El retorno de los caudillos latinoamericanos

Hoy en día, sólo Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Uruguay se mantienen como vestigios del bloque progresista, y todos ellos están bajo asedio, en mayor o menor medida, por parte de Washington y los regímenes “capitalistas compinches” de Colombia, Brasil, Argentina, Chile y Perú

La “primavera del socialismo” en América Latina está tocando a su fin. Después de más de una década de presidentes socialistas progresistas capaces de poner a las personas por encima del amiguismo, los oligarcas de América Latina, a través del uso abusivo de los tribunales, los parlamentos y los sistemas electorales, han llevado a caudillos al poder en toda la región. A diferencia del pasado, cuando los generales locales, con la complicidad del jefe de la estación local de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), mandaban sacar los tanques y las tropas para expulsar del poder a presidentes elegidos democráticamente, los líderes fascistas de hoy han descubierto que con ayuda de los medios de comunicación social, unidos a jueces y  legisladores corruptos, pueden organizar lo que en esencia son “golpes constitucionales” suaves.

Brasil 1964

En la primavera del socialismo latinoamericano, muchas naciones adoptaron políticas exteriores independientes, libres de los dictados de Washington. Con Estados Unidos empantanado en atolladeros militares en Afganistán e Iraq, América Latina se liberó de las cadenas políticas, financieras y militares que la vinculaban a Washington. Las nuevas libertades de América Latina irritaron a los neoconservadores y los militares de Estados Unidos, particularmente a John Bolton, embajador de George W. Bush ante las Naciones Unidas que nunca fue confirmado por el Senado, y a John Kelly, Jefe del Comando Sur de Estados Unidos en Miami. Tanto Bolton, asesor de seguridad nacional de Donald Trump, como Kelly, jefe de gabinete de Trump, están ahora en posición de ayudar e instigar el ascenso de los caudillos en América Latina, vengándose de los líderes progresistas y sus partidos políticos.
La primavera socialista progresista de América Latina estaba en su apogeo cuando el presidente venezolano Hugo Chávez, al frente de un bloque de naciones latinoamericanas y caribeñas que servía de alternativa a una Organización de Estados Americanos (OEA) neocolonial y dominada por los Estados Unidos, fue una inspiración para otros líderes progresistas de la región. Entre ellos se encontraban el presidente argentino Néstor Kirchner y su viuda, Cristina Fernández de Kirchner,  que más tarde fue elegida presidenta; el presidente nicaragüense Daniel Ortega; los presidentes brasileños Luiz Inácio Lula da Silva (Lula) y Dilma Rousseff; la presidenta chilena Michelle Bachelet; y el presidente ecuatoriano Rafael Correa; el presidente boliviano Evo Morales; el presidente paraguayo Fernando Lugo; el presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide; el presidente hondureño Manuel Zelaya; los presidentes uruguayos José (Pepe) Mujica y Tabaré Vázquez; Álvaro Colom; y los líderes de izquierda en la República Dominicana, El Salvador, Perú, St. Vincent, Dominica y St. Lucia.
Los críticos de derecha de la primavera latinoamericana calificaron peyorativamente esta tendencia de “marea roja”. Chávez fue el artífice de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La primavera del socialismo en América Latina comenzó a flaquear después de que Estados Unidos -principalmente a través de la Agencia Central de Inteligencia y el Comando Sur- diseñara golpes militares de manual en Haití y Honduras, una tentativa de golpe militar en Ecuador y “golpes constitucionales” en Paraguay y, el último, en Brasil. Después de que a Chávez se le diagnosticara una forma agresiva de cáncer, su bloque bolivariano fue asediado por Washington. Hoy en día, sólo Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Uruguay se mantienen como vestigios del bloque progresista, y todos ellos están bajo asedio, en mayor o menor medida, por parte de Washington y los regímenes “capitalistas compinches” de Colombia, Brasil, Argentina, Chile y Perú.
La elección como presidente de Brasil de Jair Bolsonaro, un político de extrema derecha del Partido Social Liberal (PSL), un nombre muy equívoco, representa un regreso a los días de los caudillos respaldados por los militares, la “diplomacia de la cañonera” de Washington y su imposición de “repúblicas bananeras” en el Hemisferio Occidental.
Bolsonaro, admirador confeso de Adolf Hitler, Benito Mussolini y la pasada dictadura militar de Brasil, comenzó a aparecer como una versión de extrema derecha de los anteriores dictadores militares latinoamericanos incluso antes de ser elegido presidente. Bolsonaro no ocultó su deseo de liderar un bloque derechista de naciones latinoamericanas al servicio de las doctrinas nacionalistas y racistas de la administración de Trump, y se acercó al presidente derechista de Paraguay, Mario Abdo Benítez -cuyo padre fue secretario privado del dictador pronazi Alfredo Stroessner- cuando prometió forjar lazos más estrechos entre Brasilia y Asunción.
