sometidas a la influencia geopolítica de los Estados Unidos. (Freitas da Rocha & BIelschowsky, 2018).

En el sector minero hubo algunas inversiones en Brasil, pero las mayores operaciones también se concentran en Perú. Chinalco (Aluminium Corporation de China) y Minmetals (China Minmetals Non-ferrocarril Metals Co., Ltd.) tienen, cada una, una gran mina de cobre en operación, mientras que Shoughan Corporation viene extrayendo mineral de hierro desde la década de 1990 (Torres Cuzcano, 2010). La mayoría de estas empresas chinas llegó a la región alrededor de 2010, cuando los precios estaban en su nivel más alto. Las reservas latinoamericanas de cobre en poder chino equivalen al 70% de las reservas en territorio chino (Freitas da Rocha & BIelschowsky, 2018:20)

La agricultura y la pesca también implicaron inversiones, pero la información disponible es menos precisa. Algunos grandes proyectos agrícolas fueron cancelados después de que los gobiernos locales y los grupos de la sociedad civil se manifestaron en forma desfavorable. El aspecto más controvertido de las inversiones en la agricultura era la adquisición de tierras. Por otro lado, hubo grandes inversiones en el área comercial de la agricultura a partir de operaciones mundiales como la adquisición de los activos agrícolas de Noble y una participación mayoritaria de Nidera por parte de China National Cereals, Oils and Foodstuffs Corporation (COFCO). Estas firmas tienen importantes activos en la región, principalmente en Argentina y Brasil.

En menor medida, otros sectores también generaron la atracción de inversiones chinas como el sector manufacturero. Brasil atrajo inversiones en los sectores automotriz, motocicletas y aires acondicionados, dado que es el mayor mercado de la región y uno de los más regulados en términos de tarifas, restricciones de importación y reglas de contenido local. De la misma manera, en el sector infraestructura, las mayores inversiones se concentraron en el sector eléctrico brasileño a partir de que State Grid adquirió varias líneas de transmisión y ganó concursos para proporcionar sus líneas en las obras de Belomonte. Además de estos proyectos, las grandes firmas de construcción chinas se enfocan en dos proyectos de infraestructura de gran porte que prometen cambiar profundamente los sistemas de logística de la región: el canal de Nicaragua y el ferrocarril bioceánico Santos (Brasil) – Lima (Lima) Perú), aún en etapa de proyecto.

En términos financieros, las entidades financieras chinas han firmado swap de monedas con varios de los países de la región (Argentina en el 2014, Brasil en el 2013 y Chile en el 2015) a los fines de asegurar su estabilidad financiera en un marco de disminución de los precios de los commodities y también como parte de la estrategia de internacionalización del Renminbi. Como caso extremo, Venezuela recibió préstamos colateralizados en petróleo que dieron respaldo económico al proyecto chavista, en un marco de creciente aislamiento regional e internacional.

En resumen, lo que podemos apreciar es que la búsqueda por parte de China de recursos naturales en América Latina presenta diferentes estrategias y que exceden a la teorización sobre las causas de IDE de Dunning sobre la búsqueda de mercado interno, mano de obra barata y activos tecnológicos. En el caso del petróleo, el acceso tiene lugar principalmente mediante financiamientos con contrapartidas de petróleo e inversiones directas. El mineral de hierro y el cobre son obtenidos mediante inversiones directas e importaciones; así, lo que de alguna manera garantiza la seguridad en el abastecimiento parece ser el control físico del recurso. En el caso de la soja, el camino elegido ha sido la importación cada vez más intermediada por empresas mercantiles presentes en la región y recientemente adquiridas por China (Freitas da Rocha & BIelschowsky, 2018)

Corolarios: disputas hegemónicas, inserción internacional y empleo

El ascenso global de China genera notables expectativas dado que significa un escenario de alivio de la restricción externa para las economías latinoamericanas, a la vez que la lenta y “disimulada” estrategia de disputa hegemónica posibilita espacios de negociación geopolíticas que en un marco de unipolaridad no se presentaban. No obstante, como observamos en los hechos, el papel de América Latina para los intereses chinos es relativamente secundario en términos de integración comercial y de destino de inversiones. La inserción regional en el patrón de acumulación chino es meramente como proveedora de materias primas y de destino de las inversiones que faciliten ese papel. Por lo tanto, los patrones históricos de la región de inserción internacional se refuerzan y se reproducen sin necesariamente abrir un escenario de cambio estructural.