El presidente derechista de Colombia, Iván Duque, también mantuvo conversaciones con Bolsonaro con miras a unirse a un bloque de naciones latinoamericanas de extrema derecha que se negociará en una futura Cumbre Conservadora de las Américas, en la que probablemente participará Donald Trump. El exestratega jefe de la Casa Blanca Steve Bannon, ocupado con sus planes para una cumbre de partidos políticos europeos de extrema derecha, con un secretariado en Bruselas llamado “El Movimiento”, ha estado asesorando a Bolsonaro y su ambicioso hijo, el congresista brasileño Eduardo Bolsonaro.
Éste también ha mantenido conversaciones con el presidente derechista de Argentina, Mauricio Macri, un ex socio de negocios de Trump, en previsión de formar una nueva alianza derechista en América Latina. Bolsonaro recibió a Jacqueline van Rysselberghe y José Durana, dos senadores chilenos de derecha de la Unión Democrática Independiente (UDI) del presidente chileno Sebastián Piñera, que miran con cariño la pasada y brutal dictadura del general Augusto Pinochet.
Bolsonaro y los miembros de “El Movimiento” de Bannon, con sede en Bruselas, están también asesorando a las fuerzas de extrema derecha bolivianas lideradas por la jefa de la coalición opositora de Las Calles, María Anelín Suárez, que está tratando de expulsar a Evo Morales de la presidencia. Bolsonaro envió a uno de sus diputados electos, Carla Zambelli, a Bolivia para organizar, junto con Suárez, Las Calles y los asociados de Bannon, una “marcha nacional” contra Morales el 10 de octubre de 2018. Bolsonaro indicó que sus esfuerzos contra Morales cuentan con el apoyo de Macri de Argentina y Piñera de Chile, para fomentar la oposición a Morales en Bolivia.
El nuevo presidente brasileño ha afirmado que con él como presidente de Brasil,  y Argentina con Macri y Chile con Piñera derrotarán al “socialismo” en Bolivia y Venezuela. Bolsonaro ha sido calificado como el “Trump tropical” y ha prometido apropiarse de las tierras de las tribus indígenas de Brasil y entregarlas a empresarios privados para su explotación. También ha calificado a los afrobrasileños de “obesos y perezosos” y a la gente de Haití, África y el Medio Oriente árabe de “escoria de la humanidad”. Bolsonaro ha dado a los líderes de la oposición brasileña dos opciones: el exilio o la ejecución.
Existe una fuerte posibilidad de que Bolsonaro, Macri, Piñera, Abdo Benítez y Duque busquen un resurgimiento de la Operación Cóndor, una alianza de policías secretas y agencias de inteligencia de las dictaduras militares latinoamericanas que existió entre 1968 y 1989, alentada por la CIA. Cóndor, que contó con la bendición del Secretario de Estado de Estados Unidos y asesor de seguridad nacional Henry Kissinger, fue el organismo encargado de localizar y asesinar a los líderes izquierdistas que se habían refugiado en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Estados Unidos y Uruguay.
Bolivia, país cercado por los gobiernos de derecha de Brasil, Argentina, Paraguay y Chile, y un Perú que se ajusta a las normas de Washington, se enfrentará a una creciente presión política, económica y militar para negar a Morales un cuarto mandato como presidente en 2019. Venezuela, ya paralizada por las sanciones económicas impuestas por la administración Trump, verá a Brasil y Colombia permitir que sus regiones fronterizas sean utilizadas para operaciones paramilitares apoyadas por la CIA contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, el sucesor elegido por Chávez.
El gobierno de Ortega en Nicaragua también continuará sujeto a los esfuerzos de desestabilización organizados por la CIA, con el apoyo del gobierno de Bolsonaro en Brasil.
 Sólo el gobierno progresista de izquierda entrante de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México, junto a Cuba podrán ayudar a sobrevivir a los pocos grupos de populismo de izquierda que quedan en el Hemisferio Occidental. Los derechos de los trabajadores, campesinos, pueblos indígenas, estudiantes y clérigos no evangélicos en América Latina pronto serán objeto de ataques, de una manera que no se ha visto desde los días de los caudillos, las juntas y Cóndor. Lula, que sigue siendo el líder político más popular de Brasil, ha sido encarcelado con una condena de 12 años con cargos falsos presentados por un aparato judicial y legal de derecha.
El hemisferio debe ahora mirar a AMLO; al presidente cubano sucesor de Castro, Miguel Díaz-Canel; al ex presidente de Uruguay, Mujica; y a los primeros ministros progresistas restantes de los estados del Caribe de habla inglesa, para rescatar a los líderes de Bolivia, Venezuela y Nicaragua de la inminente embestida fascista. Mujica ha advertido de que la elección de Bolsonaro representa el mismo tipo de mentalidad que llevó a Hitler a ser elegido en Alemania, y afirmó, en vísperas de las elecciones brasileñas que “los humanos tenemos poca memoria. Al clamar por un cambio, uno puede ir a peor.” América Latina y la oposición anti-Trump en Estados Unidos deben estar en guardia contra un nuevo pacto fascista, tipo Eje, liderado por Bolsonaro, Trump, Macri, Duque y otros compañeros de viaje, como el comediante convertido en presidente fascista de Guatemala, Jimmy Morales, y el dictador de la república bananera hondureña, Juan Orlando Hernández
Wayne Madsen
Traducido por S. Seguí
Fuente: Tlaxcala, 5 de noviembre de 2018