El ascenso chino ha fortalecido las fracciones del capital tradicionales (o élites) asociadas a la explotación de recursos naturales y sus vías de comercialización. El derivado aumento de su capacidad de influir sobre los aparatos del Estado plantea serias contradicciones, en la medida que se proponga avanzar en la integración comercial desarticulando políticas que protegen la producción industrial doméstica. Este riesgo no solo se plantea para las fracciones capitalistas que, eventualmente, pueden reconvertirse a capitales comerciales de importación sino, principalmente, para la clase trabajadora y sus puestos de trabajo. En este sentido, la expansión de las explotaciones extractivo-primarias no necesariamente va a generar los puestos de empleo para recrear un modo de acumulación social y ecológicamente sostenible e inclusivo. En este sentido, se recrean los desafíos y dilemas históricos de las economías latinoamericanas.

Referencias

Bértola, L., & Ocampo, J. A. (2010). Desarrollo, vaivenes y desigualdad: Una historia económica de América Latina desde la independencia. Secretaría General Iberoamericana.

Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible – CLACDS – (2014). Comercio e Inversión entre América Central y China. INCAE Business School.

CEPAL (2016a). Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe. La región frente a las tensiones de la globalización.

CEPAL (2016b). Relaciones económicas entre América Latina y el Caribe y China. Oportunidades y Desafíos.

de Freitas Barbosa, A. (2011). China e América Latina na nova divisão internacional do trabalho. Em Rodrigo Pimentel Ferreira Leão, Eduardo Costa Pinto, Luciana Acioly (ed.), A China na Nova Configuração Global: impactos políticos e econômicos, Brasilia, IPEA.

Durán Lima, J. E., & Pellandra, A. (2017). La irrupción de China y su impacto sobre la estructura productiva y comercial en América Latina y el Caribe.

Freitas da Rocha, F. & BIelschowsky, R. (2018). La búsqueda de China de recursos naturales en América Latina. Revista CEPAL No. 128. Pg 9-30.

Panitch, L., & Gindin, S. (2012). The making of global capitalism. Verso Books.

Perez Ludueña, M. (2017). Chinese Investments in Latin America. Opportunities for growth and diversification. CEPAL. Production Development Series No. 208

Pinto, E. & Gonçalves, R. (2015). Globalização e Poder Efetivo: a ascensão da China. Economia e Sociedade (UNICAMP. Impresso).

Pinto, E. C. (2011). O eixo sino-americano e as transformações do sistema mundial: tensões e complementaridades comerciais, produtivas e financeiras. Em Rodrigo Pimentel Ferreira Leão, Eduardo Costa Pinto, Luciana Acioly (éd.), A China na Nova Configuração Global: impactos políticos e econômicos, Brasilia, IPEA.

Ray, R.& Gallagher, K. (2017). China-Latin America Economic Bulletin 2017 Edition. Working Group on Development And Environment in the Americas.

Saludjian, A. & Carcanholo, M. (2013) Integración latino-americana, dependencia de China y sub-imperialismo brasileño en América latina. Mundo Siglo XXI – Revista del Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional, v. 29, p. 43-62. http://www.mundosigloxxi.ciecas.ipn.mx/pdf/v08/29/03.pdf

Torres Cuzcano, V. (2010). El TLC Perú-China: posibles implicancias para el Perú. Pensamiento crítico13, 101-120.

Nota

[1] Pomeranz (2000) en su libro La Gran Divergencia (The Great Divergence) argumenta que China e India eran el centro del mundo en las vísperas de la Revolución Industrial. En este sentido, la trayectoria que están siguiendo estas economías en las últimas décadas sería una reemergencia al centro del mundo.

Sergio Martín Páez

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por CELAG